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Capítulo 42 — Secta, muertos y títeres

No había ganado.

Yacía en el suelo, en la tierra fría, una roca en forma humana que seguía con sangre fluyendo dentro de él, y conciencia dormida en espera de que alguien la despierte.

Pero que iba a hacer alguien frente a las tres personas petrificadas por el superior drakons, Arroy Drakons. Ni siquiera el más valiente se atrevería a intentar sacarlos de su prisión de piedra. Sería como correr el riesgo de morir por la secta de la peor o forma, o algo más peor, ser petrificado.

Ser petrificado era algo así como un sueño angustiante eterno. No puedes despertar, desconoces tu estado y lo que pasa. No sabes si estas vivo, dormido, desmayado, muerto e incluso en coma. No sabes lo que te pasó antes de caer en ese lugar oscuro, mas había un remordimiento profundo de algo.

Básicamente, los que estaban en ese lugar: Holger, Afroda y Cedius, no sabían nada, en lo absoluto. Y su tortura era estar por un tiempo indefinido que podría ser eterno, con el sufrimiento de un remordimiento del cual, desconocían su motivo.

Era una muy mala tortura que podría llevar a cualquiera a la desesperación o la ansiedad, esto por no saber que ocurría y ocurrió, y también por sentir tan profundo remordimiento, creado por no saber como llegaron hasta ese punto.

Pero no había nada que alguien pudieran hacer contra lo que le estaba sucediendo a los tres. Nadie podía hacer nada, solo había que esperar el tiempo, el futuro inesperado que podría ser tanto trágico o aterrador.

—¿Y ahora? ¿Qué queda? ¿Qué sucede cuando tu camino es trazado por un futuro que depende de los demás y no de ti? ¿Qué queda cuando tu vida deja de ser liderada por ti? —Arroy miró con tristeza y pena en su corazón, lamentándose de haber hecho eso, por que ni el conocía la forma de sacarlos de ese estado—. Al perder tu capacidad de liderar, aunque sea de forma parcial, en tu futuro, te conviertes en esclavo del destino. —Arroy suspiró un poco.

Arroy comenzó a caminar, dando vuelta alrededor de los escombros antes de irse. Pero antes de irse, terminó lo que estaba diciendo, y lo hizo con tristeza en su corazón:

—Al ser esclavo del destino, para mí es como estar muerto. —Se mordió los labios inferiores con dolor hasta que le sangraron, y recordando todo lo que hizo en su vida, tan solo para cumplir un deseo que para él era bueno, pero aunque sea bueno, reflexionó en voz baja:—. Soy un asesino cuya vida es liderada por un libro del deseo y el destino que este ocupa que yo tenga para llegar a liberar al Emperador; moriré antes de ver la próxima noche…

△▼△▼△

—Si intentas matarme, ¡esfuérzate! —Lylia estaba de brazos cruzados y no tenía ni una sola copia atrás de ella.

Riltut sintió una presencia que lo dejó en completo asombro. Una presencia, que de alguna forma, a pesar de su poder, lo hizo que temblara de tan fuerte poder que ella había liberado. Tanto fue el asombro que Riltut tembló y volteó.

Observó a Melid con una espada volando sobre su cabeza que dio un brillo tan fuerte que iluminó la noche y cegó a los tres en un instante. Del brillo de la espada salieron varios cuernos de dragón puntiagudos en dirección hacia Riltut.

Los cuernos iban de varios ángulos, tamaños y direcciones. Algunos iban de arriba abajo, otros iba de abajo a arriba. Algunos eran grandes como una cabeza y otros parecían ser del tamaño de un grano de arroz. Algunos iban a la cabeza y otros a los pies.

A pesar del asombro que sintió el superior por un momento, este no recibió ni un solo rasguño causado por un cuerno de dragón, esto lo hizo molestar, y con enojo gritó:

—¡Eres tan…! —Producto de la sorpresa que había sentido al ver tanto poder, y el miedo de pensar en como había gente que lo hubieran matado sin su poder. Sin embargo, se sintió algo decepcionado cuando su poder evitó ser dañado, creyendo en que nadie lo lograría superar.

