Mi primer pensamiento consciente fue el de estar clavada. No. Clavada en el interior. Encerrada en el más estrecho de los ataúdes. Enredada en un red. Indefensa y controlada por otro cuerpo. Un cuerpo que lucía como el mío propio, con las mismas manos, el mismo cabello, idéntico hasta el más mínimo detalle, pero un cuerpo sobre el que no tenía control. Un extraño cuerpo fantasma que actuaba contra mi voluntad, arrastrándome en su corriente.
Mi segundo pensamiento fue Patch.
Patch estaba besándome. Besándome de una manera que me aterrorizaba aún más que el cuerpo fantasma y su influencia inquebrantable sobre mí. Su boca, en todas partes. La lluvia, cálida y dulce. El aumento de un trueno distante. Y su cuerpo, tomando el espacio, manteniéndose cerca, irradiando calor.
Patch.
Asombrada y agitada, me aferré a ese recuerdo. Rogué por liberarme.
Di un grito ahogado, como si viniera de una larga distancia, castigada a estar bajo el agua. Al mismo tiempo, mis ojos se abrieron.
—¿Qué pasa? —Jev preguntó, tomándome protectoramente por los hombros mientras me desplomaba contra él.
Estábamos de regreso en su estudio de granito, las mismas velas parpadeando a lo largo de las paredes. La familiaridad de todo eso me inundó de alivio.
Estaba aterrorizada de estar atrapada ahí. Aterrorizada por la sensación de estar cautiva en un cuerpo que no podía controlar.
—Tu recuerdo era sobre mí —Me atraganté—. Pero no era una doble. Yo estaba atrapada dentro de mi cuerpo, pero no podía controlarlo. No podía moverlo.
Era... espantoso.
—¿Qué viste? —preguntó, con el cuerpo lo suficientemente tenso como para ser de piedra. Un buen empuje en la dirección equivocada y podría hacerse añicos.
—Estábamos por encima de esto. En el cobertizo. Cuando dije tu nombre, no dije Jev. Te llamé Patch. Y estabas... besándome. —Estaba demasiado conmocionada para pensar en sonrojarme.
Jev alisó mi cabello lejos de mi rostro, acariciando mi mejilla.
—No hay nada equivocado —murmuró—. En ese entonces me conocías como Patch. Ese era el nombre que tenía cuando nos conocimos. Abandoné el nombre cuando te perdí. He sido Jev desde entonces.
Me sentí estúpida por llorar, pero no podía detenerme. Jev era Patch. Mi antiguo novio. De pronto tuvo sentido. No era de extrañar que nadie hubiera reconocido el nombre de Jev, lo había cambiado después de que desaparecí.
—Te devolví el beso —le dije, aún llorando suavemente—. En el recuerdo.
La tensión en su rostro se suavizó.
—¿Eso es malo?
Me pregunté si alguna vez podría decirle exactamente lo que su beso me había hecho. Fue tan agradable que sin ayuda me ahuyentó fuera de su recuerdo.
Para evitar tener que contestarle, dije:
—Me dijiste antes que trataste de traerme aquí, a tu casa, una vez antes, pero Hank nos detuvo. Creo que ese fue el recuerdo que vi. Pero no vi a Hank. No recordé hasta ese punto. Rompí la conexión. No pude soportar estar dentro de mi cuerpo pero no ser capaz de controlarlo. No estaba preparada para cuán real se sentiría.
—La chica en el control de tu cuerpo, eras tú —me recordó—. Eras tú en el pasado. Antes de que perdieras la memoria.
Me puse de pie de un salto, paseándome por la habitación.
—Tengo que volver.
—Nora...
—Tengo que enfrentarme a Hank. Y no puedo hacerlo aquí hasta que lo haya enfrentado ahí —le dije, enterrando mi dedo en las cicatrices de Jev. Y tú enfrentarte a ti mismo, pensé. Tienes que afrontar la parte de ti que sabe la verdad.
Jev me dio una mirada deliberada.
—¿Quieres que te lleve?
—No. Esta vez iré sola todo el camino.
En el momento en que llegué de vuelta dentro de los recuerdos de Jev, sentí un interruptor cambiando, y lo siguiente que supe, era que estaba reviviendo la escena en retrospectiva a través de los ojos de la chica que había sido antes de que mi memoria se dañara. Su cuerpo se apoderó del mío, y sus pensamientos eclipsaron los míos. Respiré a través de su pánico, abriéndome a ella, a mí.
