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Hush-hush

Un juramento sagrado. Un ángel caído. Un amor prohibido. autora real. Becca Fitzpatrick SINOPSIS Para Nora Grey, el romance no era parte del plan. Ella nunca se había sentido particularmente atraída hacia los chicos de su escuela, sin importar lo mucho que su mejor amiga, Vee, los empujara hacia ella. No hasta que Patch llegó a su vida. Con su sonrisa fácil y ojos que parecen ver dentro de ella, Nora se siente atraída hacia él, en contra de todos sus instintos. Pero después de una serie de aterradores encuentros, Nora no sabe en quien confiar. Patch parece estar donde quiera que esté ella, y saber más sobre ella que sus amigos más cercanos. Ella no sabe si correr hacia sus brazos o correr y esconderse. Y cuando intenta encontrar algunas respuestas, se acerca a una verdad que es mucho más incomoda que todo lo que Patch la hace sentir. Nora esta justo en medio de una antigua batalla entre los inmortales y aquellos que han caído- y cuando tiene que escoger un bando, la elección equivocada le costará su vida.

Luuh · Tổng hợp
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105 Chs

cap. 16

La forma de transporte de Scott era un Dodge Charger modelo 1971, no precisamente el auto más silencioso para un chico que insistía en mantener un perfil bajo. Añadiendo el hecho de que el tubo de escape sonaba como si tuviera una grieta y estaba bastante segura que podíamos ser oídos en varias cuadras a la redonda. Aunque pensaba que sólo estábamos agregando sospecha al conducir como un trueno por la ciudad con nuestras capuchas puestas, Scott fue categórico.

—La Mano Negra tiene espías en todas partes —me informó una vez más. Como para acentuar su punto, sus ojos giraron hacia el espejo retrovisor—. Si nos atrapa juntos.... —Dejó que la frase colgara en el aire.

—Lo entiendo —dije. Palabras valientes, considerando que enviaron un estremecimiento por todo mi cuerpo. Prefería no pensar en lo que haría Hank si sospechaba que Scott y yo estábamos espiándolo.

—No debí haberte llevado a la cueva —dijo Scott—. Él haría cualquier cosa para encontrarme. No estaba pensando en cómo te impactaría esto.

—Está bien —dije, pero el ominoso escalofrío no había desaparecido—. Estabas sorprendido de verme. No estabas pensando. Y tampoco yo. Aún no estoy pensando —agregué con una temblorosa risa—. De lo contrario, no estaría husmeando en una de sus bodegas. ¿El edificio está bajo vigilancia con cámaras de video?

—No. Supongo que la Mano Negra no quiere evidencia de más que pruebe lo que está sucediendo allí. Los videos pueden filtrarse —añadió significativamente.

Scott aparcó el Charger cerca del Río Wentworth, bajo las ramas caídas de un árbol, y salimos. Para cuando habíamos caminado una cuadra, no podía ver el auto cuando miraba sobre mi hombro. Supuse que esa había sido la razón de Scott para aparcar allí. Caminamos al lado del río, la luna era demasiado delgada para dejar ver nuestras sombras.

Cruzamos la calle Front, yendo entre bodegas de ladrillos viejos, estrechas y altas, construidas una al lado de la otra. El arquitecto original claramente no había querido desperdiciar espacio. Las ventanas de las construcciones estaban engrasadas, cerradas con barrotes de hierro, o cubiertas desde el interior con papel periódico. La basura y las plantas rodadoras atiborraban los cimientos.

—Esa es la bodega de la Mano Negra —susurró Scott. Señaló en dirección a una construcción de ladrillos con una salida de chimenea y ventanas arqueadas—. Ha entrado allí cinco veces la semana pasada. Siempre viene justo antes del amanecer, cuando el resto de la ciudad está durmiendo. Aparca a varias cuadras de aquí y camina el resto del camino a pie. Alguna veces le da la vuelta a una cuadra dos veces para asegurarse que no lo están siguiendo. ¿Aún piensas que está guardando autos?

