Raine recordaba aquel lagarto azul, lo había visto una vez en el pasado, cuando Serefina la llevó de regreso a su ciudad natal después de la extraña enfermedad que padeció y Raine tuvo que separarse de Torak por unos meses.
Y esa también fue la razón por la cual Torak se mudó a esa ciudad también.
—Sé que es el lagarto de Serefina —dijo Raine, esta vez, al mirarlo más de cerca, estaba segura de que era el mismo lagarto—. ¿Cómo conseguiste eso? —frunció el ceño.
—¿Estás bromeando? Los lagartos azules son bastante comunes, cualquiera puede tener uno —Pero entonces el enano se corrigió a sí mismo—. Cualquier criatura sobrenatural puede tener uno —dijo con firmeza.
Sin embargo, eso no convenció lo suficiente a Raine, se dio la vuelta y miró a Esperanza. —¿Alguna vez viste ese lagarto azul? Creo que es de Serefina —le preguntó Raine. Insistió en que era la mascota de la bruja.
Esperanza se levantó y se acercó, pero el enano escondió el lagarto azul.
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