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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · Kỳ huyễn
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261 Chs

La opinión de un experto

Gustavo miró a la maga con una sonrisa complicada, no entendía su juego y, en verdad no tenía el tiempo para jugarlo. Xinia frunció el ceño, podía sentir una ligera incomodidad al ver los ojos tranquilos del joven hombre al lado de la Sabia.

--Por tu mirada puedo notar cierta infelicidad --Dijo el joven hombre--. Y déjame decirte que no estamos tomando este asunto como algo trivial. Ahora mismo estamos faltos de personal para examinar a tan buenos aspirantes, por lo que la Sabia Meira optó por ofrecerse como voluntaria y, no hay mejor opción para que un aventurero con tendencias mágicas haga su exámen, que teniendo a una profesora como su examinadora.

--No soy un mago. --Expresó Gustavo, agarrando con su mano la empuñadura de su sable para darle más credibilidad a sus palabras.

--Combatiente mágico, entonces. --Corrigió, algo impresionado, pero sin dejar que su rostro lo expresara. Gustavo afirmó con la cabeza.

--No hay muchas personas en el mundo como tú --Dijo la maga repentinamente--. Algunas eligen un camino para volverse expertos, otros no pueden elegir ninguno porque no tienen los talentos para hacerlo, tu elegiste ambos, pero en ninguno eres o serás un especialista ¿O me equivoco?

--Se equivoca... --Refutó Meriel.

--No es necesario. --Dijo Gustavo con un tono tranquilo. Prefería callar a tiempo a su seguidora antes que se revelara información sobre su poder, sabiendo que en el mejor de los casos nadie le creería, pero en el peor, sería atado al reino para ser ocupado como su arma y, si eso no era posible, buscarían la manera de acabar con su vida para no tener una amenaza potencial estorbando en su camino.

La Sabia guardó silencio por un momento, analizando con una expresión curiosa lo que había tratado de decir la dama de cabello rojo. Carraspeó y volvió al tema principal.

--Sí desea ser un aventurero, sígame a la sala de examinación.

--Por favor, guíenos. --Expresó el joven.

La Sabia acomodó la tela sobre su cuello, la pulsera plateada en su mano, hizo un gesto afirmativo con la cabeza, comenzando a caminar por un pasillo tenuemente iluminado por luz artificial.

Al cabo de dos o tres minutos, llegaron ante una sala de dimensiones increíblemente grandes. Tenía un ligero parecido al cuarto donde recordaba había hecho el exámen para ser integrante del gremio de exploradores de mazmorras, sin embargo, esta poseía ciertas diferencias, como: el acabado en las paredes, el color, el material y, sobre todo, la poderosa atmósfera energética.

La Sabia Meira se adelantó, colocándose a una distancia estratégica del grupo.

--Primero te examinaré a ti, guerrera con el artefacto mágico.

Xinia asintió, sintiendo algo de renuencia al no saber si habían descubierto su identidad, pero al ver el rostro tranquilo de su compañero, su actitud cambió, mostrando el comportamiento y dignidad de una aventurera de siete estrellas. Dio dos pasos al frente, colocándose frente a la Sabia.

--Usted es una maga y yo una guerrera, espero sea consciente de ello. --Desenvainó, sacando de su bolsa de cuero su hermoso escudo pintado.

--Tranquila, me contendré. --Sonrió.

Se colocó en guardia y esperó por el comienzo del exámen, al ver el ademán de la Sabia, se arrojó a la batalla. Sus movimientos fueron rápidos y, sin aberturas, mostrando su hábil capacidad para el combate cuerpo a cuerpo.

--Eres buena --Dijo Meira--. Tienes mi aprobación. --Le asintió al joven hombre, quién parecía una estatua, ya que no se había movido ni un centímetro de su lugar.

--Lo agradezco. --Enfundó su espada y, guardó su escudo, recuperando el aliento con una técnica de respiración, aunque había sido corto el combate, la versatilidad de la maga le había complicado hacer varios de sus movimientos.

