Luciano y Rebecca se estaban divirtiendo. La noche había cambiado rápidamente para mejor. Rebecca no podía dejar de sonreír y Luciano, sabiendo el efecto que había causado en ella, aprovechó la oportunidad para lanzarle piropos, dedicarle un par de mimos y simplemente hacerla derretir con su encanto. Bailaron un par de piezas para luego dirigirse a un área más privada donde había sofás para sentarse a conversar. Luciano pidió un par de tragos para continuar con la velada. Todo avanzaba viento en popa hasta que un comentario del chico la desconcertó por completo.
– ¿Por qué me mentiste? –le preguntó luego de hacerse un pequeño silencio entre ellos. Luciano hablaba con voz traviesa mientras dejaba escapar una sonrisa.
– ¿A qué te refieres? –estaba completamente confundida por la pregunta. Él sonrió.
– Tu nombre es Rebecca –afirmó tranquilamente.
– Sí. Correcto –aseguró ella retirándose un poco de él y mirándolo a los ojos con el ceño fruncido. La sonrisa de él se ensanchó.
– Me habías dicho que te llamabas Ana –refutó levantando una ceja.
A Rebecca le tomó un par de segundos poder procesar aquella afirmación, pero en cuánto lo entendió, quedó estupefacta. No podía creerlo, el galán pulcro y elegante que se encontraba frente a ella era el mismo chico cubierto de sangre y suciedad que unas horas atrás, ella había rescatado del conflicto entre mafias. Luciano soltó una ligera risa al ver el rostro de sorpresa de ella.
– Es la primera vez que una chica se olvida de mí –expresó fingiendo sentirse ofendido. Rebecca no supo que decir, estaba entre avergonzada y confundida.
– Lo lamento. No pretendía mentirte –logró decir Él no respondió, solo la miró sonriendo. Ella continuó– discúlpame por la confusión, es solo que… bueno, ya sabes… dada las circunstancias, no me sentía muy segura de revelar mi identidad –explicó avergonzada. Luciano asintió.
– Comprensible, pero… creo que merezco una compensación por el engaño –respondió con un brillo de travesura en sus ojos.
– Eh… quizás, pero… recuerda que yo te salvé la vida, así que creo que yo me merezco una compensación aún mayor –aseguró mientras sonreía. Luciano rió. Rebecca tenía una lengua rápida y eso le encantaba.
– Muy bien. ¿Qué tal si hacemos algo con lo que los dos estemos felices y saldamos la cuenta?
– ¿Qué propones?
– Te invito a cenar este fin de semana –respondió sonriente.
– Mmm creo que esa cuenta quedará más a tu favor que a la mía –exclamó arqueando una ceja. Luciano se echó a reír, estaba fascinado con esa mujer.
– Muy bien. Comencemos por la cena y luego me encargaré de ofrecerte todas las compensaciones que quieras hasta saldar mi deuda ¿Qué opinas? –dijo con picardía.
– Está bien –aceptó ella sonriendo.
Intercambiaron números de teléfono y durante los siguientes minutos continuaron charlando hasta que Marisa los interrumpió. Llegó para pedirle a su amiga que la acompañara a bailar un rato. Rebecca aceptó y prometiéndole a Luciano que volvería pronto, se dirigió con su amiga a la pista de baile. Estuvieron divirtiéndose durante un par de canciones ante la atenta mirada de Luciano que las observaba desde la distancia.
– No deja de mirarte ¿Qué le hiciste? –preguntó Marisa mientras bailan. Rebecca sonrió mientras miraba de forma disimulada hacia Luciano. Disfrutaba de ser el centro de atención de aquel galán.
– No hice nada –aseguró ella riendo.
– Pues es claro que lo traes loco –afirmó– creo que por fin vas tener un compañero de cama –exclamó picándole un ojo.
– Callaaaaaa –le regañó mientras reía.
Los acordes de una samba comenzaron a sonar. Las chicas se movían apasionadamente al ritmo de la música. Los ojos de Luciano se iluminaron al ver bailar a Rebecca. Era hermosa, inteligente, sexy y valiente. No podía pedir nada más. Se sentía completamente deslumbrado por esa mujer y aquellos movimientos que ella le dedicaba desde la distancia, lo hicieron encenderse. No quería seguir permaneciendo como observador, así que se levantó y se abrió paso entre la multitud hasta la pista de baile para acompañar a Rebecca en aquella pieza.
