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Capítulo 26: La fiesta de Thomas

Thomas me comentó todos sus grandes partidos y como llegó a tal situación. Unas pocas preguntas hacían que hablara con pasión de lo que quería y lo que no. De lo que le gustaba y lo que odiaba. Así me dio a entender que quería jugar basquetbol. Que no quería decepcionar a nadie, pero sabía que eso iba a pasar si o si al jugar como profesional. Creía que, al ser aun un chico, la decisión que marcaría su vida debería estar lejana.

—Creí que tendría que decidir cuándo fuera más viejo o en unos años más lo importante de mi vida. No me quería dar cuenta de que lo tengo que decidir pronto.

—Es lo normal. Nadie quiere tomar grandes responsabilidades. Yo todavía tengo miedo de hacerlo.

—Jaja, eres genial. Me ayudaste a entender mejor algunas mis cosas. Gracias.

Sin darnos cuenta de cuánto tiempo llevábamos conversando, se oscureció. Y a medida que la gente lo saludaba levantando la mano o la cabeza nos dimos cuenta de que la fiesta ya estaba comenzando.

—Tengo que ir ayudar a los chicos. Se me pasó volando la hora. Después seguimos hablando, estuvo entretenido.

—Me parece bien. Si necesitas algo de ayuda extra, también me dices.

—No te preocupes, es más que nada para comenzar bien la fiesta.

Se marchó en dirección a la sala donde un chico bien vestido, llenaba distintos vasos con distintos tipos de combinaciones de soda y alcohol, en distintas medidas. Habló con él mientras yo seguía sentado en el sillón del salón principal. Me percaté de la llegada considerable de gente

, conversando mientras la música sonaba a un volumen moderado.

La mayoría venía en grupos. Ya era de noche y las luces que Niel y Elicia colocaron ya estaban funcionando. Las luces eran intensas y giraban en distintas direcciones. Lo suficientemente fuertes para cegarte.

Solicité un vaso con bebida. No veía a nadie de mis compañeros, la gente ya era demasiada. El patio y las habitaciones de la casa eran enormes y espaciosas, aun así, tanta gente dejaba pocos espacios libres, solo en los círculos de distintos grupos que se formaban. Entre ellos podía reconocer gente del colegio, pero nadie tan cercano como para ir a saludar.

Al alcanzar a ver a Sion y a Elicia cercanos al centro del patio, bebí lo último que tenía y me lancé a encontrarlos.

Me recibieron bailando, se hicieron un pequeño grupo de baile entre todos. Pregunté por Niel que era el único faltante.

—Está tratando de sacar a bailar con esa chica de allá.

Revisé la dirección a la que me apuntaban. Ahí estaba Niel, hablando con una chica sentada en una silla cercana al final del patio techado. La chica tenía puesto un vestido rojo de dos piezas, demasiado elegante para una fiesta. Aunque es lo normal querer resaltar en una fiesta.

Niel se veía un poco diferente al de siempre. Sus expresiones eran calculadas y frías, las cuales trataban de parecer lo contrario.

Interrumpiendo mi pensamiento, el cuerpo de Elicia chocó contra mí. No sé si fue una casualidad por la gente alrededor; lo más probable, o si su intención era esa.

Aun si fuera por casualidad o no, decidí alejarme. Lo suficiente para no ser tomado como repulsivo.

—¿Por qué no bailas? —preguntó la novia de Niel.

¿Estaba bien sabiendo que su compañero amoroso estaba coqueteando con otra chica en la misma fiesta?

—Me duele un poco el brazo.

—Pero es lo de menos —alzó un poco la voz al llegar al coro de la música.

—Tiene razón. Muévete un poco, estamos en una fiesta —comentó Sion emocionado.

—Si no sabes bailar yo te ayudo —ofreció Elicia en mi oído para que fuera el único en escucharla.

Se me acercó a mi oreja derecha lo suficiente para dejarme alerta. Su cuerpo también se acercó y al ritmo de la música comenzó a rozar con el mío. Se acomodó a mi lado y me dio unos sutiles empujones con su cadera, para que captara el ritmo. Le seguí la corriente. Era imposible no hacerlo. Estaba hipnotizado por su figura.

—¡Más emoción!

Se dio vuelta, dándome la espalda. Como si me ignorara.

Bailé un poco. No era que no supiera. De hecho, tenía buen ritmo y movimiento de las caderas y la espalda. Pero el dolor de las heridas de repente me lo impedía. No sabía que movimiento exacto me daría una punzada en las heridas. Aun así, decidí dejar llevarme.

