No soy de las personas más sociables, ¿saben? Así que mis interacciones con Naomi no pasaban de un saludo y una ocasional plática trivial, pero en Abril 29… decidí dar el primer paso para ver debajo de esa máscara de sentimientos y palabras vacías que traía todo el tiempo.
El maldito error más grande de mi vida.
Lo irónico es que no me arrepiento de ello, lo volvería a hacer de ser necesario, las pláticas con Naomi eran entretenidas, no eran temas vacíos, nunca lo fueron, no cuando me habló con sus verdaderas palabras. Me daba tanto miedo y, aún asi, me quedé. Me gustaba su compañía. Lo sé, patético que a mi edad busque afecto femenino y más de un niña como lo es ella.
•|| Dominick Grossman ||•
29 de Abril.
Mierda…
Desato mi cabello para revolverlo con mis manos, me siento cansado, asfixiando. Mi trabajo es ridículamente demandante estos días. Respiro hondo inhalando lo más que puedo llenándome de oxígeno para sofocar el cansancio antes de que el me sofoque a mí.
El parque está relativamente vacío, es normal teniendo en cuenta que el sol se está poniendo y todos regresan a sus casas con sus hijos, parejas, solos, todos menos alguien quien espera que estuviera aquí.
Naomi Benet.
—Hola, Dominick. —Saluda con esa sonrisa que me eriza la piel, parece tan auténtica, tan genuina, como el puro sentimiento de un niño, no está mínimamente cerca de eso.
No hay sentimientos genuinos tras esa sonrisa. Ella me lo ha demostrado con cada plática amena que tenemos de vez en cuando.
—Hola, ¿Qué haces tan tarde aquí? —Pregunto para sacar un tema de conversación. Ella se levantó de la banca de metal, la pintura negra de la misma está gastada, oxidada, se notan los años de uso.
Arregla su short negro de mezclilla el cual, además de resaltar sus gruesas piernas color canela, combina muy bien con su camisa roja.
—Te esperaba, quería hablar contigo. —Responde parándose frente a mí con una mirada penetrante, una mirada que no encaja con esa cara tan ingenua que tiene.
—¿Sí?, ¿Sobre que quieres hablar? —Pregunto caminando nuevamente con ella a mi derecha. Me siento nervioso, muy nervioso, tanto que estoy sudando un poco.
—Sobre tu pequeña obsesión conmigo. —Contesta mirándome con intensidad, ¿fui tan obvio para que se diera cuenta? No, no lo creo. No lo he comentado, nadie pudo decirle. ¿Cómo se enteró?
—¿Cuál obsesión?
—La manera en la que me ves te delata, algo quieres de mí, pero no sé qué.
—No quiero nada de ti, Naomi. —Respondo mirando sus ojos, aquellos que reflejan el abismo que da directo al infierno. —Aunque…
—Me arrepentí inmediatamente al añadir ese conector, no debí decir eso.
Aparto la vista un momento, me incómoda que me observe con esa mirada tan penetrante, me siento expuesto. Con cada paso nos acercamos al borde del parque, el que da a la avenida principal. ¿Qué me pasa?, Debo controlarme. ¡Soy un maldito adulto, una niña no me va a intimidar!
—¿Aunque…? —Incita una respuesta, la miro cuando me detengo en la entrada del parque, al borde de la calle principal, dónde las flora y fauna del parque es reemplazada por el asfalto y dióxido de carbono del pueblo.
—Me gustaría… saber algo sobre ti —Comento. —. Algo en específico.
—Al grano, Grossman. No tengo todo el día. —Exije apoyando todo su peso sobre una de sus piernas. Sus palabras, aunque cortantes, fueron dichas con un tono amable. Ese es uno de sus encantos, puede decir lo que quiera sin molestar a nadie, pero aún así hiriendo intencionalmente. Es como veneno con sabor a fresas, hace daño, pero tiene buen sabor.
Ella hace daño aparentando tener una buena razón.
—¿Por qué eres una perra? —Pregunto directamente con una sonrisa nerviosa, no sé cómo vaya a tomarlo. —Digo, tratas a los demás cómo mierda, y lo más irónico es que ni siquiera lo notan.
—¿Perra? —La sorna en su sonrisa me da a entender que lo ha tomado con gracia, mostró todos sus dientes, tan simétricos y lindos, en el momento en que sus labios se curvaron en una sonrisa. —¿Quieres saber?, ¿Seguro?