—Ser intocable. La intangibilidad tuya es solo contra ataques ¿o me equivoco? —dijo la voz de una niña con un tono muy escalofriante.

Riltut al sentir algo tocar su pierna. Un objeto pequeño como la mano de un niño, se asustó y el miedo invadió cada rincón de su ser. Lo que lo había tocado lo dejó en un estado que no se podría describir en palabras realmente. Un estado de profundo miedo y sorpresa que causaba una deformación en su cara por el miedo, ojos abiertos con una mirada vacía, ceño fruncido de una forma que resaltaba el temor.

Riltut observó a la cosa que sostenía su pie y sí. Sus sospechas que le causaron tanto miedo, fueron comprobadas.

Lylia sostenía la pierna derecha de Riltut.

Lylia sonrió con malicia y maldad en su rostro y dijo:

—¿Nunca tomaste en cuenta esta posibilidad, superior humano, Riltut Felb? —Lylia sostuvo con tanta fuerza su pierna que por poco casi la rompía y la hacía arena por la fuerza que aplicaba.

Riltut se aterrorizó aún más y Lylia lo miró. Él abrió sus ojos llenos de lágrimas y con una profunda sensación cercana a la muerte.

De pronto, Lylia empezó a girar a velocidades que eran más altas que cualquier otra velocidad que Riltut había visto con sus ojos. Incluso consideró la consideró como una velocidad casi igual a la de Arroy.

Lylia soltó a Riltut y este salió volando por lo aires a una gran velocidad que superaba el sonido.

Riltut gritaba del miedo sin saber en que lugar caería. Seguramente esto era lo mismo que Cedius había pensado cuando Riltut le dio esa patada y ahora, Riltut tenía la desgracia de probar el miedo que le había hecho pasar al Cuarto Rey de la Espada. Por eso, Riltut gritaba del miedo y enojo esperando el momento en el cual chocaría con el suelo y sufriría de una manera tan dolorosa.

Su cuerpo por fin impactó, tras una fracción de segundos, en el suelo. Este impacto generó una gran explosión, que a su vez, causó un gran viendo que venía repleto de tierra y restos de escombros. La explosión había dejado un gran cráter cuando todo el humo se fue. Un cráter tan grade de varios metros de radio y que en su centro yacía Riltut levantándose con su cuerpo lleno de sangre temblando.

Por la altura y posición de la cabeza del superior humano, no se podía ver si este estaba enojado o no. Sin embargo, aunque no se pudiera ver, era muy obvio que si lo estaba.

Si este superior volvía a la batalla, lo haría muy herido y con una sed de venganza muy brutal, sobre todo hacia Lylia, quien se había burlado de él incontables veces desde que se conocieron, y por eso, Lylia no tenía duda en que él se vengaría si podía.

Lylia sabía que si Riltut regresaba a la batalla, la intentaría matar, cueste lo que le cueste, pero este pensamiento, lejos de causarle temor a la niña, le causó una sonrisa retadora.

Melid observó lo que había pasado, y con su cabeza miró a Lylia con una cara extraña; llena de duda y sorpresa por lo que su hija le había hecho al "intangible". No se podía quedar con la duda, así que con un tono serio le preguntó:

—¿Cómo lo hiciste?

Lylia agachó la cabeza y sonrió con mucho orgullo, para continuar con un tono de voz alegre y macabro:

—Simple. Tuve en cuenta la idea de que era probable que nada lo tocara si iba en dirección a él, pero quería comprobar si esa habilidad servía si lo que iba en su dirección no tenía malas intenciones o no podía causar daño. —Lylia observó como Riltut se levantaba de una forma tan lenta y pausada que le empezó a dar lástima verlo en esa situación tan deplorable—. En pocas palabras, sólo tuve que apagar mis sentimientos asesinos hacia él para lograr eso.

De pronto, Lylia sintió la presencia de algo extraño atrás de su madre y por eso gritó con algo de desesperación:

—¡Atrás!

Melid se dio la vuelta y miró a la persona que se encontraba atrás de ella. Melid sin pensarlo dos veces atacó con ferocidad y violencia a la persona que estaba frente a ella en ese momento. Una persona, que de tan solo verla le causó repulsión y odio.

