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Esto comienza a tomar fuerza

Los siguientes días fueron tranquilos en los dominios de los caídos. A decir verdad, Azazel se habría encariñado de Issei. En él veía a su padre de todas las maneras posibles, y ese cariño se habría intensificado gracias a los horneados hechos por sus manos. Cada cosa, no importaba lo pequeña o simple que fuera, era vista por el caído como la gloria y la victoria encarnadas en un simple trozo de pay de manzanas. Por el lado de Issei, estuvo más cercano a sus hermanos. Salía con ellos para hablar y participar en más eventos en los cuales los tres pudieran divertirse. Pero Issei reconocía que lo que hacía era una forma de evadir la verdad de por qué estaba con Azazel. Porque solo habría venido él y había muchas más cosas de las cuales no era capaz de comentar.

Su habitación estaba en silencio y en ella se encontraba el mismo propietario. Con aquel escudo en sus manos, lo observaba detenidamente. Cada pequeño rasguño que éste poseía en su parte delantera era una breve historia de guerra que se habría quedado impregnada en el metal dorado del cual habría sido hecho. La lanza era igual, pero mucho más diferente. Pero había algo que pasaba por la cabeza de Issei y no lo dejaba tranquilo: ¿qué le sucedió exactamente durante aquellos dos años? Fue casi como si hubiera dejado su cuerpo en control automático o como si alguien lo hubiera usado durante su ausencia, pero ahora eso era un poco irrelevante. Ahora era él quien tenía el control sobre sí mismo.

Dejando sus cosas donde las agarró, giró hacia su derecha al escuchar un sonido completamente extraño. Sin embargo, al hacerlo, sólo vio la pared y aun así el sonido persistía. Decidiendo investigar, agarró de nuevo su lanza y salió de la habitación. Era muy temprano y apenas había luz en el páramo sombrío en el cual habría estado viviendo. Cada paso que daba lo guiaba hacia la fuente de aquel sonido que parecía ser el de una persona herida. Otra cosa era que éste salía con cierto eco, por lo que dedujo dos cosas: que estaba entre las paredes o bajo el suelo. El castillo, ya caído por sí solo, era grande y era de suponerse que habrían partes abiertas entre el suelo o las paredes de mármol negro.

Saliendo de la comodidad del castillo, un guardia lo interceptó y le pidió que no saliera. Las temperaturas eran bajas fuera del castillo y moriría en cuestión de minutos por hipotermia. Issei se negó a dar la vuelta porque la persona que estaba ahí afuera estaba herida y algo dentro de él le pedía salvarla. El guardia al ver que no haría que se retractara y se fuera para su cuarto, le ofreció un abrigo para que durara más tiempo afuera. Sin embargo, no se ofreció a ir con él por el arma que tenía entre sus manos.

Cuando salió, supo que era verdad sobre las temperaturas. El frío era mortal y ya estaba pensando lo peor sobre la persona que estuviera por ahí. Decidió caminar alrededor del castillo y con cada paso que daba, se hundía más en la nieve. Pero aun así el sonido volvía y era de alguien quejándose. Una voz era un tanto delicada, casi la de una mujer. Al encontrar una gran grieta en el mármol, decidió entrar, ya que era de donde se escuchaba más. La grieta era lo suficientemente grande como para que pudiera entrar. Pasando entre las paredes, salió a una parte ya amplia donde había una pequeña hoguera ardiendo.

Pero su cuerpo reaccionó solo, esquivó una lanza de un amarillo brillante y respondió a su atacante con un izquierdazo demoledor que dejó a su atacante derrumbado en el piso. Por su mente pasó la idea de comenzar a pisotearlo, pero se negó a esa acción y se alejó un poco antes de apuntarle con su lanza. Con la guardia en alto notó cómo se levantaba claramente adolorido y al girar para ver a Issei, demostró su cara con una túnica hecha de harapos sucios y descosidos.

Cuando Issei vio su rostro femenino, se sintió flechado por aquellos ojos marrones que llegaron a penetrar su alma. Su cabello era de un azul marino como el cielo nocturno, y una mueca de odio y dolor a partes iguales era lo presente en aquel rostro que Issei veía. De la nada, esquivó otra lanza y ella le habló.

—Bastardo hijo de perra, ¿crees que moriré aquí por tus asquerosas manos de humano? Estás muy equivocado, basura —confesó antes de crear una lanza en sus manos—.

—Espera, espera, no te quiero matar, solo ayudar —comentó antes de esquivar una lanza que iba contra su cara—.

—¿Crees que me voy a creer eso? ¡MUERE! —dijo de forma tranquila hasta lo último en que gritó y procedió a lanzar muchas más lanzas—.

Issei esquivó las lanzas con sutileza y decidió actuar de la mejor forma posible. Al acercarse, le dio una patada a su atacante directamente en la cara, dejándola inconsciente por un tiempo indefinido.

. . .

Abriendo los ojos, de inmediato sintió un gran dolor en el lado izquierdo de su rostro, pero se percató de algo: ya no se encontraba en el sucio suelo de aquel espacio entre los muros. Estaba bajo un futón, muy bien abrigada y ya no sentía frío alguno gracias a la nueva hoguera que ardía casi frente a su mirada; y eso se debía a Issei, quien estaba haciendo algo. Al verlo, frunció el ceño y procedió a levantarse, pero se dio cuenta de que estaba desnuda además de sentir un poco de dolor. Abriéndose, vio a Issei con mucha más rabia y creando otra lanza, le apuntó en su dirección a su columna vertebral, pero cuando iba a lanzar la estocada, la lanza se deshizo. Sabía que se encontraba débil, pero no a ese punto.

