Acompañando la ráfaga de golpizas de Fatty Tang, un coro de lamentos estalló entre la multitud, junto con el estrépito de palos y el golpe sordo de los machetes cayendo al suelo.
En un parpadeo, más de diez matones, incluido el líder de la pandilla, estaban todos tirados en el suelo, algunos agarrándose los brazos, otros las cabezas, y otros aún sus pechos, lamentándose miserablemente sobre el pavimento.
Mientras observaba a los matones tendidos a su alrededor, mirándolo con ojos llenos de puro terror, el mismo Fatty Tang no pudo evitar quedarse completamente atónito. Aunque tenía mucha confianza en Xiao Yi y sabía que con la ayuda de Xiao Yi ciertamente no habría problemas, aun así no esperaba que fuese tan fácil manejarse completamente con esta gente.
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