—Sí, seguro. —Ni siquiera lo pienso, quiero saberlo. No es que me importe como trata a los demás, sólo quiero saber porque es como es.
Porque quiere hacer a todos los demás miserables.
—Eso le quitaría la razón de ser a tu pequeña obsesión. —Comenta sonriendo y, por primera vez, era una sonrisa genuina, podía verlo. No parecía forzada ni fingida, pero era aún peor que las sonrisas vacías que me daba, estaba llena de malas intenciones.
Se sentía la malicia en ella.
—Lo sé, sólo quiero saberlo.
—Será en otra ocasión, Grossman. —Dice pasando a mi lado, siguiendo por la avenida principal. —Sólo te diré que los que nacimos en el caos, queremos arrastrar a todos con nosotros. Ahogarlos en lo mismo que nosotros nos ahogamos en algún momento.
—¿Qué significa eso? —Pregunto.
—Usa el cerebro —Responde sin aclarar mi duda. —, nos vemos. —Se despide avanzando por aquella calle parcialmente vacía, las farolas de encienden una tras otra mientras la veo alejarse.
Su cabello marrón ondea con el contoneo de su caminar, sus pequeñas caderas se mecen con cada paso que la acerca a su destino donde sea que éste sea, la perdí de vista cuando cruzó en la esquina. ¿Qué tiene esa niña de especial?, no es sexy, no es buena fingiendo, no tiene mucho dinero, ¿qué la hace especial a los ojos de todos?
Es la sensación de este pueblito, todos la alaban cómo a un Dios, la comparan a sus hijas con ella, la sacan fácilmente en cualquier buena conversación, le regalan cosas todo el tiempo, pero algo aquí está mal.
Nadie puede ser tan perfecto.
—«… Los que nacimos en el caos, queremos arrastrar a todos con nosotros.» —Murmuro reanudando el paso, mi cabello está despeinado, cae a los lados de mi cara así que lo llevo hacia atrás con mis manos para atarlo nuevamente con la liga. —¿Qué significará eso? Viniendo de ella, podría ser cualquier cosa…
El camino fue más corto de lo usual, sentí cómo si no hubiera pasado por más de la mitad, claro, con sus palabras en la mente es difícil decir en qué momento estuve divagando. Caí en cuenta de mi ubicación ya a dos calles de mi casa, la caminata resultó corta para lo que necesito analizar, aquellas palabras podrían tener mil y un significados si vienen de ella.
Podría haber perdido a un familiar cuando era pequeña y eso la hizo sentir mal, pero eso no explica el porque quiere hacer miserable a todos el mundo, es como un veneno, un veneno de sabor dulzón y embriagador. Naomi no tiene sentido.
¿Qué le habrá pasado?
¿Malos padres?, No creo, la familia Benet es una buena familia, todos los domingos van a misa y cada miércoles los veo en el parque.
Son buenas personas.
Abrí la puerta de mi silencioso hogar, dentro la oscuridad consume todo hasta el momento en que enciendo la luz y cierro la puerta de metal detrás de mí. Es una casa mediana, no tiene más espacio del necesario.
Encendí el resto de las luces mientras voy quitando uno a uno los botones de mi camisa blanca para librarme de ella, usarla todo el día resulta asfixiante. Lo mismo con mi pantalón, me deshice de el momentos después.
—Ah. —Jadeo al sentarme en el sofá, encendí la televisión solamente para no permanecer en el silencio ensordecedor que hay aquí.
«Los que nacimos en el caos, queremos arrastrar a todos con nosotros» ¿Qué significará eso?
—Hola. —Me senté inmediatamente, siento mi cuerpo desfallecer con esa voz repentina que invade mi casa de forma abrupta. Mis ojos encuentran al invasor en pocos segundos, sólo es mi mejor amigo, Victor.
—¡Hey!, llama al timbre, Vic, por algo lo tengo… —Apoyo mi mano en mi pecho sintiendo mi corazón palpitar con fuerza, puedo oírlo dentro de mi cabeza con un ritmo constante y fuerte. —Maldita sea, me asusté.
—Sabías que venía, no tenías porque ponerte así. —Comenta invadiendo mi hogar, va directo a la cocina como es costumbre. —¿Quieres algo de comer?
—No me cambies el tema, la gente normal toca a la puerta cuándo llega a cualquier casa. —Reclamo levantándome en boxers para ir hasta la barra que divide mi cocina del comedor.
—¿Spaghetti?, ¿seguro? —Evade con la cara dentro del refrigerador, dándome su escuálida espalda. Es tan delgado como una mujer, sólo que su contextura es delgada sin curvas, de lo contrario se parecería a una.
