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Capítulo 7

¿Cómo debe ser el primer amor? Supongo que el primer amor debe ser sincero, coqueto y con una pizca enorme de pudor. ¿He tenido mi primer amor? No lo creo. Nunca he tenido una relación amorosa con nadie y creo que aún no estoy lista para amar a alguien.

A la mañana siguiente no pude evitar sentirme emocionada y sorprendida. Resultaba que Ángel había preparado el desayuno. Jugo de naranja. Hot cakes. Chilaquiles verdes. Gelatina. ¿Enserio? ¿Este hombre era de verdad? ¡Pues si! Él era de verdad y su sonrisa también. Me pidió que me sentará a su lado en la barra que estaba en la cocina. Esta vez no llevaba puesto su traje o su camisa y era la primera vez que lo veía tan holgado. Tenía puesta una playera de algodón negra y un pantalón de pijama con muchos cuadros de colores azul, naranja y blanco. Sus pies estaban descalzos.

—¿Cómo aprendiste a cocinar? —Pregunté curiosa.

Él masticaba un hot cake.

—YouTube y revistas de cocina. Pero principalmente en los videos de Janet de Jauja cocina mexicana.

¡Eso era genial! Que un hombre supiera cocinar además de ser millonario.

—La verdad que están muy buenos estos chilaquiles. Si yo supiera cocinar, no sé, sería un logro muy importante para mí.

Me miraba con atención. Parecía interesado en lo último que dije porqué su semblante se volvió pensativo.

—¿Quieres aprender a cocinar? Podrías tomar clases de cocina en...

Y ahí estaba de nuevo, Ángel intentaba mostrarme más de su bondad.

—Ah no, está bien así. No necesito tomar clases de cocina. Después de todo, si tú aprendiste viendo vídeos en YouTube, yo también podré aprender siguiendo ese mismo método.

—De acuerdo. Espero que lo intentes.

Asentí. Di un bocado de chilaquiles. La sazón de Ángel era delicioso.

—¡Esto está buenísimo! —Dije.

Le eché más queso a los chilaquiles. Mi buen apetito era algo, un poco exagerado. ¡Vamos! Soy una chica que come, más bien, que traga como cerda y me siento feliz. Agradezco tener un metabolismo acelerado.

—Qué bueno que te gustó. Eso me demuestra que he progresado como chef.

Reímos los dos. Desayunar con Ángel se estaba volviendo una costumbre muy agradable.

—¿Y doña Luisa?

Está mañana no la había visto.

—Le di el día libre. Más bien, le di la semana.

Sus palabras me sorprendieron. ¿Yo la reemplazaría? ¡Me exalte de repente! Además de mi trabajo como escritora, ¿yo sería una chica de servicio doméstico? Bueno, no es que no me gustará lavar los platos o hacer el quehacer de la casa, es solo que sería muy rápido que yo ocupará el lugar de alguien que lleva muchos años trabajando para Ángel. ¿No?

—Ella es una persona muy agradable y responsable.

Asintió. Me sentí nerviosa de repente. ¡No quería quitarle el trabajo a doña Luisa!

—Si. Estoy totalmente de acuerdo —hizo una pausa para beber un poco de jugo de naranja—. Por cierto, ¿tienes traje de baño?

¿Se refería a mi ropa interior? Su pregunta era muy curiosa.

—Mmmmm. Si. Ahora tengo una variedad de ropa interior —le dije al recordar toda la ropa que él me había comprado.

Ángel soltó una risita tonta.

—No me refiero a tu ropa interior. ¿Tienes ropa para ir a la playa? ¿Bañador?

¡Ah! Que chistoso. Confundí las cosas. Pensar en doña Luisa había tergiversado mis pensamientos.

—No. Bañador no tengo. ¿Por qué?

—Iremos a la playa.

¿Cómo así? Eso sí que no me lo esperaba. Casi me atraganto con los chilaquiles.

—¿Al mar?

—Si. Al mar. ¿No te gustaría conocer el mar?

