En el Castillo de Cordon
Incapaz de dormir bien, Jayra se encontró despertándose mucho más temprano de lo que deseaba. Sin tener algo mejor que hacer, continuó hojeando su libro personalizado de hechizos. Esa cosa del mil sueños le sonaba tan familiar, pero no podía recordar muchos detalles al respecto.
—Hmm, todavía es temprano —susurró Bartos en su oído mientras la rodeaba con sus brazos desde atrás—. Vuelve a la cama conmigo. —Luego frunció el ceño al mirar por encima de su hombro—. ¿Por qué estás leyendo un libro en blanco?
Jayra se rió al ver la expresión confundida de su esposo desde el reflejo del espejo del tocador. —Es porque este libro es muy especial para mí. Es mi propio diario, y he escrito todo dentro con mis propias manos. —Se sonrió—. Le eché un hechizo para que nadie pudiera leer lo que está escrito dentro excepto yo.
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