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Harry Potter: Linajes Entrelazados

Harry Potter muere en su enfrentamiento con Quirrell, pero la Muerte decide que le concederá al último del linaje de Ignotus Peverell una nueva oportunidad. Harry es enviado al pasado donde conocerá a la contraparte de un mundo alternativo del mismísimo Voldemort. AU - Fem Riddle. [Emparejamiento: Harry James Peverell/Emily Merope Riddle] [Este FanFic contiene mucha creación de Mundos, y es mi visión ampliada del Mundo de Harry Potter, esta historia estará repleta de magia original, personajes originales, locaciones y tramas no canon] [No soy propietario de Harry Potter, los derechos de Propiedad corresponden a J.K.Rowling, solo me atribuyo el crédito por tramas y personajes originales, parte de esta historia estará basada en los datos canon de la cronología de la Guerra Mágica Global]

IgnathiusNZX · Diễn sinh tác phẩm
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14 Chs

El Callejón Diagon.

La visita a la Bóveda de la Familia Peverell marcho mucho mejor de lo que Harry había esperado inicialmente. Ragni había sido un buen y servicial guía… en los estándares de un duende. Si bien Harry realmente no había sacado nada de su bóveda salvo un anillo, que según lo indicado por Ragni era el anillo del Señor de la Casa Peverell, y serviría para que cualquiera que lo viera en su dedo supusiera que él, Harry James Peverell era oficialmente Lord Peverell.

Tras salir del Banco, de regreso al pequeño y pintoresco pueblito a los pies del Castillo Peverell, Harry acompañado por Tuffy se dispuso a continuar investigando en su biblioteca familiar.

Durante la siguientes dos semanas, su vida se tornó en una monótona rutina.

Desayunar junto a Tuffy en la mañana, dirigirse a la biblioteca en la zona subterránea del Castillo Peverell, almorzar con Tuffy, visitar los sembradíos atendidos por los elfos domésticos, y cenar, y finalmente dormir.

Eso continuo hasta que Tirok, el elfo domestico principal reporto que Ragni había entregado una carta dirigida a 'Para: Harry James Peverell – Desconocido – De: Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería – Director Armando Dippet'

Harry estaba feliz al ver la carta, y rápidamente la abrió.

'Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería

Director: Armando Dippet

Estimado señor(a): Harry James Peverell.

Tenemos el placer de informarle de que dispone de una plaza en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Por favor, observe la lista de equipo y libros necesarios para los estudiantes de Primer Año en este periodo de 1938-1939. Las clases comienzan el 1 de septiembre. Esperamos su lechuza a más tardar el 31 de julio.'

Harry leyó hasta ese punto, y se dio cuenta que el ultimo plazo para enviar la respuesta sobre si se inscribiría o no, era mañana. El mismo día que su cumpleaños.

Pero, ¿Cómo podría enviar la carta de respuesta? Los Peverell habían estado aislados del mundo por siglos… No tenían una sola lechuza o búho de correo.

—Tirok —llamo Harry.

El elfo principal apareció frente a él al instante.

—Lord Peverell ha llamado a Tirok, ¿Qué es lo que requiere el amo? —pregunto respetuosamente.

—Necesito enviar una carta, ¿Cómo podría hacerlo? —pregunto Harry.

—El amo solo debe ir a Gringotts, los duendes se encargarán de la correspondencia del amo —respondió Tirok.

Harry asintió y lo despido. Luego, tras alistarse y pedirle a Tuffy que le acompañara, se dirigió a la entrada privada de Gringotts en el pequeño pueblo abandonado.

Una vez allí, Harry hablo con Ragni.

—Disculpe —dijo haciendo notar su presencia.

El anciano duende le miro un segundo antes de responder.

—¿Qué desea Lord Peverell el día de hoy?

—Necesito enviar una carta —respondió el, Tuffy a su lado se mantuvo en silencio, al igual que la primera vez que visitaron el banco.

—No hay problema. La comisión será de dos sickles —respondió Ragni.

