—¿Qué quieres? —preguntó Serefina. Olvidó por completo el hecho de que su magia no funcionaría en ningún Donovan.
Ver a Jedrek dentro de su habitación y comprobando cómo estaba eran las últimas cosas que pensó que ocurrirían hoy.
El pensamiento de que todavía se preocupaba por ella, calentaba el frío corazón de la bruja. Sin embargo, Serefina se reprendió a sí misma por no dejar que sus esperanzas subieran demasiado.
—Creo que este es el momento adecuado para que tengamos una conversación apropiada —dijo Jedrek con una cara que estaba desprovista de cualquier emoción. Tomó asiento en una silla cerca de la ventana, que mostraba el hermoso paisaje del patio trasero del castillo, donde un pequeño río desembocaba en el bosque.
Jedrek asintió con la cabeza hacia el asiento frente a él, como un gesto para que Serefina se sentara allí, ya que la bruja ni siquiera había mostrado intención alguna de moverse un centímetro del lugar donde estaba parada ahora.
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