webnovel

El despertar de Sylvia

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Shandor_Moon · Kỳ huyễn
Không đủ số lượng người đọc
48 Chs

19. Un nuevo juicio

La atmósfera en el templo de Tasares era densa y cargada de tensión. La luz del sol se filtraba a través de las altas ventanas, creando patrones de luz y sombra en el suelo de piedra. Los bancos, normalmente alineados en filas ordenadas para las ceremonias y oraciones, habían sido movidos para formar un semicírculo frente al altar, creando un espacio que evocaba un tribunal improvisado. En el centro, una gran mesa de madera robusta había sido colocada, donde se sentarían los líderes del monasterio para presidir el juicio.

Balduin y Althea, junto con los Grandes Maestres Antón y Morwen, observaban en silencio mientras los guardianes y sacerdotes ajustaban los últimos detalles. Los asaltantes capturados estaban bajo la vigilancia estricta de varios guerreros, sus manos atadas pero sus miradas desafiantes. Sylvia, Frederick y Tirnel Estel permanecían juntos, apartados pero no menos preocupados, sintiendo el peso de lo que estaba por venir.

El ruido de los movimientos y los murmullos de los presentes llenaba el templo. Los demás viajeros de mundos, Harry, Marina y Roberto, se encontraban también presentes, sus rostros reflejaban una mezcla de tensión y expectación. Este juicio no solo determinaría el destino de los asaltantes, sino también el curso de sus propias vidas.

Günter, con su porte firme y decidido, se acercó a Sylvia, colocando una mano en su hombro. —Procura no terminar en la hoguera, aún no me he divertido suficiente contigo —susurró, su voz cargada de un tono mezquino.

Sylvia asintió, tratando de calmar su respiración y concentrarse en lo que sabía que debía hacer. Había mucho en juego, y el destino de sus amigos y el suyo propio pendían de un hilo.

Mientras se llevaban a cabo los últimos preparativos, Theodor se acercó a Sigfrid, su expresión era de preocupación evidente. —Sigfrid, sé que Sylvia ha cometido errores graves, pero ella es una pieza importante para nosotros. No conocemos todas las razones detrás de sus acciones. Te pido que no seas tan duro con ella —dijo Theodor, su voz era firme pero suplicante.

Sigfrid, con una expresión de severidad, se volvió hacia él. —Theodor, mi deber es ser imparcial y justo. No puedo dejarme llevar por los lazos emocionales que hayas formado con ella. Recuerda que cuando se incluyó a Sylvia en la orden, fui yo quien más se opuso. Pero también soy consciente de su potencial. Este juicio no se trata solo de sus errores, sino de asegurar que todos comprendan las consecuencias de la indisciplina y la traición.

Theodor asintió, sabiendo que las palabras de Sigfrid tenían peso. —Entiendo, Sigfrid. Solo espero que, en tu juicio, también veas su valor y su disposición a corregir sus errores. Ella tiene mucho que ofrecer, si se le da la oportunidad.

Sigfrid miró a Theodor con una mezcla de respeto y firmeza. —Lo tendré en cuenta. Pero recuerda, debemos actuar en el mejor interés de la orden y del monasterio. La disciplina es crucial en tiempos como estos.

Con todo listo, Antón se dirigió al centro de la sala, su presencia imponente demandaba atención. —Estamos aquí para esclarecer los hechos y tomar decisiones justas —comenzó, su voz resonando en las paredes del templo—. Este juicio determinará no solo la culpabilidad de los asaltantes, sino también el futuro de Sylvia y sus guardianes.

El silencio se hizo más profundo, y todas las miradas se volvieron hacia el centro del templo. El juicio estaba a punto de comenzar, y con él, se decidirían los destinos de todos los presentes.

—Sylvia, por favor, levántate y acércate —ordenó Antón—. Vamos a escucharte en primer lugar, para que puedas explicar los motivos de tu traición al monasterio después de haberte acogido en nuestro seno.

Sylvia, con pasos vacilantes, se acercó a la mesa central y extendió una mano temblorosa para entregar una nota a Morwen.—Anoche alguien metió esta nota en mi bolsillo —dijo, su voz apenas un susurro.

Morwen tomó la nota y la leyó en voz alta:— "En la orden te están mintiendo, lucharás contra tus amigos y deberás matarlos si eres fiel al monasterio."

Un murmullo de sorpresa recorrió la sala.