El mar. Mucha agua salada. Color azul. Arena. Olas. Palmeras y agua de coco. ¡Qué bello!

—Sí, estaría padre.

Asintió con una sonrisa cálida.

—Muy bien pues, iremos a la playa.

Sonreí. Me gustaba la idea de ir al mar. Pero de pronto, me sentí incómoda. No quería ser una encajosa con Ángel. Está bien que él es millonario y tiene dinero de sobra, pero no me gustaría seguir siendo una carga. ¡Ir al mar sería algo muy encajoso de mi parte!

—¡Gracias! Ángel, creo que no deberíamos ir. Es decir. Yo no debería ir.

Me lanzo una mirada curiosa.

—Tranquila. Es por la boda. Claudia nos invitó a su viaje como despedida de soltera.

Era verdad. Claudia me había comentado algo ayer.

—Pero...

—Recuerda que ella está súper emocionada contigo y además te pidió que seas su dama de honor.

Todo era verdad.

—Entonces estoy obligada a ir.

—Supongo que sí.

***

Viajar en avión era una de esas cosas que nunca imaginé hacer. En el momento del despegue sentí una sensación muy extraña. Estaba nerviosa, pero quería aparentar que todo estaba bien. Mi estómago se sentía como si fuera una revolución y mi cabeza no encontraba estabilidad. Estábamos viajando en el avión privado de Ángel. ¿Avión privado? Sí. Una de las muchas cosas que el dinero puede comprar. Mi asiento no estaba muy lejos del suyo. Había vino y bocadillos muy elegantes. ¿¡Quién come en un avión!? La verdad es que no se me antojaba nada, necesitaba aclarar mis nervios.

—¿Estás bien? —Me dijo desde su asiento.

Los únicos pasajeros éramos él y yo. Claro, también las aeromozas.

—Si. Todo bien conmigo —mentí.

—De acuerdo. Deberías intentar dormir un poco.

¿Por qué no se me había ocurrido algo como eso?

—Gracias por la sugerencia.

Él bebía vino mientras leía un libro de pasta morada. ¡Así que le gusta leer! ¿Qué sentirá cuando lea lo que escribí sobre él? Fue una buena idea traer la computadora conmigo. Apenas había logrado escribir cuatro páginas y eso era una victoria para mí. Mi lentitud con el teclado era muy grande y aunque tenía algunas ideas en mente, no había logrado plasmarlas aún. Quizá la práctica me haga poder escribir más rápido.

¿Qué podía escribir ahora? Escribir en papel y tinta es algo totalmente diferente a escribir de forma digital.

Conecté los audífonos a la compu. Había descargado la playlist que me recomendó Ángel, pero, también había descargado otras canciones. Last Dance de Scratch Massive comenzó a sonar y la sensación de la melodía junto a la vista por la ventanilla, me conmovieron mucho. Mis emociones comenzaron a pasar del mareo, a la excitación y la felicidad. Sonreí. Las nubes se veían muy bonitas y el cielo seguía siendo azul. Le tomé una foto a la vista, era una bonita ventaja para mí el poder tener un celular.

¿Qué pensaría de mi la Karol de hace una semana atrás? ¡No se lo creería! Quizá no podría sonreír como lo hago ahora mismo. Probablemente esa Karol del pasado estaría en su habitación encerrada, durmiendo en el día y trabajando de noche. Sí. Ella estuvo con varios hombres durante todas esas noches de burdel. Se había puesto labial rojo y llevaba el cabello en una cola alta. Se acercó a un hombre casado, su anillo era de oro y su mirada estaba llena de deseo y engaño. Aún no me acercaba a él cuando sus manos ya estaban sobre mí. Estuvimos en mi cabina. Le desabotone la camisa mientras él me besaba el cuello. Su boca estaba llena de lujuria y aunque su erección estaba bien marcada, confieso que ni el más mínimo de sus movimientos me hicieron sentir bien. Su cuerpo estaba bien tonificado. Músculos fuertes, abdomen marcado y vello en el pecho y alrededor de su pene. Me quitó la ropa interior, abrí el condón rápidamente y se lo puse. Note las ganas en sus ojos y cuando al fin estaba bien forrado me lo metí. Le abrí paso adentro de mí y le regalé un gemido. Sus manos me apretaron las caderas y él término hundiéndose por mi sexo con mucho deseo. Estuve arriba. Abajo. En cuatro. De frente. Al final sus músculos se tensaron y sus labios me besaron en la boca. Sus embestidas eran la traición que su esposa recibía y yo de pronto me sentí culpable. Sí, su anillo de bodas me acaricio la mejilla y yo aprendí a ocultar bien cada emoción. La Karol del pasado estaba acostumbrada a mostrar la piel, nunca mostraba sus verdaderos sentimientos.

