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Naruto Uzugan

Naruto Uzumaki está cansado de ser el hazmerreír de la Academia y de que nadie lo tome en serio. Frustrado por no lograr ni siquiera hacer un clon decente, decide entrenar como nunca antes. Durante dos meses antes de graduarse, se sumerge en pergaminos de control de chakra, incluyendo un talento innato para manejar tres naturalezas de chakra: viento, rayo y agua. Con el cabello rojo intenso como el de su madre Kushina, pero con los ojos y la sonrisa brillantes de su padre Minato, Naruto no solo se convierte en alguien más fuerte, sino también más centrado, aunque sigue siendo el mismo chico energético y testarudo que conocemos. Pero no está solo en esta evolución. Sus compañeros, rivales y hasta los senseis también han elevado su nivel. Los exámenes, las misiones y los combates son ahora más intensos, y en este nuevo mundo de ninjas más fuertes, Naruto deberá demostrar que no solo es digno de ser Hokage, sino que es capaz de superar cualquier obstáculo.

Itlen_tc_fanfics · Tranh châm biếm
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24 Chs

XIX

Ya habían pasado unas semanas desde la misión en el País de las Olas. A pesar de la gran emoción y los cambios que trajo consigo, la rutina no tardó en alcanzarlos nuevamente. Para el desagrado de Naruto, volvieron a realizar misiones de rango D: recoger basura, cuidar perros o ayudar en las plantaciones. Sin embargo, no todo había permanecido igual.

Haku y Miyuki, quienes al principio parecían fuera de lugar, habían comenzado a adaptarse mejor a su nueva vida en Konoha. Haku, con su talento natural para el control de chakra, decidió enfocarse en el camino del ninjutsu médico. Su dedicación y habilidad la hacían destacar rápidamente, y ya había ganado la confianza de algunos de los médicos del hospital de la aldea. Miyuki, por otro lado, recibió el rango de chunin después de un riguroso examen interno. Ahora estaba en fase de prueba, participando en misiones más peligrosas para evaluar sus capacidades.

Zabuza, bajo la estricta supervisión de los altos mandos de Konoha, también había pasado varias pruebas y ahora ostentaba el rango de jounin en período de evaluación. Actualmente, tanto él como Miyuki estaban fuera en una misión junto con otros ninjas de la Hoja, donde se ponían a prueba tanto sus habilidades individuales como su capacidad de trabajo en equipo.

Mientras tanto, el Equipo 7 regresaba a la monotonía de las misiones más mundanas. Sin embargo, algo había cambiado en la dinámica del grupo. Katsumi, su sensei, había incrementado drásticamente la intensidad de sus entrenamientos. Al finalizar cada misión, los llevaba al campo de práctica, donde les sometía a regímenes rigurosos de entrenamiento. No solo se enfocaba en mejorar sus habilidades individuales, sino también en fomentar el trabajo en equipo y la estrategia en combate.

A Yuzuki, por ejemplo, le enseñó nuevos jutsus de naturaleza agua y fuego, perfeccionando tanto su ninjutsu como su taijutsu. Además, trabajó con ella para sacar el máximo provecho de su Sharingan, enseñándole cómo anticiparse mejor a los movimientos de sus oponentes y cómo utilizar genjutsu con mayor eficacia.

Sasuke, por su parte, recibió entrenamiento intensivo en sus naturalezas de chakra de rayo y fuego. Aunque ya había aprendido el Chidori gracias a Kiyomi, ahora parecía obsesionado con perfeccionarlo. Katsumi lo ayudó a desarrollar variantes de esta técnica y a afinar su control del Sharingan, haciéndolo más letal en combate.

Kiyomi no se quedó atrás. Como hermana mayor, siempre se esforzaba por mantenerse un paso adelante. Su entrenamiento fue el más exhaustivo de todos. Perfeccionó cada aspecto de sus habilidades, desde genjutsu hasta taijutsu, y se centró especialmente en las naturalezas de chakra que dominaba: rayo, fuego y tierra. Recientemente, había adquirido una nueva kusarigama.

Naruto, sin embargo, tuvo el entrenamiento más extenuante de todos. Katsumi se enfocó en mejorar su control sobre el Uzugan, ayudándolo a desbloquear más de sus habilidades innatas. También lo forzó a practicar los ejercicios tradicionales del clan Uzumaki, perfeccionando su técnica con las cadenas de chakra. En cuanto a su kenjutsu, Katsumi lo empujó a evolucionar su estilo Fūma no Tsurugi, haciéndolo más preciso y mortal.

El Rasengan también se convirtió en un punto clave de su entrenamiento. Naruto intentaba infundirle naturalezas de chakra, utilizando cientos de clones de sombra para practicar. Aunque la tarea era increíblemente difícil, logró algunos avances prometedores con el chakra de viento. Además, Katsumi le ayudo con dos técnicas de el clan Namikaze, el Rasen Yaiba (Espada Espiral): Una técnica que comprimía chakra giratorio en forma de una hoja pura, capaz de atravesar tanto defensas físicas como barreras de chakra, con el entrenamiento del ragengan lo pudo dominar mejor y el Ten no Kazemaru (Corte del Viento Celestial): Un ataque devastador que concentraba chakra de viento en una ráfaga cortante, capaz de dividir incluso montañas con un solo movimiento.

Además de su arduo entrenamiento físico, Naruto se había sumergido en el estudio de los pergaminos heredados del clan Uzumaki. Había dominado los sellos de almacenamiento básicos, pero ahora enfrentaba el desafío de entender técnicas mucho más avanzadas. Entre los nuevos sellos que practicaba estaban el Fūin no Kyūbu (Sello del Cubo), que creaba una barrera cúbica capaz de atrapar a cualquier objetivo y neutralizar su chakra interno, y el Chikara no Engan (Sello del Refuerzo), diseñado para potenciar las capacidades físicas y de chakra de quien lo portara temporalmente, aunque requería un dominio excepcional de la energía.

Naruto también exploraba las capacidades del Uzugan en el arte del fūinjutsu, practicando con el Sellado Dimensional. Esta técnica permitía encerrar cualquier objeto o ser dentro de un espacio aislado, representado como una dimensión pequeña, controlada por las inscripciones de los sellos. Sin embargo, el proceso era extremadamente complicado. Cada letra del fūinjutsu debía ser perfectamente trazada con chakra, y el gasto de chakra para activar el sello era agotador. Cuando el destello púrpura del Uzugan se manifestaba, rodeaba el área designada, llevándose lo que estuviera dentro. Aunque había logrado sellar pequeños objetos y animales, no podía revertir el proceso ni liberar lo sellado, lo que frustraba a Naruto mientras seguía experimentando.