--Tú serás la siguiente. --Apuntó con su dedo a Meriel, quién asintió, ansiosa de demostrar su valía.

--Ve con cuidado. --Aconsejó su señor.

--Déjeme mostrarle las habilidades de una descendiente de Inver. --Dijo ella, desenvainando su espada.

--Un arma encantada de cuarto grado, interesante --Dijo, sorprendida, no siempre se podía apreciar un artefacto de tan buena calidad--. ¿De dónde sacaste tan buena espada? --Preguntó.

--Herencia familiar. --Levantó el arma, empuñándola con ambas manos.

La Sabia asintió, era curiosa, pero sabía respetar la privacidad de los individuos, por lo que no preguntaría más allá de lo que no estuvieran dispuesto a responder. Guardó silencio, movió sus manos en posición defensiva, silbó unos pocos tonos antiguos, liberando de su cuerpo un aura color verde y, con un movimiento de cabeza, proclamó el comienzo de la batalla. La seguidora tomó impulso con ambas piernas, respiró profundo y, activó la primera de sus técnicas, liberando de la hoja de su espada una ola gélida, que trató de impactarse en el cuerpo de su adversaria. La Sabia Meira activó rápidamente el hechizo que había conjurado con anterioridad, desapareciendo de lugar y creando un torbellino violento de viento.

--La fuerza de la dama Meriel no será suficiente. --Analizó Xinia en un tono calmo.

--Su fortaleza no es la fuerza --Dijo Gustavo sin quitar la vista de la batalla--, sino su gran habilidad con la espada --Observó como la dama esquivaba el ataque, recuperándose con una voltereta rápida--. La he visto practicar por las noches, he conocido sus posturas, su estilo al respirar, la versatilidad de sus ataques --Sonrió al ver qué uno de sus movimientos casi tocó el cuerpo de la Sabia--. En un combate cuerpo a cuerpo, sin mi velocidad, ni mi fuerza, estoy seguro que terminaría en mi derrota. --Xinia levantó la cejas, no había mejor cumplido que de aquel que se encontraba en la cima y, para ella, quién había sido testigo del gran poder del joven, podía sentir que sus palabras cargaban un fuerte peso y, por el mismo, respeto un poco más a su nueva compañera, un título que ya no estaba dispuesta a dar a cualquiera.

Pasaron poco más de cinco minutos, la espada de Inver resbaló por la dura superficie, siendo guiada por la inercia a los pies del joven, quién inclinó el cuerpo para sujetarla y esperar por su dueña. Meriel, se encontraba jadeando en el centro de la sala, arrodillada con una sola pierna y, apoyando su cabeza en su mano.

--No muchas veces me equivoco --Dijo repentinamente la maga, con un tono calmo y solemne--. Por lo que debo expresar mi sincera disculpa hacia ti, niña, te juzgue mal. Tal vez no seas tan poderosa como tu compañera, pero tienes talento con la espada. Tienes mi aprobación.

--Gracias. --Levantó el rostro, colocándose de pie con lentitud, hizo un ademán de cabeza, golpeando su mano dos veces en el pecho en sincronía, un acto ceremonioso de su antíguo clan.

Gustavo no esperó ser llamado, comenzó a caminar hacia el frente, colocándose al lado de su seguidora.

--Esto es tuyo. --Dijo, entregándole la hermosa espada.

--Gracias, mi señor. --Respondió con una ligera sonrisa y, con respeto tomó de vuelta su arma, envainándola con lentitud.

El pequeño lobo bajó del hombro de su compañero, estaba muy cómodo, pero sabía que su siesta iba a ser interrumpida en el siguiente momento, por lo que prefirió irse a un lugar en la lejanía, acostándose para dormir un poco más.

--Muéstrame toda tu fuerza. --Sonrió.

--Si es lo que deseas. --Afirmó con la cabeza, aunque no estaba dispuesto a ir en serio, pues estaría condenando a la maga a una muerte segura.