Harry sabia que dos sickles era el costo aproximado de un fajo de 15 pergaminos, pero no era tan tonto e ignorante como para no saber que es mejor jamás regatear con un duende.

—Esta bien, gracias —dijo Harry en respuesta.

—¿De que se trata la carta, la has escrito ya, o prefieres que lo haga yo? —pregunto Ragni antes de añadir— si requiere que la escriba serán 13 knuts como comisión.

—Escríbala usted, es una aceptación de una plaza en Hogwarts —respondió Harry.

—Muy bien —dijo el viejo duende antes de revolver el contenido de uno de sus cajones y sacar un documento— Si, aquí esta, un formulario de aceptación a esa escuela suya.

Rápidamente relleno los datos pertinentes y la sello. Luego la puso en una bandeja llamada 'correo de salida' de la que la carta desapareció instantáneamente.

—Bien, esta hecho, ¿algo más, Lord Peverell? —pregunto el duende.

Harry dudo un momento y luego asintió.

—Quisiera llegar al Callejón Diagon, ¿podría ayudarme con eso? —pregunto.

—Claro —dijo chasqueando los dedos, ante lo cual una nueva puerta apareció un par de metros a la izquierda de la puerta que conducía a las tierras de Peverell. —será un sickle.

—Gracias, descuéntelo del saldo de mi bóveda —respondió Harry.

—Se hará— respondió Ragni mientras Harry y Tuffy cruzaban la puerta hacia el Callejón Diagon.

La primera vez que Harry vio el Callejón Diagon en 1991 le pareció un sitio pintoresco, con unos cuantos magos y brujas recorriendo sus diversas tiendas, pero en este momento el callejón estaba llena de vida, decenas de familias acompañaban a sus hijos en sus compras escolares.

Los escaparates de las tiendas, algunos coloridos, otros sobrios, unos pocos elegantes, desentonaban uno al lado del otro.

Harry se abrió paso en la marea de magos que recurrían al lugar para realizar sus compras, y se dirigió a la librería Flourish & Blotts, para adquirir sus textos escolares.

Una cosa que llamo su atención, fue la inclusión de 'Animales Fantásticos y Donde Encontrarlos de Newt Scamander' y la mención de que Cuidado de Criaturas Mágicas se impartiría desde primer año en el periodo de 1938-1939.

Tras una hora, y treinta galeones más pobre, Harry salió de la librería acompañado por Tuffy su amiga y elfina domestica personal. Y se dirigieron a una confitería antes de continuar las compras escolares.

Después de adquirir un gran surtido de golosinas, Harry y una feliz Tuffy se dirigieron juntos a Madame Malkin's Tunicas para todas la Ocasiones, cuyo escaparate, era, de hecho el más nuevo en el callejón, con un toque de modernidad y pulcridad que contrastaba enormemente con el resto de las tiendas des callejón.

El interior, afortunadamente estaba casi completamente vacío, solo estaban allí Madame Malkin joven y de cabello castaño chocolate, atendiendo a una niña que no podía ser mucho mayor que Harry.

El joven Lord Peverell no pudo evitar mirar fijamente a aquella niña, tenia una apariencia linda, con un par de grandes ojos azul zafiro, una piel clara y pálida, pómulos altos y marcados que pese a la redondez infantil de su rostro eran claramente visible, su rostro; casi blanco estaba enmarcado por un lustroso cabello negro azabache y brillante que caía suelto y liso hasta la altura del pecho.

Pese a su linda apariencia, fue su actitud, su forma de hablar, de moverse, y el leve reflejo de emoción en sus ojos los que atrajeron la mirada de Harry. Sus ojos azules, si mirabas superficialmente podían ser descritos como fríos y calculadores, pero Harry lo noto, noto el casi imperceptible destello de miedo y desconfianza en sus ojos. Estaba nerviosa, pero se forzaba a mostrarse fuerte, decidida y segura de si misma, como si temiera por lo que podría pasarle si dejara ver cualquier pizca de debilidad.

Harry escucho lo que estaba hablando con la modista, aun si no era su intención.