—Creo que es mejor que no intentes hacer nada, y lo digo por tu propio bien —confesó de espaldas—. Abrígate, ya que esas heridas que tienes no sanarán solas.

—Pudrete, escoria humana.

—¿Me lo está diciendo un ángel caído? ¿Acaso las tetas no te dejan pensar o lo único que hay en tu cabeza es aire? —preguntó Issei sin girarse a verla—.

Aquel comentario liberó toda su ira y cuando intentó levantarse por segunda vez, gritó de dolor al sentir cómo su piel se desgarraba en su espalda hacia abajo, temblando del dolor como si estuviera llorando. Pero Issei se acercó con vendas en su mano y aguja e hilo en la otra.

—Tócame y te mato —amenazó apenas y pudiendo hablar por el dolor que se cernía sobre ella—.

—Deja lo que tengas en contra de mí. Solo te estoy ayudando, maldita morsa tetona. Es más fácil para mí dejarte morir, pero deseo y debo ayudarte. Así que cállate y déjame curarte —dominó la situación antes de tocar a la mujer delicadamente—.

Este se sonrojó por el motivo de que su piel era sumamente suave, era como un malvavisco. Pero volviendo a lo que estaba, hizo que se sentara y le diera la espalda. Cuando vio que las dos heridas que habría cosido se habían abierto, suspiró; las heridas parecían como si le hubieran arrancado las alas. Tomando los hilos, se tomó unos segundos.

"Esto te va a doler" comentó, viéndola sobre su propio hombro.

"S-se r-rápido" comentó ella antes de que lo hiciera.

Cuando cerró de nuevo la herida del lado izquierdo, le cubrió la boca con la mano para que no gritara y aprovechando la otra. Sin embargo, ella se dio la vuelta y lo abrazó para, de la nada, morderlo en el hombro con fuerza. Issei apretó los puños por el dolor y comenzó a respirar calmado a pesar del gran dolor, y notando que ella aún se le aferraba. La abrazó y le comenzó a dar palmadas para que se calmara y lo soltara.

. . .

Se habría quedado dormida. Issei la abrigó y puso más leña al fuego de la hoguera. Le dio una sopa hecha con unas plantas medicinales, las cuales mezcló con miel, un medicamento bastante bueno. El único inconveniente que Issei le veía era que también era, por así decirlo, un fuerte somnífero, el cual dejaría a cualquiera durmiendo por un muy largo tiempo. Abandonando aquel lugar, volvió a su cuarto y viendo en la ventana algo que le decía que sería de vital apoyo, lo tomó y fue en busca de Azazel. Este le habría comentado que consiguió los pases para el territorio Gremory. Girando en una esquina, lo vio a este con el mismo traje negro que siempre usaba, acercándose a él.

"Me comentaron que saliste del castillo, he de suponer que diste un paseo. ¿Cómo estuvo?" preguntó antes de ponerse frente al muchacho y cruzar sus brazos con una sonrisa en su cara.

"Tranquilo, a decir verdad. Aunque hace un frío demasiado fuerte, a decir verdad." comentó de forma tranquila, pero notó algo. "Y no este pastel no es para ti."

"No seas tacaño, un pedacito nada más será lo que me comeré", comenté viendo el pastel que Issei traía en sus manos. El pastel de Issei tenía un glaseado verde, con pedazos de manzanas y una fina capa de crema batida que haría babear a cualquiera para tan solo darle un mordisco. "Siento que no va a ayudar hablar con ese ajuka, ya que piénsalo, ¿quién rechazaría un postre hecho a mano?", dijo para hacerse aún lado de este. "Mejor vámonos ya que el tiempo es oro."

Con su simple comentario, un círculo mágico apareció bajo sus pies y así fueron llevados a las tierras gremorys, un lugar completamente diferente al del clan sitri. Con un cielo de un verde oscuro y un tono tétrico, era lo que Issei veía exactamente. Un páramo gris y sin vida se cernía bajo sus pies, pero entre todo eso logró divisar una fortaleza de un gris oscuro de gran tamaño. "Déjame adivinar, ¿ahí es donde vive Ajuka?", preguntó viendo aquella fortaleza de mármol gris y agrietado. "Sip, tétrico." "No tanto, es casi igual al tuyo solo que en vez de negro es gris", dijo viendo de arriba a abajo la fortaleza. "Pues, él copió mi estilo por eso se ve así, fue mi idea principal para que construyera su bastión, parecido a mi castillo", aclaró con enojo y vergüenza. "Oh, tú le robaste la idea en primer lugar, ya que éste se ve más viejo que tu castillo", comentó con una sonrisa. "¡Qué cosas estás diciendo! Me ofende que pienses que me robé una idea", dijo fingiendo vergüenza. "Si es lo que dices, mejor vamos de una vez", recomendó, con una gota de sudor bajando por su cabeza como una sonrisa sacarona en su cara.

Sin esperar más, ambos caminaron en dirección al bastión/fortaleza y cuando llegaron a las puertas, las cuales eran gigantescas y de madera de un roble opaco, Azazel sin más tocó la puerta con fuerza y tras unos segundos, una cámara se desplegó y bajó hasta nuestra altura.

Te doy 15 segundos para sacar tu puto trasero de mis dominios, antes de que vaya a hacerlo por mí mismo, pedazo de porquería caída traidora -se escuchó una voz sintética salida de la cámara que se encontraba presionada contra la cara de Azazel-.