En el exterior, la lluvia hacia un silbido metálico mientras crepitaba en el almacén. Patch y yo ambos estábamos mojados por ella, y él lamía gotas de lluvia de mis labios. Agarré la cintura de sus pantalones, atrayéndolo más cerca.
Nuestras bocas se deslizaron sobre la otra, una cálida distracción del frío en el aire. Acarició mi cuello cariñosamente.
—Te amo. Soy más feliz ahora de lo que recuerdo haber sido alguna vez.
Estaba a punto de responder, cuando la voz de un hombre, inexplicablemente familiar, provino desde la parte más oscura del cobertizo.
—Qué conmovedor… Agarren al ángel.
Un puñado de jóvenes, excesivamente altos, sin duda Nefilims, salieron de las sombras y rodearon a Patch, retorciendo sus brazos detrás de su espalda.
Apenas y tuve tiempo para asimilar lo que estaba sucediendo, cuando la voz de Patch interrumpió mis pensamientos con tanta claridad, como si me hablara al oído. <<Cuando comience a pelear, huye. Toma el Jeep. No vayas a casa. Quédate en el Jeep y sigue conduciendo hasta que te encuentre.>>
El hombre que permanecía en la parte posterior del almacén, dando órdenes a los otros, dio un paso adelante colocándose bajo un nebuloso rayo de luz que se deslizaba entre las muchas grietas del almacén. Estaba anormalmente bien conservado para su edad, con claros ojos azules y una despiadada sonrisa en su boca.
—Sr. Millar —susurré.
¿Cómo podía él estar aquí? Después de todo por lo que había pasado esta noche, un intento casi fatal en mi vida, el aprendizaje de la sórdida verdad sobre mi herencia, y superar todo para estar con Patch, ¿ahora esto? No parecía real.
—Permíteme presentarme adecuadamente —dijo él—. Soy la Mano Negra. Conocí muy bien a tu padre Harrison. Me alegra que no esté aquí, en este momento, para verte degradándote a ti misma con una de las crías del diablo.
—Negó con su cabeza hacia mí—. No eres la chica que pensé que llegarías a ser, Nora. Fraternizar con el enemigo, haciendo una burla a tu herencia. Creo que incluso hiciste estallar una de mis casas de refugio Nefilim anoche. Pero no importa. Puedo perdonar eso. —Hizo una pausa significativa—. Dime, Nora. ¿Fuiste tú quien mató a mi querido amigo y socio, Chauncey Langeais?
Mi sangre se heló. Estaba atrapada entre el impulso de mentir y el conocimiento de que no serviría de nada. Él sabía que yo había matado a Chauncey. La fría mueca de su boca me desaprobaba en juicio.
<<¡Ahora!>> gritó Patch, cortando mis pensamientos. <<¡Corre!>>
Salí corriendo por la puerta del cobertizo. Pero sólo logré unos cuantos pasos antes de que un Nefil enganchara mi codo. Igual de rápido, tiró de mi otro brazo detrás de mi espalda. Traté de liberarme de la llave, cada movimiento era una desesperada embestida por la puerta del cobertizo.
Las pisadas del Hank Millar cruzaron el cobertizo detrás de mí.
—Se lo debo a Chauncey.
Y el frío que había sentido por la lluvia se había desvanecido, gotas de sudor corrían por debajo de mi camisa.
—Ambos compartíamos una visión. Una con la que intentamos ver hasta el final
—Hank continuó—. ¿Quién hubiera adivinado que de todas las personas serías tú la que casi lo destruyera?
Una serie de rencorosas respuestas me vinieron a la mente, pero no me atreví a decírselas a Hank. Mi única posesión era el tiempo, y necesitaba mantenerlo de mi lado. El Nefil me giró mientras Hank sacaba una larga y delgada daga de la cintura de sus pantalones.
<<Toca mi espalda.>>
La voz de Patch cortó a través del pánico resonando entre mis orejas. Frenéticamente, lo miré de reojo.
<<Ve dentro de mi memoria. Toca el lugar donde mis alas se funden en mi espalda.>>
Asintió con la cabeza, instándome a actuar.
Es más fácil decirlo que hacerlo, pensé hacia él, a pesar de que sabía que no podía oírme. Una distancia de casi dos metros nos separaba, y ambos estábamos cautivos por Nefilims.