—… señora, le pagare por ajustar estas túnicas— decía la niña.

Harry noto que la niña llevaba un paquete del que saco un par de túnicas, demasiado grandes para ella, y cuya tela en mangas y dobladillo estaba deshilachada, y algunas costuras rotas, o con zonas que requerían ser parchados.

Madame Malkin la miro con tristeza, con compasión, pero Harry sabia que eso era algo que la niña no apreciaría.

—Esta bien querida, pero no tienes que pagar por ello, ven te tomare las medidas y arreglare esas túnicas, ¿esta bien? —dijo con un tono dulce, y maternal, con leve lastima.

Harry noto que la niña se esforzaba para no rechazar la 'buena voluntad' de un extraño, algo que el mismo había hecho muchas veces en la escuela muggle cuando vivió con los Dursley y lo veían con la ropa desechada de Dudley.

—Gracias, señora. Se lo agradezco —respondió la niña.

—Bien, sígueme por aquí, ¿señorita? —dijo la joven Madame Malkin.

—Riddle, señora —respondió ella.

Fue entonces que Madame Malkin noto la presencia de Harry, y le hablo.

—Hola, querido. ¿Hogwarts? —pregunto.

—Si, señora. Primer año. —respondió el, apartando la mirada de la niña de cabello negro. Riddle… donde lo he escuchado antes. Se preguntaba interiormente.

—Termino con la señorita Riddle, y te atenderé, si está bien contigo, ¿joven? —termino inquisitivamente.

—Peverell, señora, soy Harry Peverell —respondió el.

—Muy bien, señor Peverell, espere aquí mientras ajusto las cosas para esta adorable señorita—dijo antes de alejarse al interior de la tienda seguida de cerca por la niña.

—Riddle… —murmuro Harry tratando de recordar cuando había escuchado aquel apellido, sin que nada llegara a su cabeza por varios minutos.

Tuffy a su lado balanceaba su peso de un pie al otro con una mirada curiosa.

—Harry miro mucho tiempo a esa niña —dijo la pequeña elfina con un tono divertido— ¿Sera que a Harry le gusta esa niña?, se pregunta Tuffy— la sonrisa de Tuffy tenia un ligero rastro de burla mientras miraba a Harry.

—¿Qué…? Err… ¿no? —respondió Harry, nerviosamente­—solo… solo parecía asustada.

—¿Asustada? Tuffy no vio que tuviera miedo —respondió la elfina.

—Pero lo estaba… estoy seguro —dijo Harry sin querer continuar la conversación.

Fueron unos veinte minutos de espera, y Madame Malkin llamo a Harry a tomarse las medidas, la niña había sido enviada a sentarse en la antesala de la tienda para esperar por sus túnicas ajustadas. Luego de que Harry hiciera su pedido, Madame Malkin les indico a ambos que deberían regresar en unas dos horas, pues terminaría sus pedidos junto a los de otros clientes.

Harry y Tuffy salieron al exterior, seguidos de la niña quien se mantenía en silencio.

—Ahora solo queda conseguir la varita —le dijo Harry a Tuffy— ven, vamos a Ollivander's.

Tuffy tomo la mano de Harry y caminaron juntos hasta la tienda del ilustre fabricante de varitas. La niña, por su parte, los siguió a una distancia cercana, tal parecía que ella también necesitaba una varita propia.

La tienda del prestigioso fabricante de varitas era tal y como Harry recordaba. Un pequeño espacio de espera con un par de destartaladas sillas, encaraban un mostrador de madera vieja y desgastada sobre la que descansaba una varita antiquísima en un almohadón de seda morada, tras el mostrador una pared que parecía estar cubierta por cientos de ordenadas cajas de varitas mágicas.

Harry, Tuffy y la señorita Riddle se quedaron allí, desconcertados por la ausencia de un tendero que les recibiera. Permanecieron en silencio, abrumados por la etérea sensación que inundaba el aire con vibraciones que les envolvían suavemente.

