Salí al pequeño portal de la cabaña, preguntándome como llegaría a casa, cuando el sonido de un motor resonó por el camino de grava. Me preparé para el regreso de Cowboy Hat y sus amigos, pero fue una motocicleta Harley.
Patch.
Él apagó la moto y se acercó hacia mí en tres zancadas rápidas.
—¿Estás herida? —me preguntó, tomando mi rostro entre sus manos y examinándome en busca de algún signo de lesión. Una mezcla de alivio, preocupación e ira centellaba en sus ojos—. ¿Dónde están? —preguntó, su tono se hizo tan fuerte como nunca lo había escuchado.
—Eran tres, todos nephilim —dije, mi voz aun sonaba temblorosa por el miedo y el latigazo cuando me quedé sin respiración—. Se fueron hace cinco minutos. ¿Cómo me encontraste?
—Activé tu rastreador.
—¿Me pusiste un rastreador?
—Cosido dentro del bolsillo de tu chaqueta vaquera. El Jeshván comienza con la luna nueva del martes, y eres una nephil sin juramento. También eres la hija de la Mano Negra. Tienes una recompensa sobre tu cabeza, lo que te hace muy atractiva para casi cada ángel caído que anda por ahí. No has jurando lealtad, Ángel, fin de la historia. Si eso significa que tengo que reducir tu privacidad, lidia con eso.
—¿Lidia con eso? ¿Disculpa? —No estaba segura si debería abrazarlo o empujarlo.
Patch ignoró mi indignación.
—Dime todo lo que puedas de ellos, descripciones físicas, marca y modelo del coche, cualquier cosa que me ayude a rastrearlos. —Sus ojos ardían con venganza—. Y a hacerlos pagar.
—¿También pusiste un rastreador en mi teléfono? —Quería saber, aún no aceptaba la idea de que Patch había invadido mi privacidad sin decírmelo.
No dudó.
—Sí.
—En otras palabras, no tengo secretos.
Su expresión se suavizó y parecía como si, de no ser por el estado de ánimo tan tenso, él había considerado sonreír.
—Aún hay algunas cosas que has logrado mantener en secreto, Ángel. Está bien, caí directamente en la trampa.
Dije: —El cabecilla se escondió detrás de unos lentes para el sol y un sombrero de vaquero, pero estoy segura que nunca lo había visto antes. Los otros dos, un hombre y una mujer, usaban ropa indescriptible.
—¿Auto?
—Tenía una bolsa sobre mi cabeza, pero estoy segura de que era una furgoneta. Dos de ellos se sentaron atrás conmigo, y la puerta sonaba como que se abría deslizándose hacia un lado cuando me forzaron a salir.
—¿Alguna otra cosa que resaltar?
Le dije a Patch que el cabecilla me había amenazado con descubrir nuestra relación secreta.
Patch dijo: —Si una palabra sobre nosotros sale a la luz, las cosas se pueden poner feas muy rápido. —Sus cejas se juntaron, y sus ojos se oscurecieron con incertidumbre—. ¿Estás segura que quieres seguir
tratando de mantener nuestra relación fuera del radar? No quiero perderte, pero prefiero hacerlo bajo nuestros términos y no los de ellos.
Deslicé mi mano en la suya, notando lo fría que se sentía su piel. Él se había calmando, también, como si esperara lo peor.
—Estoy en esto contigo, o estoy fuera —le dije, y fui sincera en cada palabra. Había perdido a Patch una vez, y no era por ser melodramática, pero la muerte era preferible. Patch estaba en mi vida por una razón. Lo necesitaba. Éramos dos mitades de un todo.
Patch me acercó a él, agarrándome con cierta ferocidad posesiva.
—Sé que no te va a gustar, pero es posible que debamos pensar sobre escenificar una pelea en público para mandar un mensaje claro de que nuestra relación se acabó. Si esos chicos están siendo serios acerca de sacar a la luz los secretos, no podemos controlar lo que encuentren. Esto está comenzando a sentirse como una cacería de brujas, y debemos hacer el primer movimiento.