La Sabia respiró profundo, conjurando de ante mano varios hechizos defensivos sobre su cuerpo, levantó su mano derecha, convocando un hermoso bastón de madera roja, con un objeto amorfo sobre la punta, uno que parecía ser una piedra de color ámbar.

--Comienza. --Dio por iniciado el exámen.

Gustavo asintió con calma, tranquilizó su mente, sus ojos se tornaron solemnes y, con una determinación palpable, dio un paso hacia delante, apareciendo en un segundo frente a la Sabia, quién no había esperado semejante movimiento, ni ella, ni el hombre joven.

--Estarías muerta --Le tocó la frente con su mano-- si fuera una batalla real.

Los ojos de la Sabia se oscurecieron, haciendo una ligera mueca de insatisfacción, mientras su orgullo, manchado y destrozado daba paso a una arrogancia desmedida.

--En un combate real --Le quitó la mano con calma--, no te hubiera permitido dar un solo paso.

Gustavo rápidamente retrocedió, había sentido la hostilidad por parte de la maga, así como el hechizo que se estaba conjurando a sus pies.

--Buenos instintos. --Sonrió con malicia.

--El joven ha demostrado su valía para el gremio, creo que es momento de dar por terminado el exámen. --Interrumpió el hombre joven, intuyendo lo que pasaría sino lo hacía. La Sabia frunció el ceño, mirando al emisor de aquellas absurdas palabras.

--Aún no he dado mi aprobación, Irtar. Tú lo dijiste, no hay nadie mejor para examinar este exámen y, deseo conocer las habilidades de mi examinado antes de aprobarlo.

--¿De verdad deseas continuar con esto? --Le preguntó, calmado y con una ligera renuencia en sus ojos. La Sabia Meira asintió--. Si es así, lo permitiré. Sin embargo, no deseo que el Gran Sabio Mertenz haga un escándalo sobre esto. --Le advirtió.

--Maestro no actúa en situaciones tan mundanas como está.

--Quisiera creerte --Dijo para si mismo--. Joven, tú tienes la última palabra --Observó a Gustavo-- ¿Deseas combatir?

Tocó su sable por instinto, mirando con una sonrisa sutil a su adversaria y, sintiendo una ligera excitación recorrer su piel, pero al sentir el hormigueo y temblor en su brazo derecho, entendió que no era buena idea.

--Lo lamento, pero debo negarme. --Expresó con un tono cortés.

El hombre joven suspiró aliviado, mientras que la Sabia Meira frunció el ceño, sintiéndose ligeramente insultada.

--Bien, doy por finalizado la prueba...

--Un momento --Interrumpió la maga, comenzando a caminar en dirección a Gustavo--. Aún no he dado mi aprobación. --Alzó ligeramente la vista, observando al joven de mirada tranquila.

--Soy el administrador del gremio, Sabia Meira, no lo olvides. --Advirtió sin hostilidad, tratando que la dama en cuestión no actuara bajo el efecto de la arrogancia.

--Me decepcionas, de verdad creí que serías un buen discípulo. --Negó con la cabeza, exhalando y recuperando su compostura digna y, mirada solemne.

Meira comenzó a caminar hacia la puerta, desapareciendo un segundo después.

--De verdad admiro tu sensatez --Elogió con una sonrisa--. Porque estoy seguro que al menos, hubieras perdido una extremidad si esa lunática mujer hubiera peleado con todas sus fuerzas.

--A veces es mejor optar por la paz, que por la espada. --Dijo con un tono calmo, observando con su reojo a su pequeño compañero, el cual había vuelto a su cómoda cama.

--Palabras muy sabias --Asintió--. Bien, los tres han pasado la prueba, por lo que les concederé las identificaciones que demuestren que son aventureros. --Sonrió plácidamente, en verdad estaba alegre de tener tan buenos reclutas, no todos los días se podía observar a guerreras tan diestras, o a jóvenes tan rápidos.

--Se lo agradezco.