Tres días.
Solo duró tres días el maldito Cerdo-toro.
Dios me odia, no hay otra explicación.
Bueno, en realidad es sencillo de explicar. Cuando regrese, desangre al animal, prepare la carne, la diseccioné, la marine con algunas hierbas que encontré.
La asé junto con las pseudo papas que me encontré y me la estuve comiendo tranquilamente todo el día, acostado procrastinando, sin preocupaciones en la vida. Sencillo y fácil, soy un hombre que va directo al grano. Pero esa fue mi perdición, me dedique a dar vueltas en el pasto frente al lago, me levantaba y asaba otro poco, me metía al agua y calentaba con mis llamas para sentirme en el sauna.
Me salía del agua y preparaba más carne. Total, que me la acabe al estar comiendo como cerdo todo el día.
Yo sé que soy un pecador, pero dios, dame la oportunidad de seguir con ese estilo de vida unos días más.
Viaje mucho para conseguir esa deliciosa carne y dudo encontrar a un animal de ese tamaño dentro de este espeso bosque.
Ni modo, también soy un hombre realista. Tendré que mover mi trasero y salir a cazar algo, las ardillas ya no se acercan al lago, por eso debo ir cada vez más lejos. Así que así empezamos el día. Uso la transformación semi completa y parto rumbo al Oeste.
He notado que en esta dirección puedo encontrar algunas hierbas aromáticas, eso me gusta. Me detengo de a ratos y las meto en la bolsa hecha a partir de la piel de una ardilla, bueno básicamente diseccione toda la piel hasta tener una manta algo grande y con las colas la amarro, es algo rustico, pero aún no tengo aguja e hilo, mis conocimientos me dicen vagamente que puedo hacer la aguja con hueso, pero ni idea de cómo sacar hilo.
En fin, si voy al Oeste talvez pueda encontrar verduras y frutas, si es así podré encontrar nuevas presas y por ende nuevas presas que se convertirán en más comida rica.
Al estar perdido en mis pensamientos, mi nariz detecta el olor a muerte que me trae de nuevo a la realidad.
No es como el aroma a carne en descomposición, es algo particular que solo yo puedo oler. En palabras algo místicas, es como si el ángel de la muerte guiara mi nariz a una muerte próxima. Alguien o algo agoniza sin remedio a las puertas de la otra vida.
Avanzo una decena de metros más, solo para encontrar a un niño humano tirado bajo la sombra de un árbol. Escenas como esta eran comunes en los arrabales más pobres de la tierra, sin importar la época o el país.
Esta sucio y con claros signos de desnutrición y deshidratación, su respiración era entrecortada y por las marcas en todo su frágil cuerpo se ve que ha sufrido mucho. Algunos moretones en los brazos y creo que lo negro en sus pies puede ser gangrena, las noches suelen ser frías dentro de un bosque como este donde también es difícil conseguir comida, no sé cómo sobrevivió tanto tiempo este niño.
Poseo magia, no sé hechizos como en los cuentos, tampoco es como si fuera a recitar una oración mientras un milagro ocurre. Nada de eso, la magia que poseo es una extensión de mi propio cuerpo, al condensar fuera de mí una bruma que es casi imperceptible que toma la forma que yo defina.
Normalmente puedo usar las llamas blancas gracias a eso, pero también crea objetos solidos al transformar la materia dispersa en el ambiente. No es como si de la nada fuera a crear un auto o un arma de fuego. Estoy limitado a los materiales de mi entorno.
Tengo entendido que todo se conforma por partículas muy pequeñas, ya sea un ser vivo o algo material. Siguiendo esa lógica, solo puedo transformar aquello que comparte las mismas partículas o elementos. Las llamas son sencillas, creo una chispa y el fuego lo controlo con esa bruma mágica.
En el caso de los seres vivos, puedo regenerar heridas graves, acelerando la producción de sus células de una forma anormal pero controlada, siempre y cuando siga vivo el organismo; pero al intentar aplicar mi magia con el niño no hubo una respuesta favorable.
Es triste, puedo regenerar su cuerpo, pero no la desnutrición o la deshidratación y los fallos que eso generó. Por mucho que su cuerpo vuelva a un estado regular, su organismo paso mucho tiempo sin procesar nada de comida o bebida.