Fue tras unos diez minutos que un anciano, con ojos de un azul blanquecino aprecio tras el mostrador.

—¡Oh, por Merlín! —soltó el anciano, Ollivander, si Harry no se equivocaba— Clientes en mi tienda, y yo en mi taller —una sonrisa se abrió paso en su rostro curtido por la edad— supongo que han venido a por sus primeras varitas. Pues no esperemos más. Supongo… si… vayamos con la caballerosidad… así que… damas primero. —hizo un gesto a la niña alentándola a acercarse— Veamos, si, ¿Cuál es su brazo de la varita, señorita? —pregunto sacando una cinta métrica encantada para tomar sus medidas.

—Emily Riddle, señor. Y soy zurda —respondió ella rápidamente, su voz mostro algo de anticipación y nerviosismo enterrado bajo una capa de seguridad e indiferencia.

—Ya veo… si… esta podría servir —dijo el viejo Ollivander mientras se dirigía a hurgar entre las diversas cajas de varitas. Antes de regresar con una caja de color negro —creo que esta podría adaptarse a usted, señorita Riddle. Doce pulgadas y media, roble inglés y núcleo de fibra de corazón de un Ironbelly Ucraniano —explico entregándole la varita a la niña, Emily, quien se quedo quieta con la varita en la mano sin saber que hacer, hasta que Ollivander le indico con entusiasmo— ¡Que espera, vamos, agítela!

Emily agito la varita y una humareda de humo negro estallo de la varita. Ollivander negó con la cabeza y se la quito bruscamente de la mano.

—No, no… al parecer, no —retrocedió entonces de vuelta a las varitas almacenadas y saco una nueva caja— veamos, si… esta podría servir. 13 pulgadas, ébano y núcleo de fibra de corazón de un Gales Verde —dijo entregándole una varita de madera oscura a la niña.

Ella la agito, y una onda expansiva derribo muchas de las cajas de las varitas a espaldas de Ollivander.

—No, no. Definitivamente, núcleo de fibra de corazón de dragón no es lo indicado para usted. Pero tampoco lo serán las con pelo de cola de unicornio… Ah, sí, solo queda un núcleo que podría servir para usted, señorita Riddle, de esas solo tengo unas pocas varitas. Es uno de los núcleos más escasos —dijo mientras buscaba entre la montaña de cajas de varitas, antes de regresar con tres cajas— Si estas no funcionan para usted, no se que lo hará. En orden de derecha a izquierda tenemos; Acebo con pluma de fénix, once pulgadas; Tejo y pluma de fénix, trece pulgadas y media; y por último Roble y pluma de fénix, catorce pulgadas — dijo señalando cada una de las tres cajas que puso frente a Emily en el mostrador— Vamos pruebe primero la de roble.

Emily siguió sus instrucciones, probando primero la varita de roble, que acabo por no responderle ni en lo más mínimo, luego probo la de tejo, que dio una reacción satisfactoria, al menos a juzgar por la sonrisa y el asentimiento de Ollivander, pero el fabricante de varitas aun le sugirió probar la varita de acebo, que respondió con mucha más fuerza y poder que la de tejo.

—Curioso, realmente curioso, señorita Riddle —dijo con una sonrisa Ollivander— es muy curioso que las varitas que contienen núcleos provenientes del mismo fénix hayan sido las que reaccionaron ante usted —la sonrisa de Ollivander se profundizo y miro fijamente a la niña de cabello negro— solo existe otra varita con plumas del mismo fénix además de estas dos —dijo señalando la varita de acebo en la mano de Emily y a la varita de tejo en el mostrador— y pertenece al subdirector de la Escuela Hogwarts de Magia y Hechicería, el profesor de Transformaciones Albus Dumbledore. Serán siete galeones, señorita Riddle. Y si quiere una funda para varita serán otros veinte.

Harry había estado observándolo todo desde una de las destartaladas sillas en la zona de espera. Aun no lograba recordar donde había oído el apellido Riddle, pero sabia que era algo importante.

