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La Trampa de la Corona

``` —Estoy seguro de que encontrarás mis brazos más cómodos que cualquier otra cosa en este mundo... —Rey Darío Grant, el poderoso gobernante del Reino de Cordon. Era despiadado e impetuoso contra sus enemigos. Su mera presencia gritaba con autoridad robusta; su aura sola era más que suficiente para que algunos de sus enemigos admitieran la derrota y huyeran con solo verlo. Pero a pesar de todo esto, era impotente y desvergonzado frente a una mujer… su pareja, la Princesa de Ebodía a quien se negaba a dejar ir. Descubre cómo resultarán las cosas para nuestro Rey posesivo que está decidido a usar el Encantamiento de la Corona para hacer suya a su pareja por cualquier medio necesario. ¿Podrá tener éxito y conquistarla toda, cuerpo, corazón y alma? * Nota: Volumen 1 & 2: Historia Principal Estado: Completado (Capítulos 1 al 555) Volumen 3: Historia Secundaria Estado: Completado (Capítulos 556 al 641) —Solo puedo declararme ganador una vez que logre conquistar tu corazón... —Volumen 4: Historia Secundaria Estado: Completado (Capítulos 642 al 701) —El amor nunca estuvo en mi vocabulario cuando se trata de mujeres hasta que llegaste tú... —Volumen 5: Estado: Completado (Capítulos 702 al 805) —Te elijo a ti… tú que ocupas codiciosamente todo el espacio en mi corazón... —Capítulos Especiales en adelante, completados **** PD: ¡Portada del libro encargada y propiedad del Autor! ¡No usarla! ```

Eustoma_Reyna · Huyền huyễn
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813 Chs
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No es una amenaza, cuñado

Dentro del carruaje, Xen se había quedado dormida en los brazos de Darío durante el viaje sin darse cuenta. Por otro lado, el rey había permanecido despierto, disfrutando dulcemente del momento de paz que estaba viviendo con su pareja durmiendo en sus brazos como un bebé.

—¿No es adorable? Se ve tan comportada y dócil durmiendo así —murmuró para sí mismo con una sonrisa. 

No sabía cuánto tiempo había estado simplemente mirando a Xen de esa manera, pero estaba seguro de que había estado sonriendo todo el tiempo que estuvieron solos juntos. Ni siquiera le importaba la posición incómoda en la que estaba, siempre y cuando ella yaciera pacíficamente en sus brazos.

Después de algunas horas más de viaje, el carruaje finalmente se detuvo. La puerta se abrió de golpe y Darío cuidadosamente recostó a Xen en su asiento para poder bajar. Al mirar hacia arriba, ya estaba oscuro afuera, pero había suficiente luz proveniente de la luz de la luna y de la fogata para iluminar sus alrededores.