webnovel

El diario de un Tirano

Si aún después de perderlo todo, la vida te da otra oportunidad de recobrarlo ¿La tomarías? O ¿La dejarías pasar? Nacido en un tiempo olvidado, de padres desconocidos y abandonado a su suerte en un lugar a lo que él llama: El laberinto. Años, talvez siglos de intentos por escapar han dado como resultado a una mente templada por la soledad, un cuerpo desarrollado para el combate, una agilidad inigualable, pero con una personalidad perversa. Luego de lograr escapar de su pesadilla, juró a los cielos vengarse de aquellos que lo encerraron en ese infernal lugar, con la única ayuda que logró hacerse en el laberinto: sus habilidades que desafían el equilibrio universal.

JFL · Quân đội
Không đủ số lượng người đọc
165 Chs

No todos buscamos la gloria

*Has ganado la batalla contra los invasores*

*Tu rendimiento en batalla ha sido: Excelente*

*Has ganado 200 puntos de prestigio*

*Has ganado una oportunidad gratuita en el sorteo de caja sorpresa*

*Diez de tus soldados han cumplido los requisitos para ascender*

Orion parpadeó por la sorpresa de las notificaciones, pero aquella sorpresa fue destruida cuando notó un pequeño hilo rojo ser disparado al cielo, no teniendo más remedio que recuperar su seriedad y retomar acciones.

∆∆∆

Entre pesadas exhalaciones observaba sus alrededores, el dolor en su hombro derecho era severo, pero lo que más la fastidiaba era que después de escuchar un ensordecedor grito proveniente de alguna parte, el miedo apareció en su corazón como un enemigo extraño, socavando su valentía en cada momento posible. Esquivó hacia la izquierda, evadiendo la silenciosa flecha que advertía con clavarse en su cabeza, ya conocía esa estrategia, la había vivido un par de veces en los últimos minutos de batalla y, aunque era consciente de dónde provenían aquellos proyectiles, entendía que no tenía forma de hacerlos detenerse, al menos no sin antes acabar con los enemigos restantes.

--¡No pierdan la formación! --Gritó, ligeramente desesperada.

Volteó de inmediato al escuchar el grito de un subalterno, notando la brutal embestida por parte del caballo que se acercaba y, al no poseer su montura, no tuvo más remedio que soplar hacia el frente, creando una estaca de hielo que sostuvo con su mano izquierda, para momentos después arrojarla al jinete. Inspiró con pesadez, su energía que le permitía hacer uso de sus habilidades congénitas estaba escaseando, estando a pasos de un posible desmayo.

El jinete con la estaca en su pecho sonrió al notar que el proyectil no había perforado por completo su armadura, continuando con el trayecto ya definido.

--¡Muere!

Kaly giró sobre el suelo, evadiendo con éxito el filo de la espada enemiga, se levantó sin demora con la espada en mano, vislumbrando con poca claridad los diez enemigos a caballo que aún continuaban con vida, quienes los cazaban como animales acorralados.

--Ustedes me orillaron a esto. --Se excusó con una determinante mirada.

Cerró sus ojos, calmando el temblor de su cuerpo con la ayuda de respiraciones tranquilas, para después inhalar todo el aire que sus pulmones podían soportar.

*Lo siento mucho. --Se dijo mentalmente.

Justo al comienzo de darle inicio al movimiento final de su habilidad, el sello en su corazón desapareció y, ella misma fue consciente de lo sucedido, por lo que la sorpresa era poco para describir lo que ahora estaba sintiendo. Volteó de inmediato a la izquierda, a la lejanía, donde las tropas de la general Génova debían estar.

--Me rindo --Dijo repentinamente y, como prueba de sus palabras levantó ambas manos, dejando libre a su espada, la cual lanzó un par de pasos al frente de ella--. ¡Todos, bajen sus armas ahora mismo, nuestra general ha muerto, no es necesario que nosotros también lo hagamos! --Los soldados dudaron, después de todo, una orden así no podía provenir de un comandante con un superior en el campo de batalla-- ¡¿Nadie me escuchó?! ¡¡Ordené que se bajaran las armas!!

Los pocos integrantes de la caballería asintieron, aceptando la derrota que había estado en sus corazones desde hace ya mucho. Suspiraron al arrojar sus armas, con la incertidumbre de sí sus enemigos estaban dispuestos a perdonarles sus vidas.

--Esto es lo último que hago por su maldita casa --Musitó con un orgullo dañado, en simultáneo que activaba el hechizo que su brazalete guardaba. Una luz rojiza con forma de hilo salió disparada del objeto decorativo de su muñeca, a una velocidad tan rápida que muy pocos lograron apreciarla--. Ya no les debo nada. --Dijo al observar el cielo con una lágrima cristalina resbalando por su mejilla.

Cerró sus ojos lentamente, era consciente del proyectil que se acercaba a ella, no estando segura si se dirigía para matarla, o solo para herirla, sin embargo, ya había tomado la decisión de rendirse y, estaba dispuesta a morir con el honor que se merecía. La flecha rozó su mejilla derecha, dejando una cosmética línea de sangre, fina y pequeña. Pero solo había sido una advertencia, una que indicaba claramente que todavía había alguien vigilando y, que si sus actos eran hostiles, la siguiente flecha no sería tan misericordiosa.

--¿Qué hacemos? --Preguntó uno de los integrantes del ejército de Orion.

--No sé --Dijo el otro soldado--, nuestro comandante murió, será mejor esperar por la orden de un superior.

--Llevémoslos a la fortaleza. --Dijo uno con la duda dibujada en su rostro.

--¡Estás loco! Y si es una trampa, esa maldita mató a la mayoría de los nuestros, yo opino que los matemos aquí y ahora.

--Esa decisión no te corresponde a ti, ni a nadie de los presentes, solo el señor Orion puede elegir si los perdona, o no. --Dijo una de las dos mujeres que sobrevivieron, con el entrecejo endurecido y, algunas gotas de sangre resbalando por su cuello.

--Mira --Señaló un soldado a las sombras de la lejanía--. Nuestras tropas vuelven a la fortaleza con nuestros enemigos ¿Habremos ganamos?

--Por supuesto que ganamos idiota, tenemos al gran Ter'aemon como nuestro señor, nadie puede vencernos.

--Entonces ¿Qué hacemos?

--Señora. --Dijo inmediatamente uno de los pocos que lograron percibir la silueta de Mujina al acercarse, cambiando su postura a una más propia y formal.

De inmediato todos guardaron silencio, esperando por las palabras de la guardiana de su señor.

--¿Sobrevivió el comandante enemigo? --Preguntó sin mucha cortesía.

--Sí, señora, lo hizo --Respondió la otra mujer sobreviviente--. Es ella. --La señaló.

Mujina asintió, volviendo su mirada hacia la comandante Kaly, quién instintivamente retrocedió al notar la salvaje mirada de la negra mujer.

--Todos, escolten a los soldados enemigos a la fortaleza --Ordenó--. Tú vienes conmigo.