—¿Escenificar una pelea? —me hice eco, el terror se filtraba en mi interior como un frío invierno.
—Sabríamos la verdad —murmuró Patch en mi oído, pasando sus manos rápidamente por mis brazos para calentarlos—. No te voy a perder.
—¿Quién más sabría la verdad? ¿Vee? ¿Mi mamá?
—Entre menos sepan ellas, más seguras estarán.
Dejé salir un suspiro conflictivo.
—Mentirle a Vee realmente me está cansando. No creo poder hacerlo más. Me siento culpable cada vez que estoy cerca de ella. Quiero confesarlo todo. Especialmente algo tan importante como lo nuestro.
—Es tu decisión —dijo Patch gentilmente—. Pero no la herirán si piensan que ella no tiene nada que decir.
Sabía que él estaba en lo correcto. Lo que no me daba opción en el asunto, ¿o sí? ¿Quién era yo para poner a mi mejor amiga en peligro por el bien de apaciguar mi conciencia?
—Probablemente no seremos capaces de engañar a Dante, trabajas muy estrechamente con él —dijo Patch—. E incluso podría funcionar mejor
si lo sabe. Puede respaldar tu historia cuando hable con los nephilim que tienen influencia. —Se quitó la chamarra de cuero y la deslizó por mis hombros—. Vamos a llevarte a casa.
—¿Podemos hacer una parada rápida en El casillero de Pete primero? Necesito tomar mi celular, y el buscapersonas que me diste. Tiré uno durante el ataque, y el otro lo dejé en mi bolsa. Si tenemos suerte, mis zapatos nuevos aún estarán en la acera también.
Patch besó mi frente.
—Ambos teléfonos necesitaban ponerse fuera de servicio. Dejaron tus posesiones y si asumimos lo peor, tus secuestradores nephilim pusieron su propio rastreador o micrófono en ellos. Lo mejor es conseguir teléfonos nuevos.
Una cosa era segura. Si no hubiera sido motivada antes para entrenar con Dante, todo habría cambiado. Necesitaba aprender a luchar, y rápido. Entre esquivar a Pepper Friberg y asesorarme en mi nuevo rol de líder nephilim, Patch tenía lo suficiente para preocuparse sin necesitad de entrar a la carrera desde la barrera cada vez que yo tenía problemas. Estaba inmensamente agradecida por su protección, pero era el momento de aprender a cuidar de mí misma.
Estaba completamente oscuro cuando llegué a casa. Caminé a través de la puerta, mi mamá salió de la cocina, viéndose preocupada e irritada a la vez. —¡Nora! ¿Dónde has estado? Te llamé pero me contestaba tu correo de voz. Podría haber golpeado mi frente. Cena. A las seis. Me la perdí por completo.
—Lo siento —dije—. Dejé mi teléfono en una de las tiendas. En el momento en que me di cuenta que lo había perdido, era casi hora de la cena, y tuve que retroceder por toda la ciudad. Nunca lo encontré, así que no solo estoy sin celular, sino que también falté a nuestra cena. Lo siento tanto. No tenía manera de llamar.
Odiaba estar forzada a mentirle otra vez. Lo había hecho tantas veces que parecía que una vez más no heriría, pero lo hacía. Me hacía sentir cada vez menos su hija y más como Hank. Mi padre biológico había sido un mentiroso experto sin rival. Y difícilmente estaba en una posición de ser crítica. —¿No podías parar y encontrar una manera de llamarme? —dijo, no parecía que hubiera creído mi historia ni por un minuto.
—No pasará otra vez. Lo prometo.
—¿Supongo que no estabas con Patch? —No me perdí el énfasis cínico en su nombre. Mi madre le tenía tanto afecto a Patch como a los mapaches que a menudo causaban estragos en nuestra propiedad. No dudo que haya fantaseado con pararse en el porche con un rifle en su hombro, esperando a que él asomara su cara.
