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—¡Mamá! ¡Mamá! ¿Cómo fueron las ventas hoy? ¿Se vendió todo? ¿Cuánto ganamos? —Tan pronto como Shen Baolan entró en casa, sin siquiera molestarse en cambiarse los zapatos, preguntó ansiosamente a Ma Sufen, que estaba pelando papas en la sala.
—Ma Sufen la miró con los párpados medio levantados, su rostro tan largo como el de un burro. —¿Ganar? No vendimos ni uno en todo el día.
—Shen Baolan simplemente no podía creerlo y pensaba que Ma Sufen estaba bromeando con ella.
—Mamá, deja de bromear conmigo. Mis pasteles de huevo son deliciosos y baratos. ¿Cómo es que no se vendieron? ¡Sería más probable que no tuviéramos suficientes para vender! Dime la verdad, ¿cuánto ganamos realmente? ¿Fue tanto? —Shen Baolan hizo un gesto indicando el número cinco con su mano.
—No era ambiciosa, se conformaría con ganar solo cinco yuanes. Incluso ganar dos o tres yuanes estaría bien.
—Ma Sufen rodó los ojos. —Está en el armario de la cocina, ¡ve y mira tú misma!
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