—Úsame, Vera... úsame —continuó con una voz ronca hasta que ella no tuvo más opción que envolver sus manos alrededor de sus muñecas. Luego dirigió sus manos y las colocó sobre sus pechos antes de que ella comenzara a mover sus caderas. Ella circuló su trasero, moliéndose contra él antes de montarlo, recordando todas las cosas que él le había enseñado esa primera noche que habían compartido juntos en el castillo. Aquella noche cuando ella había pensado que sería la primera y última vez que estarían íntimamente conectados el uno con el otro. Ella se había comprometido y memorizado todo y cada cosa que había transcurrido entre ellos y los había quemado en la misma fibra de su ser. No sería capaz de olvidar aunque quisiera. Por lo tanto, recrear los movimientos no fue difícil para ella.
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