Sora, obedeciendo la indicación la caballera, también preparó su espada. No obstante, lo único que sostenía en su mano era la mitad inferior del arma. Había olvidado por completo el resultado de su enfrentamiento con el Mitachurl.
Amber, observando el arma partida, lo miró con cierta lástima.
— Espero que al menos tengas una Visión. De lo contrario, sólo estarás en mi camino.
— Bueno, no tengo una Visión, pero…
— ¡¿Entonces planeas ayudarme sin Visión?! —gritó la chica, desesperándose—. ¡Es peligroso!
— ¡Oye! ¡Eso no significa que puedas hablarle así! —exclamó Paimon, encarando a Amber—. ¡Sora podría ganarte en un combate sin un arma y sin Visión!
— ¿Es eso una amenaza, forasteros?
— ¡Basta! ¡No peleen! ¡Acabarán atrayendo al Hilichurl hacia acá…! —comenzó Sora, interponiéndose entre las chicas.
— ¡Waaaah! ¡Muy tarde! —chilló Paimon, escondiéndose detrás de Sora y señalando la cima de la colina.
La criatura corría hacia ellos, gruñendo y agitando un garrote de madera violentamente. Amber tensó su arco, pero el inusual acto que presenció la hizo detenerse antes de disparar.
Sora había salido corriendo hacia el monstruo, totalmente desarmado. Sin embargo, la chica tampoco podía disparar. Tenía miedo de herir a aquel misterioso aventurero.
— ¡Alto! ¡No vayas solo!
— ¡Sora! ¡Dale su merecido! —gritó Paimon, animando a su compañero.
Amber la miró, extrañada.
— ¿Cómo pretendes que venza a un Hilichurl sin usar ningún arma o Visión? ¿Acaso están locos?
— Solo observa. ¡Y no me llames loca! ¡Bleeeeh! —reclamó Paimon, sacándole la lengua a la arquera.
— ¡Tú! ¡Mocosa insolente!
Amber estaba a punto de seguir su discusión, pero el grito de batalla de Sora la hizo observar la escena.
— ¡Cuchilla de Viento!
Colocando su mano derecha al frente, el chico interceptó a la criatura. Una violenta ráfaga se formó entre ambos, cortando el tórax del Hilichurl, salpicando sangre negra por la ladera. Finalmente, la potente ráfaga lanzó al monstruo hacia atrás, el cual no se levantó más. Con las llagas que tenía, moriría en un par de minutos.
Amber estaba atónita.
"¡¿C-Cómo?! ¡Se supone que este forastero no posee una Visión!", pensó. Sus sospechas con respecto al extraño chico comenzaban a incrementarse.
— ¿Cómo hiciste eso? —preguntó directamente al viajero mientras éste bajaba por la ladera—. ¡Es imposible utilizar los Elementos sin una Visión!
Al llegar frente a ella, con las prendas y la piel salpicadas de manchas negras, Sora respondió.
— Créeme que también quisiera saberlo.
Desconfiada, Amber escrutó al chico con la mirada, centrándose en sus ojos de color dorado.
"Esos… no parecen ser los ojos de un mentiroso", pensó.
— Bueno, debo reconocer que exterminaste al Hilichurl más rápido de lo que creí. Bien hecho.
— ¿"Cuchilla de Viento"? —inquirió Paimon, tratando de contener la risa—. ¿Ahora decidiste darle nombre a tus movimientos?
El rostro de Sora adquirió un color tan rojo como las prendas de Amber.
— ¡S-Sólo se me ocurrió en el momento! ¡No te burles!
"Bueno, creo que dos personas con malas intenciones no podrían llevarse así de bien. Parecen ser confiables, aunque aún no bajaré la guardia".
Mientras la dupla discutía, la chica se acercó al Hilichurl, ahora muerto. Sora y Paimon dejaron de lado su conversación para seguirla.
— Estos monstruos se han estado acercando demasiado a la ciudad recientemente —dijo Amber—. Mi tarea esta vez es vaciar su campamento.
— ¿Es tan raro que se acerquen tanto a la ciudad? —inquirió Sora,
— Bueno, estas criaturas suelen aglomerarse en pequeños campamentos, lejos de la civilización. Incluso tienen su propio territorio con tres tribus enormes. Pero últimamente parecen haber perdido el miedo a las cantidades grandes de humanos —explicó la chica, dirigiéndose hacia un sendero que llevaba al otro lado de la colina.
— Entonces, ¿crees que los Hilichurls lleguen a rodear Mondstadt? —dijo Paimon, preocupada.
— Bueno, para eso es que debo encargarme de ellos antes de que lo hagan. Soy la única que puede hacerlo.
"Después de todo, no hay más Caballeros Exploradores aparte de mí", pensó la chica.
Cuando llegaron a la cima de la colina, pudieron ver un área marcada a unos pocos metros. Tenía varios tablones de madera clavados en el suelo, a manera de vallas, y sobre una sencilla torreta había un Hilichurl que, con ballesta en mano, observaba a los viajeros.
Antes de que pudiese avisar a los Hilichurls en tierra, Amber disparó una carga ígnea al monstruo. La flecha en llamas atravesó la máscara de la criatura limpiamente, clavándose en su cráneo e incendiando el cuerpo del vigilante, que cayó de su torreta cerca de sus compañeros, muerto.
— Esperen aquí, me encargaré de ellos rápidamente —dijo Amber, corriendo hacia el campamento.
El dúo se ocultó detrás de unos matorrales, observando a la chica. Amber se había acercado al campamento desde detrás, aprovechando que los Hilichurls restantes se habían acercado al cadáver de su semejante para inspeccionarlo.
— No parece gustarle que te le adelantaras hace un rato. ¿Será competitiva? —señaló Paimon.
— Bueno, debía demostrarle que no hacía falta que se preocupara por nosotros —se defendió Sora.
— ¿Por qué está colocando un peluche en el campamento? —inquirió Paimon, observando cómo Amber instalaba un juguete—uno que parecía una versión pequeña de ella misma—en el lugar.
Sora simplemente se encogió de hombros. Después de casi haber muerto, ser bendecido extrañamente por una estatua, y huir de un dragón, se esperaba cualquier cosa de aquel extraño mundo.
Después de terminar colocar al muñeco en un lugar visible, Amber regresó hacia la cima de la colina, sigilosamente.
— ¿Por qué colocabas esa cosa allá? —dijo Paimon—. Creí que ibas a matar a los Hilichurls, no darles un regalo.
— Solo observa —respondió Amber con sorna—. Barón Bunny acabará con el campamento en un santiamén.
— Lo sabía. Esta chica está loca —murmuró Paimon a Sora.
— ¡Te escuché!
Mientras observaban el campamento, Sora vio que los Hilichurls se acercaban al juguete con curiosidad. Lo tocaban con la punta de sus delgados dedos, esperando ver una reacción.
Entonces, como si la misma ausencia de reacción les causara furia, ambos monstruos comenzaron a golpear al peluche con sus garrotes. Amber sonrió levemente, como sabiendo que ocurriría algo.
— ¿Qué se supone que estamos esperan…? —comenzó Paimon, antes de la súbita explosión que cortó sus palabras.
La marioneta había estallado, calcinando a los Hilichurls que quedaban e incendiando el campamento.