Lana abrió los ojos sintiéndose aturdida cuando escuchó el fuerte sonido de un gong. Miró a su alrededor y encontró a Rafael que estaba sentado a su lado, en el sofá que había acercado a su cama.
Desde el cielo oscuro allá afuera, Lana se dio cuenta de que había estado durmiendo todo el día.
—Raph —la voz de Lana era ronca cuando lo llamó. Rafael, que estaba leyendo un libro, inmediatamente lo dejó y se acercó a su compañera.
—Hey, estás despierta —Rafael habló suavemente mientras acariciaba su pálida cara.
—He dormido tanto tiempo —dijo Lana. Se aclaró la garganta seca y Rafael inmediatamente le sirvió algo de agua en un vaso y se lo dio a Lana mientras la ayudaba a sentarse, para que no se atragantara mientras bebía el agua.
—Sí, dormiste mucho. Ya te extraño —dijo Rafael con tono quejumbroso, pero su expresión decía lo contrario, como si alguien estuviera muy aliviado. Como si todos sus problemas hubieran desaparecido solo con ver a su compañera abrir los ojos.
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