—Por favor, no te pierdas a ti misma —dijo Qiao Jun suavemente—. No puedes perderte absolutamente. ¿Entiendes?
—Jun —llamó Yu Holea suavemente.
—Hm —Qiao Jun retiró su mano.
—¿Por qué mentiste?
—¿Mentir? —Qiao Jun parecía confundido.
—Hm. ¿Por qué mentiste? Me dijiste que te quedarías conmigo para siempre, pero al final me dejaste —Yu Holea parpadeó de nuevo.
No había lágrimas, ni quejas, ni agresión. Era tan calmado, que hacía que Yu Holea pareciera un poco irreal.
Qiao Jun miró a Yu Holea:
—Lea, ¿por qué no lloras un poco? ¿Va bien? Te acompañaré.
—No —Yu Holea sacudió la cabeza. Había una sonrisa tenue en su rostro—. No quiero.
—Por favor, Lea.
—Aún no me has respondido —le recordó Yu Holea tranquilamente.
Qiao Jun tomó una respiración profunda.
—Lo siento.
—Hm.
—Lea, por favor, no te destruyas solo por venganza, ¿de acuerdo? Quiero que madures, no que te conviertas en un ángel caído.
—¿Ángel caído? —repitió Yu Holea las palabras de Qiao Jun.
—Hm.
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