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Capítulo 40 — Omega en la batalla

Omega había llegado a la batalla de Rupnias, la batalla del reino que decidiría todo. Una pelea que de ser entre el reino y la Secta de las Estrellas, se había convertido en un campo de muertos vivientes lleno de desorden y descontrol. Un caos por completo que rozaba lo irracional e ilógico por el simple hecho de burlar la muerte.

Omega lanzó un hechizo sin siquiera abrir su boca, y de la nada, varios muertos vivientes cayeron al suelo derretidos, como si fueran agua, luego parecía que ese líquido iba a evaporar.

—¿[Laverwa]? —Eilí había presenciado tan raro hechizo y había preguntado a Omega si ese había sido el que había provocado que los muertos vivientes se derritieran.

Omega observó a Eilí y con una voz cálido pero cortante dijo:

—Laverwa en nivel 3 o superior aplica para toda cosa sin vida. Esto incluye a los muertos con conciencia, ya que carecen de sangre. —Omega levantó su bastón y de este salió un gran luz brillante que bañó todo el lugar. Una luz tan brillante que deslumbró a todo y tenía el mismo color que las pupilas de Aldeib y Omega.

Eilí estaba presenciando algo que desconocía de la magia por completo.

Poder derretir materiales usando [Laverwa] era algo muy importante, pero a la vez conocido. Lo que era desconocido es que este hechizo pudiera derretir a los muertos vivientes o cadáveres. Esta información era algo que era probable que fuera algo extraña, puesto que usualmente los magos de nivel 3 o mayor no la suelen usar .

—Hay cosas que Omega conoce que yo no conozco. —Laryit observó a Omega con indiferencia mientras levantaba los hombros en señal de no saber de lo que ella era capaz, además parecía como si lo que veía no era nada nuevo. De hecho, para el señor Laryit, lo que presenció era algo que sin duda creía que en algún momento pasaría, el poder de usar [laverwa] en seres vivos.

Laryit quería que Omega lograra controlar [Laverwa] hasta el punto de derretir miles de personas, porque Laryit, junto la OREM, tienen como mayor enemigo a la secta. Usar tal hechizo contra ellos a una escala masiva sería algo que podría en mala posición a su líder.

Omega conocía estos deseos, pero para ella, hacer esto era algo cruel y despiadado, por eso veía siempre a Laryit con ojos de extrañeza, como si viera a un asesino o alguien que dijo algo tan grave como para tacharlo de "rarito"; mas Omega no odiaba a Laryit.

—Lleven a ese chico a la carroza que esta en la entrada de la ciudad, en poco llegan los refuerzos. Las órdenes de proteger a ese chico ya han sido dadas por Laryit. —Omega cerró sus ojos y vio como de varios lugares salían muchos muertos vivientes, y los que había asesinado con su magia, volvían a la vida como si nada.

Los curanderos aceptaron la orden de llevarse a Aldeib hasta la entrada de la ciudad, porque con lo poco visto, se daba por hecho para los curanderos que Aldeib era una buena persona, sin intenciones oscuras. Por eso y porque las había ayudado a restaurar su energía vital para al menos ponerse de pie, lo iban a llevar hasta la carroza de la entrada para ser curado.

Los muertos vivientes observaron como los curanderos habían comenzado a correr a gran velocidad y varios reos iban junto a ellas para protegerlas. Era obvio que si el objetivo se iba, ellos debían perseguirlo, por lo tanto no debían dejar escapar a los curanderos y debían ir tras ellos para recuperar a la persona por la cual estaba en ese preciso momento.

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—Omega. —Riltut observaba con una sonrisa burlona a todo lo que estaba sucediendo bajo sus pies. Sin duda, este superior le parecía hacer gracia todo. Cualquier cosa le causaba una risa burlona, era el ejemplo perfecto de una persona loca.

—¡No te distraigas! —Cedius intentó asestar aunque sea un solo golpe en la cara de Riltut.

Riltut no recibió ni un solo roce de Cedius, pero a un así, esto lo había enfurecido y le dio una gran patada al Quinto Rey de la Espada.

La patada lo mandó a volar por los aires y cayó muy lejos de Riltut, pero aún era un lugar visible para este último desde las alturas. Sin embargo, no iba a ir por él, puesto que había asegurado que no se levantaría durante un tiempo.

En donde Cedius cayó, se formó una gran nube de polvo causada por semejante impacto de gran magnitud. Impacto que por poco y casi debió haber matado a Cedius por haber elevado escombros y rocas varios metros sobre el Rey de la Espada.

