Abel sostuvo su mandíbula, con el codo apoyado en el reposabrazos de su silla. Mientras tanto, Aries se aclaró la garganta, colocándose el cabello detrás de la oreja mientras la gente de Abel tomaba asiento alrededor de la mesa de comedor.
Al parecer, sus cinco minutos se extendieron a cincuenta. Isaías y Dexter no se molestaron por la espera, ya que mantuvieron su rostro impasible. Pero el caprichoso Conan los miraba con un par de ojos críticos.
Aries alcanzó un vaso de agua para enfriar su cuerpo. Estaba sudando y sus rodillas aún temblaban.
—Conan, ¿acaso tienes curiosidad por saber qué hicimos mi cariño y yo aquí? —Abel rompió el silencio y Aries casi se atraganta con el agua que estaba bebiendo—. Puedo elaborar.
—Su Majestad, ¡su agenda se ha retrasado! —Conan refunfuñó con el ceño fruncido—. Todos esperaban verlo durante la reunión de la corte, pero tuve que mandar a todos a casa.
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