Al inicio simplemente miraba con curiosidad que varita seria la que escogería a la niña, pero cuando se dio cuenta de que las varitas que respondieron a ella habían sido; la misma varita de acebo que había sido de Harry antes de ser enviado al mundo en el que actualmente residía, y la varita de tejo que compartía el mismo núcleo, Harry se dio cuenta de la realidad, esa niña, Emily Riddle era Voldemort, o seria 'Voldemort' en aquel mundo.

—Lo… lo siento, solo me quedan cuatro galeones y siete sickles, señor Ollivander —respondió Emily, con un leve sonrojo avergonzado.

—Oh, ya veo… bueno… —Ollivander pareció pensativo por un momento— Me temo que no puedo venderle la varita por menos de siete galeones… ¿No tiene una forma de conseguir mas dinero? Podría esperarla por el resto del día. Solo vaya a Gringotts y saque algo de dinero de su bóveda.

—Yo… no tengo una bóveda, señor. Soy huérfana, mi dinero venia del fondo de caridad de la escuela —explico la niña avergonzada.

Harry que había estado atento y escuchando, se levantó y se acercó al mostrador.

—Dis…disculpe, señor —dijo Harry irrumpiendo en medio de la conversación— si me lo permite, costeare el valor de la varita y una funda para la señorita Riddle.

Emily miro a Harry con una pequeña pizca de molestia en la mirada, pero desvió rápidamente la mirada hacia el suelo, mientras asentía con la cabeza.

—Gracias —se le escucho susurrar, y Harry podría jurar que sus mejillas se habían teñido de rosa por la vergüenza.

—Muy bien, ¿señor? —respondió Ollivander.

—Peverell, señor —contesto Harry mientras sacaba veintisiete galeones del monedero encantado que Ragni le había entregado tras visitar su bóveda.

—Bueno, señor Peverell, supongo que usted también ha venido por su primera varita, ¿me equivoco? —dijo el anciano fabricante de varitas con una expresión ilegible.

—Si, señor —respondió Harry.

—Yo… esperare a que estes listo —dijo Emily Riddle mientras se dirigía a la zona de espera y se sentaba junto a Tuffy, la elfina le sonrió a la niña de cabello negro con diversión en sus ojos.

Harry paso por todo el proceso de probar una varita tras otra, hasta que pasaron más de tres horas, y la expresión de Ollivander se volvió ligeramente desconcertada.

—Bueno, señor Peverell. Me temo que ninguna de las varitas de mi tienda es adecuada para usted. Creo… que la varita adecuada para usted, requerirá de un núcleo inusual, uno con el que me temo no trabajo aquí, y que mis antepasados tampoco han trabajado —dijo Ollivander con una sonrisa— No suelo enviar a niños allí, pero, me parece que lo mejor será que visite la tienda de 'Greenfield, Artesano de Varitas' en el Callejón Knockturn.

—Entiendo señor, gracias por su tiempo —se despidió Harry, dirigiéndose a la entrada, mientras caminaba, la niña; Emily, y Tuffy se levantaron y se encontraron con él, siguiéndolo al salir.

—Hah… No pude conseguir una varita adecuada —suspiro Harry cansado, Tuffy a su lado simplemente asintió, y Emily lo miro antes de responder.

—Escuche que el señor Ollivander dijo que podías conseguir una con un artesano de varitas en el Callejón Knockturn… yo te acompañare, después de todo me ayudaste a conseguir mi varita —dijo la niña titubeante— Pero antes vamos por nuestras túnicas, ha pasado tanto tiempo que Madame Malkin ya debe tenerlas listas.

Tras recoger sus túnicas (Madame Malkin insistió en no cobrar por los ajustes de las túnicas de segunda mano de Emily, pero Harry pago por ello de todos modos), Harry y Emily caminaron hacia el callejón aledaño.

Era una estrecha, sucia y sombría callejuela, donde ebrios yacían acostados a plena calle, vendedores ambulantes con oscuros productos se alineaban frente a escaparates maltrechos y casi ruinosos. Y donde personas de poco confiable apariencia paseaban visitando tiendas que vendían objetos de todo tipo.