El entrenamiento con Katsumi no solo lo fortalecía físicamente, sino también emocionalmente. La kunoichi dedicó largas sesiones a enseñarle estrategias de combate y formas de controlar sus impulsos, que aún solían jugarle en contra. Sin embargo, uno de los momentos más memorables ocurrió tras una misión de rango D. Katsumi, en un gesto inesperado, le dio un beso en los labios como recompensa por su progreso y pago por enseñarle nuevos jutsus. Aunque Naruto quedó desconcertado, Katsumi utilizó esa conexión para comprometerse aún más con su desarrollo, ayudándole incluso a crear una técnica similar al Chidori de Sasuke. Ambos trabajaron juntos en el desarrollo del Shiden, una manifestación de electricidad morada que Naruto aún no lograba perfeccionar por completo. Aunque el jutsu prometía ser letal, su estabilidad era inconstante y requería más trabajo.

Después de una larga jornada, Katsumi anunció que no habría entrenamiento ese día, ya que tenía algo importante que hacer. Kiyomi y, para sorpresa de todos, Yuzuki, decidieron acompañar a Naruto a visitar a Hinata, como era costumbre. Sasuke, por otro lado, declinó la invitación y se quedó practicando sus variantes del Chidori. Entre las nuevas técnicas que intentaba dominar, estaban el Chidori Ragan y el Chidori Nagashi. El primero consistía en crear un Chidori en cada mano; ambos ataques se volvían de un tono morado mientras electrocutaban al objetivo con precisión letal. El segundo, el Chidori Nagashi, permitía liberar electricidad en todas direcciones, generando una onda expansiva que afectaba a múltiples enemigos a la vez. Este último era particularmente difícil de dominar y resultaba molesto, según sus propias palabras, pero Sasuke no descansaba hasta perfeccionarlo.

Mientras tanto, en el campo de entrenamiento del equipo de Hinata, Naruto reflexionaba sobre cuánto habían cambiado las cosas desde su regreso del País de las Olas. Haku y Miyuki, quienes en un principio habían llegado como enemigas, ahora formaban parte de su círculo más cercano. Haku había encontrado su lugar en Konoha, demostrando un talento excepcional en el entrenamiento como ninja médico. Su precisión quirúrgica y su habilidad para utilizar su Hyōton en la recuperación de aliados la estaban convirtiendo en una invaluable kunoichi. Por otro lado, Miyuki, con su carácter directo y determinación inquebrantable, había ascendido rápidamente al rango de chunin. Actualmente se encontraba en una misión de prueba junto a Zabuza, quien observaba con orgullo el crecimiento de su protegida, aunque su evaluación definitiva como miembros oficiales de Konoha aún estaba en proceso.

Kiyomi caminaba al lado de Naruto, jugando distraídamente con su nueva kusarigama. El arma era una obra maestra de diseño y funcionalidad. Su hoja curva, forjada en acero oscuro con reflejos azulados, tenía grabados que imitaban relámpagos, los cuales brillaban con una intensidad tenue al canalizar chakra a través de ellos. La cadena, más larga y resistente que en su modelo anterior, se movía con fluidez y fuerza, diseñada para resistir incluso los ataques más contundentes. En el extremo opuesto, una esfera afilada de acero reforzado podía atravesar defensas o atrapar a los enemigos con precisión quirúrgica. La kunoichi parecía disfrutar tanto del equilibrio del arma como de la sensación de poder que le otorgaba.

Yuzuki, más reservada, caminaba unos pasos detrás, observando a Naruto con una expresión reflexiva. Aunque intentaba mantener la compostura, lanzaba miradas sutiles hacia su hermana Kiyomi, como si pudiera percibir las tensiones no dichas entre ellas. Naruto, por su parte, permanecía ajeno al ambiente cargado que lo rodeaba, inmerso en sus propios pensamientos mientras caminaban hacia su destino.

Al llegar al campo de entrenamiento 8, la vista que los recibió dejó a Naruto sin palabras. Hinata estaba jadeante, con las mejillas sonrojadas por el esfuerzo, mientras practicaba en el campo de entrenamiento de su equipo. Había dejado a un lado su chaqueta habitual, mostrando una figura esbelta y sorprendentemente definida que rara vez se veía. Naruto no pudo evitar sonreír al verla en ese estado. No era común presenciar a Hinata de esta manera, y aunque no lo admitiría en voz alta, le parecía que tenía una de las figuras más impresionantes entre las chicas de su generación. Hinata, al notar la llegada del grupo, se detuvo abruptamente, visiblemente avergonzada al percatarse de que Naruto la estaba observando.

Kiyomi, que no perdió detalle de la reacción de Naruto, sonrió de manera traviesa y se inclinó hacia él.

—Parece que Hinata ha estado trabajando duro, ¿no crees? —comentó en tono juguetón, mientras Yuzuki rodaba los ojos en silencio, claramente irritada por el comentario de su hermana. Naruto, rascándose la nuca y tratando de desviar la atención, respondió con su característica sonrisa nerviosa.

—Sí, Hinata siempre se esfuerza al máximo. Es impresionante.

Hinata, aunque aún visiblemente avergonzada, decidió mantener la compostura y se acercó al grupo con su característica sonrisa tímida, aunque había un brillo de determinación en sus ojos perlados.

—¡Naruto-kun! Kiyomi-san, Yuzuki-san... Qué sorpresa verlos aquí. ¿Vinieron a entrenar? —preguntó con suavidad, esforzándose por ocultar su nerviosismo mientras su mirada se deslizaba brevemente hacia Naruto.

Kiyomi fue la primera en responder, inclinando ligeramente la cabeza con una expresión juguetona.

—Más bien, vinimos a ver qué tan duro trabajas. Y, por lo que veo, no nos decepcionaste.

La sonrisa traviesa de Kiyomi hizo que Hinata desviara rápidamente la mirada, sus mejillas encendidas de un profundo tono carmesí.

—A-a… gracias —murmuró, fijando su atención en el suelo mientras sus dedos jugueteaban nerviosamente con los extremos de su chaqueta.

Naruto, rascándose la nuca con una sonrisa amable, intervino para aliviar la incomodidad de Hinata.

—Bueno, también vine a preguntarte si querías ir a comer con nosotros. Katsumi-sensei canceló el entrenamiento de hoy, así que tenemos un rato libre.

Hinata levantó la vista sorprendida, su rostro iluminándose por un instante.

—Cla-claro, Naruto-kun. Ku-Kurenai-sensei también canceló nuestro entrenamiento. Me encantaría acompañarlos —dijo, con un tono que intentaba ser firme, pero que no logró ocultar su emoción.

Los cuatro se dirigieron juntos hacia Ichiraku, caminando en un ambiente que, aunque tranquilo, estaba cargado de tensiones sutiles. Kiyomi y Yuzuki, aunque disimulaban sus pensamientos, lanzaban miradas ocasionales hacia Naruto y Hinata, cada una evaluando la dinámica entre ellos.

Al llegar al pequeño restaurante de ramen, fueron recibidos por la cálida voz del viejo Teuchi, quien siempre se alegraba de ver a su cliente más fiel.

