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El despertar de Sylvia

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Shandor_Moon · Kỳ huyễn
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42 En la cocina

En la cocina, Marina, Roberto, Clara, Zalvulb, Blogusz y Elías se encontraban recogiendo los platos del almuerzo y limpiando la cocina para poder comenzar con la preparación de la cena. El ambiente estaba cargado con el aroma residual del guiso de carne, y el calor de los hornos aún se sentía en el aire. Cada uno estaba inmerso en sus tareas, pero una atmósfera de camaradería y cooperación prevalecía en el espacio. 

Marina, mientras lavaba los platos, lanzó una pregunta a Elías que había estado rondando en su mente. 

—Elías, ¿conoces bien a Sylvia? Ella habla maravillas de ti. 

Elías, que estaba ordenando algunos utensilios, se detuvo un momento, sonriendo con nostalgia. 

—No sé si la conozco muy bien. Sylvia es algo reservada, pero es una muy buena chica. Cuando llegó al monasterio, fue la primera elfa en ser aceptada. Todos teníamos un muy mal concepto de los elfos. Solo conocíamos la raza del norte: feroces guerreros, traicioneros, sanguinarios y sin corazón. Por eso, cuando vimos a Sylvia, todos pensamos mal, pero en mi caso se ganó pronto mi corazón. 

Elías hablaba con orgullo en su mirada, recordando esos días ahora aparentemente tan lejanos. Clara y Zalvulb, que estaban limpiando la mesa de preparación, se acercaron un poco más para escuchar mejor la conversación. 

—Ella fue destinada a trabajar en la cocina y no solo trabajaba durante la preparación del desayuno, que era su turno. Muchas veces, cuando no tenía otra tarea, venía a ofrecer su ayuda. En la cocina se sentía más protegida. Günter y otros hermanos le hacían la vida imposible —continuó Elías, con una mezcla de tristeza y admiración. 

Roberto, que estaba secando los platos, asintió y decidió añadir su perspectiva. 

—Tienes toda la razón. Yo viví varios de esos incidentes. Quizás no eran de una violencia extrema, pero sí eran constantes —dijo Roberto, con un tono de arrepentimiento en su voz—. Al principio, era muy común para ella recibir insultos, empujones al pasar, aislamiento durante la comida, zancadillas. Por ejemplo, yo vi cómo Günter le pisó la mano mientras ella estaba de rodillas limpiando el pasillo con un trapo y un cubo de agua con jabón. Pareció que iba a disculparse y la terminó escupiendo en la cara y diciendo que no merecía estar viva. Ella solo se limitó a mirar al suelo y soportar la burla del resto del grupo hasta que la dejamos tranquila y nos marchamos. 

Marina, horrorizada por lo que escuchaba, no pudo contener su indignación. 

—¿Y no hiciste nada? ¿Qué clase de persona eres? —le regañó, dejando de lado el plato que estaba lavando y mirándolo con una mezcla de incredulidad y desaprobación. 

Roberto, sintiendo la presión de su reproche, bajó la mirada, visiblemente afectado. 

—No hice nada. En realidad, nunca fui muy amigo de Sylvia en el juego. Ella se llevaba muy bien con mi novia, es más, Sarah prefería pasarse la noche jugando con Carlos a venir a otras mazmorras conmigo. No le deseaba la muerte y me alegré mucho de tener una... bueno, una persona conocida cuando me enteré, pero ¿cómo iba a enfrentarme a mis compañeros? Ni Frederick le defendía entonces. Si la trataba bien y a veces cuestionaba esos comportamientos, pero no hacía nada mientras se estaban produciendo. Solo miraba hacia otro lado. Si alguien como Frederick, respetado por todos, no actuaba, ¿cómo se podía esperar que actuara un recién llegado? 

Elías, sintiendo la tensión en el aire, intervino con una voz firme pero comprensiva. 

—No siendo un cobarde. Y aun así, Sylvia te respetaba. Hablaba bien de ti —dijo, antes de añadir con un tono más suave—. Incluso llegó un momento en el cual empezó a sentir algo por ti. Algo que la trastornaba terriblemente. 