Harry estaba aterrado de aquel lugar, y Emily parecía sentirse de igual manera, pues inconscientemente los dos niños se acercaron mientras caminaban. Tuffy, la vivaz elfina domestica caminaba un par de pasos detrás de ellos, con una mirada atenta.

Por fin llegaron ante una poco vistosa tienda, con un destartalado y parcialmente borrado cartel de madera que rezaba: 'Greenfield's Varitas Artesanales', la puerta estaba entreabierta, y Harry junto a sus dos compañeras de compras se adentraron en el interior.

El interior estaba iluminado por pequeñas lámparas encantadas, y un mostrador con una pequeña campanilla era todo lo que se podía ver en el interior.

Harry se apresuro a hacerla sonar, y en menos de un minuto un hombre de cabello gris y complexión musculosa surgió de la trastienda.

—¿Quién de ustedes es el cliente? —pregunto bruscamente.

—Soy yo señor, el señor Ollivander dijo que podría conseguir una varita especialmente hecha aquí —respondió Harry.

—Oh, entonces ninguna de las suyas se adapto a ti… —murmuro el hombre— ¿A qué familia perteneces?

Harry estaba desconcertado por la pregunta, pero decidió responder.

—Peverell, señor.

—Ya veo, eso lo explica —dijo el hombre asintiendo para si mismo— Los Peverell son uno de eso linajes raros, nunca conformes con un solo núcleo, no, siempre dos, a menudo opuestos, los Peverell manejan, después de todo dos ramas de la magia completamente opuestas entre sí, magia de la Muerte, y magia de la Vida. Ninguna varita convencional se adaptaría a un Peverell —divago el hombre— Por cierto, si Garrick te envió aquí, entonces te hare la mejor varita posible. Soy, Augustus Greenfield, a tu servicio. —se presento antes de girar sobre sus talones y hacer un gesto para que lo siguieran a la trastienda— vengan, los tres, atrás esta mi taller, y pueden esperar al señor Peverell con un té.

Harry, Emily y Tuffy lo siguieron, en una esquina del taller había una pequeña mesa de centro rodeada por un par de cómodos sillones, donde las chicas se sentaron, y un elfo domestico les sirvió té y galletas.

Harry por su parte fue llevado por el señor Greenfield hasta un mesón donde puso cerca de tres docenas de maderas, y le indico a Harry que pasara su mano sobre ellas y dijera cual se sentía cálida.

Harry siguió las instrucciones, hasta que se detuvo en una madera de color oscuro.

—Ya veo, madera de Ébano —asintió el hombre, antes de apartar el bloque de madera y guardar los demás, a lo que procedió a colocar viales con diferentes cosas en su interior, la mayoría lucia como hilos de color café rojizo, o de rojo oscuro. Le indico a Harry que repitiera lo que hizo con la madera.

Harry siguió las instrucciones y acabo por elegir dos de los viales, a lo que el señor Greenfield sonrió.

Puso entonces una serie de cajas con piedras preciosas y semipreciosas, e instruyo a Harry para repetir los procesos anteriores.

Finalmente, Harry selecciono un cristal de color carbón.

Augustus Greenfield estaba realmente feliz, el niño era un cliente peculiar y los materiales de su varita eran bastante impresionantes.

—Muy bien, joven Peverell, ve a sentarte con tus amigas mientras hago tu varita —dijo el hombre.

Harry se dirigió a la pequeña mesa a la que Emily y Tuffy estaban sentadas. Tuffy al ver que se acercaba, subió sus piernas al sillón en el que estaba ocupando todo el espacio disponible e impidiendo que Harry se sentara junto a ella.

Viendo esto, Harry se sentó junto a Emily que parece estar bastante aburrida en aquel momento, y se encontraba leyendo un grueso libro sobre 'Nobleza Mágica Británica y Etiqueta'.

Al notar que Harry se había sentado a su lado, la niña cerro su libro y le miro.