Después de ese hombre fueron tres más los que se llenaron de placer con una chica como yo aquella noche. ¡Qué diferente es la Karol de ahora! Ahora estaba camino a la playa, en un avión privado y con un hombre totalmente diferente a todos los hombres con los que había estado. ¡Ahora tenía un amigo! La Karol del pasado nunca hubiese imaginado algo como lo que está pasando ahora.

***

Resulta que habíamos venido a las bahías de Huatulco. Hacía calor, más bien bochorno. Bajando del avión comenzamos a sudar. Subieron nuestro equipaje al auto. Un coche de color negro brillante. Una vez más fui el copiloto de Ángel. El boulevard por el que conducía era muy bonito. Los camellones tenían palmeras y el pasto bien recortado. Bonito.

—¿Tienes sed? —Preguntó él.

Negué con la cabeza.

—No. Estoy bien, gracias. ¿Tú tienes sed?

—Un poco. Creo que deje mi botella en mi mochila, viene en el asiento trasero.

Le pase su botella de agua. Él la tomó y comenzó a beber.

—¿Estás emocionada? —Preguntó al terminar de beber.

—Pues sí. Nunca imaginé que el mar fuese enorme, desde el avión se veía impresionante.

Sonrió.

—Espero que esté viaje lo recuerdes muy bien.

Asentí. Tenía razón. Debía recordar la primera vez que visitaba el mar. Durante el trayecto del aeropuerto hasta la casa de huéspedes que Jacob había alquilado para sus amigos, pude ver varias cosas bonitas. Hoteles, zonas turísticas, gente bonita, más palmeras, cocos y restaurantes costeños. ¡Estábamos en Huatulco!

—¿Cuándo fue la primera vez que conociste el mar? —Le pregunté.

Comenzó a buscar entre sus recuerdos.

—Tenía cinco años cuando papá nos llevó a Acapulco. Recuerdo que Claudia y yo casi nos ahogamos por estar jugando a las tienes. Papá nos rescató a los dos.

Reímos un poco.

—Y ¿cuál es tu clima preferido? ¿Cálido o frío?

—Depende. Ahorita estamos en un clima cálido y me gusta. Puedo meterme al mar o nadar en la piscina todo el tiempo que quiera. Y me encanta el clima frío de la sierra de Puebla. Así que estoy en un punto intermedio.

—Más bien eres un todo terreno —le dije.

—¡Hey! Eres buena con los adjetivos.

—¿Qué es un adjetivo?

Mi pregunta le sorprendió bastante, se giró a mirarme con un gesto impactado.

—Tú, no sabes...

—No fui a la escuela. Aprendí a leer y escribir por qué una vecina mía me enseñó.

Sonaba una canción con un tono agradable.

—Entonces creo que hay muchas cosas que tengo que enseñarte. Me siento con esa responsabilidad.

—No, descuida. No soy responsabilidad tuya, no te estreses más por mí. Ya haz hecho bastante por ayudarme.

—No me estreso. Me gusta ayudarte, me hace feliz.

¿Él es feliz solucionando mis problemas? Recordé la primera vez que entré a su casa. Hacía frío, mi ropa olía a tabaco, una mezcla de alcohol y aun así Ángel me dejó entrar en su mundo. Cuándo me dijo en qué habitación podía quedarme, no pude evitar soltarme a llorar. Tenía la garganta seca, el cuerpo sucio y el rostro inundado. Él se acercó a mí y con un abrazo intento darme estabilidad. ¡Así es! Este hombre me ha ayudado más de lo que merezco.