—Suéltame —le espeté al Nefil sujetando mis brazos—. Ambos sabemos que no iré a ninguna parte. No puedo dejarlos atrás a todos.
El Nefil miró a Hank, quien confirmó mi solicitud con un ligero asentimiento.
Luego suspiró, casi aburrido.
—Lamento hacer esto, Nora. Pero la justicia debe ser impartida. Chauncey habría hecho lo mismo por mí.
Me froté la parte interior de mis codos, con mi piel ardiendo en donde el Nefil se había apoderado de mí.
—¿Justicia? ¿Qué hay sobre la familia? Soy tu hija por sangre. —Y nada más.
—Eres una mancha en mi herencia —contradijo él—. Una renegada. Una humillación.
Le di la mirada más oscura que tenía dentro de mí, aunque mi estómago se enturbió por el miedo.
—¿Estás aquí para vengar a Chauncey, o es esto un intento de salvar tu prestigio? No pudiste manejar a tu hija saliendo con un ángel caído y que te avergonzara frente a tu pequeño ejército de Nefilims? ¿Me estoy acercando? — Era demasiado para no descolocarlo.
Hank frunció ligeramente el ceño.
<<¿Crees que podrías conseguir entrar en mi memoria antes de que él te rompa el cuello?>> Patch me siseó en mi mente.
No miré a Patch, temerosa a perder mi resolución si lo hiciera. Ambos sabíamos que escapar dentro de su memoria no iba a sacarme de aquí. No haría más que transportar mi mente a su pasado. Y supuse que eso era lo que quería Patch, que estuviera en algún otro lugar cuando Hank me asesinara. Patch sabía que esto era el fin, y me estaba salvando del dolor de ser consciente de mi propia ejecución. Una ridícula imagen de un avestruz con la cabeza en la arena llegó claramente a mi mente. Si iba a morir en los próximos momentos, no sería antes de decir las palabras que esperaba que persiguieran a Hank por el resto de la eternidad.
—Supongo que fue algo bueno que escogieras mantener a Marcie como tu hija en lugar de a mí —le dije—. Ella es linda, popular, tiene citas con los chicos adecuados, y es demasiado tonta para cuestionar cualquier cosa que hagas. Pero sé que es un hecho que los muertos pueden regresar. Vi a mi padre esta noche, mi verdadero padre.
El ceño en el rostro de Hank se profundizó.
—Si él puede venir a visitarme, no hay nada que me impida visitar a Marcie, o a tu esposa. Y no me detendré ahí. Sé que estás saliendo con mi mamá a escondidas de nuevo. Le diré la verdad sobre ti, muerta o viva. ¿Cuántas citas crees que puedes exprimir antes de que le haga saber que tú me asesinaste?
Eso fue todo lo que tuve tiempo de decir antes de que Patch estrellara su rodilla en el estómago del Nefil sosteniendo su brazo derecho. El Nefil se desplomó, y Patch osciló su puño libre en la nariz del Nefil sujetando su brazo izquierdo.
Hubo un horrible crujido, y un aullido lastimero.
Corrí hacia Patch, tirándome contra él.
—Date prisa —dijo, obligando mi mano a la parte trasera de su camisa.
Extendí mi mano a ciegas en la espalda de Patch, esperando hacer contacto con el lugar donde sus alas se fusionaban en su piel. Sus alas estaban hechas de materia espiritual y no podía verlas o sentirlas, pero sólo tenía sentido que abarcaran una buena parte de su espalda y fueran difíciles de perder.
Alguien, Hank o uno de los otros Nefilim, rozó mis hombros, pero sólo me tropecé un poco, los brazos de Patch estaban a mí alrededor, bloqueándome contra él. Sin tiempo que perder, arrojé de nuevo mi mano por segunda vez sobre la suave y tonificada piel de la espalda de Patch. ¿Dónde estaban sus alas?
Él me besó en la frente toscamente y murmuró algo ininteligible. No había tiempo para más. Una ardiente luz blanca explotó en la parte trasera de mi mente. Al momento siguiente, estaba suspendida en un oscuro universo salpicado con pinchazos de luz de colores. Sabía que tenía que moverme hacia cualquiera de los millones de los pinchazos de luz, cada uno guardaba un recuerdo, pero parecían estar a kilómetros de distancia.
