—Nan Yan hizo una pausa por un momento antes de levantar lentamente la cabeza, encontrándose con la cautivadora mirada de Qin Lu.
—En su mente, se formó un signo de interrogación, preguntándose cuándo había vuelto él o cómo había logrado entrar.
—Qin Lu notó su confusión y explicó:
—Tu puerta estaba abierta.
—Oh... Hermano, ¿necesitas algo? —preguntó Nan Yan.
—Qin Lu respondió con despreocupación:
—Nada, solo vine a verte.
—La verdad era que la Anciana Qin pensaba que la niña había sido injustamente tratada ayer y quería que él pasara más tiempo con ella, consolándola y cuidándola.
—Por supuesto, la intención de la Anciana Qin era que los dos jóvenes pasaran más tiempo juntos y fomentaran su relación.
—Nan Yan silenciosamente bajó su mano de su cabeza y dijo con calma:
—No me interesa. Solo quiero verla hacer el ridículo.
—Qin Lu entendió y su mirada se posó en An Muyao, que estaba parada en el escenario.
—¿Puedo mirar contigo? —preguntó.
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