—Está bien entonces. Supongamos que el Rey Demonio mantiene su palabra. ¿Realmente crees que puedes detener su codicia y su intención de gobernar sobre el mundo? —planteó Darío.
—¿Estás tan segura de que tu familia y todo tu reino no sufrirán bajo su dominio? Dijiste que lo matarías, y ¿cómo planeas hacer eso? Él es un demonio, mientras que tú eres una simple humana que simplemente sabe cómo luchar. ¡La diferencia entre ustedes dos es astronómica!
—Yo... yo, como mujer, tengo mis ventajas —balbuceó Xenia, su cuerpo temblando ante la mirada aguda y estremecedora que Darío le lanzaba. Se sentía como si estuviera siendo sofocada por esos ojos ardientes de él, y hacía todo lo posible por no ahogarse en su mirada.
—¡Ja! Como mujer, sí tienes una ventaja. Así que ¿por qué no lo haces ahora y lo pruebas conmigo, Xen? —gruñó Darío.
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