Elicia me ojeó de espaldas. Me sentí tentado. Pero, era la chica de mi amigo. Su cuerpo, como una casualidad, se pegó contra el mío. Seguía bailando en mí. Estaba mal. No sé qué tan permisiva era la relación de ellos, pero esta no era la forma de averiguarlo. Traté de buscar ayuda en Sion. Lo busqué, pero no apareció. El ya no estaba, estábamos solo nosotros dos, rodeados de gente que nos tapaba del exterior. Volví mi mirada a la persona que se movía frente a mí. Solo me quedaba detenerme.

—¿Qué sucede? —me preguntó dándose por completo la vuelta al ver que estaba quieto.

—Creo que me comenzó a sangrar el brazo.

—¿Tienes una herida? —preguntó con verdadera preocupación

—Sí.

—¿Te acompaño al baño?

—No, no. Iré yo solo. No quiero arruinar tu motivación.

—Si así prefieres —suspiró desilusionada.

Me moví con cuidado entre las personas sosteniéndome el brazo. Hasta que desaparecí de su vista.

No sé si era correcto o no. Aunque lo fuera no me detuve por las demás personas, solo me detuve porque no estoy listo para aceptar. El primer baño estaba ocupado. En el segundo me echaron y cerraron con pestillo. Y en el de la lavandería permanecía gente esperando. Decidí sentarme en las escaleras a esperar que alguno se desocupara.

Quizás, solo se estaba divirtiendo y lo malinterpreté, es una fiesta, al fin y al cabo. Debería estar con mayor motivación. La idea de no aceptar nada comenzó a parecerme absurda.

El dueño de la casa se dio cuenta de mi lastimosa presencia en las escaleras.

—¿Qué sucede?

Le comenté mi situación. Sin lo de la herida.

—Si quieres, puedes ir al de arriba.

—¿En serio?

—Sí, pero asegúrate de que nadie te siga. Cualquier cosa diles que eres mi primo o familiar.

—¡Gracias! —le grité apenas escuchando lo último que dijo.

Apenas se fue a atender el llamado de una chica que le gritaba, subí. Arriba pude inferir de inmediato donde estaba el baño. Justo enfrente de las escaleras, una única puerta al lado de una sala con sillones y una tele, dejaba verlo. Las ganas de ir al baño se volvieron verdaderas por la bebida.

Me vi frente al espejo. Era otra persona. Un pelo diferente. Los accesorios. Inclusive mi mirada se volvió un poco más densa y desafiante. No sé si sea algo bueno. No me quejaba. Me saqué el aro a presión por la incomodad, sentía que mi lóbulo estaba demasiado caliente. Manipulé el anillo pensando lo mismo, pero decidí dejarlo, por la extraña sensación que dejaba el no tenerlo.

Secándome lo que quedaba de humedad en la ropa. Mi vista, a mi izquierda, se encontró con dos personas que se dirigían a una de las habitaciones del segundo piso. Al ver a Amandine con otro chico dirigiéndose a un cuarto, por un corto momento, mi humanidad desapareció.

Estaban subiendo a la casa de un desconocido y usando su habitación. Entendía que tenía problemas con saber que era bueno y malo, pero ¿el chico que la acompaña? Pensé que podía ser amigo de Thomas, pero al comprender que la imagen era la de Dante; el chico directo que tampoco comprendía el ambiente de las situaciones, esa posibilidad se volvió nula.

Tampoco es mi necesidad intentar comprender lo que sucedía, aparte de saber quiénes son. Era claro que eran ellos. Esperé a que entraran y cerraran la puerta. Ellos no me vieron.

No es de mi incumbencia.

Al bajar por las escaleras un chico con gorra de pescador se cruzó conmigo.

—¿Qué hacías arriba?

A pesar de que era más grande que yo, su carácter era débil. Lo supe apenas escuché su intento de sonar amenazante.

—Thomas me dio permiso.

—Ya veo. Perdón.

Bajé dos escalones antes de que me detuviera.

—¿De casualidad viste a alguien subir?

—Sí, iba una chica baja y otro chico de pelo negro. Fueron a la habitación que esta al final de la derecha —respondí.

—¡Mierda!

No me lo dijo a mí. Lo tiró al aire, con un enojo y preocupación que no comprendí.

Pensando que iba a dirigirse a la salvación de la chica, se retiró por las mismas escaleras y se abrió paso entre las personas. Siguiendo su ejemplo, mucho menos desesperado, hice lo mismo.

La fiesta se prendió. Las luces bajaron, dejando todo oscuro. El DJ subió el volumen de la música y puso los temas icónicos de este tipo de celebraciones.

Colisionando contra los cuerpos de gente bailando y abriéndome paso entre grupos, alguien interrumpió mi escapatoria. Una mano me sujetó del hombro.

Al girarme me encontré con el chico de las mil amistades. Era Lie. Vestido con una simpleza todo de negro. Y una cadena con una cruz colgando de su cuello.

—Absalón. Por favor, dime que no eres tú.

—No lo soy.

