—¡Que nuestro antepasado, nos bendiga! — fue la oración pronunciada por cientos de hombres que adoraban a una figura en un altar.
La extraña figura era oscura, repleta de vendajes y oro, llevaba ropaje típico de un guerrero chanka y una corona colorida, la momia parecía abrazarse a sí misma y sus inexistentes ojos tenían una sensación siniestra.
La momia pertenecía a Uscovilca, que en su tiempo fue líder supremo de los Chankas, pero fue derrotado hacía ya unas generaciones por Pachacútec, el transformador. Después de aquella derrota, la mayoría de los Chankas se rindieron al poderío Inca, pero otro poco huyó con los restos de Uscovilca y los transformaron en un símbolo de venganza y poder contra los Incas.
La estrategia de los Chankas es muy simple. Primero, enloquece a los dioses Incas, que ellos sean quienes destrocen la moral de su enemigo. Luego, atacar toda aldea que se resiste al poderío Chanka. Por último, sacar los ojos del inca y comérselos.
No es extraño que una tribu que se haya mantenido mucho tiempo en la frondosa jungla se convierta en caníbal, por lo que la idea de los Chankas es algo normal.
Sin embargo, los Chankas no esperaban que hubiera dificultades en sus planes. La primera parte de su plan no estaba yendo como quisieran, habían logrado enloquecer a los Apus y algunos dioses Salvajes, pero ningún Dios Inca había sido afectado por la locura o la sed de sangre. Por lo que, a pesar de sus esfuerzos para hacer cumplir su plan, este no se estaba cumpliendo.
El líder Chanka había ordenado proceder con la segunda parte de su plan, aniquilar toda aldea que se oponga a seguir a los Chankas, para luego utilizar sus cuerpos como sacrificio para seguir enloqueciendo a los dioses.
Así pues, varios grupos de Chankas atacaban a toda tribu que veían, aprovechando que no estaban preparados para un ataque, varias tribus se perdieron y mucha gente murió en el primer ataque de los Chankas. Pero otras, sobrevivieron y avisaron a los Incas del terrible ataque de los Chankas.
La expedición del Auqui fue la respuesta al ataque de los Chankas, y los sacerdotes se encargaron de mantener una conexión con los dioses para bendecir a los guerreros.
Por eso, tan pronto como se hizo de día, el Auqui llamó a sus generales para discutir una estrategia para luchar contra los Chankas.
—¡Tenemos muy poco hombres para hacer una búsqueda completa en la jungla! El terreno es desconocido y cada paso quedamos podríamos caer en una trampa. No quiero, se repita lo que pasó en las montañas ¿Qué es lo que proponen? —preguntó el Auqui.
—Necesitamos preocuparnos primero por establecer un tambo, y asegurar restablecer nuestros suministros, agua y comida. Las estaciones están cambiando y las lluvias son cada vez más frecuentes en esta jungla. Nuestros guerreros necesitan un techo —opinó Uma Taiga.
—Nuestros exploradores encontraron un lugar adecuado para establecernos, será fácil de defender por qué nosotros estaremos arriba y nuestros enemigos abajo. También descubrieron rastros de edificaciones en varios lugares por la jungla. Al parecer eran antiguas tribus que fueron conquistadas y arrasadas —comunicó Pilca Taiga.
—Estableceremos nuestra base en el lugar que encontraron los exploradores, no tenemos mucho tiempo, por lo que se priorizará la velocidad que la calidad. Mientras que se organizará algunos equipo de guerreros para explorar los restos de estas tribus y averiguar si hubo sobrevivientes, talvez puedan decirnos donde se esconden los Chankas — ordenó el Auqui.
La reunión se acabó y en el campamento solo estaba el Auqui y Huamanga.
—Mi joven Señor, lo noto demasiado tenso —comentó Huamanga.
—Siento una sensación extraña en mi pecho, tengo malos presentimientos, en estas tierras nuestro Padre Inti no puede protegernos totalmente —habló seriamente el Auqui.
—Mi joven Señor, siempre ha sido inteligente en las guerras. Creo que lo manejará muy bien —animó Huamanga.
—Tal vez —reflexionó Vilca.
—Huamanga, creo recordar que uno de los sacerdotes de Pachacamac dijo algo sobre estas tierras —preguntó el Auqui.
—No recuerdo mucho, pero creo recordar que dijo algo sobre un agua sagrada que tiene la propiedad de curar —dijo Huamanga tratando de recordar las palabras del sacerdote.
—Agua curativa —reflexionó Vilca.
—Nuestro ejército se beneficiaría si obtenemos el agua sagrada —dijo seriamente Vilca.
—Mi joven Señor, lo mejor sería mandar un pequeño equipo después de que se construya el tambo—sugirió Huamanga.
—Bien, por ahora esperaremos la construcción de la base y en cuanto esté lista, atacaremos a los Chankas con toda la furia del sol —fue lo que dijo el Auqui, para después ir a descansar.