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Capítulo 23 - Niña ingenua - Parte 1

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—Un poco más de trabajo en el puente lo mejoraría. Debo decir que está haciendo un trabajo tremendo, Señor Nicholas —elogió el Consejero Principal al Señor de Bonelake.—No esperaba menos de usted.

—Gracias, Reuben, sus palabras son muy apreciadas. Esta fue la única solución que encontramos, después de todo, recorrer las carreteras consume mucho tiempo. No me dijo lo que pensaba sobre la sugerencia de la Condesa sobre la redistribución del Consejo.

—Tendré que pensar un poco más antes de reunir el Consejo para hablar de ello. En realidad, he estado pensando en ello por algún tiempo. ¿Qué piensa al respecto? —preguntó Reuben, el Consejero Principal al Señor.

—Si está considerando mi opinión, diría que es una idea brillante. Si tenemos los cuarteles del Consejo establecidos en todos los imperios, también debería facilitar el trabajo del Consejo —respondió el Señor Nicholas, entrando al salón principal y dándole su abrigo a la criada que estaba de pie en la puerta.

—Estoy bien —dijo Reuben cuando la criada estaba a punto de tomar su chaqueta.

—¿No se va a quedar por la noche? —preguntó el Señor Nicholas al hombre.

—Me he quedado más tiempo del que pretendía y tengo negocios con Lord Wastell —dijo el hombre, refiriéndose al Señor del Imperio del Norte.

—Ah, ya veo. Usted dijo que lo visitaría para cerrar el acuerdo una vez que la chica haya comenzado a vivir aquí—sonrió el Señor al ver al hombre asentir con la cabeza.

—Eso es correcto. No es oficial, por lo tanto, correr la voz cuando la Srta. Curtis y el Sr. Lawson no están comprometidos no sería correcto —dijo y se formó un surco entre las cejas del Consejero Principal; que no era nada nuevo ya que generalmente permanecía allí. Detuvo sus pasos para volverse hacia el Señor con una mirada seria:—La tregua es muy importante, no solo para el Imperio del Este y el Norte, sino también porque será un ejemplo para los otros dos.

El Señor Nicholas sonrió al escucharlo mencionar los otros dos imperios. Ninguno de ellos era perfecto y todos estaban tratando de reprimir al otro para llegar al poder; y aquí estaba el Consejero Principal, que quería llevar la paz a todas las tierras.

No tenía nada en contra del Señor de Woville, pero eran las personas de allí quienes estaban causando las desavenencias. Lo había dejado pasar una vez, pero no era tan tonto como para sentarse sin hacer nada cuando los asuntos que le preocupaban estaban siendo saboteados.

Valeria y Mythweald eran una conversación completamente diferente; que lo confundía porque, por alguna razón, el Señor Norman estaba demasiado obsesionado con el Señor Valeriano y el pensamiento mismo lo hizo reír.

El anciano le dirigió una mirada interrogativa y le contestó:—Por favor, no se preocupe. Tendré mucho cuidado de que no se esparza la voz—le garantizó al hombre.

—Sé que esto no es lo más adecuado para su señoría-

—Por favor, Reuben. Si se trata de la necesidad de arreglar la relación entre los imperios, estaré más que feliz de ayudarle.

El Consejero Principal exhaló:—Se lo agradezco, Señor Nicholas. La chica parecía un poco nerviosa. Espero que pueda llevarse bien con su tía.

—Se llevarán bien y, ¿quién no se pone nervioso cuando se conoce a alguien nuevo? —dijo el Señor Nicholas, sin dejar de caminar.

—Es cierto —dijo Reuben, que estuvo de acuerdo cuando vio a Warren y a la Srta. Curtis a la vista.

—Veo que los dos están de vuelta antes de lo que habiáis dicho. ¿Mi primo la cansó con la visita, señorita Curtis? —preguntó el Señor Nicholas a Heidi, pero antes de que ella pudiera responderle, Warren habló.

—En realidad, nos topamos con algo en la ciudad y decidimos regresar a la mansión. Y no sería posible cubrir Bonelake en un día entero —dijo Warren, antes de ir a donde estaba el Señor y susurró algo en su oído, que ni Heidi ni el Consejero Principal oyeron.

