Mientras se unían en uno, una luz radiante envolvió sus cuerpos y un tatuaje se materializó en cada uno de sus hombros.
Una flor floreció en el hombro de Rio, reflejando la que tenía con Lia, pero esta vez, no fue necesario ningún juramento para que él proclamara su amor por Layla, y ella no necesitaba responder con una promesa similar.
Era como si siempre hubiesen estado destinados a ser una pareja, y simplemente hubieran activado el interruptor final que los unía. Parecía que sus almas habían sido creadas la una para la otra, destinadas a unirse en amor a través de la eternidad y de incontables vidas.
Este reconocimiento divino de su inquebrantable devoción mutua se manifestó en forma de bendiciones celestiales, reconociendo su destino de estar juntos.
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