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La Obsesión de la Corona

—Tu cama está fría —habló una voz en la habitación que hizo que abriera los ojos de par en par por el miedo. Nerviosa, se giró, tragando suavemente al ver una sombra en su cama como si alguien yaciera allí. El hombre que había estado tumbado se sentó, emergiendo de las sombras donde había estado esperándola. —¿Qué haces aquí? —preguntó ella cuando sus pies tocaron el suelo y él se impulsó hacia arriba para empezar a caminar hacia ella. Sus rasgos guapos se veían más oscuros de lo habitual por la falta de luz en la habitación. —Vine a encontrarte —inclinó la cabeza—, ¿a dónde fuiste? —Salí a caminar —fue la rápida respuesta que hizo que él sonriera, una sonrisa que a ella le daba más miedo. Ella dio un paso atrás cuando él se acercó a ella. Eso no lo detuvo de acorralarla, y su espalda golpeó la pared detrás de ella. Levantó la mano hacia su rostro, y ella cerró los ojos, asustada. Ella tembló cuando sus dedos trazaron un camino desde su sien pasando por su mandíbula y cuello. Su cabello rubio estaba suelto. —¿En medio de la noche? —ella no le respondió sabiendo que él podía descifrar sus mentiras a través de sus palabras. Él se acercó más, lo que hizo que ella girara su rostro lejos de él y sus palabras vibraron en la piel de su cuello—, ¿fuiste a verlo, mi dulce niña?

ash_knight17 · Kỳ huyễn
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No interesado

—¿Te pedí que te fueras? Siéntate.

Las palabras de Calhoun eran firmes y eso hizo que Madeline volviera a sentarse en su silla. El comedor estaba silencioso, excepto por los pequeños sonidos que provenían de los cubiertos en uso. Madeline no sabía qué hacer más que obedecer.

Habiendo sido ya disciplinada por sus acciones de ayer y esta mañana, no quería instigar ni probar su paciencia. Todo el mundo sabía que no se debía desafiar a un Rey porque lo que él decía era absoluto y Calhoun tenía sus propias maneras de hacerle entender en qué posición se encontraba. Al mismo tiempo, no le gustaba cómo la trataban sus parientes.

Era verdad que su familia era pobre, pero eso no les daba derecho a la gente que estaba sentada en la mesa de burlarse de ella.

—Mi Rey, quedaría mal si usted come con alguien tan inferior —expresó la Señora Rosamunda con sus palabras—. Sería

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