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La Trampa de la Corona

``` —Estoy seguro de que encontrarás mis brazos más cómodos que cualquier otra cosa en este mundo... —Rey Darío Grant, el poderoso gobernante del Reino de Cordon. Era despiadado e impetuoso contra sus enemigos. Su mera presencia gritaba con autoridad robusta; su aura sola era más que suficiente para que algunos de sus enemigos admitieran la derrota y huyeran con solo verlo. Pero a pesar de todo esto, era impotente y desvergonzado frente a una mujer… su pareja, la Princesa de Ebodía a quien se negaba a dejar ir. Descubre cómo resultarán las cosas para nuestro Rey posesivo que está decidido a usar el Encantamiento de la Corona para hacer suya a su pareja por cualquier medio necesario. ¿Podrá tener éxito y conquistarla toda, cuerpo, corazón y alma? * Nota: Volumen 1 & 2: Historia Principal Estado: Completado (Capítulos 1 al 555) Volumen 3: Historia Secundaria Estado: Completado (Capítulos 556 al 641) —Solo puedo declararme ganador una vez que logre conquistar tu corazón... —Volumen 4: Historia Secundaria Estado: Completado (Capítulos 642 al 701) —El amor nunca estuvo en mi vocabulario cuando se trata de mujeres hasta que llegaste tú... —Volumen 5: Estado: Completado (Capítulos 702 al 805) —Te elijo a ti… tú que ocupas codiciosamente todo el espacio en mi corazón... —Capítulos Especiales en adelante, completados **** PD: ¡Portada del libro encargada y propiedad del Autor! ¡No usarla! ```

Eustoma_Reyna · Kỳ huyễn
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621 Chs

Debe morir

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En la Mansión Keen, Territorio de la Manada del Creciente de Plata

Un silencio ensordecedor reinaba dentro del carruaje entre Clara y Gilas incluso después de haber llegado a la Mansión Keen. Aunque no era la primera vez que estaban allí, en esta ocasión, la madre de Gilas, Shila, parecía bastante sorprendida de verlos. Viendo eso, Clara asumió que Gilas no había informado a su madre de su visita repentina como en ocasiones anteriores. Probablemente su madre estaba desprevenida ese día, sin tener el usual festín preparado para ellos cada vez que llegaban.

—Hijo, ¿no me avisaste que ustedes dos vendrían? —se quejó Shila con ligereza—. Tendré que pedirle al cocinero que prepare algo bueno para ustedes dos. Lo bueno es que al menos llegaron temprano.

Gilas no le respondió. En su lugar, le dio a su madre un fuerte abrazo tan pronto entraron en la casa.

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