Ángel estacionó el auto en el estacionamiento de la casa de huéspedes. Esa casa parecía más bien un mini hotel. La entrada era muy bonita y cálida. Sentí mi frente escurrir de sudor. Un hombre nos ayudó a bajar el equipaje. Claudia nos estaba esperando en la recepción. Ella tenía puesto su bañador de color negro.

—¡Bienvenidos chicos! Me da gusto verlos.

Ella le dio un beso en la mejilla a su hermano. A mí me abrazo muy fuertemente. ¡Realmente le daba gusto vernos!

—¡Gracias! Pues ya estamos aquí. Gracias por planear esto.

Ella sonreía ampliamente.

—No agradezcas. Lo bueno que Jacob tiene familia aquí y este lugar es una de sus casas de huéspedes.

—¡Excelente! —Dijo Ángel— ¿Cuáles son nuestras habitaciones?

—¿Habitaciones? No tonto. Su habitación. Obviamente que compartirán cuarto —dijo Claudia.

¡Rayos! No esperaba eso. Aunque bueno. No sería la primera vez que comparto habitación con un hombre. Román a veces se quedaba a dormir en mi habitación. ¿Ángel tendría problema? Él se veía muy tranquilo. Subimos las escaleras hasta llegar al tercer piso. Caminamos por un pasillo que conducía a varias habitaciones y justo nos detuvimos en la puerta de enfrente.

—¡Está es su habitación! La premiere, para gente de clase como ustedes.

Ella soltó una carcajada. Obviamente estaba imitando un comercial de una agencia de viajes.

—Bien. Pónganse cómodos. Los demás chicos están en la playa jugando y nadando. La comida ya casi esta lista, nos espera un buen apetito a todos.

—Gracias Clau.

Ella salió de la habitación junto con el muchacho que nos ayudó con nuestro equipaje. Sin dudarlo, me tiré en la cama.

—¡Ay que rico! —Exclamé al sentir la comodidad del colchón. Me estire un poco.

—¿Estás cansada por el viaje?

—Aaaa. No mucho. Tengo calor.

—Estamos a treinta y ocho grados. Te entiendo, yo también tengo calor.

Me senté en la cama. La habitación era bonita. Las paredes de color blanco, algunas plantas en las esquinas, una pintura abstracta en un muro, un ventanal que conducía a un balcón con vista al mar. ¡Impresionante! Fui a ver el exterior y la brisa del mar golpeando mi rostro me hizo sonreír. Frente a mí estaba el gran océano. ¡Qué bonito!

—¿Te gusta? —Me pregunto acercándose al balcón.

—¡Es impresionante! Muy bonito.

—¡Lo sé! Es enorme. Huatulco es un lugar muy agradable.

—Ya lo creo. Vi a muchos turistas durante el camino, no me sorprende que vengan a disfrutar aquí.

—Tienes razón. Y sabes una cosa...

—¿Qué cosa?

—Tú también eres una turista. ¡Somos turistas! Y también estamos aquí para disfrutar.

Sonreí. Ángel tenía razón.

Nos quedamos unos segundos en silencio mirando hacia el frente. Escuchábamos el sonido que producían las olas y las risas de los muchachos que jugaban voleibol en la orilla de la playa.

—¡Gracias! —Dije una vez más—. Estoy aquí gracias a ti y a tu hermana. ¡Qué bonito lugar!

Y está vez sentí que estaba como en un sueño. Que tal vez esto no era real. Imaginé que este fragmento de mi vida era producto de mi imaginación. Una parte de mí se sentía viva, completa, tranquila. Pero mi se sentía otra parte se sentía frágil y dolía. ¿Sentimientos encontrados? Sí. Una prostituta barata había subido de categoría rápidamente en un chasquido de dedos. ¡Qué cosas nos da la vida!