Luego, a los lados de Riltut pasaron dos puños femeninos con intenciones de atravesarle la cabeza.

Los golpes habían sido tan brutales que aunque no llegaron a su destino, crearon una ráfaga de aire que sonó como un gran viento en una montaña. Habían sido puñetazos que se habían desviados, de un tamaño de fuerza tan inmenso que ni siquiera el hombre más musculoso lograría recrearlo.

El golpe de la Cuarta Reina Espada y la Quinta Reina Espada, Melid y Lylia. Era la batalla entre esas espadachinas y el superior de la secta de las estrellas.

De pronto, Lylia se clonó. Al lado de ella había aparecido otra Lylia y esta dijo:

—Mátame; no moriré. —Lylia sonrió con atrevimiento. Su mirada se burlaba del superior humano, ya que Lylia conocía el alcance de su poder.

Riltut se enfureció demasiado al ver como una niña lo estaba retando de una forma tan descarada y ridícula, que lo hacía ver como un inútil incapaz de ganarle a una niña.

Riltut le dio un puñetazo al lugar donde estaba Lylia antes de clonarse, lugar donde estaba la que para Riltut era la supuesta verdadera Lylia, pero para su gran sorpresa no fue así. La Lylia que había golpeado desapareció de la nada sin dejar ni un solo rastro.

Melid le era indiferente esto. Conocía mejor que nadie las habilidades de Lylia, como si fuera la palma de su mano o su propio cuerpo.

Riltut observó con sorpresa como la Lylia que golpeó no era la original, sino la copia. Entonces este se enfureció aun más y miró con odio y desprecio a Lylia, gritándole:

—¡Maldita! ¿¡Quién te crees que eres!? —Riltut se dirigió para asestar otro puñetazo a Lylia.

Sin embargo, antes de que Riltut asestara el golpe, Lylia se clonó y logró hacer que la Lylia que golpeó Riltut, nuevamente no fuera la original. Lylia volvió a clonarse ya que sabía que Riltut le intentaría dar otro golpe.

Lylia se rio de él con una gran y fuerte carcajada. De pronto su cara se puso retadora y dijo:

—¿Crees que es correcto llamar "maldita" a una niña de cinco años? Si es así, con gusto diré que eres un pedazo de inútil. —Lylia estaba siendo muy mal hablada para lo que era su edad, demasiado, tanto que logró sorprender a Melid, quien no conocía esta faceta de Lylia. Lylia por otra parte se estaba divirtiendo al insultar con tanta libertad a Riltut.

—¡Muérete! —Riltut volvió a ir hacia Lylia para darle otro golpe.

La cara de Riltut comenzaba a frustrarse de tal manera que sus cejas estaban tan fruncida que le generaba arrugas en los ojos y dolor en ellos.

—Mientras mi habilidad cuántica este activa. Te será imposible hacer eso. —Lylia sonrió y luego dio una carcajada burlándose de Riltut.

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Frente a Holger y Afroda, mientras luchaba con algunos muertos vivientes que los perseguían, al lado de estos dos, cayó una persona que cuya gran caída generada por una patada, destruyó todo a su alrededor y dejó un gran cráter.

La persona que había descendido de los cielos con tanta violencia era nada más que el Cuarto Rey de la Espada, quien había sido atacado violentamente por Riltut, y lo había hecho volar por los aires hasta impactar en el suelo duro y casi morir.

Afroda observó a Cedius tirado en el suelo mientras todo el polvo se iba por el viento. Con indiferencia dijo:

—Que enemigo tan fuerte. Tanto como para hacerle esto a un Rey de la Espada. Increíble. —Afroda levantó la mirada y observó a Riltut dándole varios golpes a Lylia que parecía estar clonada, y por alguna razón se burlaba cada vez más de Riltut.

Holger miró a Cedius y con un tono más preocupado dijo con seriedad:

—¿Te encuentras bien, Cedius?

Cedius comenzó a levantarse tan lento que daba a conocer las cientos de fracturas que tenía a lo largo de todo su cuerpo. Fracturas que le impedían pararse, fracturas que le causaban un tremendo dolor, mas no se rendiría. Fracturas que lo hacían ver como él se miraba a sí mismo, un débil e inútil.

De pronto, algo cayó sobre los pies de Holger. Algo tan pesado como un roca gigantesca, del tamaño de un humano.

La roca había lastimado de gravedad los pobres dedos de Holger, que cuando observó a la chica, se dio cuenta de algo que lo dejó impactado y aterrorizado.

Holger y Cedius observaron con un gran miedo lo que estaba frente a ellos, lo que había aplastado los pies de Holger.

