Shen Wenna se veía bien. Aunque su figura seguía tan delgada como antes, parecía sana. Xi Mushan realmente la estaba cuidando bien, los signos anteriores de depresión habían desaparecido.
—¿Te estás acostumbrando a la vida aquí?
Mu Yuchen miró a Pequeña Manzana en el brazo de Shen Wenna cuando él le dio unas palmaditas en la cabeza y lo miró con sus grandes ojos.
Shen Wenna sonrió y asintió. —Estoy genial. Gracias por preguntar, Ah Chen. Me ha ido bastante bien con tu padre por aquí, todo gracias a tu arreglo. Ah, y gracias por Pequeña Manzana también.
—De nada, madre. Es parte de mi responsabilidad. Ahora que Xiaye y yo estamos casados, ustedes dos también son queridos para mí.
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