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5

En el despacho estaban sentados Sonny, Michael, Tom Hagen, Clemenza y Tessio. Eran casi las cuatro de la madrugada. Habían logrado convencer a Theresa Hagen, no sin dificultad, de que se marchara a su casa, situada junto a la del Don. Paulie Gatto todavía estaba esperando en el salón, ignorando que los hombres de Tessio habían recibido instrucciones de no dejarle salir ni perderlo de vista.

Tom Hagen transmitió la oferta de Sollozzo. Explicó que cuando Sollozzo se enteró de que el Don seguía con vida, él había llegado a convencerse de que iban a matarlo.

—Si alguna vez tengo que suplicar al Tribunal Supremo —dijo Hagen, sonriendo— no lo haré con tanto fervor como lo he hecho esta noche ante ese maldito Turco. Le he dicho que expondría su oferta a la Familia, aun estando vivo el Don. Le he dicho que a ti, Sonny, te tenía en el bolsillo. Le he contado que fuimos compañeros de colegio y, no lo tomes a mal, hasta le he insinuado que tal vez no te había disgustado demasiado el atentado contra tu padre. Dios me perdone.

Con una sonrisa pidió perdón a Sonny, quien hizo un gesto de comprensión.

Michael, cómodamente sentado y con el teléfono a su derecha, estudió a ambos hombres. Cuando Hagen entró en la habitación, Sonny había corrido a abrazarle, Michael no pudo evitar sentirse celoso al pensar que entre Sonny y Hagen existía una intimidad mucho mayor que entre él y su hermano.

—Bueno, vamos al grano —dijo Sonny—. Tenemos que hacer nuestros planes. Echa una ojeada a la lista que hemos confeccionado Tessio y yo. Tessio, pasa tu copia a Clemenza.

—Si vamos a hacer planes —dijo Michael—, Freddie tiene que estar presente.

—Freddie no nos sirve de nada —replicó Sonny con cierto sarcasmo—. El médico dice que ha sufrido un shock tan fuerte que necesita guardar reposo absoluto. No lo entiendo, de veras. Freddie siempre ha sido un muchacho duro. Supongo que para él fue horrible ver cómo disparaban a papá; siempre ha pensado que el Don es Dios. Tú y yo somos diferentes, Mike.

—Dejemos fuera a Freddie —dijo Hagen, rápidamente—. Mantengámoslo al margen de todo, absolutamente de todo. Ahora, Sonny, hasta que la crisis haya pasado, creo que deberías permanecer en casa. Aquí estás seguro. No menosprecies a Sollozzo, es un verdadero pezzonovante, un hombre con lo que hay que tener. ¿Tenemos gente en el hospital?

Sonny asintió en silencio.

—La policía vigila allí, pero los nuestros han podido visitar tranquilamente a papá. ¿Qué piensas de la lista, Tom?

Hagen enarcó las cejas.

—Por Dios, Sonny, creo que lo has tomado como un asunto personal. El Don lo hubiera considerado como una simple disputa de negocios. Sollozzo es la clave. Lo único que procede, pues, es eliminarlo a él. Olvidemos de momento a los Tattaglia.

Sonny miró a sus dos caporegimi. Tessio se encogió de hombros, mientras decía:

—Es una medida adecuada.

Clemenza, en cambio, guardó silencio.

—Hay un punto que está fuera de discusión —apuntó Sonny, dirigiéndose a Clemenza—. No quiero volver a ver a Paulie. Él será el primero de la lista.

El gordo caporegime asintió.

—¿Qué hay de Luca? —preguntó Hagen—. A Sollozzo no pareció preocuparle mucho. Y eso me preocupa a mí. Si Luca nos ha traicionado, nos encontramos en peligro. Eso es lo primero que tenemos que averiguar. ¿Ha conseguido alguien ponerse en contacto con él?

—No —dijo Sonny—. Le he estado llamando durante toda la noche. Quizás esté con alguna mujer.

—No —respondió Hagen—. Nunca pasa toda la noche con mujeres. Cuando ha terminado, se va a su casa. Mike, sigue marcando su número hasta que conteste.

Obedientemente, Michael marcó el número de Luca. Nadie atendió la llamada. Finalmente, colgó.

—Sigue probando cada quince minutos —ordenó Hagen.