La persona atacada retrocedió un par de centímetros para evitar que el filo de la espada de la Reina de la Espada, se clavara en su estómago con odio. Mas no podía evitar la mirada de odio que tenía Melid en su cara en ese momento.

Melid tenía un odio profundo al ver al superior demonio.

Lylia rechinó los dientes y dijo molesta:

—Superior demonio, Gold Batenkaitos. —Lylia hizo lo que pensó que no haría en una batalla como esta. Pero por desgracia si lo tuvo que hacer. Desenvainó su espada y la mostró al superior demonio, Gold Batenkaitos.

Gold Batenkaitos observó a Lylia con una expresión de enojo, en vez de asustarse por lo que le hizo a un ser que se suponía era "intocable", porque la pregunta era: ¿qué le haría a él? Pero Gold ignorando esto; sonrió y dijo:

—Quiero ver de lo que eres capaz, Alta Caballera del Reino de Aria, Lylia Saint-sword. —Riltut tomó varios escombros sin tocarlos y los elevó hasta la altura de su cabeza. Los escombros era mas grandes que sus propias manos y eran muchos.

Melid observó a Lylia, y con la mirada decidida y valiente le dijo todo.

Lylia la miró y con una cara y voz nerviosa le respondió:

—¿Estás segura, madre? —Lylia no podía creer que su madre asumiera el riesgo de pelear contra un superior. Sabía que no iba a ser contra Riltut, un gran problema, pero aun así, a Lylia le preocupaba que ella no saliera ilesa.

Lylia sabía la fuerza de los ataques del superior Riltut, ya que los recibió gracias a sus copias. Por eso pensaba en que los ataques de los demás superiores podrían ser iguales de fuertes o hasta más, y con poderes desconocidos para ella y su madre, le generaba preocupación por lo que podían llegar a hacer estos seres. Sin embargo, tampoco quería hacer ver a su madre como una débil.

Melid la miró y le sonrió:

—No por que seas la más fuerte te lo dejaré todo a ti. Esta es nuestra ciudad. Este es nuestro mundo. —Melid bañó su espada de ira y odio con las intenciones más violentas para el superior demonio.

Lylia empezó a descender en dirección al superior Riltut. Lo iba a matar, puesto que era su oportunidad y no la podía desaprovechar de ningún modo.

Si no lo mataba, habrían varios riesgos enormes. El riesgo de que intente vengarse, el riesgo del peligro que representan esto seres para el mundo y el riesgo de que el ataque de la secta en esta ciudad continúe.

Por eso, Lylia estaba decidida a mancharse las manos de sangre con tal de salvar a otros. Matar para vivir. Matar como una heroína y vivir como una asesina en su consciencia, pues si mataba, ese sería el resultado de sus actos. El resultado que definitivamente no deseaba, no quería, y de hecho, odiaba, pero era un resultado que debía de suceder sí o sí.

Lylia suspiró y salió disparada con su espada, lista para dar el corte final. No obstante, antes de que su espada se clavara en el cuello del superior, sintió una presencia que la detuvo al instante.

—Creo que debes ver hacia los lados. —La persona que habló estuvo a punto de tocar y petrificar a la Quinta Reina de la Espada. Sin embargo, Lylia logró evitar ser petrificada por el superior drakons, quien había aparecido para ayudar a Riltut.

Lylia se dio la vuelta con su espada enfurecida y llena de lástima por el que estaba atrás, como si le tuviera lástima y voluntad propia, y con sus grandes ojos observó a Arroy que poseía dos dagas en sus manos, listo para luchar. Esta escena dejó a Lylia tan enfurecida que también se había preparado para luchar con el superior Arroy Drakons.

Pero antes de que Lylia estuviera a punto de dar el primer ataque. Incluso cuando se estaba preparando para iniciar la batalla; sintió la presencia del Riltut atacándola por detrás.

—¿Qué te acaban de decir? —Riltut intentó clavar su puño en el cuello de Lylia, pero no pudo.

Lylia había logrado evitar que el puño del superior humano la matase, y en cambio, para evitar luchar con dos superiores a la vez, agarró a Riltut de su brazo y le dijo:

—¿Tu poder te salvará si hago esto? —Lylia sonrió con malicia, y estando agarrada del superior humano, le intentó dar una patada, mas no pudo ya que su pie se debilitó por el gen. Pero lejos de decepcionar a Lylia, esto parecía haberla alegrado.