—Desconozco cómo metieron esa nota en mi bolsillo, ni quién fue —continuó Sylvia, su voz quebrándose—. Eso me hizo tener una mala noche. Durante el día comprendí lo que puede implicar no ser justa, pero la nota me hizo pensar si sería capaz de atacar a mis amigos del otro mundo.

Sylvia miró hacia los tres asaltantes.—Dos de las personas ahí presentes son amigos. Evildark era mi mejor amigo, Sarah podría considerarla mi mejor amiga después de mi novia. Curiosamente, es la novia de otra persona aquí presente, Roberto.

La revelación hizo que todas las miradas se volvieran hacia Roberto. Sigfrid fue el primero en hablar.—¿Qué tiene que ver la antigua relación de Roberto? Creo que es agua pasada y él ahora está interesado en ti.

Sylvia no se atrevió a mirar a Sarah tras las palabras de Sigfrido.—Solo era un detalle anecdótico, ni mucho menos estaba insinuando nada. Perdonen mi desvío —dijo, sintiendo la presión de las miradas—. Por la mañana, estaba muy preocupada por la posibilidad de tener que matar a mis amigos o ver su muerte. Frederick y Tirnel Estel me ayudaron bastante con esto. Les pedí si podía ir a ayudar en la cocina, lo pedí sin intenciones ocultas. Allí encontré siempre durante estos seis meses un remanso de paz y buenos consejos. Pensé que eso me vendría bien. Tirnel Estel y Frederick aún no se habían vestido y me permitieron ir sola a la cocina. ¿Qué mal deberíamos esperar realmente dentro de estas paredes?

Althea intervino con una voz calmada pero firme.—Pues tras haber recibido la nota, algo podías sospechar.

Balduin, aunque no había congeniado tanto como Theodor con Sylvia, tenía un gran cariño por ella. Debido a eso, miró a Althea con reproche. Sus palabras podían aumentar el castigo. Sylvia probablemente merecía un buen castigo, pero las palabras de Althea podían elevarlo aún más.

—Tienes toda la razón y debí esperar a mis guardianes —admitió Sylvia—. Fue Sarah quien me interceptó. Su intención era mi secuestro. Había venido con otros tres compañeros y a mí se me escapó que justo ese era el número de compañeros presentes en el templo. Entonces me llevó hasta donde se está construyendo el almacén. Ahí me encontré con los otros tres acompañantes y uno era mi mejor amigo del otro mundo.

Lyanna, con un tono incrédulo, preguntó:—¿Y no pensaste en gritar cuando te estaban secuestrando?

—Ni gritar, ni patalear, ni tratar de huir. Sarah era mi amiga, aún la considero mi amiga. ¿Cómo iba a desconfiar de ella? Yo solo deseaba hablar con ella. Convencerla de incorporarse al monasterio, pero no esperaba encontrarme también con Evildark. Los cuatro trazaron un plan rápidamente, con mi ayuda, pues les dije dónde sería más sencillo emboscarnos. Su plan parecía factible. Saltar sobre nosotros, amenazarnos con cuchillos en el cuello y, dada nuestra importancia, podríamos marchar con ellos para no ponernos en riesgo.

Lysandra intervino, su voz cargada de incredulidad.—Pero tú lanzaste una plegaria de protección.

—Así es —afirmó Sylvia—. Con unos cuchillos en nuestros cuellos, algo podía salir mal y terminar muerto alguno.

Balduin intentó darle una salida.—¿No lo hiciste por desbaratar el plan?

—No, desgraciadamente. Solamente era proteger a mis amigos. Por eso mismo tampoco conté nada. No quería correr riesgos. Pensé que los cuatro juntos podríamos convencer a Evildark y Sarah.

Morwen, con una expresión severa, preguntó:—¿Te das cuenta de a todos los que pusiste en peligro? ¿Tan poco aprecias a Hugo, Günter, Frederick o Tirnel Estel? Quizás con los otros guardianes aún no hayas creado lazos fuertes, pero ¿y con los cuatro nombrados? ¿Y si no hubieran sido suficientemente diestros y, metiéndose en la lucha, hubiera muerto alguno de ellos?

—Los hubierais resucitado —la voz de Sylvia salió temblorosa—. Theodor o Seraphina los hubiera resucitado.

Seraphina, con incredulidad en sus ojos, replicó: —¿Resucitar a los muertos? Nadie ha resucitado jamás. Eso está fuera de todas las plegarias a Olpao. Ya es difícil sanar una herida o enfermedad grave. ¿Resucitar? Ojalá ese sea tu poder oculto, pero en este mundo eso es imposible.