—¿Eres un 'Sangre Pura' de una 'Familia Noble'? —pregunto ella, mirándolo fijamente con sus ojos color zafiro.

—Si, lo soy —respondió Harry desconcertado.

—Entonces… eres un… un… ¿vástago o heredero? —pregunto ella, pareciendo tratar de recordar algo que acababa de leer.

Harry le sonrió.

—En realidad, soy Harry James Peverell, Lord de la Antiquísima y más Noble Casa Peverell. —le dijo con su tono fingido más pomposo.

—¿Un Lord? —respondió ella sobresaltada.

—Si, soy el Lord Peverell —afirmo Harry con una sonrisa incomoda.

—Pero… tienes mi edad —soltó la niña incrédula.

—Si, es cierto, pero soy el Lord Peverell porque… bueno, soy el ultimo de mi familia —explico Harry.

—¿Eres huérfano? —pregunto ella, pero al notar que podría haber sido un tanto insensible con tal pregunta, añadió— yo también soy huérfana…

—No te preocupes por eso… y lo siento —dijo Harry quien procedió a desviar la mirada hacia donde el señor Greenfield estaba haciendo su varita. Emily siguió su línea de visión, y miro tan concentrada como Harry el peculiar proceso.

Augustus Greenfield comenzó por tomar el bloque de madera de ébano que tenia un tamaño aproximado similar al de un ladrillo, y comenzó a amasarlo con las manos, la madera comenzó a deformarse como si no fuera sólida, sino un material similar a la arcilla, luego, tomando los viales con la mano izquierda, procedió a verter los núcleos uno al lado del otro completamente extendidos a lo largo de la madera, y comenzó a cubrirlos con el maleable material de color negruzco.

Finalmente, tomando la pequeña gema de color azabache que posiciono en un extremo de lo que seria la varita. Puso la forma unida de los materiales en una especie de dispositivo que la hacia girar sobre su eje. Y con las manos comenzó a moldearla en la forma de una vara.

Emily y Harry miraron atentamente por mucho tiempo, tanto que Tuffy había terminado todas las galletas que habían sido puestas sobre la mesa.

El señor Greenfield extrajo una parte de la madera, y la desecho mientras terminaba los últimos detalles de la varita. Luego, una vez completado su trabajo, dejo la varita reposando sobre un almohadón y llamo a Harry.

—Muchacho, ya está lista, ven aquí y pruébala —dijo con un tono emocionado.

Harry se acerco y tomo la varita en su mano. Instantáneamente, destellos de luz verde y plateada surgieron de la varita que se adaptaba perfectamente en su mano, y se sentía completamente natural y cómoda.

—Si, muy bien, es perfecto —dijo con una sonrisa el señor Greenfield— nunca pensé que haría una varita tan peculiar como esa, señor Peverell. No me extraña que Garrick no tuviera una varita adecuada para ti, esos núcleos son poco comunes. En fin, lo que tienen en tus manos, es una varita de doce pulgadas, madera de ébano, y núcleos dobles de cuerno de serpiente cornuda y fibra de corazón de runespoor, la piedra en la empuñadura es un carbonado, y está allí para enfocar y estabilizar la magia. Una de mis obras más extrañas y peculiares, no tengo duda de ello. —dijo con orgullo— serán ciento treinta galeones, señor Peverell.

Harry agradeció por la varita y pago con una sonrisa.

Luego, el grupo de tres abandono la tienda, y camino de regreso a la seguridad del Callejón Diagon. Emily se aferro al brazo de Harry mientras caminaban, pues el sombrío callejón Knockturn, a esas horas en que el sol comenzaba a ponerse, tenia mucha más actividad, y los tétricos y aterradores magos y brujas lo recorrían abiertamente.

Harry y Tuffy se despidieron de Emily, con quien Harry acordó reunirse en el Expreso de Hogwarts el primero de septiembre.

Aunque una parte del insistía, en que lo mejor era guardar distancias con la niña de cabello negro, pues ella era, sin lugar a dudas el alter-ego de Voldemort de este mundo.