—¿Qué te hizo Niel?

—Lo que le pediste.

—¿Lo que pedí? Solo le dije que fueran a comprar ropa interesante para la fiesta.

—El polerón esta bueno.

—Jaja. No te lo niego, pero… —se detuvo a analizarme—. Te ves demasiado diferente. Casi no te reconocí.

—Y eso que me saqué el aro.

—¿¡Te hiciste un aro!?

Le mostré el aro a presión que guardé en mi bolsillo y su preocupación desapareció.

—¿Qué pasó con el Absalon bueno y tierno? —hizo muecas de preocupación.

—Sigo siendo el mismo —dije golpeándome el pectoral.

—Eso espero.

Viendo que el tema de conversación desaparecía. Me invitó al grupo en el que estaba.

El sonido de la música me hacía moverme de distintas formas. No soy nada malo bailando, de hecho, soy demasiado bueno bailando. Lie me ofreció éxtasis para "soltarme un poco" al ver que las rechacé de inmediato, no insistió. Era lo normal que gente de nuestra edad consumiera drogas o alcohol. Incluso algunos que no sabían la realidad, las combinaban. Eso sí, uno las tomaría en el mejor momento de la fiesta, a esa hora de las 00:00 horas hasta las 03:00. Algunas personas que nunca antes las probaron o que recién conocían ese mundo las consumían desde el inicio. Esa poca comprensión, normalmente generaba problemas que jamás terminaban bien.

Bien nunca me tocó ver algo similar, mas Lie y Niel, me contaron suficientes historias relacionadas con sobredosis o mal uso de drogas y alcohol, que entendí que era algo que si pasaba en las fiestas. Lo único rescatable era que las drogas de ahora eran mucho menos peligrosas que las de antes. Ya que al legalizarlas obtuvieron ciertos tipos de restricciones, volviéndose menos fuertes a la vez que menos adictivas. Eran incluso menos adictivas que el alcohol, aunque este siempre lo ha sido. Pero al quedar marcado el uso de drogas en juntas, estas se volvieron un gran negocio en el que mucha gente compraba a montones para divertirse más de lo que lo harían.

La fiesta se ponía cada vez más alocada. La gente comenzaba a tomar pastillas. Mientras algunos aun llevaban un vaso en su mano mientras bailaban y gritaban la letra de las canciones. El grupo que formamos se volvió gigante y se creó un círculo, en donde gente se lanzaba al medio a ser el centro de atención. Para esto tenían que darlo todo con algún paso de baile o movimiento para que los demás los apoyaran. De uno en uno. Algunos se adentraban. Otros eran lanzados.

Un empujón me llevó al centro del grupo. Miré hacia atrás. Lie me empujó, pero no hubiera tenido la suficiente fuerza. Al lado estaba Niel, quien con la ayuda de Lie, logró adentrarme al centro. Por suerte me arrojaron de los hombros.

En la obligación de estar en el centro iba a comenzar a bailar, pero a mi encuentro, justo al mismo tiempo, lanzaron a una chica. Ya no sabía qué hacer. El circulo alcanzaba para una persona sin problemas. Al haber dos estábamos demasiado juntos para tener la libertad que quisiera. La chica en cambio no se hizo problema, se acercó a mí y me sujetó del cuello. Dejó sus piernas entre las mías y se movió al ritmo de la música. Su cuerpo rozaba contra el mío en ondas, sin ser agresiva ni tierna. Yo estaba parado sin saber que hacer. Me dejé llevar, intentando ganar espacio. Al avistarla, noté que su pelo rubio corto y su cara eran impresionantes. Usaba unos pantalones anchos color ocre anaranjado y un top blanco. Dejando su cintura al aire libre.

Que idiota, pensé. Estoy en una fiesta.

Agarré a la chica de la cintura, al parecer tenía la mano helada, ya que se conmocionó y me observó con cuidado. Seguí su movimiento. Los demás estaban animando como locos. Pues marcaba el cambio de la fiesta. Nos retiramos satisfechos cada uno por su lado. Yo por donde Lie y Niel y ella por su grupo de amigas.

—Idiotas —les sonreí.

—¿¡Qué dices!? Gracias a nosotros pudiste bailar con esa chica.

—Es verdad. ¿Si quiera la viste? Deberías agradecernos —exclamó Niel aceptando el punto de vista de Lie.

Si bien eran completamente distintos. Niel, con su pelo liso rubio y tez blanca. Lie, con su pelo negro extremadamente corto y de piel morena. Sus gustos y pensamientos eran demasiado similares.

—Entonces déjame agradecerte —le ofrecí la mano a Lie.

Al aceptarla lo jalé en contra. Apoyado por un empujón de nuestro amigo terminó en el centro.

—Malditos.

