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VIDA INGRATA

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El sofocante silencio reinó en la habitación, escasamente ilumina por las velas sobre la mesa desgastada mesa.

 

Los gritos desesperados de nuestros miembros se ahogaron casi tan pronto como iniciaron, dejando atrás nada más que una sensación de desasosiego por la incertidumbre.

 

¿De cuál oscuro averno pudo salir la monstruosa criatura, capas de acallar las voces de 100 hombres en cuestión de segundos, sin dejar atrás el atronador rugir de la batalla o tan siquiera, la acalambraste sensación del desbordante mana?

 

Por mucho que conocer tal respuesta carezca de sentido frente a la inevitable realidad, los humanos somos criaturas así.

 

Tan curiosos por todo, incluso nuestra destinada muerte.

 

[Oye, ve a revisar.]

[¿Por qué no vas tú?]

[Mierda…]

 

Mis subordinados comenzaron a discutir por quien será enviado como centinela.

 

Pero la actitud de desganas impropia de la situación deja en manifiesto la verdad que se desea evitar.

 

Un instinto primitivo se apodera de aquellos, que quedamos atrapados en la habitación escasamente iluminada, con nada más que una puerta desgastada para bloquear nuestro camino.

 

Nuestras mentes registran la maltrecha entrada como la única oportunidad para salir de la peligrosa situación.

 

Pero en lo más profundo de nuestras almas, la idea de acercarnos a la sofocante oscuridad, dejando atrás el abrazo acogedor ofrecido por la escasa luz emitida desde las velas sobre la mesa.

 

Acalambra nuestros cuerpos y les impide llevar acabo el único curso de acción lógica.

 

[Bien, iré yo, dame la vela.]

[¿Qué? ¿Para qué?]

[¿Cómo voy a ver?]

[Usa magia]

[No se magia de fuego, entonces ve tú.]

[Jodete]

 

Las peleas incesantes resuenan en la habitación.

 

Frente a la puerta desde la que anteriormente se discernía la ligera luz del pasillo, ahora convertida en un abismo que pareciera absorber la luz.

 

Lo aguerridos hombres que han presenciados las atrocidades del campo de batalla, parecen niños temerosos de dejar, el cálido abrazo de sus cobijas.

 

[Jefe ¿Qué hacemos?]

 

Finalmente, uno de los hombres me llama pidiendo instrucciones y el resto rápidamente sigue su ejemplo.

 

Sin embargo, aun sentado en esta incomoda silla de madera, sigo tomando mi trago con calma.

 

El agrio sabor del frio alcohol se trasmite a través de mi lengua.

 

Solo la sensación hormigueante desde mi garganta y el ardor familiar en mis intestinos sirven como prueba de que sigo con vida.

 

Estoy orgulloso de mis instintos, puedo decir sin temor a equivocarme que estoy vivo hoy, solo gracias a ellos.

 

Y esos instintos me gritan que mi suerte se acabó hoy.

 

[Ahhh]

 

Dejo salir un suspiro cansado mientras disfruto de la intoxicaste sensación.

 

Dicen que tu vida pasa frente a tus ojos cuando el frio aliento de la inclemente muerte te respira en la nuca.

 

Y al verme obligado a contemplar esa vida de mierda, no puedo evitar sentirme malditamente patético.

 

Nacido en cuna nobles y bendecido por la diosa del agua, mi Juventud estuvo llena de bendiciones y expectativas.

 

Al tener un sentido de la responsabilidad por todo lo que había recibido, en la cruenta guerra blandí la espada por mi patria.

 

Durante mi juventud, incluso sin ningún mérito acuestas más allá de cumplir obligaciones mundanas y estudiar un poco.

 

Pude disfrutar del honor, la Glorya e incluso el amor de la mujer amada.

 

Por eso, cuando termino la guerra, ahora con el justo derecho ganado a través de mi sacrificio y el de mis compañeros.

 

Pensé que podría descansar en el abrazo acogedor de mi patria.