Sylvia negó con la cabeza, mirando a los cuatro nombrados. No pudo aguantar más y cayó de rodillas.—Por favor, condenadme a morir en la hoguera —las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas—. No soy consciente de las imprudencias que cometo y no quiero ver morir a ninguno.

Los sacerdotes se miraron entre sí. El arrepentimiento y la culpa de Sylvia les parecían genuinos, pues eran genuinos. Realmente no quería seguir soportando la presión de ser un engranaje vital para el nuevo orden. Solo quería tener una vida tranquila o simplemente morir.

Antón, observando la angustia de Sylvia, levantó una mano para calmar el murmullo de los presentes.—Sylvia, por favor, siéntate. Vamos a continuar con el interrogatorio —ordenó, su voz firme pero no carente de compasión.

Sylvia, demasiado afectada para moverse por sí misma, se desplomó completamente. Frederick, viendo su estado, se adelantó rápidamente, arrodillándose a su lado. Con cuidado y ternura, la levantó del suelo y la ayudó a sentarse en el banco.

—Tranquila, Sylvia. Estamos aquí contigo —murmuró Frederick, asegurándose de que estuviera bien apoyada antes de regresar a su posición.

Antón asintió con agradecimiento hacia Frederick y luego dirigió su atención a Sarah, una de las asaltantes detenidas.—Sarah, ahora vamos a escuchar tu versión de los hechos. ¿Qué puedes decirnos sobre el ataque y tu relación con Sylvia? —preguntó, fijando su mirada en la joven.

Sarah, visiblemente nerviosa, se aclaró la garganta antes de hablar. —Yo... vine aquí con la intención de llevar a Sylvia de vuelta con nosotros. No queríamos lastimar a nadie, solo queríamos que se uniera a nosotros nuevamente. Pero... las cosas no salieron como esperábamos —dijo, lanzando una mirada de disculpa hacia Sylvia.

—¿Quién te envió? ¿Quién está detrás de esto? —intervino Sigfried, su tono autoritario llenando la sala.

Sarah dudó por un momento antes de responder. —Nos envió nuestra líder. Ella cree que Sylvia es crucial para nuestra causa, pero no estoy segura de todos los detalles. Solo seguíamos órdenes —explicó, bajando la cabeza.

Lyanna frunció el ceño, sus ojos llenos de preocupación. —¿Qué causa es esa? ¿Qué buscan conseguir llevándose a Sylvia? —preguntó, su tono más suave pero igualmente firme.

Sarah respiró hondo antes de continuar. —Nuestra líder cree que los viajeros de mundos tienen un papel importante que desempeñar en el destino de este mundo. Cree que Sylvia, con sus habilidades, puede cambiar el curso de la guerra que se avecina. No buscamos destruir, sino salvar a aquellos que creemos que están en el lado equivocado —dijo, mirando a Sylvia con una mezcla de esperanza y desesperación.

Antón hizo una pausa, reflexionando sobre lo que había escuchado. Luego, continuó.—¿Cómo lograsteis entrar en el monasterio sin ser detectados? —preguntó, su voz dura.

Sarah bajó la mirada, vacilando antes de responder.

—Tuvimos ayuda desde adentro. Un simpatizante nos dejó entrar por una entrada oculta que conocía. No sé quién es, solo seguíamos instrucciones —confesó, provocando un murmullo entre los presentes.

—¿Y cómo esperabais salir con Sylvia? —preguntó Morwen, su mirada penetrante.

—Planeábamos usar la misma ruta de escape. Sabíamos que sería arriesgado, pero creíamos que podríamos salir antes de ser detectados —respondió Sarah, con un tono de resignación.

Antón continuó.—¿Sabes algo sobre esta nota? —preguntó, mostrándole la nota que Sylvia había entregado.

Sarah miró la nota y negó con la cabeza.—No, no sé nada de esa nota. No fui yo quien la puso en su bolsillo —dijo con sinceridad.

Antón asintió antes de volverse hacia los guardianes de Sylvia. —Frederick, Tirnel Estel, paso a interrogarlos. ¿Por qué dejaron sola a Sylvia después de que recibiera esa nota? ¿Cómo es posible que no detectaran que alguien había puesto algo en su bolsillo? —preguntó, su tono lleno de reproche.