Una sensación de miedo recorrió todo sus cuerpos al darse cuenta de que Afroda, en un instante se había sido convertida en piedra; sin embargo, aunque lo miraban, no creían que fuera verdad.

Holger sacó ambas de sus espadas, y al sentir la presencia de aquel ser, supo que volvían a estar en un gran peligro, esta vez el peligro parecía ser mucho peor, demasiado peor.

Frente a Holger se encontraba el superior Arroy Mathi Drakons, el antiguo estelar drakons que ahora, había convertido en piedra a Afroda.

Si Holger no hacía nada, él y Cedius serían convertidos en piedras por completo. En resumen, la batalla que estaba a punto de iniciar entre Holger y Arroy, decidiría si estos era petrificados o no. Por lo tanto, esta batalla la tenía que ganar Holger sí o sí.

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Luit corría con rapidez mientras intentaba buscar a Arroy por cualquier lado. Lo hacía con desesperación, ya que aunque sus deseos fueran tan malvados para el mundo, su corazón no era tan malo como realmente aparentaba.

Actuaba según las órdenes que le daban. Sin embargo, al no haber órdenes que acatar, hacía lo que le daba la gana.

Mientras Luit buscaba a Arroy, Rebey luchaba con fuerza contra los muertos vivientes que se levantaban. Cada vez eran muchos más los muertos vivientes que ingresaban al campo de batalla, como si de una plaga se tratase.

—¡Mierda! ¡Hay que reunirnos! ¡Solos no enfrentaremos esta catástrofe! —Rebey volvió a blandir su espada matando de nuevo a cien muertos vivientes, pero todo era inútil.

A pesar de matarlos, una y otra vez, siempre regresaban a la vida como si nada hubiera sucedido. Eran seres con capacidades sobrehumanas que dejaban a la lógica y la magia actual con caras de estafados y extrañeza total.

Cedius volvió a usar su espada contra otro muerto viviente y lo decapitó con brutalidad, mas no fue suficiente como para hacer que desapareciera de la existencia misma. Nada era suficiente para hacer que esos seres aterradores regresaran de nuevo al hogar del cual habían ido, la muerte eterna.

Por alguna razón, todos estos seres se rehusaban a ir hacia la muerte de nuevo y revivían. Seres muertos que amaban la vida y se aferraban a ella con desespero y angustia a cambio de cumplir una misión encomendada por alguien que los guiaba.

Ni la mayor espada, ni el mejor mago, ni el mejor espadachín, incluso ni la mejor persona en todo lo posible tendría la capacidad de lograr hacer que estos seres regresaran a la muerte sin cumplir el objetivo por el cual volvieron a la "vida".

Luit sintió una presencia muy extraña y se agachó cubriéndose la cabeza con miedo; instantáneamente gritó:

—¡Cubre tu cabeza, Rebey!, ¡agáchate! —Luit mostró desespero y miedo en su voz mientras estaba a punto de presenciar una nueva catástrofe emerger de la maldad.

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Corrían tan veloz como ningún guepardo lo haría, a una velocidad en la cual el sonido perdía y la luz era humillada. No era literal, pero era una metáfora para darse cuenta de la velocidad en que los curanderos tenían en ese momento. Aunque también se podría referir a la velocidad en que los reos mataban a los muertos vivientes. Incluso podría referirse a la velocidad con la que los muertos vivientes regresaban a la vida.

Pero aunque se estuviera haciendo todo esto, parecía inútil, ya que por la situación, se podría decir que salvar a Aldeib, un objetivo de esos seres, era imposible por completo, y era algo inútil en su totalidad, que no valía la pena.

Sin embargo, los curanderos era igualmente guerreros como un mago o un espadachín, dispuestos a dar la vida en el terrible campo de batalla que era la guerra y la lucha. Por eso, no se dejarían llevar tan fácil por la situación tan mala que estaban viviendo. No, ninguno se dejaría llevar tan fácil y mucho menos cuando la vida de muchos está en constante y grave peligro de muerte.

—¡Espero que maten, aunque sea temporalmente, a todos esos muertos vivientes! —Luisa dio sus palabras de ánimo a la multitud de reos que hacían lo posible para asesinar a cada uno de los muertos vivientes, y generarles el mayor daño para que tardarán en recuperarse y revivir, todo mientras cubrían las espaldas de los curanderos.

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Era momento de ver lo que realmente Omega era capaz de hacer.

De pronto, el viento sopló con fuerza y el aire bailó alrededor de Omega brindándole amor, paz y sobre todo y como cosa más importante, la energía mágica, el maná del mundo.