Inhalé, jurando que esta sería la última mentira. Si Patch y yo realmente íbamos a escenificar la pelea, era mejor comenzar a plantar las semillas desde ahora. Me dije a mí misma que me ocuparía de mamá y Vee, todo lo demás sería más fácil.
—No estaba con Patch, mamá. Terminamos.
Ella levantó sus cejas, aún sin verse convencida.
—Solo pasó, y no, no quiero hablar acerca de eso. —Comencé a ir hacia las escaleras.
—Nora...
Giré, y había lágrimas en mis ojos. Fueron inesperadas y no eran parte de la actuación. Simplemente recordé la última vez que Patch y yo terminamos realmente, y esa sensación parecida a un tornillo me apretó, robándome el aliento. El recuerdo me perseguiría por siempre. Patch se había llevado las mejores cosas con él, dejando a una chica perdida y hueca detrás. No quería ser esa chica otra vez. Nunca.
La expresión de mi mamá se suavizó. Se unió conmigo en las escaleras, sobó mi espalda con dulzura, y susurró en mi oído.
—Te amo. Si cambias de parecer y quieres hablar...
Asentí, después fui a mi recámara.
¡Ahí está!, me dije a mí misma, tratando fuertemente de sonar optimista. Una menos, falta una. No estaba exactamente mintiéndole a mi mamá y a Vee acerca del rompimiento; simplemente estaba haciendo lo que debía hacer para mantenerlas a salvo. La honestidad era la mejor táctica casi todo el tiempo. Pero algunas veces la seguridad gana todo, ¿cierto? Parecía un argumento válido, pero el pensamiento agrió mi estomago.
Había otro inquietante pensamiento arañando en el fondo de mi mente. ¿Por cuánto tiempo Patch y yo podíamos vivir una mentira... y no dejarla convertirse en verdad?
Las cinco de la mañana del lunes llegó demasiado pronto. Golpeé mi alarma, cortándola a medio bip. Después me di la vuelta y me dije a mí misma: Dos minutos más. Cerré mis ojos y dejé mi mente flotar, vi un nuevo sueño que comenzaba a formarse... y la siguiente cosa que supe fue que tenía un puñado de ropa en la cara.
—Levántate y brilla —dijo Dante, parado a lado de mi cama en la obscuridad.
—¿Qué haces aquí? —chillé atontada, agarrando mi cobija y tirándola hacia arriba.
—Haciendo lo que cualquier entrenador personal haría. Sacar tu trasero de la cama y vestirte. Si no estás en la salida en tres minutos, volveré con un balde de agua fría.
—¿Cómo entraste?
—Dejaste tu ventana abierta. Tal vez deberías romper ese hábito. Es difícil controlar lo que entra cuando le das al mundo un pase libre.
Se fue hacia la puerta de mi recámara mientras yo salía de la cama.
—¿Estás loco? ¡No uses el pasillo! Mi mamá podría escucharte. ¿Un chico haciendo el paseo de la vergüenza saliendo de la puerta de mi recámara? ¡Estaría castigada de por vida!
Él se veía divertido.
—Que conste, no estaría avergonzado. —Me quedé allí diez segundos después de que él se fuera, preguntándome si se suponía que debía leer entre líneas sus palabras. Claro que no. Su línea podría haberse sentido como coqueteo, pero no lo era. Fin de la historia.
Me puse unos leggings negros y una playera elástica de micro fibra, me hice una cola de caballo. Sin nada más, me vería bien cuando Dante me pusiera contra el suelo.
Exactamente tres minutos más tarde. Lo encontré en la entrada. Miré alrededor, sintiendo la ausencia de algo importante.
—¿Dónde está tu coche?
Dante me pegó ligeramente en mi hombro.
