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El despertar de Sylvia

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Shandor_Moon · Kỳ huyễn
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47. Confianza y Desconfianza

Tras la aparición de Nerthys, las cosas se aceleraron notablemente. En un mes, toda la isla estaba reconstruida y la mayoría de las hermanas fueron resucitadas. El bullicio en el monasterio era constante; la actividad y el murmullo de voces llenaban los pasillos de piedra y los recintos renovados, creando una atmósfera de renovada vitalidad y energía. 

La jerarquía y la estructura de poder también habían experimentado cambios significativos. Casi todo el grupo original de Morwen había pasado a un segundo plano. Keira, con su astucia y determinación, se había hecho con el mando, colocando a sus mujeres de confianza en posiciones clave. La transición no había sido fácil, pero la necesidad de orden y dirección en tiempos de renovación había favorecido su ascenso. 

En el consejo, solo Sigfried y Morwen mantenían su influencia. Sigfried, con su sabiduría y fortaleza, se había convertido en un pilar de estabilidad en el tumultuoso mar de cambios. Morwen, por otro lado, había asumido el rol de sacerdotisa suprema de Nerthys, un título que antes pertenecía a Keira. Esta nueva distribución de poder había permitido a Keira centrarse exclusivamente en el mando militar y organizativo, un rol que desempeñaba con eficacia implacable. 

Sin embargo, la desconfianza subyacente entre Keira y Morwen persistía. Keira, aunque respetaba la experiencia y el conocimiento de su antigua general, no podía evitar sentir recelos. Morwen, en su nuevo rol, observaba con cautela los movimientos de Keira, consciente de la fragilidad del equilibrio de poder en el monasterio. 

El monasterio, iluminado por el sol de la mañana que se filtraba a través de las ventanas de vidrieras, se encontraba en plena actividad. Hermanas recién resucitadas caminaban por los pasillos, algunas todavía adaptándose a su nueva vida, mientras otras ya se integraban en las tareas diarias. Los candelabros dorados y las estatuas de mármol brillaban con renovado esplendor, reflejando el resurgimiento de la gloria de la isla. 

Keira se encontraba en la sala del consejo, revisando mapas y estrategias, mientras Morwen se dedicaba a las ceremonias y rituales que honraban a Nerthys. Aunque cada una tenía sus propias responsabilidades, ambas sabían que el éxito de su misión dependía de una colaboración, aunque frágil, entre ellas. 

La tensión latente era palpable, pero el sentido de propósito común las mantenía unidas. Los días de calma eran raros, pero en esos momentos, el monasterio irradiaba una serenidad que contrastaba con la agitación y el caos que había caracterizado su reciente pasado. Mientras tanto, Sylvia seguía cumpliendo con su deber, su determinación inquebrantable inspirando a todos a su alrededor. 

El resplandor de la isla, restaurada y llena de vida, era testimonio del arduo trabajo y la dedicación de todos. Pero en los corazones de muchos, la pregunta persistía: ¿cuánto tiempo duraría esta frágil paz bajo la sombra protectora de Nerthys? 

Morwen llamó a la puerta del despacho de Keira y esperó pacientemente la autorización para entrar. La pesada puerta de madera estaba adornada con intrincados grabados que reflejaban el poder y la historia del lugar. Al escuchar la voz de Keira desde el interior, entró tranquilamente, cerrando la puerta detrás de ella con suavidad. 

—Por favor, siéntate, Morwen —le indicó Keira, con un tono más formal de lo habitual. La habitación estaba iluminada por la luz tenue de varias lámparas de aceite, creando un ambiente solemne y cargado de expectativa. Los estantes llenos de pergaminos y libros antiguos reflejaban el peso de la responsabilidad que recaía sobre los hombros de Keira. 

Morwen se sentó frente a Keira, notando la tensión en el rostro de su interlocutora. La líder de la congregación mantenía una expresión de preocupación genuina, algo que Morwen rara vez había visto en ella. 

—¿Tu grupo se siente cómodo con la situación actual? —preguntó Keira, sus ojos escrutando los de Morwen en busca de respuestas. 

—Lyanna, Seraphina y Lysandra no tienen ningún problema con la disciplina. Aceptan su nuevo rol sin dificultad. Sigfrid es ahora tu general, por lo cual no debería tener problema con su posición, y el resto nunca había tenido un nivel importante en el monasterio de la Rosa Ensangrentada ni en el monasterio del Fuego Purificador. Básicamente son guerreros y guerreras, más los viajeros. ¿Cuál es el problema real? —respondió Morwen, con calma, pero con una curiosidad latente. 

Keira respiró profundamente antes de hablar, su voz revelando una preocupación sincera. 

—Me preocupa tu situación y la de tus sacerdotisas. Básicamente habéis sido degradadas las cuatro —dijo Keira, con una mirada que reflejaba su angustia. 