Frederick dio un paso adelante, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros.—Fue un error de juicio de nuestra parte. Sylvia estaba muy angustiada y pidió ir a la cocina para despejarse. No pensamos que algo así pudiera suceder dentro del monasterio. En cuanto a la nota, no tenemos idea de cómo pudieron ponerla en su bolsillo sin que nos diéramos cuenta. Asumimos la culpa por no haber estado más atentos —respondió, su voz llena de pesar.

—¿Y durante la lucha? ¿Cumplieron con su deber de proteger a Sylvia y a los demás? —preguntó Balduin, buscando una evaluación completa.

Tirnel Estel intervino. —Sí, durante la lucha actuamos con rapidez y coordinación. Sylvia lanzó una plegaria de protección que nos dio tiempo para reaccionar. Nos aseguramos de que ningún daño grave ocurriera a Sylvia o a los otros viajeros. Capturamos a tres de los atacantes y neutralizamos la amenaza —explicó, con un tono firme.

—Entendido. Ahora interroguemos a los otros dos asaltantes —dijo Sigfried, dirigiendo su mirada hacia los detenidos restantes.

Uno de los asaltantes, un hombre de aspecto rudo, fue llevado al frente.—¿Cuál es tu nombre y tu misión aquí? —preguntó Lyanna.

—Mi nombre es Evildark. Mi misión era asegurarme de que Sylvia se uniera a nosotros y que nadie interfiriera. No buscábamos matar a nadie, solo llevarnos a Sylvia —respondió, con voz desafiante.

—¿Quién es vuestra líder y cuál es su objetivo final? —preguntó Thalor.

Evildark miró a Thalor con desdén.—Nuestra líder es conocida como la Sombra. Su objetivo es evitar que los viajeros de mundos caigan en las manos equivocadas. Cree que los monasterios están manipulando a los viajeros para sus propios fines —dijo, provocando una reacción de sorpresa en la sala.

El último asaltante, una mujer joven, fue llevada al frente. Su expresión era de temor y arrepentimiento.

—¿Y tú? ¿Qué tienes que decir? —preguntó Morwen.

—Yo... mi nombre es Lila. Solo seguía órdenes. No quería lastimar a nadie. Fui reclutada por la Sombra y me dijeron que era por una causa justa. Ahora... no sé qué creer —dijo, con lágrimas en los ojos.

Antón asintió lentamente, procesando toda la información. —Antes de proceder a deliberar, ¿hay alguien más que quiera añadir algo? —preguntó Antón, mirando a los presentes.

Günter se levantó, atrayendo la atención de todos.—Tengo algo que decir —dijo, con su habitual tono despreocupado, pero con una seriedad subyacente—. Primero, sobre Frederick y Tirnel Estel. Sí, cometieron un error al dejar a Sylvia sola, pero la verdad es que ella es muy escurridiza. Si queréis culpar a alguien, es mejor culparme a mí por no haber sido lo suficientemente convincente como para mantenerla a raya. En cuanto a Sylvia, claro que ha hecho algo estúpido, pero ella tiene un buen corazón. Está aprendiendo y creo que, con el tiempo y nuestra guía, puede llegar a ser una mujer más sensata. No la juzguéis demasiado duro. Además, aún no he terminado de divertirme con ella —añadió con una sonrisa maliciosa.

Antón frunció el ceño, pero asintió, tomando nota de las palabras de Günter. —Gracias, Günter. Ahora, deliberaremos sobre estos nuevos hechos y decidiremos el destino de Sylvia y los detenidos. Que todos los presentes se preparen para escuchar nuestra decisión —anunció, indicando que la sesión continuaría en breve.

La tensión en la sala era palpable mientras todos esperaban la resolución de los líderes. Los destinos de Sylvia, Sarah y los otros viajeros colgaban en la balanza, y cada palabra y acción en los próximos momentos sería crucial para definir su futuro.

Sylvia, sentada en el banco, sentía el peso de todas las miradas sobre ella. Sus pensamientos eran un torbellino de culpa, miedo y desesperación. Frederick y Tirnel Estel permanecían a su lado, su apoyo incondicional ofreciéndole un pequeño consuelo en medio de la incertidumbre.

Antón se volvió hacia los demás líderes, susurrando en tono grave mientras comenzaban la deliberación. Cada palabra intercambiada, cada mirada significativa, aumentaba la tensión en la sala. La espera se hacía interminable.

Finalmente, Antón levantó la cabeza y dirigió su mirada a los presentes, su expresión impenetrable. La sala contenía el aliento, sabiendo que el momento de la verdad estaba a punto de llegar.

El futuro de todos los involucrados dependía de las próximas palabras que saldrían de su boca.