Marisa entendió la señal en cuanto Luciano se acercó, así que simplemente se dio media vuelta y los dejó nuevamente solos. Rebecca y Luciano se mantuvieron bailando cada vez más cerca. La conexión entre ellos había sido casi instantánea y Rebecca sonreía alegremente mientras su corazón latía con fuerza. Era algo que no le había ocurrido nunca.
Luciano comenzó a acariciarle la espalda mientras bailaban. La sutil caricia causó un pequeño cosquilleo en todo su cuerpo que le encantó, pero al mismo tiempo, la comenzó a poner nerviosa. Los ojos de Luciano le decían que se estaba emocionando más de lo que debía. El chico se acercó hasta su cuello y le regaló un par de besos en el momento en que su mano bajaba hasta su trasero para acariciarlo. Rebecca se asustó y lo apartó de golpe.
– No –susurró ella de forma tímida y nerviosa. Él la miró con cariño y asintió.
Se acercó nuevamente a ella y retomaron su baile, esta vez, sin las manos juguetonas de Luciano. Por primera vez, él no planeaba intentar nada. Estaba acostumbrado a seducir a las chicas hasta que ellas aceptaran abrirse de piernas para él, cosa que usualmente no le tomaba mucho tiempo lograr, pero esta vez, sentía que Rebecca era distinta. Ella hacía latir su corazón de forma descontrolada y le encantaba la sensación, así que no quería simplemente pasar una noche con ella, la quería para él durante todas las noches que siguieran a partir de ahí.
Cuando la fiesta estaba por acabar, Luciano se ofreció acompañarla hasta su casa y ella aceptó, pero pidió que fuese bajo sus propios términos. Ella tenía su propio auto y planeaba regresar en él, así que Luciano debía conducir el suyo siguiendo el de ella.
– Tengo una mejor idea –le aseguró– yo me iré contigo y le pediré a mi chofer que nos siga.
– Ah, tienes chofer –lo miró sorprendida.
– Por supuesto –soltó un poco arrogante.
Rebecca aceptó el plan y ambos se dirigieron al estacionamiento, pero en cuanto Luciano vio el auto de la chica, recordó todo lo que había ocurrido horas antes y se sintió avergonzado por haberla metido en todo ese embrollo.
– Lamento lo que ocurrió con tu auto –se disculpó viendo todos los daños que las balas habían ocasionado en la carrocería.
– No hay problema. Me alegro que estés bien –le sonrió.
– Prometo hacer que lo reparen. Me encargaré de todos los gastos. Quedará como nuevo –le aseguró.
– Está bien –respondió con una sonrisa mientras le indicaba que subiera.
Al llegar a la entrada del edificio donde Rebecca vivía, Luciano no pudo aguantar más y se acercó a ella para regalarle un suave y cálido beso. No quería que acabara la noche sin siquiera probar sus labios. Luciano se tomó su tiempo para disfrutar de esa caricia y ella lo agradeció. Le correspondió aquel beso y todos los que le siguieron en ese momento, pues apenas se separaron, él volvió a besarla, repitiendo la escena un par de veces más. Rebecca los aceptó, pero comenzó a reír entre ellos cuando pasaron de ser románticos a juguetones.
– Si te sigues riendo, te besaré más –le amenazó con una mirada pícara. Ella no pudo evitar reír más fuerte.
Luciano aprovechó aquella reacción para seguir besándola y en cuanto sintió que Rebecca estaba completamente relajaba entre sus brazos, tomó la oportunidad para regalarle un nuevo beso en su cuello que le devolvió aquel cosquilleo mágico que la hizo vibrar. Ella suspiró casi como un gemido, él le sonrió y esta vez, la beso sin juegos. Un beso suave, pero apasionado que estaba lleno de todo ese amor que sentía.
Rebecca nunca antes había tenido una sensación tan dulce y placentera como la que le regaló Luciano con aquel beso. Fue simplemente perfecto. Su noche había terminado siendo maravillosa gracias a ese hombre. Se sentía en el cielo.