Morwen la miró fijamente, evaluando sus palabras antes de responder. 

—¿Sería más sencillo degradar a las tuyas? Nosotros somos los nuevos aquí. Solo nos quedan dos opciones: adaptarnos o marcharnos. Si esto es un conflicto, en cuanto Nerthys nos deje salir y si ha pasado el invierno, recolectaremos los materiales necesarios y emprenderemos el viaje para buscar un nuevo hogar. 

Keira frunció el ceño, pensativa. —¿Y si dejáis a los viajeros bajo nuestra custodia? —preguntó, su tono más directo—. Podríais regresar a vuestro lugar de origen. 

Morwen suspiró, comprendiendo las implicaciones de la propuesta de Keira. —¿Quieres quedarte con la elegida de Nerthys para usarla? —acusó Morwen, con una franqueza que dejó a Keira momentáneamente sorprendida—. Entiendo tu intención, pero será complicado llevar de vuelta a mis sacerdotisas y a los guardianes de los viajeros dejando atrás a estos. Harry es como un hijo para Lyanna. Seraphina tiene una fuerte unión con Sylvia y Lysandra con Marina. Incluso si no pusieran problemas Lyanna, Seraphina y Lysandra, quienes obedecerían sin dudar una orden, ¿crees que puedes controlar a Sylvia alejando a Günter, Tirnel Estel y Frederick? Ya has visto lo importantes que son esos tres para ella. 

Keira mantuvo su mirada firme, aunque la duda cruzó por sus ojos. —Ellos están aquí por la inseguridad del monasterio de la Rosa Ensangrentada. ¿El problema es de Sylvia o tuyo? ¿Te preocupa mis acciones con Sylvia? ¿Te preocupa perder el control sobre la elegida aun a costa de poner en peligro su vida? 

Las palabras de Keira resonaron en la conciencia de Morwen. Sylvia había crecido mucho en apenas dos meses. Quizás esa decisión debía recaer sobre ella. 

—Si el problema soy yo, regresaré al templo del Fuego Purificador por los caminos de la muerte, pero el resto debe ser hablado con los implicados —dijo Morwen, su voz temblando ligeramente al considerar esa opción. 

Keira la miró con seriedad. —¿En qué posición te dejaría volver sola sin nadie para ratificar tu palabra? Es absurda esa acción, pero sí me preocupa tu estancia aquí en una posición inferior a tu estatus de Gran Maestre. 

Morwen se reclinó en su silla, reflexionando. —Cuando me comprometí a proteger a los viajeros, renuncié a mi estatus de Gran Maestre. Ni mucho menos esperábamos encontrarnos con esto cuando abandonamos el monasterio de la Rosa Ensangrentada. Me encuentro a gusto dedicándome solo a Nerthys y a la educación de Sylvia, aunque supongo que la vieja costumbre de ser la Gran Maestre me hace a veces ser autoritaria. —Morwen comprendió en ese momento la situación de Keira. Su presencia siempre iba a estar poniendo en duda su autoridad—. Lo siento. Quizás no deba volver a ser convocada a reuniones. De verdad, Keira, mi grupo, no, tus nuevos hermanos y hermanas solo desean servir aquí y tener protegidos a los viajeros. Si el problema soy yo, me marcharé, pero no crees un problema donde no lo hay. Pues el resto, con sus distintas personalidades, están dispuestos a asumir su posición dentro de la hermandad. 

Keira asintió lentamente, sus ojos reflejando la comprensión y la aceptación de las palabras de Morwen. Había mucho en juego, y ambas lo sabían. Las tensiones internas debían resolverse si querían mantener la cohesión y fortaleza de la hermandad en tiempos tan críticos. 

—Morwen, te considero una consejera importante. Has estado llevando durante años los designios de una hermandad, incluso más grande que esta. Respeto mucho tu opinión —dijo Keira, sonriendo honestamente mientras se inclinaba ligeramente hacia adelante, sus ojos mostrando un destello de sinceridad—. Si de verdad estás dispuesta a ocupar un segundo escalón, me encantaría seguir contando contigo como mi consejera personal. Pero me gustaría que no contradijeras en público ninguna de mis decisiones. Todas las noches, después de cenar, podríamos tener una charla aquí donde me darás tu opinión sin tapujos. 

Morwen asintió, sintiendo un alivio mezclado con una renovada responsabilidad. —Gracias por ser tan comprensiva, Keira. Me he propuesto guiar en todo lo posible a los viajeros y, por encima de todos, a Sylvia. Esa chica me ha ganado el corazón con su determinación. No me importa dirigir, me importa ser su guía. 

Keira asintió, reflejando la seriedad de la conversación en su rostro. —De acuerdo, entonces así lo haremos. Además, tengo curiosidad por profundizar en esa profecía. 