—¡Oh, Naruto! Qué bueno verte por aquí. Y veo que vienes acompañado de unas lindas señoritas. Dime, Naruto, ¿cuál de ellas es tu novia?

La pregunta del anciano cayó como una bomba. El silencio se hizo palpable mientras las tres chicas se sonrojaban al unísono. Hinata parecía querer desaparecer, cubriendo parte de su rostro con las manos mientras trataba de balbucear una respuesta.

—E-eh… yo… n-no es así… —intentó decir Hinata, aunque su voz apenas era audible.

Kiyomi, sin embargo, decidió tomar las riendas de la situación. Con una sonrisa maliciosa y fingida serenidad, se inclinó ligeramente hacia Teuchi.

—Eso es un secreto, Teuchi-san. Pero quién sabe, tal vez pronto tengamos novedades al respecto —dijo en un tono que dejó a todos, incluido Naruto, completamente desconcertados.

Yuzuki simplemente suspiró y se cruzó de brazos, pero su leve rubor delataba que, pese a su actitud aparentemente fría, también estaba incómoda con la situación.

Naruto, por su parte, estaba completamente rojo, tanto que parecía un tomate maduro a punto de explotar. Se rascaba la nuca con una risa nerviosa, tratando de desviar la atención de las miradas inquisitivas de las chicas y del comentario juguetón de Teuchi.

—¡Jajajaja! ¡Vamos, Teuchi-jiji, no digas cosas raras! —intentó decir, aunque su voz temblaba ligeramente por la incomodidad.

Teuchi se limitó a reír con complicidad mientras continuaba preparando el caldo de ramen. La tensión del momento se rompió cuando Ayame, la hija de Teuchi, se acercó desde la cocina con una sonrisa amable y una actitud tranquilizadora.

—¡Ya, ya, papá! No molestes a Naruto-kun ni a sus amigas —dijo, lanzándole una mirada de advertencia a su padre antes de dirigir su atención al grupo—. Ahora, díganme, ¿qué van a ordenar? Tenemos algunos especiales nuevos en el menú que creo que les encantarán.

Ayame mantenía una sonrisa cálida mientras hablaba, y su tono amistoso ayudó a que las chicas comenzaran a relajarse un poco. Hinata, aún roja como un tomate pero más tranquila, fue la primera en responder, aunque su voz seguía siendo apenas un susurro.

—E-eh… yo tomaré un ramen de cerdo, por favor... con un poco de extra de n-naruto —dijo, lanzando una mirada furtiva hacia el chico que tanto admiraba, lo cual provocó un rubor aún más intenso en sus mejillas.

Naruto no pudo evitar soltar una carcajada ante la coincidencia de su nombre con el ingrediente del ramen, lo que pareció aliviar parte de la tensión que sentía.

—¡Jajaja! ¡Hinata, siempre pidiendo lo mejor! Yo también quiero el ramen de cerdo, pero con todo extra, Ayame-neechan. ¡Hoy invito yo! —dijo, dándose un golpe en el pecho con confianza.

—Naruto-kun… no tienes que... —murmuró Hinata, bajando la mirada, aunque su sonrisa tímida mostraba lo mucho que apreciaba el gesto.

Kiyomi y Yuzuki, por su parte, analizaron el menú con calma. La primera, con su habitual actitud juguetona, miró a Naruto con una sonrisa pícara.

—Vaya, Naruto, generoso como siempre. En ese caso, quiero el ramen especial de camarones con extra de picante. ¿Estás seguro de que podrás con la cuenta? —preguntó, provocándolo intencionadamente.

—¡Por supuesto que sí! ¡Yo las invite de todas formas!—respondió con condinaza mientras Kiyomi soltaba una risita divertida.

Yuzuki, siempre más reservada, finalmente habló con un tono tranquilo pero firme.

Ayame asintió con una sonrisa cálida, tomando la última orden mientras los cuatro amigos se acomodaban en sus asientos. Pronto, el delicioso aroma del ramen recién preparado llenó el pequeño restaurante, creando un ambiente acogedor que suavizó cualquier tensión previa. Entre risas, bromas y comentarios casuales, disfrutaron de los platillos, sumergiéndose en la simplicidad del momento. Naruto, siempre competitivo, incluso intentó superar a Kiyomi en quién podía comer más ramen, aunque Gama-chan, su fiel monedero, pronto sufrió las consecuencias, quedando completamente vacío.

—¡Gah! Gama-chan... lo diste todo por el equipo —bromeó Naruto mientras miraba con resignación su monedero desinflado. 

Tras pagar la cuenta, el grupo salió de Ichiraku, el estómago lleno y los ánimos altos. Decidieron caminar juntos por las calles de Konoha, disfrutando del aire fresco y el bullicio tranquilo de la aldea. Sin embargo, mientras conversaban, Naruto notó algo extraño: una "piedra" perfectamente rectangular que parecía seguirlos. Levantó una ceja y, sin decir nada, comenzó a correr de manera repentina, dejando atrás a sus compañeras sorprendidas.

—¿Naruto-kun? ¿Qué estás haciendo? —preguntó Hinata, desconcertada.

Naruto corrió un tramo y luego regresó, observando de reojo la "piedra". Repitió el proceso varias veces hasta que finalmente se detuvo frente a ella, con una expresión de triunfo.

—¡Una piedra ninja no tiene ojos ni es tan perfectamente rectangular! ¡Vamos, salgan de ahí! —exclamó, señalando directamente al objeto sospechoso.

Con un sonido característico y una nube de humo, la "piedra" desapareció, revelando a tres niños escondidos detrás de un disfraz improvisado. Al frente estaba Konohamaru, acompañado de sus inseparables amigos Moegi y Udon. El pequeño líder, con su bufanda azul ondeando ligeramente al viento, señaló a Naruto con determinación.

—¡Sabía que no podría engañar a mi rival! ¡Eres tan astuto como siempre, Naruto-niichan! —exclamó Konohamaru, mientras sus compañeros asentían emocionados.

Naruto cruzó los brazos, suspirando con una mezcla de orgullo y exasperación.

—Konohamaru, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó, arqueando una ceja.

—¡Vine a entrenar contigo! Dijiste que lo haríamos, pero siempre estás ocupado entrenando por tu cuenta. ¡Un ninja debe cumplir sus promesas! —reclamó el niño con un puchero.

Antes de que Naruto pudiera responder, una voz familiar interrumpió la escena.

—¿Juegas a los ninja siendo un ninja, Naruto? ¿Eres tonto o qué? —dijo Sakura, acercándose con un grupo de chicas detrás de ella.

Naruto giró los ojos con fastidio, claramente molesto por la interrupción.

—¿Y tú qué quieres, Sakura? —respondió con un tono menos entusiasta de lo habitual.

Sakura, ignorando su actitud, se cruzó de brazos con una sonrisa confiada.