Escuché gritar a Hank, y supe que eso significaba que no había cruzado por completo. Tal vez mi mano estaba cerca de la base de las alas de Patch, pero no lo suficientemente cerca. No podía bloquear las imágenes parpadeantes de todas las formas horribles y dolorosas en las que Hank podría terminar con mi vida, y me abrí camino a través de la oscuridad, determinada a ver a Patch en sus recuerdos una vez más antes de que todo hubiera terminado.
Lágrimas nublaron mi visión. El fin. No quería que este fuera el momento, robándome detrás de mí sin advertencia. Tenía tanto que quería decirle a Patch.
¿Sabía él lo mucho que significaba para mí? Lo que tuvimos juntos, apenas había comenzado. Todo no se podría venir abajo ahora.
Convoqué una imagen del rostro de Patch. La imagen que elegí era de la primera vez que nos conocimos. Su cabello era largo, rizado sobre sus orejas, y sus ojos parecían que no se perdían nada, percibiendo los secretos y deseos de mi alma. Recordé la expresión de asombro en su rostro cuando lo asalté en Bo's Arcade, alterando su juego de billar, y demandando que me ayudara a terminar nuestra tarea de biología. Recordé su sonrisa lobuna, retándome a seguir el juego, mientras se movía para besarme por primera vez en mi cocina...
Patch también estaba gritando. No delante de mí en sus recuerdos, sino muy debajo de mí, en el almacén. Dos palabras se elevaron por encima de las demás, sonando distorsionadas en mis oídos, como si hubieran viajado una gran distancia.
Trato. Compromiso.
Fruncí el ceño, esforzándome por escuchar más. ¿Qué estaba diciendo Patch?
De pronto temí que fuese lo que fuese, no me gustaría.
¡No! Grité, necesitando que Patch se detuviera. Traté de impulsarme de nuevo al almacén, pero estaba en el vacío, flotando inútilmente. ¡Patch! ¿Qué le estás diciendo? Sentí un extrañó tirón en mi cuerpo, como si hubiese sido enganchada detrás de mi espalda. El sonido de voces gritando se arremolinaban alejándose detrás de mí, mientras me precipitaba hacia una luz cegadora y dentro de los pasillos de la memoria de Patch.
Una vez más.
Estuve dentro del segundo recuerdo en un instante. Estaba de pie de nuevo en el frío húmedo del almacén rodeada por Hank, sus hombres Nefilim, y Jev, y sólo pude deducir que este segundo recuerdo había comenzado precisamente donde el último había terminado. Sentí el familiar interruptor cambiar, pero esta vez no estaba atrapada dentro de una versión de mí misma del pasado. Mis pensamientos y acciones pertenecían a la yo del presente. Ahora era una doble, un espectador invisible, observando a la versión de Jev de este momento, mientras él recordaba.
Jev sostenía una lánguida versión de mi cuerpo. Mi cuerpo estaba flácido excepto por mi mano, que estaba extendida en su espalda. Mis ojos estaban en blanco y vagamente me pregunté si recordaría ambos recuerdos cuando me retirara por completo.
—Ah, sí. Había escuchado acerca de ese truco —Hank dijo—. Es verdadero tengo entendido. Ella está dentro de tu memoria mientras hablamos, ¿y todo esto es por sólo tocar tus alas?
Mirando a Hank, sentí una oleada de impotencia. ¿Acababa de decir que él era mi padre? Lo había hecho. Sentí una compulsión de golpear mis puños contra su pecho hasta que lo negara, pero la verdad quemaba como una fiebre en mi interior. Podía aborrecerlo todo lo que quisiera, pero no cambiaba el hecho de que su vil sangre corría a través de mis venas. Harrison Grey pudo haberme dado todo el amor de un padre, pero Hank Miller me había dado la vida.
—Haré un acuerdo —Jev dijo toscamente—. Algo que quieras, a cambio de la vida de Nora.
Los labios de Hank hicieron una mueca.
—¿Qué podrías probablemente tener que quisiera?
—Estás creando un ejército de Nefilim con la esperanza de derrocar a los ángeles caídos mientras es Jeshvan. No luzcas sorprendido. No soy el único ángel que sabe lo que estás haciendo. Las bandas de ángeles caídos están formando alianzas, y van a hacer que tus vasallos Nefilim lamenten el pensar que alguna vez puedan liberarse. No va a ser un lindo Jeshvan para cualquier Nefil que lleve la marca de lealtad de la Mano Negra. Y eso es sólo la punta del iceberg cuando se trata de lo que tienen guardado. Nunca vas a lograr esto sin un hombre desde adentro.