Marina, intrigada, levantó una ceja. 

—¿Por qué la trastornaba? —preguntó, volviendo a sus tareas pero con la mente claramente en la conversación. 

Elías suspiró, recordando aquellos días con cierta melancolía. 

—Sylvia muchas veces seguía hablando de ella como hombre, y según ella no le gustaban los hombres. Cuando apenas comenzó a aceptar su cuerpo y hablar de ella como mujer y como elfa, dejándose de referir a sí misma como varón, comenzó a volverse aún más reservada y distraída. Cuando conseguí averiguar lo que ocurría, me confesó que empezaban a atraerle de forma sexual los hombres. Eso le turbaba mucho, porque además no conseguía comprender el motivo. 

Roberto, sintiendo una mezcla de sorpresa y curiosidad, no pudo evitar preguntar. 

—¿Alguna vez te dijo el nombre de alguno? 

Elías lo miró con una mezcla de compasión y seriedad. 

—Sí, estabas en sus pensamientos, pero en realidad la atracción fuerte era por Günter. Ella no entendía eso. Era consciente del maltrato y manipulación constante de Günter, pero a la vez, en lo físico, animal, solía decir que quien le ponía a mil era Günter. Eso le atormentaba pues decía que tú valías más que Günter, pero para ella no había color a la hora de querer perder su virginidad. Luego aparecieron Tirnel Estel y Frederick. Sinceramente, creo que también tiene a Frederick y Tirnel Estel en su cabeza. 

Clara, que había estado escuchando atentamente, intervino con una expresión de confusión. 

—¿Pero Tirnel Estel es mujer? —preguntó, sin comprender cómo podían gustarle tres hombres y una mujer a la vez a Sylvia. 

Elías negó con la cabeza, pensativo. 

—Yo no puedo aclarar eso, pero parece que fue a raíz de algo ocurrido en el templo de Nerthys y la intimidad entre los tres en la misma habitación. 

El grupo se quedó en silencio por un momento, cada uno perdido en sus propios pensamientos sobre lo que acababan de escuchar. Finalmente, Marina rompió el silencio, intentando volver a la tarea en cuestión. 

—Bien, volvamos a la cocina. Tenemos que preparar la cena. ¿Cómo hacemos las croquetas con las sobras del guiso? 

Elías, agradecido por el cambio de tema, asintió. 

—Primero, necesitamos triturar la carne restante. Zalvulb, Blogusz, ¿podéis encargaros de eso? Hay una picadora en la despensa. 

Los dos goblins, siempre dispuestos a ayudar, asintieron entusiasmados y se dirigieron a la despensa. 

—Claro, Elías, vamos a buscar la picadora —respondió Zalvulb. 

Mientras los goblins se encargaban de triturar la carne, Marina encendía uno de los fuegos y comenzaba a derretir la mantequilla en una sartén grande. 

—¿Qué más necesitamos hacer? —preguntó Roberto, acercándose a la mesa de preparación. 

—Una vez que tengamos la carne triturada, haremos una bechamel espesa para mezclarla. Necesitaremos mantequilla, harina y leche —explicó Elías, mientras organizaba los ingredientes en la mesa—. Clara, ¿puedes rallar el pan para el empanado de las croquetas? Está en esa cesta de la esquina. 

Clara asintió y se dirigió a la cesta, comenzando a rallar el pan duro con entusiasmo. El sonido rítmico de los goblins usando la picadora llenaba la cocina, acompañado por el chisporroteo de la mantequilla derritiéndose en el fuego. 

—La cocina siempre es un lugar de actividad constante —comentó Roberto, sonriendo—. Me gusta cómo todos colaboramos para preparar algo delicioso. 

Elías asintió, mezclando la harina con la mantequilla derretida para hacer un roux. 

—Sí, es una forma de unirnos y asegurarnos de que todos estén bien alimentados. La comida es más que solo sustento, también es comunidad. 

Marina vertió la leche en la sartén, revolviendo cuidadosamente para evitar grumos. 

—Eso es muy cierto. Y estas croquetas serán un buen cambio después del guiso de carne. Algo más ligero para la cena. 