—Vine a buscar a Sasuke-kun. Díganme, Kiyomi, Yuzuki, ¿saben dónde está? 

Kiyomi negó con la cabeza, aunque su expresión reflejaba algo de decepción. Como kunoichi, esperaba más de Sakura, pero lo único que veía era una chica obsesionada con perseguir a su hermano.

—Está entrenando —respondió finalmente Yuzuki, con un tono firme y directo—. Algo que tú también deberías estar haciendo, Sakura. Es increíble que te llames kunoichi cuando lo único que haces es perseguir a Sasuke.

El comentario, aunque frío, resonó como un golpe. Las chicas detrás de Sakura, que compartían la misma obsesión por el Uchiha, retrocedieron un paso, avergonzadas. Yuzuki no se detuvo ahí.

—No solo tú, sino todas las que están detrás de ti. Es patético. Deberían estar entrenando, esforzándose por mejorar como shinobi, en lugar de desperdiciar el tiempo en tonterías.

La dureza de sus palabras dejó a Sakura y a las demás sin palabras, mientras Kiyomi observaba la escena con una sonrisa casi imperceptible. Aunque no era de su estilo ser tan directa, no podía evitar estar de acuerdo con su hermana. Hinata, por otro lado, miró a Naruto con una mezcla de preocupación y admiración, esperando que él interviniera para calmar la situación. 

Naruto rascó su nuca, incómodo por la tensión creciente, pero en el fondo no podía negar que Yuzuki tenía razón. Decidió desviar la atención de manera típica de él, con una gran sonrisa y un comentario despreocupado.

—¡Bueno, bueno! No hay necesidad de pelear. Sakura, si quieres encontrar a Sasuke, probablemente esté en algún campo de entrenamiento. Pero, oye, ¿por qué no entrenas con nosotros alguna vez? ¡Te aseguro que sería mucho más divertido que estar detrás de él todo el tiempo! —dijo, con una risa que aligeró un poco el ambiente.

Sakura lo miró con una mezcla de irritación y duda, pero no respondió de inmediato. Kiyomi, divertida, soltó una risita ligera mientras Yuzuki mantenía su postura seria y distante, observando el comportamiento de la kunoichi con desdén. Por otro lado, Konohamaru, Moegi y Udon parecían completamente fascinados por el intercambio, como si estuvieran presenciando un drama de esos que se cuentan en las historias de taberna.

La tensión comenzó a disiparse lentamente cuando varias de las chicas, la mayoría incómodas y cabizbajas, optaron por retirarse. Solo Sakura permaneció, aunque era evidente que las palabras de Yuzuki habían dejado una marca difícil de ignorar. Su expresión, una mezcla de desafío e incomodidad, reflejaba el impacto del enfrentamiento.

—Ya, ya, Sakura. No mires feo a mi hermana —dijo Kiyomi con una sonrisa afilada, detectando la hostilidad en el aire. Activó su Sharingan de tres aspas de manera sutil pero lo suficientemente notoria como para marcar su punto. El brillo carmesí de sus ojos era una advertencia clara—. Te diré algo: en este momento, a mi hermano no le interesan las chicas. Pero si lo hiciera, le gustaría una mujer fuerte. Alguien que sea decidida, centrada y, sí, también hermosa. Si Sasuke estuviera interesado en alguien, sería en una kunoichi como Hinata.

Hinata abrió los ojos con sorpresa, sus mejillas adquiriendo un intenso tono rosado al escuchar la declaración de Kiyomi. No esperaba un elogio tan directo de alguien a quien consideraba una kunoichi más fuerte y sofisticada que ella. Sakura, en cambio, parecía profundamente irritada, apretando los puños mientras una sombra de celos cruzaba su rostro.

—Aunque —continuó Kiyomi con calma— sé que Hinata no está interesada en mi hermano, y, siendo honesta, Sasuke ni siquiera ha mostrado el más mínimo interés por algo como eso. Así que no te hagas tantas ilusiones, Sakura.

El silencio que siguió fue casi ensordecedor, con Hinata tratando de calmar su respiración para no parecer más avergonzada de lo que ya estaba. Sin embargo, fue Konohamaru quien rompió la tensión, acercándose a Naruto con una sonrisa traviesa que solo él podía lucir.

—Oye, Naruto-niichan, tus novias son bastante lindas, pero esa frentona sí que está algo fea —dijo con descaro, señalando a Sakura mientras su tono pícaro se hacía evidente.

Los ojos de Sakura se encendieron como brasas ardientes al escuchar la palabra "frentona". En un instante, su rostro pasó del asombro a una ira apenas contenida.

—Ko-Konohamaru-kun, no... no digas eso... —tartamudeó Hinata, aún más sonrojada, tratando de intervenir antes de que la situación escalara.

Naruto, que ya había levantado una mano para intentar calmar las cosas, apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando Sakura, roja de furia, comenzó a perseguir al pequeño con una velocidad y determinación inusitadas.

—¡Vuelve aquí, mocoso! ¡Te vas a arrepentir de decir eso! —gritó Sakura, mientras Konohamaru corría entre risas burlonas.

El caos se desató en un instante. Naruto, claramente acostumbrado a estas situaciones, suspiró y comenzó a correr detrás de Sakura para intentar detenerla. Detrás de él, Hinata, aún sonrojada pero preocupada, siguió el ritmo mientras intentaba convencer a Sakura de calmarse. Kiyomi, con una sonrisa divertida, también se unió, más por el espectáculo que por necesidad, mientras Yuzuki, fiel a su naturaleza, se quedó observando con los brazos cruzados, como si todo aquello fuera una completa pérdida de tiempo.

Por supuesto, Moegi y Udon no podían dejar a su líder solo, así que también corrieron detrás de Konohamaru, formando un peculiar desfile a través de las calles de Konoha. Los aldeanos, acostumbrados a los excentricismos de Naruto y compañía, se limitaban a observar y reírse entre murmullos.

—¡Naruto-niichan! ¡Sálvame! —gritó Konohamaru, zigzagueando para evitar los intentos de Sakura de atraparlo.

—¡Ya basta, Sakura, no lastimes a mi protegido, Konohamaru sigue corriendo! —exclamó Naruto mientras intentaba intervenir.

Antes de que pudiera tomar a Sakura por los hombros para detenerla y permitir que Konohamaru escapara, el niño, en su huida desesperada, chocó contra alguien. El impacto lo hizo caer al suelo, y cuando levantó la vista, se encontró frente a un extraño con un atuendo peculiar que simulaba un traje de gato. Este hombre, que lo miraba con una mezcla de irritación y burla, no estaba solo; a su lado había una chica rubia de apariencia imponente.

La joven tenía un cabello dorado que caía en cuatro coletas perfectamente definidas. Sus ojos verdes eran afilados y penetrantes, dándole una apariencia segura y dominante. Vestía con elegancia funcional, un atuendo diseñado para el combate que acentuaba su figura. Aunque Naruto nunca la había visto antes, no pudo evitar notar lo atractiva que era.

