Ella bajó la cabeza y miró su cara bajo la tenue luz. Aunque notó que él había cerrado los ojos una vez más, no mostró signos de dejarla ir. Finalmente, dejó de luchar y se acostó a su lado. Se cubrió con la manta otra vez y lo dejó dormir en paz.
Sin embargo, la voz del hombre llegó a su oído en el momento en que cerró los ojos. —Contéstame. —su agarre alrededor de su cintura también se apretó...
Ella puso su mano sobre la de él y respondió: —Bien, ahora vete a dormir. ¡Ya casi ha amanecido!
—No hay trabajo mañana. Es fin de semana.
Él todavía estaba al tanto de la fecha, haciéndola reír. Al momento siguiente, la abrazó como si estuviera abrazando una muñeca antes de dormirse para dormir tranquilamente.
El tiempo volaba cuando las cosas se ponían difíciles.
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