Clara, mientras tanto, rallaba el pan con entusiasmo. 

—Además, las croquetas siempre son un éxito. Todos las disfrutan, especialmente después de un día de trabajo duro. 

Los goblins regresaron con la carne triturada justo cuando la bechamel estaba lista. Elías añadió la carne a la mezcla, revolviendo para combinar todo en una masa homogénea. 

—Perfecto, ahora debemos dejar que esta mezcla se enfríe un poco antes de darle forma a las croquetas —dijo Elías, satisfecho con el progreso. 

Blogusz, siempre curioso, miró la mezcla con interés. 

—¿Y después qué hacemos? 

—Una vez que esté fría, formaremos pequeñas bolitas o cilindros, las pasaremos por huevo batido y luego por el pan rallado que Clara está preparando —explicó Elías—. Después, las freiremos hasta que estén doradas y crujientes. 

Zalvulb y Blogusz intercambiaron miradas de anticipación, emocionados por la siguiente etapa. Mientras tanto, Marina y Roberto comenzaron a preparar el área de empanado, batiendo los huevos y disponiendo el pan rallado en bandejas. 

El ambiente en la cocina era de cooperación y camaradería, cada uno contribuyendo con su parte para crear una comida deliciosa para todos. Elías miró a su equipo con orgullo. A pesar de las adversidades, lograban encontrar momentos de alegría y normalidad en la cocina, un lugar donde la magia de la convivencia se manifestaba en cada plato preparado. 

—Vamos a hacer de esta cena algo especial —dijo Elías, sonriendo—. Todos merecemos un buen banquete después de un día tan intenso. 

En la cocina, el ambiente se llenaba del sonido del ajetreo culinario y del aroma delicioso de las croquetas en preparación. Mientras esperaban a que la mezcla de carne y bechamel se enfriara lo suficiente para formar las croquetas, Roberto se quedó pensativo, su mirada perdida en los ingredientes sobre la mesa. Decidió romper el silencio con una pregunta que le rondaba la cabeza. 

—Elías, ¿crees que sigo en el corazón de Sylvia? —preguntó, su voz cargada de una mezcla de esperanza y duda. 

Elías, que estaba organizando los ingredientes para el empanado, levantó la mirada y se encontró con los ojos de Roberto, llenos de incertidumbre. No sabía qué decirle exactamente, pero entendía la necesidad de respuestas de su joven amigo. 

—Roberto, no sé qué decirte con certeza. Sylvia es complicada en ese sentido, pero una cosa es segura: las cosas no se arreglan esperando. Es mejor recibir una negativa a estar siempre pensando si será sí o no. Si Sylvia lo tiene claro, no suele ser esquiva con las contestaciones. Y si no lo tiene claro, quizás también te diga que no lo sabe —respondió Elías, con una mezcla de sinceridad y aliento. 

Marina, que estaba colocando los huevos batidos en un bol, intervino con una sonrisa. 

—Roberto, tienes que dar el paso. Si no, siempre podrías intentarlo conmigo. Quizás así, poniendo celosa a Sylvia, tengas alguna oportunidad —dijo, en tono juguetón, intentando aliviar la tensión con un poco de humor. 

Todos en la cocina, incluyendo Zalvulb y Blogusz, estallaron en risas ante la propuesta de Marina. El ambiente se volvió más ligero, las carcajadas resonando por las paredes de piedra de la cocina. 

Roberto, con una sonrisa tímida pero agradecido por el intento de aliviar la situación, miró a Marina con curiosidad. 

—Marina, ¿y tú? ¿No sigues sintiendo algo por Sylvia? —preguntó, tratando de desviar la conversación de sí mismo. 

Marina le devolvió la mirada con una expresión serena y una ligera sonrisa. 

—Sylvia siempre estará en mi corazón, pero me atraen los hombres, no las mujeres. Ni siquiera con una dualidad pequeña —respondió Marina, con una honestidad que solo aumentó su aprecio por la joven. 

Clara, que hasta entonces había estado concentrada en rallar el pan, escuchó la conversación y sintió un nudo en el estómago. Sabía que tenía ciertos sentimientos por Marina, y escuchar esa confirmación la dejó desanimada. Con una excusa tonta, se alejó de la cocina. 

