¡Comienza la historia!

—¡Vaya, esa vieja directora cortó el mambo!

—soltó una carcajada Alan—. ¿Pero vieron lo que pasó? ¡Brian perdió la pelea contra Mateo!

—¡No puedo creerlo! —exclamó Luisiana sacudiendo la cabeza—. Brian es un deportista prometedor, un boxeador con un futuro brillante. ¿Cómo es posible que haya sido derrotado por ese raro desnutrido?

Erick chasqueó la lengua, impresionado. —Increíble. Nunca pensé que Mateo tuviera la fuerza para vencer a Brian. Siempre lo hemos menospreciado por ser débil y flaquito, ¡pero parece que tiene huevos! Quiero pelear con él.

Alan asintió lentamente. —Debo admitir que subestimé a Mateo. Parece que tiene un asombroso puño de acero, creo que ya no lo jodo más.

—Chicos, yo no lo puedo creer... —Matías los observó boquiabierto.

Después de la pelea entre Mateo y Brian, ambos terminaron en la enfermería. Sin embargo, cuando fueron citados por la directora, la situación tomó un giro inesperado e injusto. Sin profundizar en los detalles, la directora culpó únicamente a Mateo y decidió suspenderlo, mientras que Brian salió impune, sin recibir ningún castigo. Esta desigualdad en el trato generó indignación en Mateo, quien se sintió discriminado por su condición económica.

Mientras tanto, en la enfermería, Brian yacía con los brazos cubriendo su cabeza adolorida, su mente inundada de preguntas sobre cómo había llegado a esa situación.

—¡No puedo creerlo! ¡Perdí la pelea contra Mateo! —murmuró, sintiéndose avergonzado y frustrado—.

¿Cómo me venció ese gil, ese maldito hijo de puta al que consideré débil?

Exhaló un suspiro tembloroso, el dolor físico y emocional abrumándolo. —Me duele tanto pensar en lo que acaba de suceder. No puedo evitar sentirme frustrado, como si todo mi esfuerzo y entrenamiento hubieran sido en vano. Me siento tan impotente, me siento como una mierda.

—Yo, una promesa del gimnasio... en una camilla de la enfermería, sosteniendo mi cabeza entre mis manos. No quiero que nadie me vea en este estado. Es como si todos pudieran ver mi fracaso y se estuvieran burlando de mí en silencio.

Después de su enfrentamiento con Brian, Mateo se encontró inundado por una extraña mezcla de emociones. Aunque normalmente era un chico tímido y reservado, haber ganado esa pelea le había dado un impulso de confianza que nunca antes había experimentado. Mientras caminaba por los pasillos de la escuela, se encontró con miradas curiosas y murmullos entre los estudiantes. Su victoria contra Brian había dejado una impresión en todos, y Mateo se dio cuenta de que ahora era alguien con agallas, capaz de salir adelante en una confrontación.

Cuando a María, la madre de Mateo, le informaron sobre la mala conducta de su hijo, se preocupó profundamente por la agresividad que había mostrado.

—Mateo, hijo, necesitamos hablar en serio sobre lo que sucedió en el colegio —dijo María con preocupación—. Me preocupa mucho tu comportamiento agresivo. No puedo simplemente pasar por alto esto, tu directora se comunicó conmigo.

Mateo bajó la mirada, avergonzado.

—Lo siento, mamá. No sé qué me pasó. Me dejé llevar por la calentura y no pensé en las consecuencias.

—Entiendo que te hayas sentido frustrado o enojado, pero no podemos resolver los problemas a través de la violencia...

—María observó un cambio en la actitud de su hijo, una nueva apertura que antes era imposible—.

Mateo, ¿te pasó algo últimamente? Me podés contar el problema, hijo.

Los ojos de Mateo se suavizaron. —Mamá, quiero pedirte disculpas por ser un mal hijo y por ser tan cerrado. Sé que estuve distante y no fui muy expresivo, pero hoy tuve un día realmente malo y algo increíble sucedió. Solo te pido perdón.

María lo miró con cariño. —Mateo, me alegra que reconozcas tus errores y que quieras disculparte. ¿Qué fue lo que te sucedió y qué provocó ese cambio de actitud?

—Conocí a alguien que realmente me cambió la vida. Me encontré con un pibe que practica boxeo y me invitó a entrenar con él. Me di cuenta de que el boxeo es algo que me apasiona y que realmente me ayuda a superar mi timidez. Perdón por lo de hoy.

María sonrió con alivio. —Eso suena interesante, veo tu cambio, Mateo. Sé que lo de hoy fue un error, pero estoy dispuesta a apoyarte en tu decisión de practicar boxeo. Pero acordate que también tenés que enfocarte en tu educación. Quiero que te esfuerces en el instituto para que tengas un futuro prometedor.

—¡Gracias, mamá! —Los ojos de Mateo brillaron con emoción—. Prometo que me voy a esforzar tanto en el gimnasio como en el instituto. El boxeo me dio una nueva motivación y estoy decidido a demostrarte que puedo ser un buen hijo y tener éxito en mi vida.

—Me alegra escuchar eso, Mateo. Estoy orgullosa de vos por reconocer tus errores y por tener la determinación de cambiar. Te voy a apoyar en tu nuevo camino y voy a estar acá para vos en cada paso.

Después de su increíble victoria contra Brian, Mateo sentía una profunda gratitud hacia Axel, el boxeador amateur que le había salvado la vida cuando estaba al borde de la desesperación. Axel no solo le había mostrado el mundo del boxeo, sino que también le había brindado una nueva perspectiva sobre la vida y la importancia de luchar por uno mismo.

Al día siguiente, con el corazón lleno de agradecimiento, Mateo se acercó a Axel en el gimnasio.

—Axel, no encuentro las palabras para agradecerte lo suficiente —dijo Mateo con voz temblorosa—.

Cuando estaba en el punto más bajo de mi vida, apareciste y me salvaste. No sé cómo agradecerte por eso.

Axel puso una mano reconfortante en el hombro de Mateo. —Escuchame, estoy acá para vos. Me alegra haber llegado a tiempo y poder ayudarte en ese momento tan difícil. La vida es valiosa y siempre hay una razón para seguir adelante, aunque a veces no la podamos ver claramente.

Las lágrimas brillaron en los ojos de Mateo. —No sé cómo agradecerte lo suficiente por darme una segunda oportunidad. Nunca pensé que alguien se iba a preocupar lo suficiente por mí como para salvarme de mí mismo. Y no solo eso, también me mostraste un mundo completamente nuevo: el mundo del boxeo.