Tenía que admitirlo, las probabilidades de que Hank tomara esa clase de precaución por un inventario de Toyotas eran bastante bajas. Si algo, sonaba como que él estaba usando el edificio como un negocio de venta de partes robadas, pero en realidad no me creía eso tampoco. Hank era uno de los hombres más ricos e influyentes de la ciudad. No estaba desesperado porconseguir más dinero. No, algo más estaba sucediendo allí. Y por la forma en que los vellos en la parte trasera de mi cuello se erizaron, predije que no era algo bueno.

—¿Vamos a poder ver dentro? —pregunté, preguntándome si las ventanas de la construcción de Hank estaban tapadas como las otras. Aún estábamos demasiado lejos para decirlo con certeza.

—Movámonos otra cuadra y averigüémoslo.

Pasamos por cada edificio en el camino tan cerca que los ladrillos se engancharon a mi capucha. Al final de la cuadra, estábamos los suficientemente cerca de la bodega de Hank para que, mientras las ventanas en los dos pisos de abajo estaban cubiertas con periódico, aquellas en los dos pisos superiores habían sido dejadas sin obstrucciones.

—¿Estás pensando en lo mismo que yo? —preguntó Scott con un misterioso brillo en sus ojos.

—¿Subir por la chimenea y echar un vistazo adentro?

—Podemos echarlo a la suerte. El perdedor sube.

—Ni pensarlo. Esta fue tu idea. Tú deberías subir.

—Gallina. —Sonrió, pero el sudor brilló en su frente. Sacó una barata cámara desechable—. Está oscuro, pero intentaré conseguir fotos claras.

Sin una palabra más, corrimos a cuclillas a través de la calle. Nos apresuramos al callejón detrás del edificio de Hank y no nos detuvimos hasta que estuvimos escondidos tras un basurero lleno de grafiti. Me abracé las rodillas con las manos y tragué aire. No podía decir si mi falta de aliento era debido a la carrera o a la ansiedad. Ahora que habíamos llegado tan lejos, repentinamente deseaba haberme quedado detrás del Charger. O haberme quedado en casa y punto. Mi temor más grande en este punto era ser descubiertas por Hank. ¿Qué tan seguro estaba Scott que no estábamos siendo atrapado por una cinta de vigilancia en este preciso momento?

—¿Vas a subir? —pregunté, esperando en secreto que él hubiera cambiado de idea también y tomara la decisión de regresar al auto.

—O a entrar. ¿Cuáles son las probabilidades de que la Mano Negra olvidara cerrar con seguro? —preguntó, girando la cabeza en dirección a una fila de puertas de bahía.

No había notado las puertas de bahía hasta que Scott las señaló. Se elevaban sobre el suelo y quedaban en un hueco. Perfectas para cargar y descargar cargamentos con privacidad. Eran tres en una fila y algo rondó en mi cabeza cuando las vi. Se veían cómo las puertas de bahía que había imaginado durante mi alucinación en el baño de la escuela. La bodega también tenía un escalofriante parecido con la otra alucinación que había tenido con Jev al lado del camino. Encontré las coincidencias inquietantes, pero no estaba segura de cómo sacar a colación el asunto con Scott. Decirle: Creo que vi este lugar durante una de mis alucinaciones, no iba a darme mucha credibilidad.

Mientras todavía estaba ponderando la espeluznante conexión, Scott dio un salto en la cornisa de cemento e intentó abrir la primera puerta.

—Cerrada. —Se movió hacia el teclado numérico—. ¿Cuál crees que es el código? ¿El cumpleaños de Hank?

—Demasiado obvio.

—¿El cumpleaños de su hija?

—Dudoso. —Hank no me tomaba por estúpida.

—Devuelta al plan A, entonces —suspiró Scott.

Saltó, cayendo sobre el peldaño inferior de la chimenea. Una capa de óxido cayó y el metal dio un bajo gruñido de protesta, pero la polea funcionó, la cadena se aferró a través de él y la escalera bajó.

