—Sus palabras no tenían nada que ver con el ánimo —dijo—. De hecho, parecía que quería ahuyentar a todos.
William no estaba fanfarroneando, ni intentaba asustar a nadie. Simplemente estaba diciendo la verdad. Para él, la idea de luchar y competir contra enemigos formidables la había aceptado hace mucho tiempo.
Él no temía a la muerte, ¡temía al fracaso! Y para él, tener un gran número de maestros espirituales de corazón débil alrededor no iba a ayudar de ninguna manera.
—Buenas palabras —el primero en hablar no fue uno de este grupo, ni uno de sus cinco miembros seleccionados del equipo, sino alguien de afuera.
Cuando William y todos se giraron para ver quién era, muchos se asustaron.
—¡Ibra… Es Ibra!
—¿Qué hace aquí ese loco?
—¿No estaba encerrado por cometer un crimen en la academia?
—¿No fue él quien mató a docenas de discípulos hace unos años?
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