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El diario de un Tirano

Si aún después de perderlo todo, la vida te da otra oportunidad de recobrarlo ¿La tomarías? O ¿La dejarías pasar? Nacido en un tiempo olvidado, de padres desconocidos y abandonado a su suerte en un lugar a lo que él llama: El laberinto. Años, talvez siglos de intentos por escapar han dado como resultado a una mente templada por la soledad, un cuerpo desarrollado para el combate, una agilidad inigualable, pero con una personalidad perversa. Luego de lograr escapar de su pesadilla, juró a los cielos vengarse de aquellos que lo encerraron en ese infernal lugar, con la única ayuda que logró hacerse en el laberinto: sus habilidades que desafían el equilibrio universal.

JFL · Quân đội
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Pasos hacia el final (2)

  Su cuerpo apareció repentinamente, observando todo con una mirada desinteresada y fría, podía darse cuenta de los cambios en la habitación, como por ejemplo: la mesa y sillas convertidas en cenizas pintando de negro las cercanías, los utensilios para comer tirados en el suelo, las varias fisuras en la superficie, pero lo único que no encontró fue el cadáver del gran monstruo, sintiendo una extrañeza en eso, pues era la primera vez que en tan pocos días un cadáver desaparecía, pero eso en realidad no le importó, lo que en verdad le molestaba era que sin su aprobación se había creado un punto seguro, perdiendo la zona segura cerca de sus amigos árboles y, por puro pretexto para enojarse más, le echó una mirada a la interfaz donde aparecían sus puntos seguros. Su expresión se congeló al darse cuenta de que no había perdido la zona segura cerca de sus amigos árboles, encontrando aquello demasiado extraño, una cosa más que no había sucedido en los más de dos siglos que había pasado dentro del laberinto. Se acercó a la bolsa de cuero que tenían sus pertenencias, guardando todo su interior con calma, respiró profundo, observando una vez más la sala antes de retirarse, pero justo cuando sus ojos apuntaron al lugar donde la bestia de dientes largos y afilados había salido, su corazón se aceleró, pues por absurdo que pareciera, ahí se encontraba la enorme criatura, pero no estaba muerta, ni nada y, eso lo descubrió al verla moverse hacía él.

  --¿Eres como yo? --Preguntó, esperanzado de escuchar una respuesta positiva, sin embargo, todo lo que consiguió fue una mueca de depredador-- ¡Pregunté! ¿Eres como yo? --Alzó la voz.

La enorme criatura se abalanzó hacía él, tratando de rebanar con su gran hacha su delgado cuerpo. El individuo de ojos cafés evadió, retrocediendo un par de pasos. Su respiración se volvió agitada, sus sentidos se agudizaron, queriendo evitar el desenlace de la anterior batalla. Extrajo una vez más su hermosa espada larga, preparándose para el combate.

La lucha fue intensa, repleta de destellos y sonidos de salpicadura, pero por mucho que trató, no logró evitar ser asesinado por la criatura, teniendo que regresar a su pesadilla.

Volvió al siguiente día, encontrándose una vez más a su reciente enemigo, ya no trató de hablar, o hacer algo distinto a prepararse para luchar, no sabía si debía asesinar a la criatura o evitarla, así que intento la primera opción, siendo la única que había ocupado en todo su recorrido por el laberinto. Fue a por su espada que se encontraba dentro de la bolsa de cuero y, con total rapidez se vistió con una armadura acorde a la situación y, sin mayor preámbulo activó sus habilidades más fuertes. El enfrentamiento fue brutal, las extremidades volaron y los dos tipos de sangre pintaron la sala, intensificando el olor de la muerte en su interior. Ambos murieron desangrados, dejando sus cuerpos inertes distanciados por menos de cinco centímetros. Una muerte de lo más íntima.

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En la tenuemente alumbrada habitación  de dos metros cuadrados, el individuo de los ojos cafés exprimía su cerebro en un intento por encontrar la pista adecuada para asesinar a la criatura y no morir en el intento, fabricando más de una estrategia que en su momento parecían las más brillantes.

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Al regresar a la sala/comedor, su primera intención fue aprender los movimientos de su oponente, sabía que moriría un par de veces hasta obtener su respuesta y, aquello en realidad no le molestaba.