—Atrápame si caigo. —Fue todo lo que dijo, antes de subir. Probó los dos primero peldaños, balanceando su peso contra ellos. Cuando no cedieron, continuó subiendo, con pasos cuidadosos para minimizar el crujir del metal. Lo observé todo el camino hasta el primer descansillo.

Reformulandome  la idea de que debía seguir echándole un ojo a Scott mientras subía, asomé la cabeza por el costado del edificio. Más adelante, en la esquina adyacente, una larga sombra con forma de cuchillo se esparcía a través de la acera y un hombre caminó hasta quedar a la vista. Retrocedí.

—Scott —susurré en su dirección, mi voz era apenas un sonido.

Él estaba demasiado arriba para escuchar.

Miré hacia la esquina del edificio una segunda vez. El hombre estaba de pie en la esquina con su espalda hacia mí. Entre sus dedos resplandecía el brillo anaranjado de un cigarrillo. Él se inclinó en la calle, mirando a ambos lados de ella. Yo no creía que él estuviera esperando ser recogido y no pensaba que saldría un momento del trabajo para fumar. La mayoría de las bodegas en este distrito habían estado retiradas desde hacía años y era más de medianoche.

Nadie estaba trabajando a esta hora. Si tenía que apostar, apostaría por que este hombre estaba vigilando el edificio de Hank.

Una prueba aún mayor de que lo que Hank estaba escondiendo tenía valor.

El hombre lanzó el cigarrillo bajo su bota, echó un vistazo de nuevo y se quedó mirando tranquilamente hacia el callejón.

—¡Scott! —silbé, ahuecándome la boca—. Tenemos un problema.

Scott estaba más allá del segundo nivel, a sólo unos cuantos pasos de distancia del tercer descansillo. La cámara en su mano, estaba lista para tomar fotos en el momento que él tuviera un vistazo claro.

Dándome cuenta que él no iba a escucharme, agarré una pieza de gravilla y se la lancé. En lugar de golpearlo, sin embargo, la roca golpeó la chimenea, resonando con un clang, clang, clang mientras se echaba hacia atrás.

Me cubrí la boca, paralizada por el miedo. Scott miró abajo y se congeló. Señalé urgentemente con mi dedo al costado del edificio.

Luego, corrí hacia el basurero, agachándome detrás de él. A través de la grieta entre este último y el edificio, observé al guardia del Hank correr para ver.

Debió haber oído la piedra que lancé, porque sus ojos inmediatamente viajaron hacia arriba, intentando localizar el sonido.

—¡Oye! —le gritó a Scott, saltando hacia el peldaño inferior de la chimenea e impulsándose hacia arriba con una velocidad y agilidad que muy pocos  humanos podían alcanzar. Era alto, también, una de las maneras más fáciles que Scott me había enseñado para identificar un Nefil.

Scott trepó por la chimenea, subiendo de a dos peldaños. En su prisa, la cámara se deslizó de su mano, cayendo en el callejón, en donde se hizo añicos. Él lanzó una corta mirada de incredulidad antes de apresurar su escalada. En el cuarto descansadillo, se impulsó por la escalera que se enganchaba con el tejado y desaparecía encima de él.

Analicé apresuradamente mis opciones. El guardia Nefil era sólo a un salto de llegar a Scott, a momentos de acorralarlo en el techo. ¿Golpearía a Scott? ¿Lo arrastraría abajo para interrogarlo? Mi estómago se sacudió. ¿Llamaría a Hank para que viniera y tratara con Scott directamente?

Me apresuré a ir a la parte delantera del edificio y estiré el cuello, intentando localizar a Scott. Cuando lo hice, una sombra se reflejó por encima. No por la esquina del tejado, sino que en el aire entre este edificio y el que estaba cruzando la calle. Parpadeé, aclarando mi visión justo a tiempo para ver un segundo cometa atravesar el cielo, brazos y piernas arremolinándose atléticamente.