—¡Oye, enano! Eso dolió. —El hombre, que claramente era mayor que Konohamaru, lo tomó bruscamente por el cuello, levantándolo con facilidad como si fuera un muñeco.

—¡Kankuro, déjalo en paz! —espetó la rubia, cruzándose de brazos con una expresión de fastidio—. Es solo una molestia. Si alguien te hace algo, no esperes que me meta. Es tu problema.

—¡Po-por favor, suéltame! ¡Me duele! —suplicó Konohamaru, lágrimas comenzando a rodar por sus mejillas mientras pataleaba inútilmente.

—Cállate, Temari. Este enano necesita un poco de disciplina —gruñó Kankuro, apretando aún más su agarre, ignorando por completo los intentos de Konohamaru de liberarse.

—¡Oigan, suéltenlo, por favor! Fue mi culpa, déjenlo en paz —pidió Sakura, preocupada al ver el sufrimiento del niño.

Naruto, que había observado todo en silencio hasta ese momento, apretó los puños con furia, sintiendo cómo la rabia hervía en su interior. Su mirada se endureció, y cuando habló, su tono era frío y amenazante.

—¡Oye, hijo de puta, suelta a Konohamaru ahora mismo! —gruñó Naruto, su voz cargada de rabia contenida.

En ese instante, los ojos de Naruto cambiaron, activando el Uzugan. El oscuro púrpura de sus ojos brilló amenazadoramente, mientras las aspas giraban lentamente, emitiendo un aura intimidante. Hinata, Kiyomi y Yuzuki, que habían seguido de cerca la escena, se acercaron de inmediato. Las tres activaron sus propios dōjutsu al percibir el peligro inminente. El Byakugan de Hinata se encendió con un brillo perlado, mientras que el Sharingan de tres y dos aspas de las hermanas Uchiha giraba lentamente, calculando cada movimiento de los desconocidos.

—¿Qué están haciendo en nuestra aldea? —preguntó Yuzuki con voz fría y autoritaria, sus ojos rojos fijos en Kankuro—. Su bandana es de Sunagakure. Somos aliados, pero eso no les da derecho a entrar a Konoha sin permiso. ¿Quiénes son y qué quieren aquí?

Antes de que Kankuro o Temari pudieran responder, Naruto desapareció en un parpadeo. Con una velocidad impresionante, se colocó detrás de Kankuro, desenvainando a Kazetora, su katana de hoja negra. El acero emitió un brillo verde pálido al ser infundido con chakra de viento, y el aire a su alrededor se volvió cortante, como si reflejara la furia de su portador.

—Te dije que lo bajes, pedazo de mierda —gruñó Naruto, su tono bajo y cargado de furia asesina—. Si no quieres que te corte la puta garganta aquí y ahora, más te vale que lo sueltes.

Kankuro tragó saliva, sintiendo cómo el filo de viento de la katana presionaba su cuello. Su confianza inicial había desaparecido al notar la intensidad en los ojos de Naruto, que parecían quemar con pura rabia. Konohamaru seguía llorando, lo que solo alimentó aún más el enojo del joven Uzumaki.

—Naruto-kun... cálmate... —murmuró Hinata, su voz temblorosa pero decidida mientras daba un paso adelante. Su preocupación por la intensidad en la mirada de Naruto era evidente—. Por favor, suelta a Konohamaru-kun... él es el nieto del Tercer Hokage. Esto... esto no terminará bien para nadie si seguimos así.

Temari miró la escena con incredulidad, levantando una ceja mientras analizaba a Naruto. A pesar de la situación, una parte de ella no podía evitar sentirse intrigada por la confianza y la presencia dominante del joven shinobi. Sin embargo, Kiyomi y Yuzuki no bajaron la guardia, observando a los extranjeros con la misma intensidad.

—Kankuro, basta —dijo finalmente Temari con un suspiro, cruzando los brazos de nuevo—. No vale la pena causar un problema diplomático por algo tan estúpido. Baja al mocoso antes de que este chico te corte en pedazos.

Kankuro gruñó, claramente irritado por la orden de su compañera, pero al sentir el filo de Kazetora presionarse aún más contra su cuello, su expresión cambió a una mezcla de temor y rabia contenida. Finalmente, con un bufido derrotado, dejó caer a Konohamaru, quien corrió rápidamente hacia Hinata. La joven lo abrazó con suavidad, mientras el niño se frotaba el cuello entre sollozos. Sin embargo, no buscó refugio con Naruto, quien seguía parado detrás de Kankuro, la tensión aún palpable en su figura.

Naruto no apartó su katana de inmediato. Sus ojos púrpura, brillantes con el poder del Uzugan, permanecían clavados en el shinobi de Suna, reflejando una mezcla de furia y determinación. La atmósfera alrededor parecía volverse más densa, como si su chakra se filtrara al ambiente.

—No vuelvas a tocar a alguien de mi aldea. —La voz de Naruto era baja, cargada de un tono frío y peligroso que helaba la sangre.

Solo cuando Konohamaru estuvo seguro bajo la protección de Hinata, Naruto retrocedió un paso. Con movimientos lentos y deliberados, envainó a Kazetora, el zumbido de la hoja entrando en su funda resonando como un recordatorio del filo que estuvo a punto de ser desatado. Aun así, sus ojos permanecieron encendidos, y su mirada vigilaba cada movimiento de Kankuro.

Mientras tanto, Kiyomi y Yuzuki desactivaron sus Sharingan, pero no bajaron la guardia. Ambas se posicionaron estratégicamente cerca de Naruto, listas para actuar si la situación se salía de control. Hinata, con un suspiro de alivio, acarició suavemente el cabello de Konohamaru, murmurándole palabras tranquilizadoras mientras intentaba calmar al niño.

La tensión seguía palpable, como una cuerda a punto de romperse, hasta que una voz femenina, cargada de cierta burla, rompió el silencio.

—Vaya… parece que esta aldea no solo tiene temperamento, sino también un buen arsenal de shinobis interesantes. —Temari cruzó los brazos, una sonrisa torcida adornando su rostro mientras sus ojos esmeralda recorrían al grupo, deteniéndose especialmente en Naruto—. Espero que podamos conocernos mejor, chico de los ojos raros.

Naruto no respondió de inmediato, pero su mirada se fijó en ella con intensidad, evaluándola. Temari no mostró miedo, al contrario, parecía más curiosa que intimidada.

Antes de que alguien pudiera responderle, una nueva voz resonó desde las sombras.

—Y bien, ¿van a contestar la pregunta de mi hermana o tendremos que sacárselas a la fuerza? —Desde un costado, Sasuke apareció con su tanto desenvainado, el Sharingan girando en sus ojos oscuros. Su postura era relajada, pero todo en él transmitía una amenaza implícita.

