—Han Lingling sentía que sus pulmones estaban a punto de explotar. Odiaba a Shao Ming por perder, odiaba a Shao Ming por no poder derrotar a Yang Chen, y también odiaba a Yang Chen. Sentía que todo aquel que no se conformara con sus deseos en este mundo estaba equivocado. Entregarle sus Piedras Espíritu a Yang Chen era admitir la derrota y reconocer que ella, Han Lingling, había perdido. ¡Esto era absolutamente imposible!
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