Heidi atrapó al Señor mirándola cuando Warren terminó de hablar y se preguntó qué le había dicho Warren para que sus ojos se encontraran con los de ella. Mientras tanto, el Consejero Principal habló con una doncella para sacar sus pertenencias de la habitación de invitados. Una vez que la doncella había traído el equipaje de Reuben, el anciano inclinó la cabeza ante todos y dejó la mansión en el carruaje en el que había llegado.

Heidi se había excusado para volver a su habitación. Se sentó en el alféizar de la ventana, mirando el terreno cubierto de bosques. El miedo había surgido una vez más después de encontrarse con lo que sucedió en la ciudad mientras estaba con Warren. Parecía que la vida no iba a darle un descanso y, al pensar en ello, cerró los ojos, dejando que una pequeña lágrima se deslizara por su mejilla y rápidamente la limpió al escuchar el golpe en la puerta.

—Adelante —dijo Heidi. Era el mayordomo que había venido con una bandeja en la mano.

—¿Le gustaría tomar un poco de té, madame? —preguntóél y ella negó con la cabeza.

—Creo que estoy bien, pero gracias por preguntar, Stanley —dijo con una sonrisa en la cara, pero el mayordomo miró más allá y entró en la habitación.

—Hago el mejor té, señorita Curtis —dijo con orgullo, colocando la bandeja sobre la mesita.—Se sentirá mucho mejor una vez que lo beba —vertió la leche después de agregar las hojas de té en la taza.

—Eres imponente para ser un mayordomo —dijo Heidi con una suave sonrisa en sus labios cuando le pasó la taza de té.

—Es algo que me han dicho, señorita. Es una de mis pocas buenas cualidades junto con mi preparación del té—replicó. Fue entonces cuando recordó las palabras del Señor Nicholas cuando se conocieron.

«—No sabía que las medicinas humanas funcionaban con los vampiros.

—No funcionan.

—¿No funcionan? ¿Por qué los estás usando entonces? —preguntó ella, confundida.

—Digamos que mi mayordomo experimentó algo con mi bebida este mediodía para hacerme parecer más humano.»

No estaba segura de si el mayordomo había agregado algo en su bebida, ya que él había insistido en asegurarse de que ella se lo bebiera. El mayordomo no había escatimado a su Señor. «¿Por qué no intentaría experimentar algo con un simple invitado? ¿Era seguro beber?», pensó para sí misma preocupada. Con cuidado y cautela, tomó un sorbo de la taza caliente y parecía que el té era seguro. Lo terminó de una sola vez y al ver la mirada de incredulidad del mayordomo en su cara, ella se rió entre dientes.

—Lo siento, el té estaba tan delicioso que no pude resistirme a tomarlo a sorbos.

Stanley, la había estado mirando y sonrió ante sus palabras. Si se tratara de otra mujer, no se habría molestado en irrumpir en la habitación, pero cuando abrió la puerta, había una expresión triste en su rostro antes de que fuera reemplazada por una brillante sonrisa.

Todavía dudaba de si la chica realmente era de una familia de élite. No se había perdido su rigidez cuando el Señor le había pedido que comiera. Puede ser que los miembros del Consejo hayan elegido una familia promedio para que se casara el Sr. Lawson; pero la Sra. Lawson, su madre, no permitiría algo así, ya que prefería asociarse solo con familias de élite. O tal vez la niña había sido educada con crianza humilde.

—¿Puedo molestarte por algo? —la oyó preguntarle.

—Por supuesto, milady —respondió con facilidad y luego recordó algo:—¿Se trata de la iglesia? Puedo pedirle a uno de los cocheros que se prepare para cuando necesite ir a visitarla.

—Muchas gracias, pero... me preguntaba si podrías decirme dónde está la Torre del Reloj de la mansión.

—¿Torre del Reloj? —asintió ella con la cabeza.—La encontrará si va al segundo piso y luego sube las escaleras que están al final. ¿Quiere que se lo muestre?

—No, eso estará bien. Encontraré el camino hacia allí—respondió ella. Una vez que el mayordomo se hubiese ido, se dirigió hacia la Torre del Reloj.