—¿Te sientes perezosa? Tch, tch. Pensé que podíamos calentar con una vigorosa caminata de diez millas. —Él apuntó hacia el área llena de árboles al otro lado de la calle. Cuando éramos niñas Vee y yo explorábamos el bosque e incluso habíamos construido un fuerte un verano, pero nunca había tomado el tiempo para preguntarme qué tan grande era. Aparentemente, al menos diez millas—. Después de ti.
Dudé. No me sentía muy bien corriendo hacía la vida salvaje con Dante. Él había sido uno de los hombres cercanos de Hank, razón suficiente para no gustarme o confiar en él. En retrospectiva, nunca debí acceder a entrenar a solas con él, especialmente si nuestro campo de entrenamiento era remoto.
—Después de entrenar, probablemente deberíamos revisar las críticas que tengo de varios grupos nephilim acerca de la moral, expectativas y de ti —añadió Dante.
"Después del entrenamiento". Eso significaba que él no intentaba abandonarme en el fondo de un pozo abandonado en la próxima hora. Además, ahora Dante me rendía cuentas. Me juró lealtad. Ya no era el teniente de Hank, ahora era mío. No se atrevería a lastimarme.
Dándome el lujo de un último pensamiento feliz sobre un maravilloso sueño, le resté importancia a la fantasía y fui hacia la línea de árboles. Las ramas se extendían como un dosel en lo alto, dejando fuera el pequeño rastro de luz que el cielo de la mañana habría podido ofrecer. Fiándome en mi visión Nephilim aumentada, corrí rápido, saltando por encima de árboles caídos, esquivando ramas bajas, y manteniendo mis ojos en las rocas y otros escombros camuflados. La tierra era traicioneramente desigual, y a la velocidad a la que iba una pisada errónea podría ser desastrosa.
—¡Más rápido! —ladró Dante detrás de mí—. Corre más ligero. Te escuchas como una estampida de rinocerontes. ¡Podría encontrarte y atraparte con mis ojos cerrados!
Tomé sus palabras en serio, levantando mis pies al momento que llegaban al piso, repitiendo el proceso con cada pisada, concentrándome en hacerme menos ruidosa y no detectable. Dante me rebasó fácilmente.
—Atrápame —ordenó.
Persiguiéndolo, me maravillé de la fuerza y agilidad de mi nuevo cuerpo nephilim. Estaba sorprendida por cuán torpe, lento y descoordinado había sido mi cuerpo humano en comparación. Mi atletismo no solamente había mejorado, era superior.
Crucé por debajo de ramas, salté sobre baches, y corrí alrededor de rocas como si estuviera en un campo de obstáculos que hace muchos años había memorizado. Y mientras me sentía corriendo lo suficientemente rápido para despegar hacía el cielo en cualquier momento, mi paso se retrasó detrás de Dante. Él se movía como un animal, ganando el impulso de un predador persiguiendo su siguiente comida. Pronto le perdí el rastro por completo.
Tragué, forzando mis oídos. Nada. Un momento después apareció de la obscuridad.
—Eso fue patético —criticó—. De nuevo.
Pasé las siguientes dos horas persiguiéndolo y escuchando la misma instrucción una y otra vez: De nuevo. Y de nuevo. Aún no estaba bien, de nuevo. Estaba a punto de dejarlo, los músculos de mis piernas temblaban exhaustos y mis pulmones ardían en carne viva, cuando Dante regresó. Me dio una palmada de felicitaciones en la espalda.
—Buen trabajo. Mañana nos movemos al entrenamiento de fuerza.
—¿Eh? ¿Levantando rocas? —dije cínicamente aun jadeando y resoplando.
—Arrancando árboles.
Me quedé mirándolo.
—Derribándolos —explicó alegremente—. Ten una noche de sueño completa, la necesitarás.
—¡Oye! —lo llamé—. ¿No estamos a kilómetros de mi casa?
—Cinco de hecho. Considéralo tu trote de enfriamiento.