Creo que fue mucho peor querer ayudarlo, porque al momento que se regeneró, su organismo colapso de nuevo. No puedo regenerar los nutrientes que necesitan sus órganos, porque es algo externo a su cuerpo, si él hubiera sido un adulto joven, es probable que pudiera aguantar una o dos horas, hasta conseguir comer o beber, permanecer en reposo algunos días y estaría como nuevo.
Tal vez si hubiera estado consciente, podría resistir más la regeneración.
Tal vez si hubiera llegado antes.
Tal vez…
Entierro su pequeño cadáver y sigo mi camino. Soy una porquería de ser vivo, pero no me gusta ver sufrir niños.
Mis primeros amigos, mi familia, eran niños de la calle que vivían conmigo cuando era un bebé de un año, abandonado de igual forma en las calles para que muriera rápido. Todos vivíamos juntos debajo de un puente que atravesaba una pequeña barranca a unos kilómetros de alguna ciudad.
Ellos me cuidaron incluso si sabían que era un monstruo, me sentí querido en mi infancia y les devolvía el favor cuidándolos cuando fui consciente de mi poder. La vida es un ciclo de sufrimiento constante, donde ser feliz en realidad no significa nada.
Con el tiempo el cólera los hizo caer en el sueño eterno, no sin antes agonizar. Fue en ese entonces que aprendí la regeneración en los seres vivos, pero el resultado no siempre es bueno.
Me sentí un monstruo en todo sentido, podía curarlos y al mismo tiempo solo los hice sufrir más. Ellos querían ser libres de ese mundo, de esa vida miserable. Yo egoístamente, e inexperto con mi poder, solo los até a ese mundo, prolongando su martirio, hasta que no pudieron más.
Desde entonces han pasado décadas, y cada que puedo intento ayudar a los niños de la calle que tienen heridas visibles. En sus recuerdos fui santo. Si llegaron a viejos tal vez me recordaron. Ese es el único consuelo en mi consciencia.
Es imposible salvar a todo el mundo.
Lo que uno aprende con los años, es que los héroes no existen, jamás vas a poder complacer a todos. Si quieres hacer algo bueno, solo hazlo. Si vas hacer algo malo solo hazlo.
La moral de quienes te rodean le van a dar un sentido a tus acciones. Quisiera poder haber salvado a ese niño, pero él mismo no tuvo la suficiente fuerza de voluntad y su cuerpo poseía un límite natural, incluso con mis habilidades, nunca puede curar a todos los que me lo pidieron.
No soy un dios, solo soy un monstruo con algo de poder.
Después de unos minutos en silencio contemplando al infinito, seguí mi camino. La ropa que ese niño llevaba era de la tierra también.
Extraño.
Vi un pequeño animal como un mapache comiendo algunas bayas, sin pensarlo mucho lo derribé y lo puse a desangrar. Ojalá el aroma atraiga más depredadores para que se sumen a mi cacería de hoy.
Recojo algunas de las bayas que comía ese animal y descubro que son muy sabrosas, no recuerdo cuando fue la última vez que probé algo dulce. Meto algunas en mi bolsa y reviso que la presa este bien desangrada. Busco en los alrededores algunas hierbas aromáticas, pero no tengo mucho éxito. Mi estado de ánimo no es muy bueno que digamos.
Agarro mis cosas y regreso a la cabaña.
Mientras me desplazo a toda velocidad entre los árboles mi cabeza da vueltas.
La soledad me gusta, de eso no hay duda, pero extraño hablar con alguien. No de ahora.
Han pasado unos años desde que tuve un amigo con quien hablar. Este mundo me gusta, pero no lo entiendo, he visto a más personas y todos parecen de la tierra, todos andan perdidos.
¿Qué fue lo que pasó?
Ni idea.
Las lágrimas recorren mi mejilla, pero el viento las arranca sin consideración y las dispersa a su voluntad, dispuestas a regar el bosque y esperar que algo bueno nazca de ello.
—Tal vez si hubiera llegado tres días antes...
Mi voz grave y ronca por la aflicción resuena en el bosque mientras el eco se propaga lentamente y desaparece con el silencio de un amargo atardecer que marca el fin de un día más. Uno que duele en silencio.