Omega se empezó a regocijar por todo el maná que estaba absorbiendo del mundo, incluso siendo ella misma un almacén de maná con pies. Estaba alegre por todo el maná que la rodeaba gracias a estar en el centro del tornado pequeño…, todo el maná que la observaba sin usar los ojos y que alegraba su alma con tan solo que exista.

Maná, el manjar de cualquier mago.

Omega levantó su báculo muy alto, y las nubes le brindaron energía suficiente como para ejercer un tormento en toda el área, esto para los seres que osaban desafiar las leyes naturales de morir y vivir. Sobre ellos que desafiaban la naturaleza debería caer el mayor tormento jamás visto, un tormento para los que pecaron en contra de la mismísima vida.

Del cielo descendió fuego que quemó con garras de magma hirviendo a todo ser muerto que caminaba sobre la faz de esa área de batalla. Todo ser cuya existencia era de muerto, mas tenía conciencia, que caminaba con un solo objetivo, en ese lugar, fue quemado desde la raíz al punto de parecer que jamás volvería al vida, y al punto de parecer que su conciencia también había sido quemada.

—Hmm —Omega observó todo el panorama y se daba cuenta de algo. Omega sonrió con un tono burlón al darse cuenta de lo que pasaba—. Me he dado cuenta de que sus conciencias no caerán tan fácilmente.

Laryit observó a una mujer quien estaba siendo atacada por los muertos vivientes. Sin pensarlo dos veces fue a ayudarla para evitar que le pasara algo.

—¡Maldición! ¿Ahora atacan a civiles? —Laryit se acercó con rapidez y desesperación hacia el muerto viviente y le dio una gran patada.

El golpe hacia el muerto viviente lo hizo volar por los aires hasta estrellar en una pared y volar en pedazos por doquier.

Cuando Laryit intentó ver a la mujer a la que había salvado, su cara se puso aún más pálida del miedo y la incertidumbre. No lo podía creer, en lo absoluto. Sus ojos no creían la imagen que veía y sintió esto como una nueva catástrofe que había llegado a la batalla. Por lo tanto, su corazón se aceleró muy rápido y al no tener mucho tiempo de preparación, sacó sus puños listo para luchar.

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Los curanderos por fin habían llegado al lugar donde pondrían a Aldeib en reposo.

Sin embargo, la entrada estaba repleta de caballeros luchando contra muertos vivientes, quienes no les permitían entrar. Era una gran batalla la cual los caballeros ganaban poco a poco.

—¡Necesitamos cruzar para llevar a esta persona a… —Luisa miró borroso y se sintió mareada. Por lo que se agarró la cabeza y continuó:—afuera, para que lo podamos curar.

Los caballeros se habían dado cuenta de que los curanderos no podrían curar a nadie estando en esta zona.

Que los curanderos hubieran estado dentro, en vez de afuera significaba que estos desconocían realmente a un muerto viviente. Desconocían que les afectaba mucho y les causaba demasiados problemas y que por eso, debían de salir de la ciudad y empezar a curar a los heridos desde las afueras para así evitar que la tragedia siga expandiéndose. Querían evitar que más gente salga herida o esté en riesgo, pero iba a ser imposible. Lo único que podían hacer para ayudar era esperar al herido fuera de la ciudad. Por su puesto, esto era algo terrible para ellas, pero no podían hacer nada.

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—¿Quién eres y por qué lo haces? —Aldeib estaba en la nada. De pie y desconcertado.

—No puedes aguantar tanto poder. —Le contestó alguien con su misma voz, pero ese alguien no era visible.

—¿A qué te refieres con eso? —Preguntó Aldeib intentando buscar quien era la persona que le hablaba.

—Me refiero a que te dejaría usar ese poder por siempre. Es tú poder y mí poder. Mas no te lo daré en este instante, ya que eres incapaz de controlarlo. —La persona que le hablaba a Aldeib seguía sin ser visible, pero hablaba con suma confianza y relajación.

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Los caballeros habían logrado abrir paso para permitir a los curanderos pasar y hacer que la mitad de los reos se quedaran ayudando en la entrada.

Por supuesto, esto enfureció a los muertos vivientes más que nunca y se levantaron en armas con intenciones asesinas y malvadas. Estaba demasiado claro que estos muertos vivientes no permitirían dejar ir a los curanderos y Aldeib.

Pero para los muertos vivientes, todo se les empezó a complicar, y empezaron a ser enviados con grandes golpes, patadas lejos de la entrada, todo por los caballeros y reos liberados.