Temari arqueó una ceja al notar la aparición de Sasuke, mientras Kankuro apretaba los dientes, claramente incómodo por la creciente tensión. Sasuke saltó ágilmente desde la rama del árbol, aterrizando junto a Yuzuki. Los dos Uchiha intercambiaron una breve mirada cómplice antes de enfocar su atención en los extranjeros, sus Sharingan brillando con intensidad.

—¿Y bien? ¿Qué están haciendo en Konoha? —preguntó Yuzuki, su tono gélido y calculador. Había una autoridad en su voz que hacía eco del orgullo del clan Uchiha, reforzando las palabras de Sasuke sin necesidad de gestos innecesarios.

Temari levantó las manos en un gesto pacificador, intentando aliviar la situación, aunque la sonrisa juguetona no abandonó su rostro.

—Tranquilos, solo estamos aquí por los exámenes Chūnin —respondió con calma mientras sacaba un pergamino enrollado con un sello oficial. Lo desplegó y mostró un permiso firmado que confirmaba su presencia en la aldea—. No buscábamos problemas… aunque, al parecer, los encontramos de todos modos. —Sus ojos se desviaron nuevamente hacia Naruto, escrutándolo con una mezcla de curiosidad y admiración—. Por cierto, chico de los ojos raros, ¿cómo te llamas?

Naruto, aún con su mirada fija en el grupo, desactivó su Uzugan con un parpadeo. Aunque la intensidad de su postura disminuyó, no se relajó por completo.

—Uzumaki Naruto —respondió con firmeza, su tono dejando claro que no buscaba prolongar una conversación innecesaria.

—Bien, Uzumaki Naruto… pareces alguien interesante —murmuró Temari, dejando que su voz adquiriera un tono ligeramente coqueto. Había un leve rubor en sus mejillas, pero lo ocultó con una sonrisa burlona—. Aunque… para ser honesta, ese galán de pueblo tampoco se ve mal —añadió, refiriéndose a Sasuke con un aire juguetón.

—¡Son solo un montón de presumidos! —gruñó Kankuro, irritado por el giro que estaba tomando la conversación. Con un movimiento brusco, comenzó a quitar las vendas que cubrían un extraño objeto en su espalda, revelando una gran marioneta de madera oscura.

Antes de que Kankuro pudiera desatar su jutsu, una voz helada resonó desde las alturas, interrumpiendo su movimiento.

—¿Qué están haciendo ensuciando el nombre de nuestra aldea? —La voz tenía un tono grave y penetrante que parecía cortar el aire como un cuchillo.

Todos alzaron la vista hacia el árbol donde Sasuke había estado momentos antes. Desde las sombras, emergió un joven pelirrojo, de piel pálida y ojos turquesa, rodeado por unas marcadas ojeras que le daban un aire inquietante. Llevaba una gran calabaza de arena en la espalda, y su mirada era tan intimidante que incluso Kankuro pareció encogerse.

Naruto observó al recién llegado con atención, notando de inmediato la presión de su chakra. Era pesado, opresivo, como si una tormenta estuviera contenida dentro de aquel joven.

—Gaara… —murmuró Kankuro, claramente nervioso.

El pelirrojo descendió del árbol con una calma casi sobrenatural, sus pasos ligeros, pero cargados de una presencia que llenaba el ambiente.

—Kankuro, deja de comportarte como un idiota —ordenó, su tono gélido e implacable—. Si sigues causando problemas, me encargaré personalmente de ti.

Kankuro bajó la mirada, claramente incómodo bajo la reprimenda de Gaara, mientras Temari suspiraba, como si estuviera acostumbrada a esta dinámica.

Naruto, por su parte, no apartó los ojos de Gaara. Había algo en el joven pelirrojo que lo intrigaba, una sensación de peligro latente que lo hacía mantenerse alerta. Sin embargo, lejos de intimidarse, Naruto esbozó una pequeña sonrisa desafiante.

—Así que tú eres el que los mantiene en línea —comentó Naruto con un tono aparentemente relajado, aunque sus ojos azules evaluaban a Gaara con un brillo calculador. La calma en su voz era solo superficial; cada fibra de su ser estaba en alerta ante la presencia imponente del pelirrojo.

Gaara giró su mirada hacia él, esos ojos turquesa rodeados de profundas ojeras parecían perforarlo, fríos y llenos de una amenaza contenida. Había algo inquietante en su porte, como si un monstruo acechara bajo la superficie, esperando el momento para liberarse.

—Y tú… —murmuró Gaara, su voz baja y cargada de una calma inquietante—. Pareces algo fuerte. —Hizo una breve pausa, evaluando al resto de los presentes con un movimiento lento de sus ojos. Sus pupilas se detuvieron por un momento en Sasuke, luego en Kiyomi y Yuzuki, y finalmente en Hinata. La presión en el ambiente parecía intensificarse a cada segundo.

Naruto no respondió de inmediato, dejando que el silencio hablara por él. Era evidente que Gaara no estaba preguntando por mera curiosidad. Había un aire de desafío en su tono, una búsqueda de algo que solo él entendía.

—Los demás también parecen fuertes —continuó Gaara, su voz tan fría como el acero—. Digan sus nombres.

Sasuke avanzó un paso, colocándose ligeramente delante de Yuzuki. Sus ojos Sharingan aún brillaban con intensidad, reflejando la determinación del Uchiha.

—Sasuke Uchiha —declaró con firmeza, sin apartar la mirada de Gaara. Había algo en la presencia del pelirrojo que despertaba tanto su interés como su desconfianza.

—Kiyomi Uchiha —añadió la mayor de las hermanas con un tono tranquilo, aunque sus ojos mantenían un brillo afilado. Una pequeña sonrisa juguetona apareció en sus labios—. Aunque puedes llamarme la mejor Uchiha, si prefieres.

Yuzuki, a su lado, simplemente inclinó la cabeza con una expresión neutral, pero sus palabras fueron contundentes.

—Yuzuki Uchiha. —Sus ojos lo estudiaron con precisión, como si desmenuzaran cada aspecto del pelirrojo. Había algo calculador en su postura, una estrategia esperando ser desplegada.

Hinata, quien hasta entonces había estado detrás de Naruto, dio un paso al frente. Aunque su voz era suave, había un tinte de valentía en ella.

—Hinata Hyūga —dijo con decisión, sus ojos perlados reflejando una determinación tranquila. No apartó la vista de Gaara, pese a la intimidación que irradiaba.

Gaara los observó a todos, su expresión apenas cambió. Era imposible discernir lo que estaba pensando, pero la intensidad en sus ojos sugería que estaba tomando nota de cada uno, evaluándolos con el mismo cuidado con el que un depredador mide a su presa.

—Hmph… nombres interesantes, supongo —murmuró finalmente, aunque su tono carecía de cualquier emoción verdadera. Sus ojos volvieron a centrarse en Naruto, como si el resto fueran secundarios en comparación con él—. Veamos si esos nombres tienen un significado real… en los exámenes.