Riltut la miró y se burló con la mirada y su sonrisa malévola, y mientras ella sostenía su brazo, accidentalmente le clavó una aguja que tenía clavada en la muñeca en su mano de niña. Por poco y Riltut empezaba a reír, pero esta alegría fue detenida por Lylia, quien no le importó la aguja, pues se notaba que solo era un intento para zafarse de ella, y lo miró con una cara burlona y le dijo:

—¿Qué? ¿No te funcionó la aguja? Y ¿Acaso no puedes pensar en todas las posibilidades? ¿O acaso no aprendiste cuando cometí el error de no pensar en la posibilidad de que los otros dos superiores aparecieran? —Lylia sostuvo con firmeza el brazo de Riltut, y como si se tratara del salto en un trampolín, se elevó Lylia en el aire.

Riltut la vio con miedo por lo que esta niña le haría. Su cara se puso aún más pálida de lo normal y sus ojos mostraron miedo al darse cuenta que, de nuevo había burlado su gen.

«Arroy, si tu puta aguja no servía para hacer que se zafara de mí, ¿¡para qué mierda sirve!?» Fue una aguja dada de Arroy a Riltut antes de iniciar la batalla.

Lylia no dejó de sostener el brazo del superior Riltut hasta que esta misma, lo soltó y lo dejó estrellarse contra el suelo, expandiendo el cráter ya existente y dejando a Riltut muy herido, y esta vez no era una mentira del superior.

Del polvo salió Arroy disparado hacia Lylia con el objetivo de dormirla un rato para que no molestara tanto, pero fue detenido antes de tan siquiera lograra salir de ahí. Una nueva persona había detenido a Arroy y lo había enfrentado con magia.

La persona que había llegado a la batalla poseía un monóculo y no aparentaba ser alguien viejo, llegando a un parecido de un joven a pesar de ser alguien anciano. Sus vestimentas parecían ser la de un mago y un gran noble del reino.

Lint había llegado para ayudar a Lylia en su batalla contra los superiores.

Lylia, a pesar de no querer ayuda en esta batalla, por el miedo de que alguien resultara herido, estaba alegre por que la habían venido a ayudar y demostraba que todavía existían personas capaces de luchar contra estos seres con tal de salvar al mundo.

En la boca de Lylia se formó una sonrisa de alegría y alivio puro.

—Quinta Reina de la Espada, por favor, no se distraiga en ningún momento, estamos rodeados. —Lint observó hacia todos lados, señalando con la mirada a todos los que estaban a punto de atacarles.

Lylia también los vio y se sorprendió por lo que estaba mirando. No eran muertos vivientes, ni mucho menos miembros de la secta. Parecían civiles, nada más que sus pupilas tenían un característico color dorado que brillaba con fuerza como el oro.

Una voz chillona e infantil habló en medio de la tensión:

—El hechizo maldito del humano títere inmortal. ¡Muy bien!, ¡lo lograron! —Arroy volvió a la batalla con rapidez, sin dejar de perder ni un tan solo segundo, y con remordimiento lanzó una lanza en hacia Lylia.

Lylia la esquivó, pensó que la lanza era lo que debía esquivar. Pero ningún humano se pudo haber tomado el tiempo para pensar en esta posibilidad, ni en un año. Nadie hubiera creído que la lanza sería literalmente una caja de inyecciones.

Múltiples inyecciones salieron de la lanza y estas se clavaron en cada parte del cuerpo de la pobre Lylia. En sus pies, en sus dedos, en sus ojos, en su boca, en su entrepierna, en su espada, en su ombligo, en sus exilas, en su nariz, en sus orejas, en su cabeza e incluso hasta en las uñas. En total habían sido cientos de inyecciones, pero realmente no se podía decir "en total", ya que la cantidad era descomunal.

Lylia de estar volando en el aire, cayó al suelo y empezó a vomitar sangre. La sangre que vomitaba no era para nada normal, esta se empezó a coagular a velocidades exageradas y venía junto a un líquido transparente ajeno al cuerpo de ella. Lylia había sido envenenada.