El despacho estaba envuelto en una atmósfera de entendimiento mutuo, donde el crujir ocasional de la madera y el suave resplandor de las lámparas de aceite acentuaban la solemnidad del momento. Ambas mujeres se miraron con una mezcla de respeto y determinación, conscientes de la importancia de mantener la unidad y la fortaleza de su comunidad. 

Morwen se levantó lentamente, sintiendo que una nueva fase en su relación con Keira y en su propia misión estaba comenzando. —Entonces, me retiro para seguir resucitando las pocas hermanas que faltan. Nos vemos esta noche, Keira. 

—Nos vemos esta noche, Morwen —respondió Keira, con una sonrisa que reflejaba una esperanza renovada. 

Mientras Morwen salía del despacho, sintió una renovada determinación en su corazón. Su misión, aunque complicada, ahora tenía un camino más claro. Y con la comprensión y el apoyo mutuo entre ella y Keira, sabían que podrían enfrentar cualquier desafío que se presentara. 

 

Sylvia había avanzado mucho en resucitar ella sola. Ya no perdía el conocimiento y era capaz de resucitar cuatro al día: dos por la mañana y dos después de comer y descansar. Su rostro reflejaba una mezcla de cansancio y determinación, pero sus ojos brillaban con una fuerza renovada cada vez que completaba el ritual. 

Cuando Morwen y Keira comenzaron también a realizar la parte del ritual de Nerthys, se sorprendieron por el desgaste que este implicaba. Sentían sus venas arder al pasar la esencia vital de un cuerpo a otro, fijando el alma de la difunta de nuevo a su cuerpo. La intensidad del proceso las dejaba exhaustas. Aunque no perdían el conocimiento, los primeros días no podían hacer más de una resurrección diaria. El esfuerzo les hacía temblar y sus cuerpos parecían llevar el peso de las almas que intentaban recuperar. 

Ahora, después de un mes de práctica y esfuerzo, Morwen solo era capaz de realizar dos resurrecciones al día. Sus ojos, llenos de determinación, miraban a Sylvia con una mezcla de envidia y admiración. La joven elfa, que había comenzado como una novata, ahora sobresalía en una tarea que desafiaba incluso a las sacerdotisas más experimentadas. 

En el patio del monasterio, Sylvia estaba preparando su cuarto ritual del día. El aire estaba cargado con la energía mística del lugar, y los murmullos de las hermanas resucitadas resonaban como un coro silencioso que daba fuerza a su concentración. La luz del sol caía suavemente, creando un ambiente de serenidad que contrastaba con la intensa labor espiritual que se llevaba a cabo. 

Morwen y Keira observaban desde la sombra de un arco de piedra, sus rostros marcados por el esfuerzo y la dedicación. —Cada vez que la veo, no puedo evitar sentir un poco de envidia —murmuró Morwen, sus ojos fijos en Sylvia. 

—Es natural —respondió Keira, apoyando una mano en el hombro de Morwen—. Pero también es motivo de orgullo. Hemos sido testigos de su crecimiento y fortaleza. Y eso es algo de lo que debemos sentirnos parte. 

—Sí, tienes razón —respondió Morwen, su voz más suave—. Pero no puedo evitar pensar que tenemos mucho que aprender de ella. 

Keira asintió, observando a Sylvia mientras la joven elfa completaba el ritual con una precisión y gracia que hablaban de su profundo compromiso. —Estamos todos en este camino juntos. Y aunque ella ha avanzado mucho, nuestra fuerza radica en nuestra unión y en la capacidad de apoyarnos mutuamente. 

Sylvia terminó el ritual y, aunque visiblemente cansada, una sonrisa de satisfacción cruzó su rostro. Al ver a Morwen y Keira, se acercó a ellas con paso decidido, aunque un poco lento. 

—Otro ritual completado —dijo Sylvia, su voz llena de una mezcla de fatiga y alegría—. No podría haberlo hecho sin vuestro apoyo y enseñanza. 

Morwen la miró con ternura y orgullo, y le respondió—. Has hecho más de lo que podríamos haber esperado, Sylvia. Sigue así, y juntos restauraremos la gloria de este lugar. 

Keira añadió—. Y recuerda, no estás sola en esto. Todas estamos aquí para apoyarte y aprender juntas. 

La determinación en los ojos de Sylvia se intensificó aún más, y las tres mujeres, unidas por un propósito común, sabían que a pesar de los desafíos que enfrentaban, estaban en el camino correcto. 

—Mañana habremos terminado. Estoy deseando resucitar a la niña —dijo Sylvia con orgullo, su rostro iluminado por una sonrisa de satisfacción. 