Kankuro, aún con la marioneta a medio desplegar, intercambió una mirada rápida con Temari, quien se limitó a suspirar con resignación.

—Deberíamos irnos, Gaara. —Su tono era firme, aunque era evidente que no estaba dando órdenes, sino tratando de evitar que las cosas escalaran aún más.

Gaara no respondió de inmediato. En cambio, mantuvo su mirada fija en Naruto, como si tratara de leerlo más allá de lo evidente. Finalmente, con un movimiento apenas perceptible, giró sobre sus talones y comenzó a caminar.

—Nos veremos pronto. —Su voz resonó como una advertencia más que como una simple despedida, y cada paso que daba parecía hacer eco en el silencio que había dejado tras de sí.

Naruto observó a Gaara mientras este se alejaba, sus pensamientos atrapados en la imponente presencia del pelirrojo. Había algo inquietante en él, algo que resonaba en lo más profundo de Naruto. Esa mirada vacía pero a la vez cargada de furia contenida... era como si ambos compartieran una oscuridad, un vacío que apenas podía comprender. Pero Gaara emanaba algo más, un aura de sed de sangre que lo hacía aún más desconcertante.

—Interesante grupo de extranjeros —murmuró Kiyomi, rompiendo el silencio con un tono reflexivo mientras cruzaba los brazos.

—Sí… muy interesante —respondió Naruto, sin apartar los ojos de la dirección en la que Gaara se había marchado. Su mente intentaba descifrar ese enigma, pero algo en su interior le decía que aquel chico no solo sería un rival formidable, sino alguien clave en su camino.

Un leve tirón en su ropa lo sacó de sus pensamientos. Miró hacia abajo para encontrar a Konohamaru, que ahora parecía más tranquilo, aunque sus ojos todavía brillaban con la emoción del momento.

—Gracias por ayudarme, Naruto-niichan. Te viste bastante genial —dijo el niño, esforzándose por esbozar una leve sonrisa.

Naruto sonrió cálidamente y le revolvió el cabello con un gesto fraternal.

—De nada, Konohamaru. Pero ya no llores, ¿vale? —respondió con un tono animado—. Oye, ¿qué te parece si te enseño algo para que aprendas a defenderte la próxima vez?

Los ojos de Konohamaru se iluminaron al instante, y sus amigos, que estaban cerca, no pudieron contener su entusiasmo. Naruto se inclinó un poco hacia ellos y les susurró como si estuviera compartiendo un gran secreto.

—¿Qué tal si les enseño el Shuriken Kage Bunshin no Jutsu? Es una técnica que acabo de aprender gracias a mi sensei, y créanme, es increíble. ¿Qué dicen? ¿Quieren aprenderlo?

Los niños asintieron emocionados, sus rostros llenos de expectativa, mientras Naruto empezaba a explicarles los fundamentos de la técnica.

No muy lejos de allí, un equipo de genin, también de Konoha, observaba todo desde las sombras. Eran tres kunoichis un año mayor edad, cada una con una presencia única y una actitud marcada.

—Vaya, parece que el equipo de tu hermana está más fuerte de lo que esperaba, Sayuri-chan —comentó Himari Senju, con una sonrisa traviesa mientras se acomodaba su coleta alta. Sus ojos azul cielo brillaban con un interés genuino.

Sayuri Hatake, la hermana menor de Katsumi, soltó una pequeña risa. Su cabello plateado y largo reflejaba la luz del sol, destacando su expresión carismática.

—Bueno, mi hermana se ha esforzado bastante con ellos… en especial con Naruto-kun. Es muy dedicado —respondió con una sonrisa cómplice.

Mmph. A mí no me parecen tan impresionantes para ser el equipo entrenado por Katsumi del Sharingan —interrumpió Reika, la tercera integrante, con un tono frío. Su cabello negro liso enmarcaba su rostro serio, y su postura denotaba disciplina absoluta.

Himari miró de reojo a Reika, rodando los ojos con una mezcla de diversión y exasperación.

—Oh, vamos, Reika. Admitámoslo, tienen potencial. Especialmente ese Naruto. Hay algo en él… algo interesante.

Reika cruzó los brazos, manteniendo su mirada fija en el grupo de Naruto, que ahora estaba mostrando una demostración de su técnica a los emocionados niños.

—Potencial no significa nada sin control ni estrategia. Y hasta ahora, no han mostrado nada que me impresione.

Sayuri observó a sus compañeras con una sonrisa divertida antes de volver la vista hacia Naruto, que seguía instruyendo a Konohamaru y a sus amigos con entusiasmo. Su mirada se suavizó por un instante.

—Quizá tengas razón, Reika. Pero algo me dice que ese chico va a dar mucho de qué hablar. —Su tono era ligero, pero sus palabras contenían un matiz de certeza que no pasó desapercibido para las otras dos.

Mientras tanto, Naruto no podía contener la risa al ver los desesperados intentos de Konohamaru de replicar una técnica que él mismo le había mostrado. Cada movimiento fallido del pequeño ninja arrancaba una carcajada contagiosa de Naruto, llenando el aire con un ambiente despreocupado y ligero. A pesar de la tensión que comenzaba a formarse entre los equipos que participaban en el examen Chūnin, el momento entre ellos parecía extrañamente fuera de lugar, una burbuja de alegría en medio de un torbellino de incertidumbre.

En otra parte de la aldea, en una de las salas de reunión de los jōnin, el Tercer Hokage, Hiruzen Sarutobi, permanecía sentado con su característica expresión serena pero firme. Frente a él se encontraban los líderes de los equipos genin de Konoha, listos para discutir la inminente prueba que decidiría el destino de sus estudiantes.

—Bien, como saben, los exámenes Chūnin están cerca —comenzó el Hokage, pausando para observar a cada uno de los presentes—. Las aldeas han enviado a sus genin más prometedores. Antes de continuar, quiero que los sensei de esta nueva generación den un paso adelante.

Katsumi Hatake, Asuma Sarutobi, Kurenai Yūhi y Ryoji Kurotani avanzaron con un movimiento sincronizado y respetuoso, quedando frente al líder de la aldea. 

—Muy bien —continuó el Hokage, su voz cargada de autoridad—. Díganme, ¿creen que sus equipos están preparados para los exámenes? Comencemos contigo, Ryoji. ¿Qué opinas del Equipo 5?

Ryoji Kurotani dio un paso adelante. Su figura era imponente, incluso entre los jōnin. Su cabello negro azabache, peinado hacia atrás con mechones desordenados, le daba un aire despreocupado, pero sus ojos oscuros y profundos irradiaban confianza y sabiduría. Con su chaleco verde de jōnin perfectamente ajustado y su postura relajada pero firme, emanaba una autoridad natural.