Hank hizo un gesto para despedir a sus hombres.
—Déjenme a solas con el ángel. Llévense a la chica afuera.
—Estás bromeando si crees que la voy a dejar fuera de mi vista —Jev dijo.
Hank cedió con un gruñido divertido.
—Muy bien. Mantenla contigo mientras puedas —Tan pronto como salieron los Nefilim, Hank dijo: —Sigue hablando.
—Deja vivir a Nora, y espiaré para ti.
Las rubias cejas de Hank se elevaron.
—Vaya, vaya. Tus sentimientos por ella son más profundos de lo que pensaba.
—Su mirada examinó mi figura inconsciente—. Me atrevería a decir que ella no vale la pena. Lamentablemente, no me importa lo que tú y tus amigos ángeles guardianes piensen de mis planes. Estoy mucho más interesado en los ángeles caídos, lo que están pensando, cualquier contramedida que ellos puedan intentar. Ya no eres uno de ellos. Así que, ¿cómo planeas ser cómplice de sus tratos?
—Déjame a mí preocuparme por eso.
Hank consideró a Jev con ojo perspicaz.
—Está bien —dijo al fin—. Estoy intrigado —Se encogió de hombros descuidadamente—. No soy el único que puede llegar a perder. ¿Supongo que tendrás que hacer un juramento?
—No sería de otra manera —dijo Jev fríamente.
Sacando la daga una vez más de la cintura de sus pantalones, Hank hizo un corte a través de la palma de su mano izquierda.
—Hago mi juramento de que dejaré vivir a la chica. Si rompo mi juramento, ruego poder morir y volver al polvo del que fui creado.
Jev aceptó la daga y luego corto su mano. Haciendo un puño, sacudió algunas gotas de una sustancia similar a la sangre.
—Juro proveerte de toda la información que pueda sobre lo que los ángeles caídos estén planeando. Si rompo mi juramento, voluntariamente me encerraré en las cadenas del infierno.
Ambos se estrecharon las manos, mezclando su sangre. En el momento en que se separaron, sus heridas se habían curado perfectamente.
—Mantente en contacto —dijo Hank con ironía, quitando el polvo de su camisa como si estar en el almacén de alguna manera la hubiera manchado. Levantó su teléfono celular a su oído, y cuando atrapó a Jev observándolo, explicó—. Me aseguro de que mi auto esté listo —Sin embargo, cuando habló por el teléfono, sus palabras adoptaron un tonó más severo—. Envía a mis hombres. A todos ellos. Quiero que se lleven a la chica.
Jev se quedó inmóvil. A pesar de que el sonido de pies corriendo se acercaban al almacén, dijo
—¿Qué es esto?
—Hice un juramento de que la dejaría vivir —Hank le informó—. Sobre cuándo la libere depende de mí, y de ti. Ella es tuya después de que me hayas dado la información suficiente para garantizar que pueda derrocar a los ángeles caídos durante el Jeshvan. Considéralo un seguro por Nora.
Los ojos de Jev volaron hacia la puerta del almacén, pero Hank lo interrumpió suavemente:
—No vayas por ese camino. Eres superado en número en veinte contra uno. Ambos odiamos ver a Nora siendo innecesariamente herida en una pelea. Juega a esto inteligentemente. Entrégamela.
Jev agarró la manga de Hank, atrayéndolo hacia él.
—Si te la llevas, me encargaré de que tu cadáver fertilice el suelo en el que estamos de pie —dijo, con su voz más venenosa que jamás había oído.
Nada en la expresión de Hank dio un indicio de miedo. En todo caso, parecía casi petulante.
—¿Mi cadáver? ¿Es esa mi señal para reír?
Hank abrió la puerta del almacén, y sus hombres Nefilim asaltaron dentro.
Al igual que un sueño, los recuerdos de Jev terminaron antes de que comenzaran. Hubo un momento de desorientación, y luego el estudio de granito se enfocó. La silueta de Jev estaba de pie contra la luz de las vela. La llama le daba sólo la iluminación suficiente para darle un brillo severo a sus ojos. Un ángel oscuro, en efecto.