Al paso de dos semanas de ser asesinado con brutalidad tuvo el primer avance en su estrategia, encontrando algunas flaquezas en la defensa de la criatura cuando retrocedía, cosa que se repetía cada vez y, que por haber sido poco observador no lo había notado antes. Murió nuevamente, pero ahora lo hacía con una sonrisa en su rostro, porque sabía que estaba más cerca de su objetivo.

En los siguientes cinco meses se hizo merecedor de varias habilidades para el combate, así como mejoras para su equipo y clase, subiendo el nivel y estadísticas de sus habilidades pasivas y, fue gracias a ello que días más tarde lo anhelado llegaría.

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El individuo de la espada se encontraba de pie, blandiendo su arma con absoluta seriedad, mientras que frente a él, una enorme criatura lo observaba, cubriendo la herida en su pecho con su gran mano derecha. Activó una de sus habilidades de espada [Corte fugaz], liberando del arma una sutil energía punzante y un brillo azul. Solo fue un segundo, pero en ese mísero lapso de tiempo, su cuerpo se convirtió en un rayo, atravesando la nada y cortando diagonalmente a la criatura, quién no tuvo la fuerza para resistirse.

  --Por fin. --Sonrió, sintiendo una ligera fatiga apropiarse de sus extremidades.

*La habilidad pasiva [Manejo de espada] ha evolucionado a: [Amo de la espada]*

Inmediatamente abrió el mensaje, su expresión se congeló por un buen rato, no entendiendo por completo la nueva información, pero tan pronto como movió su arma afilada se percató de los cambios, siendo la rapidez del manejo para estocar y hacer cortes una verdadera delicia. Por puro instinto activó una habilidad de espada, encontrando que el costo de su energía era al menos la mitad del valor anterior.

  --Alguien desea hacerme feliz. --Sonrió con malicia, mientras se retiraba a la puerta en la lejanía.

Sus pasos lo llevaron a una habitación de dimensiones equilibradas, con la apariencia de una sala de investigación, donde varios objetos como: probetas, esqueletos colgados, libros empolvados, pergaminos enrollados, escritorios, repisas, objetos extraños con luces, plumas con tinta seca tiradas en el suelo, etcétera, podían observase inmediatamente al cruzar el umbral de la puerta.

Dejó de caminar, sintiendo que nada bueno le esperaba y, su premonición fue correcta, pues tan pronto como hizo su aparición, uno de los esqueletos se movió, para ser específico el único que estaba vestido, con una túnica polvorosa y de colores muertos. Levantándose de la enorme silla de madera negra. En los tres agujeros donde posiblemente estaban sus ojos, una luz rojiza comenzó a brillar, expulsando una sensación de pesadez a cualquiera que lo observara.

Inmediatamente se colocó en una posición defensiva, activando las habilidades más poderosas que tenía a disposición, ya que algunas no habían terminado su proceso de enfriamiento por haber sido ocupadas un par de horas atrás.

Solo bastó de un chasquido de dedos del extraño esqueleto para que su cuerpo flaqueara, siendo atacado mentalmente por centenares de látigos invisibles. Gritó, era la primera vez en mucho tiempo que su mente era atacada de tal manera que no podía resistirse. El esqueleto avanzó, tocando su frente con su huesuda mano, sus ojos empezaron a ver borroso, mientras su nariz y boca dejaban salir varias líneas rojas de sangre. Al cabo de unos pocos segundos cayó al suelo, sin vida, pálido y hecho un costal de huesos.

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En su siguiente reaparición su semblante no se relajó, había sido humillado de tal manera que dudaba si podía ver a la cara a sus amigos árboles (aunque por supuesto, no tenían cara) y, ni con el fuerte grito de la criatura con la enorme hacha, su ánimo mejoró. Solo le tomó unos minutos para deshacerse del que anteriormente le había causado tanto daño, mirando con total frialdad el pasillo que lo llevaba a esa oscura habitación.

  --Maldito esqueleto, te haré una buena sopa de huesos. --Dijo, apretando el puño

Su silueta desapareció en el ancho del sendero.