—Del Equipo 5, del cual soy responsable —dijo Ryoji con voz calmada pero segura—, propongo a Takamiya Ren, Arata Daiki y Haruno Sakura para los exámenes Chūnin. Han mostrado habilidades destacables en estrategia y combate, y considero que están listos para enfrentar este desafío.

Iruka Umino, quien estaba presente en la reunión, no pudo evitar empalidecer al escuchar el nombre de sus alumnos. La idea de que sus antiguos alumnos, apenas unos meses como genin, fueran recomendados para los exámenes lo llenaba de preocupación.

El Hokage asintió, volviendo su mirada hacia Katsumi Hatake. Su cabello plateado reflejaba la luz de la habitación, y aunque su expresión era tranquila, sus ojos mostraban una intensidad indiscutible.

—Del Equipo 7, del cual soy responsable —declaró Katsumi con firmeza—, propongo a Uchiha Kiyomi, Uchiha Sasuke, Uchiha Yuzuki y Uzumaki Naruto para los exámenes Chūnin. Han demostrado un progreso notable en sus habilidades individuales y en su trabajo en equipo.

El Hokage asintió nuevamente, esta vez con un brillo de curiosidad en sus ojos al escuchar el nombre de Naruto. Katsumi captó esa reacción, pero continuó sin titubear.

Kurenai Yūhi fue la siguiente en hablar. Su postura elegante y su voz suave pero decidida destacaron mientras daba un paso al frente.

—Del Equipo 8, del cual soy responsable —comenzó con una leve sonrisa—, propongo a Hyūga Hinata, Inuzuka Kiba y Aburame Shino. Su sincronización y habilidades individuales me hacen confiar en que están listos para enfrentar este desafío.

Finalmente, Asuma Sarutobi se adelantó, rascándose la barba con un gesto casual pero reflexivo.

—Del Equipo 10, del cual soy responsable —dijo mientras su mirada recorría la sala—, propongo a Yamanaka Ino, Nara Shikamaru y Akimichi Chōji. A pesar de su aparente falta de motivación inicial, han demostrado un potencial significativo en el combate y en el trabajo en equipo.

El Tercer Hokage, con un suspiro profundo, dejó descansar su pipa sobre la mesa y se recostó en su silla. Observó a los jōnin con una mezcla de orgullo y una ligera tensión que apenas dejaba entrever. Era evidente que este momento, aunque formal, tenía un trasfondo de decisiones importantes que podrían marcar el futuro de Konoha.

Iruka Umino, con el rostro serio y algo nervioso, dio un paso al frente. No podía contenerse más.

—¿De verdad están hablando en serio? —exclamó, su tono impregnado de preocupación—. Sé que no es mi lugar intervenir, pero yo fui el sensei de los genin de esos equipos antes que ustedes. He visto su progreso desde que se graduaron, y sinceramente... no creo que estén listos. Solo llevan unos meses como genin. Necesitan más experiencia antes de enfrentar algo como los exámenes Chūnin.

Katsumi Hatake, que permanecía de pie con los brazos cruzados y una expresión imperturbable, respondió con un tono seco.

—Tienes razón en una cosa, Iruka. Esto no es de tu incumbencia. Ellos son mis alumnos ahora, y los he entrenado como considero adecuado.

Iruka apretó los puños, pero antes de que pudiera responder, Kurenai Yūhi intervino, colocando una mano conciliadora en el hombro de Katsumi.

—Ya basta, Katsumi. No tienes que ser tan dura con él —dijo Kurenai, su voz tranquila pero firme.

—Estoy de acuerdo con Iruka —añadió Guy, quien había permanecido callado hasta ese momento. Su tono era solemne, pero su energía habitual seguía presente—. Yo mismo retuve a mis estudiantes un año para que pudieran ganar experiencia y estuvieran completamente preparados. Katsumi, ¿no crees que tus alumnos necesitan más tiempo? ¿O tú, Kurenai? ¿Ryoji? ¿Asuma?

El ambiente en la sala se volvió más tenso. Antes de que alguno de los jōnin pudiera responder, Rika Amamiya, la jōnin encargada del Equipo 11, decidió dar su opinión. Se levantó de su asiento, su porte elegante y sereno contrastando con la energía contenida en sus palabras.

—Apoyo la perspectiva de Guy —dijo, cruzando los brazos y mirando directamente a Katsumi—. La preparación de los genin no es algo que se pueda tomar a la ligera, especialmente si consideramos lo que enfrentan en estos exámenes.

Rika, conocida por su carácter equilibrado y su elegancia natural, tenía una presencia que imponía respeto. Su largo cabello negro y sus ojos gris plateado destacaban en la sala, captando la atención de todos.

—Por supuesto, no me sorprende esta decisión de alguien que retrasó a mi hermana en su carrera ninja —agregó, con una leve sonrisa que no ocultaba del todo el filo de sus palabras.

Katsumi levantó una ceja ante el comentario, claramente desafiada.

—No confundas precaución con falta de preparación, Rika —respondió Katsumi con calma, aunque sus ojos negros destellaban con un leve desafío—. Estoy completamente segura de las habilidades de mis estudiantes. Naruto, Sasuke, Yuzuki y Kiyomi han demostrado ser más que capaces de manejar los desafíos que los esperan.

Ryoji Kurotani, quien hasta ahora había permanecido en silencio, decidió intervenir. Su voz era grave, pero tranquila, cargada de la sabiduría que lo caracterizaba.

—Estoy de acuerdo con Katsumi en este caso. No es cuestión de cuánto tiempo han pasado como genin, sino de cuánto han crecido. Y en mi equipo, Ren, Daiki y Sakura han mostrado el potencial necesario para superar este desafío.

Asuma, siempre relajado pero con un tono de autoridad, encendió un cigarrillo antes de hablar.

—Es cierto que la experiencia es importante, pero también lo es darles la oportunidad de enfrentar retos reales. Mi equipo está listo. Ino, Shikamaru y Chōji necesitan esto para crecer como shinobi.

Kurenai asintió con serenidad.

—Hinata, Kiba y Shino han trabajado duro y han mostrado una gran sincronía como equipo. Estoy segura de que están preparados para enfrentar los exámenes.

El Tercer Hokage observaba atentamente, permitiendo que la conversación fluyera. Finalmente, tras escuchar los argumentos, levantó una mano, llamando al orden.

—Es evidente que cada uno de ustedes confía en sus estudiantes. Pero recuerden, estos exámenes no solo prueban sus habilidades, sino también su carácter. Su éxito o fracaso dependerá tanto de su fortaleza como de su capacidad para trabajar en equipo.

Los jōnin asintieron, y la tensión en la sala comenzó a disiparse ligeramente. Sin embargo, Iruka seguía mostrando preocupación, aunque ahora permanecía en silencio, respetando la decisión de los jōnin y el Hokage.

La discusión había dejado claro que los exámenes Chūnin no serían un simple trámite para los genin de esta generación. La tensión en el aire era palpable, presagiando los desafíos que estaban por venir.