Mi mandíbula cayó. Scott y el Nefil estaban saltando edificios. No sabía cómo lo estaban haciendo y no había tiempo para cuestionar la imposibilidad de lo que estaba viendo. Corrí hacia el Charger, tratando de anticiparme a la mente de Scott. Si ambos podíamos vencer al Nefil en el auto, teníamos la posibilidad de escapar. Moviendo los brazos más fuertemente, seguía el sonido de sus zapatos resonando y raspando muy encima.

A mitad de camino al auto, Scott giró repentinamente a la derecha y el Nefil lo siguió. Escuché el último de sus imposibles pasos rápidos llenando la oscuridad. Cuando lo hicieron, un timbre metálico resonó por la acera más adelante.

Saqueé la llave del auto. Sabía lo que Scott estaba haciendo: desviar al Nefil el tiempo suficiente para darme la oportunidad de entrar al auto antes que ellos.

Eran más rápidos—mucho más rápido—y sin minutos de más, no lo lograría.

Aun así, Scott no podía llevar al Nefil en una búsqueda inútil para siempre.

Tenía que apurarme.

En la calle Front, me apresuré todavía más y eché una carrera en la última cuadra hacia el Charger. Estaba mareada, la oscuridad llenaba mi visión.

Agarrándome del costado, me apoyé contra el auto, tomando respiros. Escaneé los tejados atentamente, en busca de cualquier señal de Scott o del Nefil.

Una figura se reflejó en el costado del edificio más adelante, piernas y brazos revolviéndose a través del aire mientras caía. En la parte inferior de la cuarta planta, Scott golpeó el piso, tropezó y giró. El Nefil estaba justo detrás de él, pero arañaba el descansillo. Tiró a Scott al piso y dejó caer un fuerte golpe al lado de su cabeza. Scott se tambaleó, pero se mantuvo consiente. Yo no estaba segura si él sería capaz de manejar tanto como un segundo golpe.

Sin tiempo para pensar, me lancé en el Charger. Giré la llave de Scott para hacerlo arrancar. Encendiendo las luces, conduje directo hacia Scott y el Nefil.

Mis manos agarraron el volante, con fuerza. Por favor, que esto funcione.

Scott y el Nefil giraron para enfrentarme, sus complexiones fueron claras con las luces altas. Scott me gritó, pero no pude entender las palabras. El Nefil también gritó. En el último momento, liberó a Scott y se alejó del parachoques del auto.

Scott no tuvo tanta suerte; él voló sobre el capo. No tenía tiempo para preguntarme si se había herido antes de que se enroscara a sí mismo en el asiento a mi lado.

—¡Acelera!

Pisé fuerte el acelerador.

—¿Qué fue lo que sucedió allí? —grité—. ¡Estabas saltando edificios como si fuera vallas!

—Te dije que soy más fuerte que un hombre promedio.

—Sí, bueno, ¡no mencionaste que volabas! ¡Y me dijiste que no te gustaba usar esa fuerza!

—Quizá cambiaste mi perspectiva. —Una sonrisa pícara cruzó sus labios—. Entonces, ¿te impresioné?

—¿Ese Nefil casi te captura y eso es lo único que te importa?

—Eso pensé. —Sonaba auto-complacido, apretando y relajando su mano, en donde el anillo de la Mano Negra encajaba cómodamente alrededor de su dedo medio. No creía que fuera el momento adecuado como para presionarlo en busca de una explicación. Especialmente dado el alivio que sentí por su decisión de empezar a usarlo de nuevo. Con él, Scott tenía una posibilidad en contra de Hank. Y yo también, por asociación.

—¿En que estabas pensando? —dije, agotada.

—Te estás ruborizando.

—Estoy sudando. —Cuando me di cuenta a dónde estaba llegando él, me apresuré a decir—: ¡No estoy impresionada! Lo que hiciste allá... lo que pudo haber sucedido... —Me quité algunos cabellos de mi rostro y puse mis ideas en orden—. ¡Creo que eres imprudente y descuidado y tienes algo de agallas al hacer sonar esto como una gran broma!

Su sonrisa se convirtió en una enorme risa burlona.

—No más preguntas. Tengo mi respuesta.