Hace unos minutos, algo había sucedido, y es que esa aguja inyectada por Riltut y que estaba clavada en su mano era una magia maligna y maldita, cuya potencia distrajo a Lylia un poco, lo necesario para lograr un daño irreparable.

Las inyecciones cayeron al suelo y se desintegraron, pero dejaron una enorme tragedia tras ellas. La tragedia de haber envenenado a Lylia Saint-sword, que ahora, su brazo se había puesto morado, literalmente, tanto que se podía confundir con la amatista, ya que, a pesar de que alguien normal pensara en la metáfora de que el brazo se había vuelto morado, realmente el brazo era de color amatista.

El cuello de Lylia se oscureció como la obsidiana y volvió a vomitar más sangre. Esta nueva sangre vomitada había salido como la gelatina, coagulada por completo.

La cara de Lylia se había empezado a poner pálida y sus ojos demostraron el profundo terror que tenía.

«¿Voy a morir?» Se preguntó mientras empezaba a derramar lágrimas de la desesperación, ya que no podía soportar la sensación de malestar que sentía. Por eso, cayó al suelo boca abajo, haciendo que su cabeza aplastara la sangre coagulada que había en el suelo.

Lylia empezó a llorar de verdad, mas no podía gritar ya que su boca se había adormecido por completo. En ese instante sintió el miedo y la desesperación recorrer cada rincón de ella. Quería gritar, mas no podía sin importar que tan desesperada estuviera, porque le era imposible hacerlo.

«La única razón por la que no puedo derrotar este veneno, y el de la aguja, debe ser porque estaban mezclados con la energía vital de Arroy, de otro modo, los hubiera vencido. Nadie es capaz de soportar la energía vital de alguien en forma de veneno, ya que cada una es distinta y es como pensar en resistir todas las enfermedades con solo una pastilla mágica.» Puso su mano en su corazón y arañó la piel de esa parte. «Supongo que hasta el más fuerte de todos se puede descuidar y ser vencido fácilmente.» Recordó la aguja. «Fui idiota…» Quedó inconsciente yaciendo en el suelo bocarriba.

Lint vio con miedo, ira y desesperación como al Quinta Reina de la Espada estaba muriendo de una forma lenta, dolorosa y agonizante. Lint corrió desesperado y la tomó en sus brazos, miró a Arroy con enojo y le dijo:

—¡Muérete!, ¡asesino de niños! —Lint, atrás de él, creó una gran luz que la elevó sobre su cabeza y continuó:—. ¡Me jugaré todo el maná que tengo de ser posible ¡¡para matarte!!!

Arroy lo miró con tristeza y desconcierto, y le respondió un poco confundido:

—No está muerta. Quedará en coma un tiempo, mas no esta muerta, y sé mejor que nadie que no morirá.

Me haces sentir remordimiento por lo que hago. —Arroy observó el cuerpo inmóvil de Lylia, que seguía echando sangre coagulada de la boca, a pesar de estar inconsciente.

Era una imagen trágica y triste.

Lint frunció el ceño con enojo y gritó levantando aún más la bola de energía mágica que estaba creando:

—¡Confiaré en eso! ¡Pero todavía no quita que le hayas causado ese daño! —Levantó un poco más la bola mágica y de él empezó a salir puntos de luz de diferentes colores que brillaban en la oscuridad. Los puntos mágicos se elevaban hasta la bola de energía mágica y esta empezó a brillar a un más.

Brilló tanto que parecía que iba a estallar y crear una explosión de gran tamaño y desastre. La bola se expandió un poco más hasta superar el tamaño de la cabeza de Lint, y luego superó el tamaño de su torso.

Con enojo conjuró el hechizo:

—[Lavexbol]

△▼△▼△

El grupo estaba corriendo de el grave peligro de enfrentarse a tres enemigos al mismo tiempo. Lo peor de todo es que ninguno estaba acto para luchar con tanta ferocidad.

La ayuda de los caballeros y magos que se supone iban a llegar de otras ciudades, no llegaba. Era como si las demás ciudades les hubieran mentido, mas no era así, ya que a pesar de que fueron la única ayuda, los curanderos demostraron que la ayuda de espada y magia estaba por llegar.