 

Pero lo único que recibí al regresar, fue el repudio de la diosa por la que había peleado y la traición de la mujer que me había jurado amor eterno bajo la luna llena en nuestra noche de bodas 30 años atrás.

 

[Y de la nada todo se fue a la mierda…]

 

En mi murmullo cansado los hombres me miran como si estuviese loco, pero no tengo ganas de prestarles atención.

 

Aun así, esta vida ingrata es un cómico dramático y ni siquiera a disfrutar de mi vida en tercera persona, tengo derecho.

 

[¿Qué fue eso?]

 

Como si tratase de decir que le importaba mierda mis problemas emocionales, un sonido similar al de un bastón chocando contra el duro suelo, resuena desde el exterior.

 

[Q ¿QUIÉN ANDA ALLÍ?]

 

La voz desquebrajada de mi subordinado repercute en un intento de sonar intimidante, pero no puede evitar filtrar el miedo en su pronunciación tambaleante.

 

[MALDITO RESPONDE]

 

La inquietud se transformó en miedo muy rápidamente a medida que el sonido continuaba a un ritmo constante.

 

Golpe tras golpe se escuchó con brutal claridad en la silenciosa cueva olvidada por las diosas.

 

[TE LO ADVIERTO MALDITO]

 

Cada vez más fuerte, cada golpe más cercano.

 

Atacados por la cruda realidad, los sudorosos hombres sacaron sus armas y apuntaron a la entrada con manos temblorosas.

 

[[[Hick]]]

 

Rápidamente, las maldiciones se convirtieron en gritos apagados cuando la ya escasa luz comenzó a atenuarse, extendiendo sin compasión el inclemente reino de las sombras.

 

[Q, mier… que mier…]

 

Las lágrimas comenzaron a correr y otros fluidos mancharon el suelo.

 

Los hombres miraron la vela aun ardiendo con fuerza sobre la mesa, pero, aunque su fuego no había mermado, la luz siguió alejándose de la puerta como si aquello que se acercara del otro lado, fuese motivo de miedo incluso para el faro de esperanza que a acobijado a la humanidad desde su concepción.

 

[MUERTRATEEEEEEEEEEEEEEEEE]

 

Una advertencia que estaba más lejos de la amenaza y más cerca a la súplica, escapa con un grito entrecortado del aterrado hombre, mientras se alejaban de la anormal oscuridad, en busca del cobijo de la luz.

 

Pero no hubo respuesta, solo el seco resonar de un bastón que delata la existencia del ser, que se acerca con una calma inquietante.

 

Con cada sonido cada vez más cercano, la luz se alejó más de la destartalada puerta e incluso la llama comenzó a temblar, aunque no había una brisa alrededor que pudiere agitarla.

 

[[[[[…]]]]]

 

Finalmente, el resonar se detuvo… Justo frente a la puerta ahora apenas distinguible, acobijada por el manto de una oscuridad anormal.

 

Un minuto, una hora, un día.

 

No había manera de saber cuánto tiempo paso.

 

En el silencio donde incluso las respiraciones habían sido inconscientemente controladas para evitar llamar la atención, el retumbar de los corazones parecían tambores de feria en apogeo.

 

Y entonces paso…

 

En un parpadeo, la puerta que se había convertido en una fuente de un miedo primitivo finalmente estallo en pedazos, posiblemente bajo el ataque del ser al otro lado de la puerta.

 

Una agridulce sensación de asosiego se extendió como la tienta en el papel por tal evento.

 

Por un lado, la última fuente de protección había sido vulnerada, pero desde otro punto de vista, el que se había convertido en un símbolo de inquietud y miedo, finalmente desapareció.

 

Dicen que la esperanza es el impulsor que te permite llegar más lejos, pero también puede convertirse en el verdugo que alarga tu tormento.

 

Curiosamente, sin la supuesta barrera protectora, queramos o no, debemos enfrentarnos a la fría oscuridad… Y eso es un alivio.

 

No porque tengamos la esperanza de la victoria.

 

En lugar de eso, el alivio nace de la sensación sofocante, pero a la vez liberadora de que…

 

Pronto todo acabara.