Entró y obligado comenzó a bailar mientras lo celebraban. Como nadie entró, decidí molestarlos. Empujé a Niel y terminó en el centro con Lie. Al verlo se saludaron como si acabaran de conocerse. Pensé que lo iba lograr molestar, pero se aprovecharon de la situación y bailaron como si todo hubiera sido planeado. A eso varias chicas entraron. Dos de ellas bailaron con ellos. Mientras que los demás se iban adentrando. Derrumbando el circulo. Era como si comenzara la segunda parte de la fiesta. Viendo que estaban disfrutando y bailando pegados con las chicas, me comencé a alejar a tomar aire… O eso esperaba. Antes de salir por completo de la multitud alguien me agarró del antebrazo. Era la chica de antes. Su pelo rubio me evocaba a Linna, era inevitable. Traté de escapar. Me tenía bien sujeto para evitarlo.

—Vamos a bailar —propuso con una mirada demasiado insinuante.

—Vamos.

¿Por qué respondí tan decidido? Ni siquiera sabía si de verdad quería. Terminé siguiéndola a fuera de la casa en donde la fiesta era más insinuante, ya que la mayor parte de las parejas se formaron ahí. Aun así, seguía habiendo grupos grandes donde todos bailan con todos a la vez que con nadie.

Sin hablar la chica se detuvo y se dio la vuelta. Me observó con profundidad. Su mirada era atrevida, estaba claro que no era la primera vez que hacía algo similar. Comenzó a moverse al ritmo de la música, acercándose lo suficiente para simular que éramos pareja. Seguía algo lejos, nuestros cuerpos se movían sin entrar en contacto. Hice lo mismo. La música cambió y todo el mundo enloqueció. Con eso, estaba claro que la fiesta ya no era la misma que al inicio. La chica también se emocionó y me sonrió, inspirado por el ambiente, no pude evitar enseñarle lo mismo. Apenas la canción llegó a su clímax se me acercó, arrinconándome con sus dos brazos alrededor del cuello. Mi mano se posó sobre su cintura, se quedó quieta mientras todo los demás bailaban a nuestro alrededor. Por unos segundos, el tiempo se detuvo, cuando volvió, sus labios ya estaban en los míos.

Mi cuerpo reaccionó solo. Al apegarse, nuestros movimientos se volvían uno y se entrelazaban. No podía pensar en si estaba bien o estaba mal, solo estaba disfrutando del momento. No la conocía, ella tampoco a mí, éramos dos extraños en una fiesta. Esto no era nada raro, aun así, no tenía experiencia en este tipo de situaciones. No quería deshacerme de la inercia. Cada vez con mayor sentimiento, nuestros cuerpos se rozaban.

Cerré los ojos, dejé de necesitarlos, percibía todo con mi cuerpo, sentía cada vibración. Sus muslos se apretaban entre mis piernas. Su cintura intercambiando movimientos. Su superficie acercándose a mí y volviendo apenas se soltaba un poco. Nuestros labios, se afligían si se separaban, me mordía el labio cuando trataba de alejarme. Un cuerpo externo colisionó contra mí, golpeándome la herida del brazo. Gruñí y por instinto apreté mi mano el cual agarraba el cuerpo de la chica, a la vez apreté mis dientes, mordiéndole con fuerza los labios. Se alejó sorprendida, quizás asustada por el súbito cambio. Me observó con frialdad. Estaba un poco enojada, pero en vez de regañarme, me sujetó del cuello con mayor firmeza. Hizo que mis brazos la apretaran, presionándola contra mí como si fuéramos los únicos en la fiesta. Se volvió a acercar lo suficiente para que nuestras comisuras se juntaran.

—Idiota, Así me vas a comenzar a gustar… —dijo sonriendo con sus dientes en mi labio inferior.

Si bien escuché su voz antes. Esa revelación, con tal complacencia, me agitó. Sin dejar mis labios, mordió con fuerza.

—Es mi venganza.

Me dolió demasiado. Traté de alejarme, pero eso lo hizo peor. Paso el límite, me hizo enojar.

—Maldición. Creo que me sobrepasé —al darse cuenta de mi expresión se disculpó, no era suficiente—. Perdón.

Pronto me di cuenta de que la disculpa no era por como reaccioné, sino porque un líquido salía de donde mordió. Palpé, era sangre. Recordé que mi labio apenas se había recuperado. Es probable que estuviera sensible, o quizá, mordió demasiado. Sea lo que fuera, tenía sangre en el labio y se estaba pasando a mi lengua. Dejándome un amargo sabor.

—Permiso.

Moví su cuerpo al frente mío, la miré y traté de retirarme.

—¡Espera! —me detuvo. Puso una cara entre culpable y autoritaria—. ¿Sabes que si te vas puede que ya no continuemos? ¿Verdad?

No respondí. Supongo eso podía ser interpretado.