Pero ellos no estaban en excelentes condiciones como para lograr resistir un poco más, de hecho, su situación era muy deplorable y mala, tanto que daba lastima y pena ajena.

De pronto, escucharon el sonido de algo estrellándose contra la tierra. El viento hizo bailar el cabello de todos los presentes que miraron hacia la nube en forma de hongo, nube que estaba repleta de polvo.

—Tengo un mal presentimiento. —dijo Lint, quien quería ir hacia donde había ocurrido la explosión.

Laryit lo miró un poco extrañado, pero igualmente dijo:

—También tengo un presentimiento malo. —Laryit frunció el ceño con preocupación por los muertos vivientes, los títeres inmortales y la secta. Luego le dio una patada a un muerto viviente y continuó:—. No sé si es bueno que debas ir o no.

Eilí se estaba viendo rodeada por los muertos vivientes, y por eso, levantó su mano y empezó a recolectar maná, para luego conjurar un hechizo:

—¡[Laverwa]!

Los muertos vivientes que la estaban rodeando fueron derretidos fácilmente por el hechizo. Sin embargo, solo se habían derretido las cabezas de los muertos vivientes, esto significaba que aunque derritió a muchos, su maná era escaso como para derretirlos por completo. La consecuencia sería que el tiempo de regeneración de los muertos vivientes sería más rápido.

Las cabezas derretidas cayeron como chorros de agua hirviendo al suelo, el cual subió de temperatura a un nivel abrumador. Del charco de carne, piel y huesos derretidos, comenzó a salir humo en exceso.

Mientras eso sucedía, los cuerpos de los muertos caían igualmente en los charcos hirviendo, generando quemaduras enormes e incluso, en algunos cuerpos las quemaduras fueron tan brutales que se podía ver todos los tejidos dañados. No obstante, no resultaba un impedimento para estos.

Sin embargo, aunque el resultado fue mejor de lo esperado, no llegó ser lo que se necesitaba, por lo tanto, no cumplió con las expectativas de Eilí, pero no quitaba que había sido útil.

De pronto, todos observaron una luz roja que venía de la entrada de la ciudad. Esto causó que Laryit y Omega sonrieran al darse cuenta de que la ayuda estaba cerca.

Lint no podía detenerse. Tenía su espada y su magia, pero no podía elegir ninguna, ya que no podía detenerse por que mientras su espada no tocaba carne, aunque sea durante una fracción de segundos, su magia si lo hacía, y viceversa.

No podía permitirse descansar por ningún motivo, porque alrededor de él, habían multitudes de enemigos que intentaban acabar con él, mas no matarlo, esto porque la amenaza de Lint para ellos era muy grande por la destreza que tenía con la espada y el maná que parecía haber acumulado por semanas en él.

A los ojos de los muertos vivientes, de los títeres inmortales, de la secta y de todo ser vivo que lo viera mientras luchaba, parecía ser inhumano. No era por su capacidad de lucha, sino por su cantidad de maná. Parecía carecer por completo del cielo mágico que traen todos los que pueden usar el maná, y al no poseer cielo mágico, no tenía límite de reserva mágica.

Lint conocía esto y en su mente dijo con un poco de arrogancia:

«Ser de otro mundo me da la ventaja de no poseer límite de maná, por lo que he acumulado en meses, y ahora… soy invencible.» Lint comenzó a notar que su presentimiento era peor y que no debía de estar haciéndose el arrogante en su mente.

—¡Siento que me necesitan! ¡Iré a ayudar! —Lint utilizó una gran cantidad de maná, y con eso, dejó de presumir, y arrasó con la mayoría de muertos vivientes y miembros de la secta del lugar. Sin embargo, la cantidad de títeres que cayeron y murieron fueron muy bajas, porque tan solo uno de ellos murió.

Luego de eso, Lint corrió en dirección a la anterior explosión causada por la caída de alguien.

Lint empezó a correr muy rápido y asesinó a cada muerto viviente que se cruzaba por los escombros. Corría por las calles destruidas con rapidez en dirección al lugar donde ocurrió la explosión.