Morwen y Keira intercambiaron una mirada cómplice y sonrieron, recordando cómo Sylvia había llorado y pataleado casi desesperada por resucitar a la niña al principio. Finalmente, esa tarea tan ansiada se realizaría al final, marcando un cierre significativo a su misión. 

—¿Creéis que Nerthys nos devolverá a nuestro mundo cuando terminemos de resucitar a todas? —preguntó Sylvia, su voz cargada de esperanza e incertidumbre. 

—Ojalá sea así, Sylvia —suspiró Keira, su rostro reflejando una mezcla de preocupación y anhelo—. No podemos seguir estirando la comida mucho más tiempo. Aunque hemos podido recuperar parte de la comida de los almacenes gracias a esa magia increíblemente usada, la realidad es que no hay para mucho más. 

Las palabras de Keira resonaban con una gravedad que todas comprendían. La situación era crítica, y el tiempo se agotaba. El bullicio del monasterio continuaba a su alrededor, pero este pequeño grupo se mantenía en una burbuja de reflexión y planificación. 

—Por lo que hemos visto, esta tierra, mientras estemos en este mundo de muerte, no parece muy cultivable. Y si regresamos al plano normal, la época será aún mala para cultivar... —continuó Keira, su voz cargada de preocupación—. Necesitamos poder cazar al menos. 

Morwen asintió, su mente trabajando rápidamente en posibles soluciones. —Tendremos que organizar expediciones de caza de inmediato. Necesitamos asegurarnos de que todos sepan cómo conservar y almacenar la carne para que dure lo máximo posible. 

Sylvia miró a ambas mujeres. —Haremos lo que sea necesario. Hemos llegado demasiado lejos para rendirnos ahora. Si necesitamos cazar, lo haremos. Si necesitamos encontrar nuevas fuentes de alimento, lo haremos. Juntas, encontraremos la manera de sobrevivir y prosperar. 

Keira y Morwen sonrieron, sintiendo la fuerza y la resolución de Sylvia infundirles un renovado sentido de propósito. Sabían que los desafíos no habían terminado, pero también sabían que, mientras permanecieran unidas, podrían enfrentar cualquier adversidad que se les presentara. 

—De acuerdo, mañana nos reuniremos y organizaremos las expediciones de caza, para cuando Nerthys decida levantar esta protección —dijo Keira, su voz firme y decidida—. Ahora, descansemos y preparemos nuestras fuerzas para lo que viene. 

—¿Y con los soldados restantes? —preguntó Sylvia, su mirada desviándose hacia el grupo de soldados amontonados a cierta distancia—. Me parece haber contado unos cien sobrantes. Deberíamos atarlos y llevarlos a las mazmorras antes de resucitar a la última. Si me atacan cuando resucite a la última, no salgo viva. Y voy a estar muy cerca de ellos. 

Keira frunció el ceño, claramente preocupada por la seguridad de Sylvia. —No te preocupes, después hablaré con Sigfrid para que lo organice. Si ellos no han terminado de asegurarlos, no se te ocurra resucitar a la última. Me temo que pueda ser peligrosa. 

Morwen asintió, sus ojos reflejando una mezcla de preocupación y resolución. —Aún no hemos decidido qué haremos con ellos, pero deben pagar por sus crímenes —añadió, su voz firme. 

Sylvia observó a los soldados con atención, su mente trabajando rápidamente para planificar la mejor manera de manejar la situación. —Si los llevamos a las mazmorras, podemos asegurarnos de que no representen una amenaza inmediata. Pero necesitamos asegurarnos de que están bien vigilados. 

—Así es —asintió Keira—. No podemos arriesgarnos a que algo salga mal en el último momento. Organizaré a los guardias y me aseguraré de que todo esté en su lugar antes de que procedas con la última resurrección. 

Morwen, con una expresión seria, se dirigió a Sylvia. —Tienes razón en estar preocupada. La última resurrección será crucial, y no podemos permitirnos ningún error. Confía en que haremos todo lo posible para garantizar tu seguridad y la de todos aquí. 

Sylvia asintió, sintiendo un peso de responsabilidad en sus hombros, pero también una determinación renovada. —Gracias. Solo quiero asegurarme de que todo salga bien. Hemos llegado tan lejos, y no podemos permitirnos fallar ahora. 

Keira y Morwen intercambiaron una mirada de complicidad y apoyo. Sabían que el camino por delante no sería fácil, pero también sabían que juntos, con planificación y determinación, podrían superar cualquier obstáculo que se les presentara. 

—De acuerdo, entonces vamos a organizar todo —dijo Keira, su voz llena de resolución—. No dejaremos nada al azar. Cada detalle debe ser cuidadosamente planeado para asegurar nuestro éxito. 

Con esas palabras, el grupo se dispersó para iniciar sus planes, conscientes de la importancia de sus roles y de la necesidad de trabajar juntos para alcanzar su objetivo final.