—Está bien —le susurré, atormentada por la sensación persistente de vértigo—. Está bien... entonces.
Él sonrió, pero su expresión era insegura.
—¿Está bien, entonces? ¿Eso es todo?
Volví mi rostro hacia el suyo. Difícilmente podía mirarlo de la misma manera que antes. Estaba llorando sin darme cuenta que había empezado.
—Hiciste un trato con Hank. Salvaste mi vida. ¿Por qué harías eso por mí?
—Ángel —murmuró, sosteniendo mi rostro entre sus manos—. No creo que entiendas las distancias que recorrería si eso significa mantenerte aquí conmigo.
Mi garganta se atragantó con emoción. No podía encontrar las palabras. Hank Millar, un hombre que había esto silenciosamente en las sombras por años, era revelado ahora como quien me había dado la vida, sólo para tratar de ponerle fin, y Jev era la razón por la que estaba viva. Hank Millar. El hombre que había estado en mi casa en numerosas ocasiones, como si perteneciera ahí. Quien había sonreído y besado a mi mamá. Quien me había hablado con calidez y familiaridad...
—Él me secuestró —dije, juntando todas las piezas. Lo había sospechado antes, pero los recuerdos de Jev llenaron los espacios vacíos con una claridad sorprendente—. Él hizo el juramento de que no me mataría, pero me mantuvo como rehén para asegurarse que estuvieras motivado para espiar por él. Tres meses enteros. Encadenó a todos a lo largo de tres meses. Todo para tener en sus manos la información acerca de los ángeles caídos. Dejó que mi madre creyera que yo estaba muerta.
Por supuesto que lo había hecho. Había demostrado no tener reparos a la hora de ensuciarse las manos. Era un Nefil poderoso, capaz de un arsenal de trucos mentales. Y después de deshacerse de mí en el cementerio, los usó para mantener mis recuerdos muy, muy lejos. Después de todo, no podía liberarme y tenerme gritando sus actos diabólicos al mundo.
—Lo odio. Las palabras no pueden expresar cuán enfadada estoy. Quiero hacerlo pagar. Lo quiero muerto —dije con severa resolución.
—La marca en tu muñeca —dijo Jev—. No es una marca de nacimiento. La he visto antes dos veces. En mi viejo vasallo Nefil, un hombre llamado Chauncey Langeais. Hank Millar también tiene la marca, Nora. La marca te vincula con tu línea de sangre, como una expresión externa de un marcador genético o una secuencia de ADN. Hank es tu padre biológico.
—Lo sé —dije, sacudiendo mi cabeza con amargura.
Entrelazó su mano con la mía, cepillando un beso en mis nudillos. Estaba extremadamente consciente de la presión de su boca, con pequeñas hormigas nadando bajo mi piel.
—¿Lo recuerdas?
—Lo escuché yo misma en el recuerdo, pero debo haberlo sabido ya. No estaba sorprendida, estaba molesta. No recuerdo la primera vez que lo supe. — Presioné un pulgar en la marca cortando en la parte interior de mi muñeca—.Pero lo siento. Hay una desconexión entre mi mente y mi corazón, pero siento la verdad. Las personas dicen que cuando pierden su visión, su oído se agudiza.
He perdido parte de mi memoria, pero tal vez mi intuición es más fuerte.
Ambos consideramos esto en silencio. Lo que Jev no sabía era que mi verdadero linaje no era la única pieza de información en la que mi intuición estaba haciendo un juicio.
—No quiero hablar sobre Hank. En este momento. Quiero hablar sobre otra cosa que vi. O más bien, debería decir que descubrí.
Él consideró en partes iguales con curiosidad y cautela.
Tomé una profunda respiración.
—Aprendí que, o estaba loca de amor por ti, o estaba montando la mejor actuación de mi vida.
Sus ojos permanecieron cuidadosamente en guardia, pero me pareció ver un destello de esperanza en ellos.
—¿Hacia cuál de ellas te estás inclinando?
Sólo hay una manera de averiguarlo.
—En primer lugar, tengo que saber lo que pasó entre tú y Marcie. Este es uno de esos momentos en los que darme la revelación completa es tu mayor interés —le advertí—. Marcie dijo que tú fuiste su aventura de verano. Scott me dijo que ella desempeñó un papel en nuestra separación. La única que falta es tu versión.
Jev acarició su barbilla.
—¿Me veo como una aventura de verano?
