—¿Están peleando ustedes dos? —preguntó Ryan, con los ojos muy abiertos y sinceros.
Annie y Damien se quedaron congelados a mitad de frase, sus rostros transformándose en sonrisas forzadas y dentadas. Era como si alguien hubiera presionado el botón de pausa en su discusión.
—Oh, no, cariño —dijo Annie, su voz suave pero con un dejo de tensión—. Solo estábamos hablando. Debes estar cansado. Ya es hora de ir a casa.
Ryan sacudió la cabeza enérgicamente. —¡No! ¡Quiero jugar más con papá!
Sin esperar una invitación, Ryan se trepó al regazo de Damien y se acurrucó como si fuera su trono personal. La cara de Damien se iluminó con una mezcla de sorpresa y alegría mientras rodeaba con sus brazos a su hijo.
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