—Los mayores ya han tomado la iniciativa de saludarte. ¿Qué clase de actitud es esa? —Lu Yaran siseó con voz baja, molesta con la actitud de Qin Yan que había tensado el ambiente en el momento en que ella entró.
—Está bien, está bien... —Cai Jingyi se apresuró a aliviar la tensión. Después de todo, ella no le tenía antipatía a Qin Yan y, además, era su familia la que la había decepcionado.
El matrimonio Xi estaba muy sorprendido por los cambios en Qin Yan. Aunque les gustaba más, no podían hacer nada ya que su hijo prefería a la otra hija.
Qin Yan ignoró a Lu Yaran. Desde el momento en que entró, no se dignó a mirar a Qin Yicheng o a Lu Yaran en absoluto.
Qin Yan se sirvió un vaso de agua y tomó un sorbo. Justo cuando colocó el vaso en la mesa, se escuchó una suave risa procedente del primer piso.
—Hermano tiene razón. Eres hermosa de por sí, incluso si llevaras un trapo roto.
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