Ji Ning entendió que la mujer de túnica verde que estaba frente a él debería ser la princesa Xiyue. Desde esa primera mirada sintió una inexplicable sensación de familiaridad y cercanía hacia ella.
—Mis respetos, princesa —dijo Ning.
—Te puedes sentar —dijo la princesa.
Solo entonces se sentó Ning. La princesa Xiyue, sin embargo, permaneció de pie. Agitó el brazo y una serie de banderas de formación comenzaron a volar mientras emanaban un poder gris y ondulante. Las banderas penetraron en el piso de madera y una serie de ondulaciones comenzaron a emanar de ellas hasta cubrir rápidamente toda la zona. Sellos de Dao comenzaron a fluir sobre la superficie de la finca para separarla instantánea y completamente del mundo exterior.
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