Laryit, al ver que no había casi ni un muerto en pie, agachó la cabeza y se quejó:

—Odio ese sentimiento de que algo malo pasará. Es peor cuando no solo uno lo siente, sino cuando todos lo sienten. Maldigo la energía negativa que provoca eso. —Laryit frunció su ceño y miró de reojo a su izquierda y se dio cuenta de que por fin sus palabras fueron escuchadas por los entes divinos.

△▼△▼△

Tras unos minutos después de llevar a Aldeib a afuera.

Se encontraban los caballeros que venían a ayudar en la batalla contra la secta, estaban luchando contra muertos vivientes y seres de ojos dorados, que los empezaban a asechar a ellos, lo que les generó mucho miedo. Sin embargo, a pesar de eso, su espíritu y su deber seguían en pie, con una firmeza como la de una gran roca.

Pero aunque su espíritu estuviera en pie, no iba a ser suficiente para ganar la batalla. Debían de tener todavía más ayuda, ayuda que sabían que venía en camino, mas no sabían cuando llegaría hasta ellos, pero esperaban que fuera lo más pronto posible para por fin salir de este lugar.

De pronto, una bola de fuego impactó contra la horda de muertos vivientes. Sin embargo, destruyó parte de las murallas de la ciudad.

Las perdidas materiales no importaba en este momento, ya eran tantas que otra era una más al montón, y solo importaba sobrevivir y ganar sin importar el costo material e incluso las vidas perdidas. Esto porque no estaban en un simple juego de pelea, era una batalla real que se asemejaba a una guerra mágica.

Los caballeros sonrieron y casi entre lágrimas miraron hacia atrás. Atrás de ellos se encontraban los magos dando su apoyo con sus bastones y varitas mágicas. Apoyaban desde la retaguardia. Sin embargo…

Habían aún más chicas que apoyaban desde la retaguardia y cargaban a un chico parecido al Emperador, el cual empezó a abrir sus ojos para ver la batalla que se iba a desatar en cuestión de minutos.

Las chicas que rodeaban al chico eran las que apoyarían a todos desde el centro o los puntos menos vulnerables y accesibles para los enemigos, ya que eran curanderas y su trabajo era el de curar, fortalecer, apoyar, ayudar y por último, cuidar de los heridos de la batalla.

Una mujer caminó al lado derecho de todos. Cada persona del batallón la vio caminar al frente y se inclinaron en muestra de respeto y honor.

La mujer sonrió y levantó su arco diciendo con alegría:

—Es un honor luchar juntos contra la Secta de las Estrellas. Yo, la noble Melissa Arat, la gran arquera y mis arqueros, comandaremos la misión encomendada: acabar con la secta y el caos de Rupnias. —El cabello rojo de la mujer se movió al son del viento.

Todos del batallón se giraron para ver atrás, y ahí estaban varios arqueros con sus flechas bañadas en fuego, dispuestos a ganar esta gran batalla.

Melissa apuntó su arco al cielo y lo disparó. De él salió una gran flecha roja que explotó en los cielos causando una brillante luz roja, y era la señal de que la ayuda había llegado a la batalla.

Entonces, cuando sucedió esto, todos dieron un grito de victoria y entraron corriendo a la gran ciudad de la espada real, Rupnias. Y todos, ni una sola persona dejó de utilizar su arma para acabar con los enemigos.

La Secta de las Estrellas, los muertos vivientes y los títeres inmortales empezaron a morir rápidamente por la cantidad de personas que habían entrado a la batalla. Todos ellos usaban su arma para intentar ganar una batalla, que a primera vista, estaba ganada.

Los curanderos empezaron a llenar la ciudad de energía positiva que comenzó a debilitar a todos los muertos vivientes. Esta vez lo lograron hacer gracias a que la cantidad de esto seres se redujo a unas decenas, tanto que parecían que se iban a extinguir, cosa que mientras que cuando Aldeib despertó su poder, no lo pudieron hacer, por la cantidad de energía extraña sumamente anormal del ambiente.

△▼△▼△

Llegaron hasta el lugar principal.

Aldeib, que por fin había despertado, se puso de pie listo para luchar con sus puños. Aunque no sería tan necesario, puesto que habían muchos luchando y los reos estaban ayudando a las personas a refugiarse en las carrozas de ayuda. Así que todo estaba controlado.