—Bien, Tom, tú eres el consigliere —dijo Sonny con impaciencia—. Aconséjanos. ¿Qué demonios piensas que deberíamos hacer?

Hagen se sirvió un poco de whisky.

—Negociaremos con Sollozzo hasta que tu padre pueda ocuparse del asunto. Incluso podríamos llegar a un acuerdo, si fuese necesario. Cuando tu padre se levante de la cama, podrá dejar el asunto definitivamente zanjado, y todas las Familias le apoyarán.

—¿Me consideras incapaz de manejar a Sollozzo? —preguntó Sonny, irritado.

—Sonny, estoy seguro de que podrías acabar con él —dijo Hagen, mirándolo a los ojos—. La familia Corleone es la más poderosa. Tienes a Clemenza y a Tessio, que si llega el caso pueden disponer de un millar de hombres. Pero con ello se produciría una verdadera carnicería a lo largo de toda la Costa Este, aparte de que las demás Familias culparían de todo a los Corleone. Nos ganaríamos una gran cantidad de enemigos. Y eso es algo que tu padre siempre ha evitado.

Al mirar a Sonny, Michael comprendió que éste había aceptado bien las palabras de Hagen. Sin embargo, después de breves instantes, Sonny dijo al consigliere:

—¿Y si mi padre muere? ¿Cuál sería entonces tu consejo?

—Sé que no me harías caso —contestó Hagen sin alterarse—, pero te aconsejaría llegar a un verdadero acuerdo con Sollozzo en lo de las drogas. Sin los contactos políticos y la influencia personal de tu padre, la familia Corleone pierde la mitad de su fuerza. Sin tu padre, las otras Familias de Nueva York tal vez se decidieran a apoyar a los Tattaglia y a Sollozzo, sólo para evitar una larga y destructiva guerra. Si tu padre muere, trata con Sollozzo. Luego, espera.

Sonny estaba pálido de ira.

—Para ti es muy fácil decir esto. No han disparado a tu padre.

—He sido para él un buen hijo, quizá mejor que tú o Mike —replicó Hagen rápidamente, sin disimular su orgullo—. Te estoy dando mi opinión profesional. Personalmente, puedes estar seguro de que quiero matar a esos cerdos.

La emoción con que Hagen había hablado avergonzó a Sonny.

—Por Dios, Tom, no tomes a mal mis palabras —se disculpó—. No pretendía ofenderte.

Sonny siguió murmurando excusas, mientras los demás esperaban, silenciosos y violentos por la escena anterior. Finalmente, Sonny habló, con voz tranquila.

—Esperaremos a que el viejo esté en condiciones de ponerse al frente de todo. Pero, mira Tom, quiero que permanezcas en la alameda. No quiero que te arriesgues. En cuanto a ti, Mike, mantente alerta, aunque no creo que Sollozzo intente nada contra ti. Si se atreviera a atacar a los miembros de la Familia, llevaría las de perder; todo se volvería contra él. Pero sé cuidadoso, de todos modos. Tessio, tú ten a tus hombres en reserva; que vayan husmeando por la ciudad. Tú, Clemenza, cuando hayas arreglado lo de Paulie Gatto, lleva a tus hombres a la casa y a la alameda, para que sustituyan a los de Tessio. Oye, Tessio, mantén a tus hombres en el hospital. Tom, bien sea por teléfono, bien a través de un mensajero, empieza las negociaciones con los Tattaglia y con Sollozzo, a primera hora de mañana. Tú, Mike, hazte acompañar mañana por un par de hombres de Clemenza a casa de Luca; espera a que salga o averigua dónde diablos se ha metido. De haber oído lo de papá, es capaz de haber ido a cazar a Sollozzo. No puedo creer que haya traicionado a su Don, por mucho que Sollozzo le haya ofrecido.

—Tal vez no deberíamos mezclar a Mike tan directamente en esto —dijo Hagen a regañadientes.

—De acuerdo —respondió Sonny—. Olvídalo, Mike. De todos modos, te necesito aquí, junto al teléfono. Y eso es más importante que lo otro.

Michael permaneció en silencio. Se sintió inútil, casi avergonzado. Al ver los rostros impasibles de Clemenza y de Tessio, se dio cuenta de que ambos estaban ocultando su desprecio por él. Descolgó el auricular y marcó el número de Luca Brasi. Mantuvo el receptor pegado al oído durante un buen rato, pero nadie contestó a la llamada.