Traté de imaginar a Jev jugando con un Frisbee en la playa o frotándose protector solar. Traté de imaginarlo comprándole helado a Marcie en el paseo marítimo y escuchando pacientemente su interminable charla. De cualquier manera lo intenté, y la imagen trajo una sonrisa a mi rostro.
—Buen punto —le dije—. Así que, escúpelo.
—Marcie era una asignación. No me había convertido en renegado aún, todavía tenía mis alas, que me convertían en un ángel guardián, tomaba órdenes de los arcángeles, y ellos querían que mantuviera un ojo en ella. Es la hija de Hank, lo que equivale a un peligro por asociación. La mantuve a salvo, pero no fue una agradable experiencia. He hecho todo lo posible para dejar atrás ese recuerdo.
—¿Así que, no pasó nada?
Su boca se inclinó ligeramente.
—Casi le disparo una o dos veces, pero la emoción termina ahí.
—Perdiste la oportunidad.
Se encogió de hombros.
—Siempre hay una próxima vez. ¿Aún quieres hablar sobre Marcie?
Sostuve su firme mirada, negando con la cabeza.
—No tengo ganas de hablar —le confesé en voz baja.
Me puse de pie, tirando de él hacia mí, un poco mareada por la audacia de lo que estaba a punto de hacer. De todas las resbaladizas emociones en mi interior, fui capaz de captar sólo dos de ellas. Curiosidad y deseo.
Él se mantuvo perfectamente inmóvil.
—Ángel —dijo, ásperamente. Acarició con su pulgar a lo largo de mi mejilla, pero me retiré un poco hacia atrás.
—No apresures esto. Si hay algún recuerdo de estar contigo que quede dentro de mí, no puedo forzarlo. —Esta era una verdad a medias. La otra mitad la guardé para mí. Había estado fantaseando secretamente con este momento desde la primera vez que había visto a Jev. Había creado un centenar de variaciones de esto en mi cabeza desde entonces, pero mi imaginación nunca se había acercado a hacerme sentir de la manera en que lo hacía en este momento. Sentí una atracción irresistible, atrayéndome más y más cerca.
No importa lo que pasó, no quería volver a olvidar lo que sentía con Jev. Quería imprimir su tacto, su sabor, incluso de su esencia, tan sólidamente dentro de mí, que nadie, nadie, podría llevárselos lejos.
Deslicé mis manos por su torso, memorizando ondulación de músculo. Aspiré la misma esencia que tuve esa primera noche en el Tahoe. Cuero, especias, menta.
Tracé los planos de su rostro con mis dedos, explorando curiosamente sus afilados, casi italianos rasgos. A lo largo de eso, Jev no se movió, soportando mi tacto con los ojos cerrados.
—Ángel —repitió con voz tensa.
—Todavía no.
Extendí mis dedos a través de su cabello, sintiéndolo revolotear a través de ellos. Entregué cada mínimo detalle a mi memoria. La sombra bronceada de su piel, la línea confiada en su postura, la seductora longitud de sus pestañas. Él no tenía líneas limpias y simetrías perfectas, y lo encontré aún más interesante poreso. Se acabaron las evasivas, me dije al fin. Inclinándome, cerré los ojos.
Su boca se abrió bajo la mía, las rigurosas riendas de su control estremeciéndose a través de su cuerpo. Sus brazos se envolvieron a mi alrededor, asegurándome contra él. Me besó aún más fuerte, y la profundidad de mi respuesta me desconcertaba. Mis piernas se sentían pesadas y temblorosas. Me hundí en Jev, y él nos llevó hacia atrás lentamente por la pared hasta que estuve a horcajadas en su regazo. La claridad iluminó mi interior, y el calor de ella consumía cada esquina vacía. Un mundo oculto se abrió entre nosotros, uno que era tan espantoso como familiar. Sabía que era real. Lo había besado así antes. Había besado a Patch de esta manera antes. No podía recordar el llamarlo de otra manera más que Jev, pero de alguna manera Patch se sentía sólo... correcto. La deliciosa calidez de estar con él, llegó rugiendo detrás, amenazándome con tragarme entera.
Me separé primero, trazando mi lengua a lo largo de mi labio inferior.
Patch hizo un bajo e interrogativo sonido.
—No ha estado mal, ¿no?
Incliné mi cabeza hacia la suya.
—La práctica hace la perfección.