Excepto por un único problema, el cual era que debían encontrar una forma para hacer que los muertos vivientes no vuelvan a la vida otra y otra vez. Sin embargo, por más que buscaran, no podían encontrar una respuesta para hacer eso. Era algo meramente imposible.

De la nada, apareció un chico de ojos color rojos, y todos lo vieron con sorpresa.

Luit había llegado a la batalla principal.

△▼△▼△

Rebey intentaba tranquilizar a la chica Reina de la Espada, su supuesta madre, quien le intentaba sacar información sobre los tres chicos que buscaban, no importa si para eso utilizaba su espada, esta mujer lo hacía sin importarle nada.

Un control mental de medidas tan grandes, las cuales Rebey se asustaba de ver, pues, para que una madre intentara matar a su propio hijo, no era normal, mucho menos cuando este le pedía que parara con la mirada de desesperación y decepción.

Sí. Rebey estaba muy aterrorizado y decepcionado del monstruo ser que era su madre, y no lo podía creer en lo absoluto. De hecho, si pudiera, borraría estos recuerdos sin pensarlo dos veces, porque para Rebey, era mejor que solo tuviera un recuerdo bueno de su madre que tener mil recuerdos malos de ella. Pero no podía regresar en el tiempo para evitar que terminara en esta situación. Tampoco podía evitar que su madre apareciera.

Esto lo hizo sentir mal y cerró sus ojos dejando caer una cristalina lágrima de ira y desesperación.

—¡Sé que no eres así! ¡Eres un títere inmortal por ahora! ¡Te salvaré, madre! —Rebey vio como la espada de la Segunda Reina de la Espada se acercaba a su cuello, entonces, utilizó su propia espada para lograr evitar su muerte.

Los ojos con pupilas doradas vieron a Rebey y le dijeron:

—Lo que digas.

¿Dónde están los tres chicos? —La Segunda Reina de la Espada quitó su espada, y la volvió a blandir, y esta vez intentó hacer un corte vertical para partir en dos pedazos a Rebey y así, convertirlo en un muerto viviente, mas no pudo porque Rebey tenía una gran resistencia a pesar de la descomunal fuerza de su madre.

—¡Hk! ¡No lo sé y aunque supiera, no te lo diré! —Rebey observó a su madre y esta volvió a levantar su espada con ira.

Rebey observó con miedo y se preparó para bloquear el ataque.

—¡Soy tu madre! ¡Cereza Saint-sword! ¡Te ordeno decirme donde están o al menos intuir donde están! —Cereza blandió su espada contra su hijo por vigésima cuarta vez.

De nuevo, Rebey también bloqueó el ataque de esa espada, pero lo hizo casi llorando de la frustración que sentía al saber que su madre no volvía a ser una persona normal, por más que le gritara, le llorara o la amara, era imposible.

Cereza del enojo gritó con furia:

—¡Ríndete! ¡Los malos como tú que creen en las pendejadas que dicen los nobles son los que morirán primero a causa de su idiotez! —Cereza miró con tristeza a su hijo, y puso su espada en su lado derecho y la sostuvo con ambas manos para darle un gran corte a Rebey.

De pronto, ambos notaron la señal roja que se había emitido desde la entrada de la ciudad.

Esto puso de muy mal humor a Cereza, más de lo que ya estaba. Ahora lucharía en serio y lo haría con tanta ferocidad que en su mente pensó:

«Juro que lucharé tan fuerte que haré llorar a los fuertes.» El ceño de Cereza se frunció de enojo, y luego miró como Luit salía corriendo. Al ver a Luit correr entre los escombros hacia el lugar del grupo principal, Cereza lo vio y dijo:

—Es un idiota cobarde. Camina sin rumbo. Morirá. —Cereza miró con lástima a Luit correr, y de pronto sintió que sus espada quiso ser arrebatada, pero el que intentó hacer eso no lo logró.

Rebey falló en intentar robar la espada de la Segunda Reina de la Espada.

Esta, frente a tal acto, dijo con calma:

—Pero que irrespetuoso y tramposo. Si yo te hubiera criado, esta sería una batalla sin trampas como esa.