Rosina se paró afuera del bosque del Norte y sintió el frío viento de la noche golpear su piel. Se había bañado y cambiado su ropa por unas limpias, pero estaba encerrada en su habitación después de la cena ya que todavía tenía toque de queda. Usó su collar para crear un portal hacia el bosque.
—Ah, puedo sentir los escalofríos en mi columna —susurró Rosina con una cara lujuriosa y maníaca al recordar cómo mató a Emilio en el mismo lugar.
Rosina olfateó el aire y notó que Osbert ya estaba dentro del bosque, esperándola. Era medianoche y se aseguró de llegar cinco minutos tarde. Siguió la senda de donde venía el olor de Osbert.
—¡Finalmente estás aquí! —Osbert declaró con una sonrisa. Había preparado una manta extendida en el suelo para los dos.
—¿Vamos a observar las estrellas? —preguntó Rosina inocentemente mientras se tapaba la boca con la mano para añadir efecto.
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