—Sé que me oíste.
—Esta bien, spaghetti será.
—Bien, me rindo. —Suspiro en derrota, mi mejor amigo nunca va a cambiar. Son esfuerzos en vano pedirle que toque la puerta, seguro lo hará un par de veces y luego lo olvidará.
Escucho una sútil risa de victoria cuando saca su cara de mi refrigerador, en sus manos se encuentran una gran variedad de ingredientes. Seguramente para su auto-elección unánime de que cenaremos hoy.
—Siempre que toco nunca contestas. —Comenta dejando tomates, cebolla, ajo y algunas otras especias que ni siquiera sabía que tenía en la barra frente a mí.
Han de llevar allí meses, en fin, lo que no mata, engorda.
—Ha de ser porque estoy ocupado. —Respondo haciendo rodar un tomate de un lado a otro con mis manos. Lo veo rodar mientras mi mente va a las nubes y más allá de ellas. Las palabras de Naomi giran en mi cabeza como lo hace el tomate sobre la mesa.
¿Debería de hablar mañana con ella?, Siempre se encuentra en el parque a la misma hora, los mismos días… ¿Por qué sé eso? Tal vez tiene razón y tengo una pequeña obsesión con ella.
—¡Tierra llamando a Dom! —Chilla Víctor sacudiendo el cuchillo de su mano frente a mí. —¿Acaso te comiste mis brownies con marihuana? —Pregunta con una sonrisa burlesca, le dio gracia verme de esta manera.
—No… —Mi voz flaquea por lo que aclaro mi garganta en busca de una voz más firme y segura. —No, sólo estaba… pensando.
—¿En quién pensabas? —Pregunta tomando el tomate de mi mano para cortarlo con el cuchillo, es el último de los ingredientes que se deben cortar.
¿Cuánto tiempo estuve divagando?
—¿Cómo sabes que era alguien?
—Me parece menos perturbador creer que pensabas en alguien a qué estuvieras viendo un tomate por cuatro minutos pestañeando lo menos posible —Responde revolviendo el spaghetti que se cuece en agua hirviendo, ¿cuánto encendió la estufa? —. ¿Me dirás qué perturba tu mente y mi vista?
—Lo que yo piense, ¿en qué afecta tu vista?
—Nunca te has visto pensando, ¿verdad?, es bastante perturbador verlo, miras un punto fijo hasta que algo te distrae, eres como un lunático o algo así. —Responde dejando caer los tomates en la sartén con algo de agua y sal. —Vamos, cuéntame.
—Es algo que me dijo alguien hoy, no estoy seguro de lo que quiere decir.
—¿Qué te dijo? —Interroga agregándole a los tomates las cebollas y el ajo. Me voltea a ver esperando respuesta a la par que se recarga sobre la barra.
—Dijo: «Los que nacimos en el caos, queremos arrastrar a todos con nosotros» o algo así, aún no sé que quiere decir.
—¿Quién te lo dijo?
—Naomi Benet.
La cara de Víctor quedó en blanco unos segundos, parecía pensarlo y re-pensarlo, analizando la situación. Es como si intentara resolver alguno de los mayores enigmas de la humanidad… quizá lo esté haciendo, Naomi definitivamente es un enigma sin sentido.
—¿Seguro?
—Si, ¿por qué?
—Creo que oíste mal, Naomi no diría algo así.
—¿La conoces?
—Todos la conocen, hablan de ella todo el tiempo. Yo he mantenido una conversación con ella y es una gran persona, me encantaría tener un novio así. Es tan educada y amable que parece sacada de una película o algo así.
Ahí está eso que dispara mi curiosidad, nadie puede ser tan perfecto, ella deliberadamente eligió mostrarme como era realmente a mí, pero ¿Por qué?
¿Tan malo era que yo también viviera en esa mentira en la que los hundió a todos?
•||•||•
A veces, imagino que ella lo hizo a propósito, quería volverme loco. Siento que ella quería ser lo único en mi mente, dónde nadie más existiera salvo ella, y le funcionó.
Ella era lo único en mi mente esos días, se convirtió en un rompecabezas que debía arma para estar en paz conmigo mismo.
Sólo había un problema: era un rompecabezas completamente blanco, sin figuras ni colores. Sólo un blanco pálido que te hacía doler la cabeza, piezas iguales, sin color, ni forma.
Sólo piezas blancas que no parecían encajar con nada.