Dentro de una habitación grande llena de un fuerte olor almizclado, se podía escuchar el sonido continuo de piel chocando, gruñidos masculinos y gemidos femeninos.
Era obvio que cierta pareja aún no se había separado después de horas de hacer el amor.
En este momento, Naia estaba presionada contra el cabecero, con el hombre embistiéndola como si no hubiera un mañana.
¡Clap, clap, clap!
—¡Ah, ah, ah~! —gemía ella, agarrándose de los anchos hombros del hombre como si le fuera la vida en ello mientras era saqueada sin remedio.
¡Thump, thump, thump!
Tadeo gruñía mientras sus paredes se cerraban sobre él, chupando su alma y alimentando su furioso bombeo.
Después de todo este tiempo, Tadeo aprendió que a Naia le gustaba más —según lo mucho que sus paredes vaginales se aferraban a su miembro— cuando él era brusco.
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