—Voy a buscar más pan para rallar —dijo Clara, intentando mantener la voz firme mientras salía rápidamente de la cocina. 

Elías, notando la salida apresurada de Clara, decidió no comentar nada al respecto. Sabía que algunas cosas eran mejor dejarlas sin decir. 

—Bueno, chicos, volvamos a las croquetas. La mezcla ya está lista para darle forma —anunció Elías, tratando de devolver la atención a la tarea en cuestión. 

Mientras todos se ponían manos a la obra, formando las croquetas con cuidado y pasándolas por el huevo batido y el pan rallado, la cocina volvió a llenarse de actividad. Roberto, aunque todavía pensativo, decidió seguir el consejo de Elías y Marina. Iba a hablar con Sylvia, ya fuera para aclarar sus sentimientos o para dejar atrás la incertidumbre. 

La camaradería y el trabajo en equipo eran palpables, y a pesar de las complejidades de sus emociones personales, encontraron consuelo y alegría en la preparación de una comida deliciosa para todos. 

 

+++++++++ 

Tras un nuevo ritual de resurrección, Sylvia volvió a caer al suelo, pero esta vez, tanto de la nariz como de los oídos y la boca comenzó a brotar sangre. La preocupación en el aire era palpable. 

Calienalda miró a la elfa a sus pies, con los ojos abiertos de par en par. —¿Está bien? 

Seraphina había corrido rápidamente a su lado y comenzó a sanarla, sus manos irradiando una luz curativa mientras murmuraba palabras de poder. 

—Sí, tranquila. Le suele pasar siempre —mintió Keira, intentando reducir la preocupación de Calienalda. —¿Por qué no te acercas allí y ayudas en la reconstrucción a los otros hechiceros? —añadió, señalando hacia el almacén en reconstrucción. 

Calienalda, aunque aún preocupada, obedeció y se dirigió hacia el almacén. Una vez que estuvo lo suficientemente lejos, Sigfried intervino, su rostro grave.—Eso no es verdad. Las caras de Seraphina y Morwen dejan claro que es grave. 

Morwen asintió con preocupación en su mirada. —Sylvia siempre pierde el conocimiento, pero es la primera vez que sangra así. Niña tonta, si no estaba en condiciones, ¿por qué insistió? 

—Listo, ya está estabilizada —anunció Seraphina, su voz llena de alivio—. Puedes llevarla a su habitación, Sigfried. Yo me quedaré junto a ella. 

Sigfried se arrodilló junto a Sylvia, la levantó con cuidado y la sostuvo firmemente antes de ponerse en pie. 

—No digáis nada de esto. Nadie debe saber lo sucedido. Mañana no dejaremos que vuelva a intentar dos resurrecciones, pero si se extiende el rumor, podría minar el ánimo del grupo —ordenó Morwen mientras Keira asentía con seriedad—. Seraphina, ¿saldrá de esta Sylvia?Seraphina miró a Morwen con una expresión de incertidumbre. 

 —Rezad a vuestra diosa, es su elegida. Si la deja morir, no será tan importante para ella. En cuanto a Olpao, ha hecho lo que está en su mano. 

Keira y Morwen observaron a Sigfried y Seraphina alejarse con Sylvia en brazos. La tensión en el aire era palpable, y el miedo a lo que podría venir se reflejaba en sus rostros. 

—Debemos hablar con Nerthys —dijo Keira con pesar, su voz temblando ligeramente—. Debe haber otra forma. 

Morwen, con un susurro apenas audible, respondió—. Nerthys solo habla con quien quiere cuando ella desea. —Su voz estaba cargada de miedo y resignación. 

Keira apretó los puños, la determinación brillando en sus ojos—. Entonces realizaré un ritual con la ayuda de todos esta noche. Estamos en su reino; no puede ignorar a sus siervas. 

Morwen asintió lentamente, su mente ya trabajando en los preparativos necesarios. Sabían que enfrentarse a la voluntad de una diosa era arriesgado, pero la vida de Sylvia y el futuro del monasterio dependían de ello.