Cuando finalmente se separaron, permanecieron observándose por un par de segundos sin emitir palabra. Un brillo apareció en los ojos de él. Luciano comenzaba a pensar en que quizás, aquel tema del romance no era una ridiculez después de todo, que esas tonterías de las que había escuchado hablar y solía reírse, no eran tan absurdas después de todo, pues en ese momento y por primera vez, comenzaba a sentirlas. Se estaba enamorando.
Rebecca se despidió con una sonrisa dándose la vuelta para subir las escaleras. Él la observó en todo momento hasta que se perdió de su vista. Sonrió una última vez entre sus cavilaciones, para luego dar un suspiro y retomar su rostro serio. Volvía a ser "The white devil", el hombre frío y calculador, el jefe de la mafia al que todos temían. Tomó su teléfono e informó a sus escoltas que podían salir de su escondite. Ya era hora de irse.
Luciano caminó hasta la camioneta oscura que se estacionó frente al edificio unos segundos después. Subió al vehículo para encontrarse con Velan, su mano derecha y amante que parecía seguir molesta por cómo había acabado su último encuentro. La mujer permanecía sentada de forma silenciosa esperando por las indicaciones de su jefe.
– ¿Encontraste al topo? –preguntó él apenas subió al auto. Ese lado amable y tierno que había mostrado hasta hacía tan solo unos minutos, había desaparecido por completo.
– Sí señor. Lo hemos encontrado, espera por usted en el salón oscuro.
– Perfecto.
– También hemos encontrado a los sujetos que orquestaron el ataque y los hemos eliminado.
– Muy bien.
– Aún no sabemos quién está a la cabeza de todo.
– Yo puedo hacerme una idea de quién es –repuso molesto. Velan hizo silencio.
Luciano tomó un frasco de analgésicos que había en el compartimiento del auto, el hombro había comenzado a dolerle otra vez. Había intentado tener cuidado al bailar con Rebecca, pero no había sido suficiente, los movimientos lo habían lastimado y ahora sentía que la herida le palpitada. Le dolía horrores. Tragó un par de pastillas y recostó la cabeza en el asiento cerrando los ojos mientras esperaba a que el medicamento hiciera efecto.
Velan observaba a Luciano en silencio. Había sido su jefe y amante por varios años. Lo respetaba, pero sobre todo, lo amaba. En cambio para él, ella solo era otra subordinada a quién en ocasiones, convertía en su compañera de cama. Velan mantenía su mirada fija en Luciano mientras el deseo de tocarlo crecía en su interior, sin embargo, luchaba contra ella misma para poder soportarlo. Sabía muy bien que aunque ella lo amaba con toda su alma, él no era hombre de una sola mujer. Ella lo entendía y por eso aguantaba todos los malos tratos, ella creía que Luciano no tenía otra manera de mostrar su cariño que comportándose de esa manera, por lo que su sorpresa fue enorme cuando él comenzó a hablar nuevamente y le dijo unas palabras que nunca esperó escuchar.
– Velan –la llamó.
– Sí señor –respondió obediente con una sonrisa.
– La residencia desde dónde venimos… –comenzó a decir aun con los ojos cerrados.
– Sí señor.
– Mantén vigilada la zona –ordenó– necesito que el área se mantenga sin contratiempos.
– Está bien –confirmó. Velan se mordió el labio dudando sobre lo que quería preguntar– ¿podría saber por qué es tan importante? –dijo finalmente
– Rebecca debe permanecer segura, no quiero que nadie le haga daño –explicó de forma tajante sin inmutarse. La mujer abrió la boca por la sorpresa sin entender nada.
– ¿Por qué? ¿Quién es ella? –preguntó celosa.
– No es tu problema –respondió de manera seca y fría.
El silencio se mantuvo por el resto del viaje. Velan permanecía intentando controlar su cólera. Los celos le invadieron. Luciano nunca había mostrado ese nivel de preocupación por ninguna mujer, ni siquiera por ella y eso encendió sus alarmas. Necesitaba descubrir quién era esa tal Rebecca y que quería. No permitiría que se acercara a Luciano, él era solo de ella y ninguna recién llegada se interpondría en su camino.