—¡Ahí están nuestras maravillosas damas en la casa!
Ofelia saltó cuando escuchó un saludo estruendoso. Levantó la cabeza para ver a decenas, si no cientos, de hombres reunidos en uno de los salones comedor. Se dio cuenta de que Mirabelle las había arrastrado hasta aquí, pero no estaba segura de por qué.
Ofelia vio que los ojos de Mirabelle rápidamente escaneaban la multitud, casi buscando a alguien. Después de unos segundos, los hombros de Mirabelle caían y fruncía el ceño.
—¿E-estás esperando a alguien? —preguntó Ofelia.
—No —dijo rápidamente Mirabelle—. ¡Disfruten su comida!
Sin decir otra palabra, Mirabelle se giró con Ofelia a cuestas.
Ofelia miró por encima del hombro para ver que la mitad de los hombres la estaban observando. Estaban llenos de curiosidad, a pesar de llenarse los estómagos con comida. Tragó nerviosa. Debería decir algo.
—¿L-les gusta la comida? —preguntó tímidamente Ofelia al soldado más cercano a ella.
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